Al poco llegó la ambulancia. En la casa entraron tres personas: una mujer, dos hombres y una camilla. La mujer llevaba la voz cantante y enseguida preguntó dónde estaba la accidentada. En cuanto entraron en el dormitorio y vieron la escena empezaron a mirarle con desconfianza y, tal como se había temido, tuvo que dar montones de explicaciones: Que si todo había empezado con un inocente juego de pareja, que el corte había sido sin querer, que ella se había desmayado no por la gravedad de su herida sino porque le tenía aprensión a la sangre, que… En fin, que parecía que estuviera en un interrogatorio con la policía en vez de con un equipo de urgencias. Harto de tanta explicación perdió los nervios.
- Dejad de joderme y haced vuestro puto trabajo que para eso habéis venido – dijo mientras recogía la palangana, el amoniaco y demás accesorios que estaban por encima de la cama.
El trío de urgencias se quedó mudo. Finalmente se decidieron a atender a la durmiente. La mujer le apartó la toalla que cubría la vagina para poder hacerse una idea de los daños. Durante unos segundos estuvo examinando el corte. No pareció darle demasiada importancia, ni siquiera a la sangre que seguía brotando, cosa que a él le tranquilizó. Y arrastrando ese sentimiento de sosiego salió del dormitorio cargando con lo que antes había recogido. Dejó cada cosa en su sitio y regresó al dormitorio. Cuando entró ya la tenían tumbada en la camilla y estaban dispuestos a salir.
- Pero… ¿tan grave es que se la tienen que llevar? – dijo él.
- No es que sea grave, pero ha sangrado bastante y preferimos que la vea un médico - contestó la mujer.
- Déjenme, por lo menos, que la ponga un camisón o algo.
- En el hospital le darán uno – dijo la mujer.
- ¿Puedo ir con ustedes en la ambulancia?
- Eso no es posible. Tendrá que ir por sus propios medios – concluyó la mujer en tono seco y desagradable.
Estaba claro que la reprimenda que les había echado no se les había olvidado. Los acompañó hasta la puerta del portal y vio partir a la ambulancia…
Continuará...
- Dejad de joderme y haced vuestro puto trabajo que para eso habéis venido – dijo mientras recogía la palangana, el amoniaco y demás accesorios que estaban por encima de la cama.
El trío de urgencias se quedó mudo. Finalmente se decidieron a atender a la durmiente. La mujer le apartó la toalla que cubría la vagina para poder hacerse una idea de los daños. Durante unos segundos estuvo examinando el corte. No pareció darle demasiada importancia, ni siquiera a la sangre que seguía brotando, cosa que a él le tranquilizó. Y arrastrando ese sentimiento de sosiego salió del dormitorio cargando con lo que antes había recogido. Dejó cada cosa en su sitio y regresó al dormitorio. Cuando entró ya la tenían tumbada en la camilla y estaban dispuestos a salir.
- Pero… ¿tan grave es que se la tienen que llevar? – dijo él.
- No es que sea grave, pero ha sangrado bastante y preferimos que la vea un médico - contestó la mujer.
- Déjenme, por lo menos, que la ponga un camisón o algo.
- En el hospital le darán uno – dijo la mujer.
- ¿Puedo ir con ustedes en la ambulancia?
- Eso no es posible. Tendrá que ir por sus propios medios – concluyó la mujer en tono seco y desagradable.
Estaba claro que la reprimenda que les había echado no se les había olvidado. Los acompañó hasta la puerta del portal y vio partir a la ambulancia…
Continuará...
Prosigo la lectura; sigo a la espera. Volveré.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡OSTIAS PEPE YA, COLEGA!
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