La niña perro
Esta noche la pasa conmigo la niña perro, cuatro años, positiva, curiosa, inteligente nada mas llegar a casa, explora mi estudio.
- Este cuarto me sienta bien, - dice.
Y debe ser así porque se queda mirándolo mientras escribo, mira la mesa, el desorden de mesa, lo que hago y luego fija su atención en los perros.
- Por qué los perros no se hacen grande?
- Sí, se hacen- le contesto sin mirarla.
- Pero nunca crecen.
Menos mal, porque sino, pienso.
- Puedo ser un perro?
Ha tardado hoy mucho en hacerme la pregunta.
- Sí.
Entonces, comienza su juego preferido, se pone a cuatro patas e intenta imitar lo que hacen los perros, los sigue, ladra, incluso ha llegado a comer lo mismo que los perros. A veces, en el paseo quiere que le ponga una correa como a los perros y que tire de ella.
Mientras paseamos no para de hablar, hoy me ha dicho que conoce todos los nombres de los perros con los que nos cruzamos por la avenida y así lo grita a viva voz cuando los vez.
- Ese se llama Pax- dice señalándolo- y ése Nímulo.
Nímulo, me gusta, pero de dónde sacará esos nombres. Los dueños nos miran extrañados, y los perros, como si se reconocieran o se encontrasen más cómodos con esos nuevos nombres mueven alegre el rabo.
Cuándo habremos perdido esa capacidad de mimetismo con los animales, esa creatividad sin barreras.
Desde buena mañana se despierta y viene a mi cama.
- Vamos a despertar a los perros.
- Umm... no todavía no, es muy temprano...
- Pero hay que despertar a los perros...
- ¿Para qué?
- Para que te den besos y te quieran.
Ella sí que sabe.
Copiado y pegado del blog de Ico “LA PROFESORA CHIFLADA”
http://laprofesorachiflada.blogspot.com/
Esta noche la pasa conmigo la niña perro, cuatro años, positiva, curiosa, inteligente nada mas llegar a casa, explora mi estudio.
- Este cuarto me sienta bien, - dice.
Y debe ser así porque se queda mirándolo mientras escribo, mira la mesa, el desorden de mesa, lo que hago y luego fija su atención en los perros.
- Por qué los perros no se hacen grande?
- Sí, se hacen- le contesto sin mirarla.
- Pero nunca crecen.
Menos mal, porque sino, pienso.
- Puedo ser un perro?
Ha tardado hoy mucho en hacerme la pregunta.
- Sí.
Entonces, comienza su juego preferido, se pone a cuatro patas e intenta imitar lo que hacen los perros, los sigue, ladra, incluso ha llegado a comer lo mismo que los perros. A veces, en el paseo quiere que le ponga una correa como a los perros y que tire de ella.
Mientras paseamos no para de hablar, hoy me ha dicho que conoce todos los nombres de los perros con los que nos cruzamos por la avenida y así lo grita a viva voz cuando los vez.
- Ese se llama Pax- dice señalándolo- y ése Nímulo.
Nímulo, me gusta, pero de dónde sacará esos nombres. Los dueños nos miran extrañados, y los perros, como si se reconocieran o se encontrasen más cómodos con esos nuevos nombres mueven alegre el rabo.
Cuándo habremos perdido esa capacidad de mimetismo con los animales, esa creatividad sin barreras.
Desde buena mañana se despierta y viene a mi cama.
- Vamos a despertar a los perros.
- Umm... no todavía no, es muy temprano...
- Pero hay que despertar a los perros...
- ¿Para qué?
- Para que te den besos y te quieran.
Ella sí que sabe.
Copiado y pegado del blog de Ico “LA PROFESORA CHIFLADA”
http://laprofesorachiflada.blogspot.com/
Me ha gustado mucho. Tiene una ternura que atrapa. Los niños y los perros son una buena combinación. Suelen ser la conjunción perfecta para que aparezca la magia. Este relato la tiene.
ResponderEliminarFelicito al autor.
Un besazo, Pepe.