sábado, 24 de diciembre de 2016

CAPÍTULO 39 - SE RUEGA SILENCIO

Es Nochebuena. No me apetece ir a cenar con mi madre, pero se lo prometí y debo cumplir mi palabra.
Nada más entrar, veo que ha estado llorando: la rojez de sus ojos la delata. Dice que es de cocinar, pero sé que miente.
Al final, terminamos cenando como todas las Nochebuenas, es decir, repartiendo nuestra atención entre lo que hay en el plato y las imágenes del televisor. Estar juntos nos hace sentir más solos que nunca. Mi incapacidad para relacionarme con la gente no me molesta en absoluto, pero la cosa cambia cuando afecta a la relación con mi madre. Me entristece no poder conectar con ella. Y me jode que el único vínculo que nos una sea el de sangre. Me gustaría que hubiera algo más. Al otro lado de la pared oímos las voces de júbilo de los vecinos. Su alegría deja en evidencia nuestra falta de entusiasmo.
-¿Qué tal en el trabajo?
-Se me acaba el contrato esta misma semana.
Asiente con un pequeño gesto de cabeza y vuelve a fijar la mirada en la pantalla. En la tele no ponen nada más que chorradas: gente estúpida demostrando lo estúpidos que pueden llegar a ser.
-Estaba todo muy rico.
Está atenta al programa de variedades y no me presta atención. Recojo la mesa y llevo los platos sucios a la cocina. Mientras friego la vajilla tomo la decisión no aceptar más trabajos de mierda. A partir de mañana me encerraré en casa y no saldré hasta terminar la novela. Escribiré y seguiré escribiendo. No dejaré que nada me distraiga. Me pondré a ello y no descansaré hasta acabar. Después de secar los cubiertos regreso al salón. Antes de entrar oigo unos llantos. Me asomo y veo a mi madre llorando. No me atrevo a interrumpirla, así que me pongo el abrigo y salgo a la terraza a fumar.
Contemplo las viviendas que tengo enfrente. A través de sus ventanas puedo ver a las familias brindando con copas de champán, felices por estar reunidos. Dos tipos doblan la esquina. Vienen cantando villancicos y se tambalean al andar. Es evidente que están borrachos. Mi madre sale de la casa, se coloca a mi vera y se queda mirando al horizonte. Es como si buscase respuestas en el cielo. Suspira al frío de la noche, tratando de expulsar sus penas junto al aliento que sale de su boca. Uno de los borrachos se aparta para mear delante de la puerta de un garaje. Los observamos desde el balcón. El que orina no puede mantener el equilibrio y cae de espaldas. El chorro no se interrumpe y sigue fluyendo como si se tratase de un aspersor. El tipo, al ver que se está meando encima, lucha por levantarse pero la gravedad puede más que él.
-Otro igual que tu padre, que no sabía mear sin mojarse los pantalones.
Lo dice con tal naturalidad que no puedo reprimir una sonora carcajada. De repente, un cohete estalla en el cielo. Una catarsis de luz y color.

pepe pereza

martes, 13 de diciembre de 2016

DÍAS 14 Y 15 EN LOGROÑO

Kirmen Uribe, ganador del Premio Nacional de Narrativa, presenta  La hora de despertarnos juntos
Miércoles 14 de diciembre, a las 19:30 h.

Espacio Santos Ochoa. Doctores Castroviejo, 19.
La gran novela sobre la historia vasca, española y europea del siglo XX hasta nuestros días.

A Karmele Urresti la guerra civil la sorprende en su Ondarroa natal. Mientras la población huye al exilio, ella decide quedarse curando a los heridos y tratando de liberar a su padre, que ha sido encarcelado. Al final de la guerra debe abandonar su tierra y partir hacia Francia, donde pasa a formar parte de la embajada cultural vasca. Allí conoce al que será su marido, el músico Txomin Letamendi. Juntos recorren media Europa hasta que, a punto de caer París en manos de los alemanes, huyen a Venezuela.

Pero la Historia irrumpe de nuevo en su vida. Cuando Txomin decide sumarse a los servicios secretos vascos, la familia regresa en plena Segunda Guerra Mundial a Europa, donde él realiza labores de espionaje contra los nazis hasta que es apresado en Barcelona, bajo una dictadura a la que no sobrevivirá. Karmele tendrá que arriesgarse y partir, sola esta vez, con la esperanza ciega de quien deja atrás lo más preciado.

Kirmen Uribe , nacido en Ondarroa, Vizcaya, en 1970, se licenció en Filología Vasca y cursó estudios de postgrado de Literatura Comparada. Es autor de proyectos multimedia que combinan la literatura con diferentes disciplinas artísticas. Ha traducido a Raymond Carver, Sylvia Plath, Anne Sexton, Mahmud Darwish y Wislawa Szymborska, entre otros, y colabora en diversos medios de prensa escrita, incluida la prestigiosa revista The New Yorker. La publicación en 2001 de su libro de poemas  Bitartean heldu eskutik  (Mientras tanto dame la mano , 2003), supuso, según la crítica, una «revolución tranquila» en el ámbito de la literatura vasca. Traducido al castellano, francés, inglés y ruso, el poemario fue galardonado con el Premio Nacional de la Crítica y elegido finalista al mejor libro de poesía traducido al inglés en 2007 en Estados Unidos por el PEN American Center.


Patxi Irurzun presenta  Los dueños del viento, una novela de aventuras que pasa por Logroño
Jueves 15 de diciembre, a las 19:30 h.

Espacio Santos Ochoa. Doctores Castroviejo, 19.    

La famosa caza de brujas en Zugarramurdi, el auto de fe de Logroño de 1610, las cárceles secretas de la Inquisición, los bucaneros de La Española, los Hermanos de la Costa y la república libertaria que intentaron crear en la isla Tortuga, los corsarios vascos del mar Caribe…  

Joanes de Sagarmin, protagonista y narrador de esta novela vivirá todas estas peripecias tras huir de la pequeña aldea navarra de Zugarramurdi. Perseguido por la Inquisición, encontrará refugio junto a otros huérfanos y huidos de la justicia, primero en el sur de Francia, junto a los terribles corsarios vascos, y después en el Nuevo Mundo, donde se convertirá en músico de una tripulación pirata.  

A lo largo de su agitada vida, el destino de Joanes permanecerá siempre unido al de un encantador y cruel filibustero, Kuthun, y al de la misteriosa Morguy, la joven vidente y ayudante del inquisidor Lancre. Entre los tres se establece un triángulo de amor y odio, en cuyo centro permanece la búsqueda de una libertad que el destino y la cuna parecen haber negado a quienes tienen como única posesión el viento y esperan que alguna vez sople a su favor.

Patxi Irurzun  (Pamplona, 1969) es escritor, periodista y filólogo. Autor, entre otras obras, del libro de relatos  La tristeza de las tiendas de pelucas  (finalista del Premio Setenil 2013 al mejor libro de relatos del año y del Premio Euskadi 2014); las novelas  Atrapados en el paraíso , sobre su viaje al vertedero de Payatas, en Manila (Premio a la Creación literaria del Gobierno de Navarra) y  ¡Oh, Janis, mi dulce y sucia Janis! ; el diario  Dios nunca reza ; o de  Mi papá me mima , una crónica humorística sobre la paternidad. Ha escrito además literatura infantil y juvenil, colabora habitualmente en prensa y ha ganado diferentes certámenes literarios, como el I Premio de relatos de viajes de El País-Aguilar o el Ciudad de Palencia de narrativa.

martes, 15 de noviembre de 2016

DON CARPENTER

DON CARPENTER

Nació en Berkeley, California en 1931 y creció en la costa oeste de los Estados Unidos. Luchó en la fuerza aérea durante la guerra de Corea, asistió la Universidad de Portland y se licenció en el Portland State College para después hacer la maestría en San Francisco State College. Carpenter, su mujer Martha y sus dos hijas se instalaron en Mill Valley, cerca de San Francisco y él entabló buenas amistades con Evan Connell y, especialmente, con Richard Brautigan, ambos escritores locales. Su primer libro, Dura la lluvia que cae, se publicó en 1966 y lo siguieron nueve novelas más e incluso varias colecciones de cuentos. También escribió para el cine y la televisión, y dedicó bastante tiempo a Hollywood (un tema de varias de sus novelas). A causa de su mala salud, se suicidó en 2008, a los 64 años de edad.

sábado, 12 de noviembre de 2016

EN PREVENTA: PADRE & HIJO de LARRY BROWN en DIRTY WORKS


*** NOVEDAD: PADRE & HIJO, LARRY BROWN. ***
«Amartilló el percutor, dirigió el cañón hacia la cabeza de su padre y mantuvo la negra y ancha boca del mismo a dos centímetros de su cráneo. Apretó los dedos en torno a la empuñadura accidentada del arma. El viejo siguió durmiendo. Padre e hijo».
1968. Un pueblo perdido de Mississippi. Glen Davis, el hijo pródigo, vuelve a casa. Pero no está arrepentido. Tras una estancia de tres años en la cárcel, regresa, lleno de odio y resentimiento, para saldar viejas cuentas pendientes. En apenas cuarenta y ocho horas, todas las mentiras y oscuros secretos que llevan cociéndose a fuego lento durante más de dos generaciones bajo la superficie aparentemente tranquila de esta pequeña comunidad sureña, estallarán y saldrán a la luz en una incontenible espiral de crueldad y violencia.
Una historia de padres ausentes, madres desesperadas e hijos abandonados. Perros rabiosos, chatarra, armas de fuego, sangre y latas de cerveza aplastadas al borde de una carretera secundaria. Larry Brown en estado puro.
«Una recreación literaria poderosa, conmovedora y llena de suspense, la obra de un escritor con un enorme e innegable talento natural».

The Washington Post
«Otro libro grandioso y perdurable de Larry Brown, la crudeza de sus emociones prevalecerá en tu interior durante mucho tiempo».
Rick Bass - The Boston Globe

«El modelo es Faulkner, pero su influencia ha sido absorbida y trascendida… La obra de un escritor que confía absolutamente en su propia voz».
The New York Times Book Review
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Prólogo de Mark Richard
Traducción de Javier Lucini
Tapa Blanda, 210 mm x 140 mm
380 páginas
Al comprar durante la preventa -
2 x ilustraciones más regalo sorpresa.

22.50€
IVA incluido.
Envío gratuito para península, Canarias y Baleares.

lunes, 26 de septiembre de 2016

ESQUINAS EN EL BIGOTE OBSCENO

MUJERES EN LA ESQUINA. 
RELATOS DESGARRADORES
Pepe Pereza nos deja un conjunto de relatos cortos que duelen. En Esquinas, podemos ver la realidad que muchas veces preferimos ignorar cuando vemos a mujeres que no tienen más remedio que ganarse la vida vendiendo su cuerpo. Un libro sobre sexo, dinero y desesperación que nos hace abrir los ojos ante un mundo gris.
Esquinas recoge diferentes puntos de vista sobre la prostitución, aunque no están todos. El lenguaje es duro, con fragmentos que llegan a rasgarnos hasta dejar una marca profunda. Las ilustraciones son como una nube oscura que aparece para mostrarnos las palabras de Pepe Pereza de un modo tan auténtico que casi podemos tocarlas en el aire.
Un padre que descubre que su hija se prostituye, una chica que necesita conseguir algo sin más ayuda que la de su cuerpo, una mujer que tiene que cuidar a un bebé anciano, un hombre con una clientela peculiar… Dinero como arma, armas como último recurso, el recurso principal es de carne y hueso.
Relatos pensados para tocarnos la conciencia y cuestionar nuestra moral. Este mes que nos dedicamos a explorar el mundo femenino, me gustaría abordarlo en un sentido distinto al que podríamos plantear. No todos los libros hablan de mujeres fuertes, feministas o independientes. Algunas veces debemos mirar más allá. Quizá no sea justo que en el libro de Pepe Pereza nos encontremos solo a personas con un dolor profundo o unos momentos caóticos. ¿Por qué no hablar de esas otras mujeres que eligen voluntaria y legalmente esta profesión en otros países sin miedo? ¿Por qué en España si eliges este camino eres una paria? ¿Por qué tenemos que sentirnos esclavas, infravaloradas o desprotegidas en tantos empleos?
No es solo una cuestión de tener un salario inferior al de un hombre por el mismo trabajo, de soportar acoso por parte de compañeros o jefes, de escuchar cómo podemos o no vestir, qué podemos o no hacer. No vale solo con mirar para otro lado cuando pasamos por la carretera de camino a la playa y vemos a una persona, bajo el sol a 40 grados, esperando a que salgan los trabajadores de un polígono para poder llevar dinero a quien amenaza a su familia. Un feminista debe luchar, sea hombre o mujer, para que la ley proteja en igualdad de condiciones a ambos sexos en todos los aspectos. ¿Por qué somos feministas si nadie se levanta y da un golpe en la mesa por este tipo de situaciones?
Quizá estos relatos sean tan cortantes porque en nuestra sociedad es un tabú y una mafia. La prostitución es un arma de explotación, en lugar de ser una profesión como otra cualquiera. Después de todo… ¿no es un servicio? Podemos cuidar, ayudar, cocinar, servir y proteger. Enfermeros, cuidadores, cocineros, policías o amas de casa. Pero, cuidado, el sexo no puede ser un servicio y precisamente por eso es una fuente de personas con malas intenciones que abusan de su poder y del miedo que provocan.
Leyendo Esquinas me he dado cuenta de lo deprimente que es también ser cliente. Tampoco estás protegido. No hay lugares legales donde puedas pagar por mantener relaciones de mutuo acuerdo, como una transacción en un banco. Muchos se ven empujados a acudir a profesionales que están fuera del sistema, un sistema que se ha dado la vuelta para no mirar. ¿Traerían a mujeres de otros países con mentiras para obligarlas a prostituirse si aquí fuera algo natural donde poder elegir?
En España no es ilegal ejercer la prostitución, pero no es un empleo reconocido. Esto quiere decir que no se cotiza a la Seguridad Social, no se tiene derecho a vacaciones, no hay posibilidad de jubilarse con una pensión, no hay impuestos, no pueden sindicarse ni hacer huelga. En 2015 se estimaba que el 80% de quienes ejercen la prostitución lo hacen contra su voluntad.
Hay mujeres y hombres en ambas caras de la moneda: prostitución y clientela. Toda la moneda necesita estar incluida en el sistema y ser reconocida por la sociedad. Debemos ser conscientes de que el poder del feminismo debe ejecutarse en las dos direcciones. Si la igualdad se logra debe ser gracias a una balanza equitativa.
Feministas, Pepe Pereza nos enseña las Esquinas que a veces no vemos. Debemos abrir los ojos a una realidad dura, desagradable y preocupante. Os recomiendo esta lectura porque aunque pueda herir la sensibilidad de algunos… nadie ha dicho que la vida sea fácil. No es un libro que se lea con gusto o por puro entretenimiento, no es una poesía de Neruda ni un bestseller de Dan Brown. Son palabras que conectan nuestros ojos con nervios directos a la conciencia. Tal vez, no todos estemos hechos para leerlo, pero sí para afrontar que el problema existe.

Ángela Pacheco


martes, 20 de septiembre de 2016

EL EXPULSANTE - UN RELATO DE J.P. TEFAN

EL EXPULSANTE
La Materia Amarillenta sale por la boca del Expulsante en forma de hebras maleables que son depositadas a los pies del operario de turno. Los componentes químicos de La Materia Amarillenta reaccionan con el oxigeno de la sala, haciendo que los filamentos se vuelvan duros y consistentes. Es un ejercicio complicado y doloroso para el Expulsante, ya que su garganta queda gravemente irritada por el esfuerzo. Solo el dos por ciento de la población dispone de Glándulas Expulsadoras de Materia Amarillenta. Por eso los Expulsantes están tan solicitados. Las fibras secas son recogidas con sumo cuidado por el operario y llevadas inmediatamente al laboratorio. Una vez allí, los Expertos se encargaran de analizarlas. Si pasan las Tres Grandes Pruebas (TGP) serán trasladadas al muelle de carga para su distribución. En caso contrario, las hebras deben ser quemadas en los altos hornos en un plazo nunca superior a veinticuatro horas. Terminada la expulsión de la Materia Amarillenta, el Expulsante debe acudir a las Oficinas Centrales para rellenar los formularios pertinentes. Acabado el tema burocrático,  el Expulsante está obligado pasar un tiempo limitado en una de las cabinas de recuperación. El Expulsante se acomoda en la camilla acolchada y conecta la válvula de abastecimiento a la vena principal de uno de sus brazos, seguidamente presiona el botón verde que pone en funcionamiento la terminal de la cabina. Los fluidos de la depuradora pasan a través de la sonda y entran en el cuerpo del Expulsante. Los ojos en blanco y unos pequeños espasmos en los pies son la prueba de que todo va bien. Hasta que, estando en pleno proceso, hay un bajón de energía que bloquea el programa de la cabina de recuperación. Debido al fallo eléctrico, los fluidos de la sonda en vez de ser alojados en el cuerpo del Expulsante son absorbidos por el rotor la depuradora, provocando una dolorosa descarga por todo el cuerpo del Expulsante. El Expulsante extrae la válvula de su brazo. Está harto. No es la primera vez que le pasa, y seguramente no será la última. Restablecida la energía de la cabina y purgada la sonda, una voz distorsionada dice por los altavoces: Conéctese a la válvula, por favor. El Expulsante limpia el orificio de su brazo con una gasa humedecida en yodo, después vuelve a conectar la válvula en la vena.

            El Expulsante camina por una de las calles adyacentes al complejo residencial. Nota el brazo agarrotado. Por experiencia sabe que el dolor durará toda la noche. Delante de él, unas emanaciones vaporosas ascienden desde el subsuelo. El indicador de datos que tiene implantado en la muñeca advierte que la zona está contaminada con altos niveles de azufre y plomo. La mascarilla filtradora se conecta automáticamente acoplándose a la cara del Expulsante como una segunda piel. El Expulsante sigue su camino entre la niebla ambarina. Es el micro-clima ideal para que se reproduzcan las amebas rojas. De hecho, en los edificios abandonados que flanquean la calzada hay millares de nidos viscosos colgando en los recovecos de las fachadas. Toda una plaga. Unos metros más adelante, el aire vuelve a ser respirable. La mascarilla filtradora se repliega dentro de un dispositivo insertado detrás de la oreja. El Expulsante dobla una esquina y dirige sus pasos hacia el único edificio iluminado de la barriada. Entra en el portal. Cuando está dentro del ascensor el indicador de datos se ilumina de nuevo. Esta vez es un mensaje del Laboratorio: El examen de la TGP es favorable. La Materia Amarillenta con expediente L38 ha sido trasladada al muelle para su distribución. Seguidamente llega el recibo y la confirmación de que los Bonos de la operación han sido ingresados en la cuenta personal del Expulsante. El ascensor se detiene en el ático. El Expulsante entra en casa. Se sienta en un viejo sillón reclinable y rompe a llorar. Un llanto amargo y doloroso. El Expulsante baja el nivel de la lámpara para dejar la estancia en penumbra. Se coloca en la cabeza un gorro al que están sujetos una veintena de electrodos y conecta el Inhibidor de Pensamientos. La peculiaridad de ese aparato, tal y como su nombre indica, es el de inhibir o neutralizar cualquier pensamiento que genere el cerebro del Expulsante. Una forma rápida y segura de dejar la mente en blanco. Los sollozos del Expulsante paran de golpe.

            Por la ventana entran los reflejos del amanecer. El Inhibidor de Pensamientos se desconecta mediante un sensor que capta las primeras luces del día. El Expulsante abre los ojos. El primer pensamiento que le viene a la cabeza es la imagen de su hijo. Su segundo pensamiento: el cadáver de su hijo. El Expulsante llora. No hace ni medio año de la tragedia. La herida está fresca y duele. Según el informe de la autopsia el niño falleció por una infección en la formación de las Glándulas Expulsadoras de Materia Amarillenta. Cuando un bebé tiene una herencia genética de ese calibre siempre entraña un alto riesgo para la criatura, entre otras cosas, porque dicha herencia no deja de ser una mutación y la mayoría de las veces es el propio cuerpo el que rechaza la metamorfosis. Por eso el Expulsante arrastra un sentimiento de culpabilidad que agudiza aun más el sufrimiento por la muerte de su hijo. Un añadido doloroso del cual no logra deshacerse a no ser que se conecte al Inhibidor de Pensamientos. Desde aquel fatídico día, la vida del Expulsante ha sido un infierno. Su matrimonio se fue a pique. Se tramitó la separación y los de Urbanismo le asignaron una casa en la zona residencial, pero el Expulsante rechazó la oferta y en su lugar pidió una vivienda en la Zona Contaminada. Desde entonces vive en ese edificio abandonado y en ruinas.
            Para desayunar el Expulsante toma tres píldoras antidepresivas. Las mastica y las traga a palo seco. Sale al balcón. Desde ahí puede ver los vapores de azufre y plomo emergiendo a través del subsuelo. Un paisaje que comulga con su estado de ánimo. El viento cambia de dirección y la niebla venenosa llega hasta la atalaya. El indicador de datos advierte del peligro y la mascarilla filtradora se conecta automáticamente acoplándose a la cara del Expulsante como una segunda piel. Entra en la casa, cierra las puertas y pone en funcionamiento el destilador de aire para eliminar los gases que han entrado. Cuando el ambiente está limpio la mascarilla filtradora se desactiva.


J.P. Tefan

martes, 6 de septiembre de 2016

GAS de VICENTE MUÑOZ ÁLVAREZ (EDICIONES LUPERCALIA)

GAS NATURAL
"Los triunfos, los fracasos, los desengaños… todo gaseoso, efímero, pasajero…todo por la causa: vivir."
Condensar una obra poética que abarca 17 años de escritura (1999-2016) en poco más de 250 páginas se me antoja una labor dificultosa, a la que hay que aplicar el tacto firme del dinamitero, preciso, y sin más contemplaciones que ir a lo esencial e importante: la explosión. Vicente Muñoz Álvarez recoge en esta selección personal la fluidez con la que se ha desenvuelto, a lo largo de todo este tiempo, dentro el ejercicio poético, para ofrecernos un compendio de poemas cuidadosamente elegido, donde el lector podrá reconocer en él a uno de los poetas contemporáneos más importante de este país en la actualidad; no obstante, es imposible entender los extramuros de la literatura de ahora sin lo que a la misma ha aportado el leonés; donde ha ido ideando, para llevar a nuestra realidad, en distintas épocas, fanzines, antologías, recitales y festivales en torno a la poesía, al margen del cambiante poder literario y establecido en cada momento y al que, sin duda, habría de añadirse la particularidad de su poesía, expuesta en libros como: Canciones de la gran deriva, Privado, Parnaso en llamas, Animales perdidos, Días de ruta, y los inéditos, también aquí incluidos: Lobos de mar y Libro de haikus. Todo ello es lo que conforma el estallido de este GAS, en el que intuyo a un magnífico poeta reivindicando una lectura serena y transparente, y es en esa claridad donde no cabe otra luminiscencia que la nitidez, la misma que muchos de nosotros reclamamos a una poesía que quisimos siempre libre; una poesía, por suerte, cada vez menos anegada en la profundidad de los pozos negros.

Gsús Bonilla


lunes, 29 de agosto de 2016

EL MERODEADOR DE VICENTE MUÑOZ ÁLVAREZ

La primera vez que leí “El Merodeador” de Vicente Muñoz Álvarez algo estalló en mi cabeza. En ese libro estaban reflejados mis miedos, mis neuras, mis dudas, mis desengaños, mis incapacidades… Aunque todas esas experiencias eran de Vicente, tuve la impresión de que estaba hablando de mis propios sentimientos. Y es que Vicente consigue transmutarse en el lector que le está leyendo, creando una simbiosis perfecta entre ambos, un baile pactado en el que los bailarines se acoplan con refinamiento y elegancia. Leer este libro fue una experiencia fabulosa que siempre he guardado con especial cariño.
Hace unos meses salió a la venta una nueva edición revisada y con dos capítulos inéditos de “El Merodeador”. Esta vez la editorial no era Baile del Sol, ACVF Editorial se encargaba del asunto. Dicha editorial tuvo la gentileza de hacerme llegar un ejemplar, con el compromiso por mi parte de reseñar el libro. Acepté encantado, pero cuando me iba a poner a releer la historia me acojoné. ¿Y sí ahora no me gustaba? Ya me ha ocurrido otras veces que al repasar obras que recordaba como auténticas genialidades la decepción se hacía evidente en cada página que leía. No quería que pasase eso, más con un libro de alguien que para mí es mentor y amigo. Prefería seguir con la excelente sensación que guardaba de él. Así que fui aplazando la lectura mes tras mes.
Anoche me quité la tontería de encima y me decidí a abrir el libro. Nada más leer la primera página supe que todos mis temores al respecto eran infundados.
Lo devoré en un par de horas y debo decir que esta segunda lectura supera con creces a la inicial. Gana en madurez, en sabiduría, en que todos sus elementos se conjugan para hacerte sentir y emocionarte. ¿Qué más se le puede pedir a la literatura? El disfrute de esta lectura aún está presente mientras escribo estas líneas y sé que seguirá estando ahí durante mucho, mucho tiempo. Enhorabuena bro.


pepe pereza

miércoles, 24 de agosto de 2016

DÍA DE ELECCIONES GENERALES (relato inédito)

Jonás conduce su camión por la N232 con destino Burgos. Es de noche y hay niebla. Por desgracia la carretera va en paralelo al río Ebro. Es un gran inconveniente, porque la niebla nace del río mismo y la visibilidad en las inmediaciones es prácticamente nula. Conducir en ese escenario es un suicidio, pero Jonás se ha comprometido a entregar la carga antes de la medianoche y está obligado a seguir con el viaje. Le quedan doscientos kilómetros por delante, no puede perder ni un minuto.
A la altura de Calahorra, la niebla se vuelve opaca. Tan densa que parece un muro sólido y gris. Jonás reduce a tercera sin quitar la mirada del frente, atento por lo que pueda surgir. Conducir en esas condiciones es un riesgo estúpido e innecesario. Jonás lo sabe. Y aunque no quiere faltar a su palabra y entregar la carga a tiempo, la realidad se impone. Hay un restaurante junto a la carretera. La última vez que paró ahí tenían una tarta de queso que quitaba el sentido. Jonás toma el desvío. El aparcamiento está vacío, así que estaciona en la zona más cercana al local. Descansará un poco y de paso cenará. Con suerte la niebla se habrá despejado cuando vuelva a ponerse en marcha. Jonás se apea del camión. Hace frío y la humedad se mete en los huesos. Se abotona la cazadora y se asegura de que todas las puertas del vehículo quedan bien cerradas.
El restaurante está tan vacío como el aparcamiento. Por no haber, no hay nadie detrás de la barra. El único rastro de vida, si se le puede llamar así, es el televisor encendido que cuelga de una repisa. En la pantalla, un periodista informa sobre cómo van los resultados de las votaciones. Hoy se han llevado a cabo las elecciones generales. Jonás no ha ido a votar. Él cree que los políticos actuales son una panda de ladrones que solo piensan en el beneficio propio, así que para qué molestarse. Se quita la cazadora y se acomoda en uno de los taburetes que están junto a la barra esperando a que aparezca el camarero. Mientras, aprovecha para hacer una llamada con su móvil.
-Soy yo… Mal… He tenido que parar por la niebla… Te aseguro que es como ir con una venda en los ojos… No, no tengo ni idea de cuánto va a durar esto…  A unos ciento cincuenta kilómetros… ¿Y qué quieres que yo le haga?... No… Intentaré llegar a tiempo, pero no te aseguro nada… Ok, nos vemos.
Jonás busca a alguien que le pueda atender.
-¿A quién se la tengo que chupar para que me sirvan una cerveza?-dice levantando la voz.
Se escucha el ruido de una cisterna. Seguidamente se abre la puerta de uno de los baños y sale un hombre delgado con la piel amarillenta. El tipo se cuela detrás de la barra sin mediar palabra. La última vez que Jonás estuvo en el restaurante lo atendía una joven guapa y simpática, nada que ver con el individuo de aspecto enfermizo que ahora está al cargo.
-¿Qué va a tomar?
-Una cerveza sin alcohol y algo caliente para comer.
-Ahí está la carta. Escoja lo que más le guste.
Jonás lee el menú. Realmente no tiene hambre, pero sabe que si no cena ahora es posible que no lo haga en toda la noche.
-Quiero el número ocho, pero en vez de pimientos me pones doble ración de patatas fritas.
-¿Algo más?
-Eso es todo, por ahora.
El camarero entra en la cocina. Jonás se gira hacia el ventanal que da al aparcamiento. Da la impresión de que los cristales estuvieran ahumados, pero no, es la niebla que sigue ahí como un muro de humo que lo encierra todo. Apenas se puede distinguir el contorno del camión. Jonás bebe un trago de cerveza y la escupe de inmediato.
-¡Maldita sea!
La bebida tiene un sabor extraño. Aparta el vaso a un lado y se limpia la lengua con una servilleta de papel.
-¡Jefe!
El camarero asoma la cabeza por la puerta de la cocina.
-¿Sí?
-Te he pedido cerveza, no meaos.
-¿Disculpe?
-Digo que esa mierda está podrida. He bebido un trago y de poco me enveneno.
-Ahora mismo le pongo otra.
El camarero retira la bebida en mal estado y la sustituye por otra. Luego regresa a la cocina. Jonás huele la cerveza antes de probarla, cuando está seguro de que no se va a llevar otra sorpresa, bebe. En el televisor anuncian a bombo y platillo los resultados definitivos de las votaciones. Como era de esperar han ganado los de siempre. Jonás no sabe de política, y por mucho que se quiebra la cabeza no logra entender que unos ciudadanos que son robados vilmente por sus gobernantes sigan dando sus votos a esos mismos gobernantes. Es de locos, sin embargo acaba de ocurrir. Jonás brinda por ello. Si el país entero quiere convertirse en una cueva de ladrones, quién es él para impedirlo.
            Al rato, el camarero sale de la cocina con la comida.
-¿Le sirvo en la barra o prefiere comer en una de las mesas?
-Prefiero esa mesa de ahí.
Jonás le señala la mesa que está junto al ventanal que da al aparcamiento. El camarero deja el plato sobre la mesa elegida. Jonás toma asiento. El filete con patatas tiene buena pinta. Arremete contra la carne y se lleva un buen trozo a la boca. Está tierna y en su punto exacto de sal. Las patatas que lo acompañan también están exquisitas.
-Jefe, esto está de puta madre. Mis felicitaciones al cocinero.
El camarero levanta el pulgar, pero lo hace sin ningún entusiasmo. Jonás devora la comida. Toda la inapetencia que sentía hace unos minutos ha desaparecido, de repente tiene tanta hambre que se comería un caballo entero. Por su parte, el camarero se apoya en una de las cámaras frigoríficas y con el mando a distancia va cambiando de canal. En todas las cadenas están con el tema de las elecciones. Finalmente desiste, deja el mando donde estaba y desaparece detrás de la puerta de la cocina. Jonás apura el vaso de cerveza.
-Jefe.
El camarero sale de la cocina expulsando una bocanada de humo por la boca. Jonás le muestra el vaso vacío. El camarero coge un nuevo botellín de cerveza sin alcohol, lo vierte en un vaso y se lo acerca a Jonás.
-¿Algo más?
-Cuando acabe con esto necesitaré un café muy cargado, pero no hay prisa.
-Entonces, esperaré a que termine.
Jonás señala con el tenedor hacia la niebla que se ve por la ventana.
-¿Esto es normal por aquí?
-En estas fechas, sí.
-¿Tardará mucho en escampar?
-Quién sabe. Ayer estuvo así durante toda la noche.
Jonás tuerce el gesto. No le gusta lo que acaba de escuchar. El camarero regresa a la cocina a terminar el cigarro que ha dejado a medias. Jonás mira con preocupación por la ventana. Sabe que su camión está aparcado a unos pocos metros, aunque debido a la niebla le es imposible distinguirlo. La niebla en lugar de disiparse lo que está haciendo es ganar en solidez. Desde donde está Jonás parece que algo la estuviera comprimiendo contra el cristal de la ventana. La cosa está mal y tiene pinta de ir a peor. No tenía que haber parado, se dice a sí mismo mientras mastica un pedazo de carne.
Jonás acaba de comer y retira el plato a un lado de la mesa. Eructa con satisfacción. A pesar del fastidio de la niebla, reconoce que la cena ha merecido la pena.
-Jefe ¿Qué hay de ese café?
El camarero sale de la cocina y va directamente donde está la cafetera.
-Recuerda que lo quiero con extra de cafeína-dice hurgándose entre los dientes con un palillo.
El camarero empieza a cansarse de las exigencias de Jonás, pero dado que es su único cliente opta por seguir haciendo su trabajo procurando no enfadarse. Una vez que la cafetera ha vertido el líquido negro dentro de la taza, el camarero la acompaña de un plato, una cucharilla y un sobre de azúcar y lleva todo el conjunto a la mesa de Jonás.
-¿Con el doble de cafeína?
El camarero asiente resignado.
-Necesitaré otro sobre de azúcar.
El camarero se dirige a la barra y desde ahí lanza a Jonás el sobre de azúcar. Éste lo atrapa al vuelo. En el televisor el presidente electo saluda a sus fieles desde el balcón de la sede del partido. Es bien sabido que esa sede que ha sido pagada con dinero negro, es de dominio público, sin embargo la multitud que jalea a su líder con un entusiasmo que roza el fanatismo parece que se ha olvidado de ese detalle. Jonás no logra comprenderlo, por mucho que se esfuerza sus neuronas no consiguen encontrarle lógica.
-Jefe, quita esa mierda y busca algo que se pueda ver.
-En todas las cadenas están con lo mismo.
-Pues, no sé, quita la tele y pon música.
-A mí me interesa lo que están diciendo.
Por un momento mantienen un duelo de miradas. Hasta que el camarero vuelve a girarse para seguir viendo la tele. Jonás echa los dos sobres de azúcar en la taza de café y le da vueltas con la cucharilla. Mira por la ventana, pero es como mirar a una pared de hormigón.
-Puta niebla de los cojones.
Al camarero se le escapa una pequeña sonrisa. Saber que su cliente está en apuros por culpa de la niebla le produce una agradable sensación. Jonás se levanta de la silla y entra en los servicios.
Cuando está sentado en la taza del váter suena su móvil.
-        Dime… Sigo aquí, parado… Ahora mismo es imposible conducir… No te preocupes, en cuanto pueda me echo a la carretera… Vale… Ok, nos vemos.
Deja el móvil en el bolsillo de su pantalón y se concentra en vaciar sus tripas.
            Cuando Jonás sale de los servicios se encuentra con el restaurante en pleno ajetreo. Ha parado un autobús en la misma entrada y hay una docena de personas repartidas por todo el local. Si no fuera por la decoración y por la cara enfermiza del camarero, Jonás diría que se encuentra en un garito diferente al que estaba. Desde ahí observa cómo el camarero va de un lado a otro de la barra atendiendo a los viajeros. Al fondo, está el conductor del autobús, reconocible en todo momento por su uniforme de empresa. Jonás se acerca hasta él.
-¿De dónde venís?
-De Valladolid.
-¿Cómo estaba la carretera? ¿Había niebla?
-Desde el Puerto de la Pedraja hasta aquí hemos tenido niebla cerrada durante todo el camino.
-Entonces, no me aconsejas salir ahora.
-Nosotros hemos llegado vivos de milagro. Pensaba que no lo contábamos. Yo no pienso mover el autobús de aquí hasta que se vaya la niebla.
-El camarero me ha dicho que ayer estuvo así durante toda la noche.
-Me da lo mismo, como si se tira toda la semana. No vuelvo a la carretera en estas condiciones ni de coña.
Jonás le agradece la información y vuelve a ocupar su mesa. Su café se ha enfriado. Hace amago de pedir otro, pero el camarero está demasiado ocupado. En el televisor el presidente elegido democráticamente por su pueblo habla de un futuro lleno de luz y esperanza. Jonás mira por la ventana y lo único que ve es niebla.

pepe pereza