Vivir sin códigos impuestos, bregando los días según van viniendo, sin forzarlos, dejándose llevar, sin oponer ninguna resistencia, dueño total de tu tiempo, acompañándolo al pasar, sintiendo su roce en la piel, sin horarios fijos, sin día ni noche, en una mezcla de ambos, con uno mismo, en soledad, sin dolor, sin pasión, sin altibajos, sin apurar los momentos, tirándolos a medias... Y de pronto, un domingo cualquiera, cambian el destino y la medida del tiempo. Sin quererlo, sin buscarlo, el amor llega en un improvisado domingo y todo cambia, todo se transforma y ya nada volverá a ser igual.
Hola, Pepe.
ResponderEliminarEl Ladrón del tiempo acecha en cualquier esquina con sus flechas cargadas y su sonrisilla diabólica de ángel. Huir de él es inútil. Tiene el trasero de Jennifer López y las piernas de Adriana Skleranikova. Para más INRI, se parece a esa niña que en el parvulario te robó el corazón y el bocadillo.
Buen micro.
Un beso.
Qué duda cabe que el amor lo cambia todo. Madre mía... y tanto.
ResponderEliminarHasta pronto.
Exacto: nada volverá a ser igual.
ResponderEliminarMe encanta esa imagen, yo la he usado en alguno de mis poemas (supongo q desamor)
Un besico y, en cualquier caso, disfruta del día.
Pero afortunadamente pasa pronto... lo que dura esa reacción química en el cuerpo..
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