EL ENCUENTRO
Al pasar por delante del escaparate de una librería la reconoció. Hacía más de cuatro años que no se veían. Ella había sido su amante, mejor dicho, él había sido su amante, ya que durante su relación era ella la que engañaba a su novio. Cuando ella le vió, su cara se iluminó. Él le devolvió una ancha sonrisa desde la puerta. La cajera envolvía el libro que ella acababa de comprar, como buena empleada intentaba dar conversación mientras completaba su tarea, pero ella seguía con los ojos fijos en él, sin apenas prestar atención. Por fin, pudo salir del establecimiento y se abrazaron.
- Cuánto tiempo. ¿Dónde te metes?
- Mucho, casi cinco años.
- La verdad es que no recuerdo la última vez que nos vimos.
- Ni yo tampoco.
- Sigues tan guapa como siempre…
Era verdad, no necesitaba ser políticamente correcto ni educado, ella se conservaba de maravilla, seguía luciendo una buena figura y su mirada era vital y ardiente como lo había sido siempre.
- Muchas gracias. Tú tampoco has cambiado mucho.
- Me han salido algunas canas.
- Te hacen más interesante.
- Si tú lo dices.
Ella tampoco necesitaba mentir, de hecho, en lo primero que se fijó cuando le vió fue en sus canas. Cuatro años antes él no tenía ni una, pero con el correr del tiempo sus sienes se habían ido encaneciendo. En verdad, esas canas le hacían más atractivo e interesante y ella se sintió inmediatamente cautivada.
- Me enteré de que te habías echado novia...
- Sí, estuve con ella durante dos años y medio.
- Y que estuvisteis viviendo juntos.
- Sí, es verdad, durante más de un año y medio. Ahora ella está trabajando en Edimburgo, perfeccionando su inglés.
- ¿Lo dejasteis?
- Ya ves, así es la vida. ¿Y tú?
- (Alargando la mano y enseñándole un anillo) Me casé.
- Un día me encontré con tu hermana y me lo dijo.
- Me lo comentó en su momento...
- ¿Tienes tiempo para tomarte un café?
- Tengo toda la tarde libre.
Entraron en una cafetería.
- ¿Y qué tal de casada?
- Bien. Ya sabes que antes estuvimos un tiempo viviendo juntos.
- Sí.
- Pues eso, que no me ha librado de seguir lavando calzoncillos.
Calzoncillos sonó demasiado alto. Algunos clientes se volvieron para mirarla. Él sintió vergüenza ajena y se ruborizó.
- ¿Qué va a ser?- Intervino el camarero.
- Un calzoncillo... – Dijo él sin pensar en lo que salía por su boca.
- ¿Qué? – Preguntó el camarero sin terminar de entender la petición.
- Perdón... (Ambos se ríen) Yo un café con leche ¿y tú?
- Yo, lo mismo.
El camarero se alejó para preparar las consumiciones. Ella quiso decirle cuánto le había echado de menos, pero no se atrevió.
- Me he enterado de que has sido tío.
- Sííííííí. Una preciosidad de niña.
- ¡Una niña!
- Un angelito.
- Mírale, si se le cae la baba.
- ¿Y tú para cuando?
- Tuve un aborto.
- ¡No jodas!
- Estaba de tres meses y pico.
- Lo siento mucho.
- Qué se le va a hacer, cosas que pasan.
- No pierdas la esperanza, eres joven y en cualquier momento lo podéis intentar de nuevo.
- En ello estamos. (Cambiando de tema) ¿Y ahora dónde vives?
- Donde siempre.
- ¡Ah! Pues ya me pasaré a verte algún día.
- Cuando quieras.
- Es que como tengo las tardes libres...
- Igual que yo, además suelo estar en casa...
Él deseaba con todas sus ganas besarla y decirle cuánto la había añorado durante esos más de cuatro años, pero no se atrevió.
- Mira qué bien.
- Si quieres apúntate el número de mi móvil.
- (Picarona) ¿Quieres darme tu número?
- Así me llamas y quedamos.
Ella se mordió el labio suavemente, como lo hacía entonces, cuando se ponía cariñosa con él y le abría su cuerpo y su alma. Él reconoció de inmediato esa sonrisa.
- La próxima semana mi marido se va fuera y me apetece ser mala.
- ¿Cómo de mala?
- Eso lo sabrás la próxima semana.
- Te estaré esperando...
Él notó cómo el estómago se le llenaba de mariposas y un leve cosquilleo nacía en su entrepierna. La espera empezaba en ese preciso instante.
® pepe pereza
Al pasar por delante del escaparate de una librería la reconoció. Hacía más de cuatro años que no se veían. Ella había sido su amante, mejor dicho, él había sido su amante, ya que durante su relación era ella la que engañaba a su novio. Cuando ella le vió, su cara se iluminó. Él le devolvió una ancha sonrisa desde la puerta. La cajera envolvía el libro que ella acababa de comprar, como buena empleada intentaba dar conversación mientras completaba su tarea, pero ella seguía con los ojos fijos en él, sin apenas prestar atención. Por fin, pudo salir del establecimiento y se abrazaron.
- Cuánto tiempo. ¿Dónde te metes?
- Mucho, casi cinco años.
- La verdad es que no recuerdo la última vez que nos vimos.
- Ni yo tampoco.
- Sigues tan guapa como siempre…
Era verdad, no necesitaba ser políticamente correcto ni educado, ella se conservaba de maravilla, seguía luciendo una buena figura y su mirada era vital y ardiente como lo había sido siempre.
- Muchas gracias. Tú tampoco has cambiado mucho.
- Me han salido algunas canas.
- Te hacen más interesante.
- Si tú lo dices.
Ella tampoco necesitaba mentir, de hecho, en lo primero que se fijó cuando le vió fue en sus canas. Cuatro años antes él no tenía ni una, pero con el correr del tiempo sus sienes se habían ido encaneciendo. En verdad, esas canas le hacían más atractivo e interesante y ella se sintió inmediatamente cautivada.
- Me enteré de que te habías echado novia...
- Sí, estuve con ella durante dos años y medio.
- Y que estuvisteis viviendo juntos.
- Sí, es verdad, durante más de un año y medio. Ahora ella está trabajando en Edimburgo, perfeccionando su inglés.
- ¿Lo dejasteis?
- Ya ves, así es la vida. ¿Y tú?
- (Alargando la mano y enseñándole un anillo) Me casé.
- Un día me encontré con tu hermana y me lo dijo.
- Me lo comentó en su momento...
- ¿Tienes tiempo para tomarte un café?
- Tengo toda la tarde libre.
Entraron en una cafetería.
- ¿Y qué tal de casada?
- Bien. Ya sabes que antes estuvimos un tiempo viviendo juntos.
- Sí.
- Pues eso, que no me ha librado de seguir lavando calzoncillos.
Calzoncillos sonó demasiado alto. Algunos clientes se volvieron para mirarla. Él sintió vergüenza ajena y se ruborizó.
- ¿Qué va a ser?- Intervino el camarero.
- Un calzoncillo... – Dijo él sin pensar en lo que salía por su boca.
- ¿Qué? – Preguntó el camarero sin terminar de entender la petición.
- Perdón... (Ambos se ríen) Yo un café con leche ¿y tú?
- Yo, lo mismo.
El camarero se alejó para preparar las consumiciones. Ella quiso decirle cuánto le había echado de menos, pero no se atrevió.
- Me he enterado de que has sido tío.
- Sííííííí. Una preciosidad de niña.
- ¡Una niña!
- Un angelito.
- Mírale, si se le cae la baba.
- ¿Y tú para cuando?
- Tuve un aborto.
- ¡No jodas!
- Estaba de tres meses y pico.
- Lo siento mucho.
- Qué se le va a hacer, cosas que pasan.
- No pierdas la esperanza, eres joven y en cualquier momento lo podéis intentar de nuevo.
- En ello estamos. (Cambiando de tema) ¿Y ahora dónde vives?
- Donde siempre.
- ¡Ah! Pues ya me pasaré a verte algún día.
- Cuando quieras.
- Es que como tengo las tardes libres...
- Igual que yo, además suelo estar en casa...
Él deseaba con todas sus ganas besarla y decirle cuánto la había añorado durante esos más de cuatro años, pero no se atrevió.
- Mira qué bien.
- Si quieres apúntate el número de mi móvil.
- (Picarona) ¿Quieres darme tu número?
- Así me llamas y quedamos.
Ella se mordió el labio suavemente, como lo hacía entonces, cuando se ponía cariñosa con él y le abría su cuerpo y su alma. Él reconoció de inmediato esa sonrisa.
- La próxima semana mi marido se va fuera y me apetece ser mala.
- ¿Cómo de mala?
- Eso lo sabrás la próxima semana.
- Te estaré esperando...
Él notó cómo el estómago se le llenaba de mariposas y un leve cosquilleo nacía en su entrepierna. La espera empezaba en ese preciso instante.
® pepe pereza
Muy bueno, Pepe.
ResponderEliminarHay atracciones sexuales que no se van nunca por muchos años que pasen. Estoy segura que si tus protagonistas se hubiesen encontrado en un geriátrico, ya sabes, con andadores y esas cosas, también hubiesen sucumbido. La química es la química y la cabra siempre tira al monte.
Un besazo.
muy bueno pepe, sobre todo tocando el tema sexual, no en vano por ello te considero uno de mis lecturas favoritas en cuanto a relato corto se refiere, y dejo muestra de ello en afinidades narrativas donde te menciono.
ResponderEliminarLuisa, ja, ja, ja... Tienes toda la razón: La cabra siempre tira al monte, de venus.
ResponderEliminarBesazo
Ángel siempre me sacas una sonrisa y eso no tiene precio. Es curioso porque ayer mismo mandé nos escritos a Afinidades Narrativas y yo también te menciono.
Abrazo inmenso.
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