Los faros encendidos del vehículo iban devorando las líneas discontinuas del asfalto, abriéndose un hueco en la espesa oscuridad de la noche. Por los altavoces del coche sonaba la versión que Radiohead hizo del mítico tema de los Pink Floyd: “Wish You Were Here”. Laura subió el volumen y siguió conduciendo por la autopista. Un par de lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Al escuchar el tema no pudo evitar echarse a llorar, quizás porque esa canción le traía un aluvión de recuerdos y no todos eran gratos. Pisó el acelerador un poco más. Las lágrimas sigueron brotando y al mezclarse con el rímel de sus pestañas dejaron un rastro negruzco en su cara, parecido a dos minúsculas carreteras. Se cruzó con un coche que le dio las largas e hizo sonar repetidas veces su claxon. Laura continuó conduciendo como si nada, absorta en sus pensamientos, llorando con cada acorde. Recordó el día que Miguel le regaló el CD que estaba escuchando. Fue dos semanas antes de que se matase en un accidente.
Laura había bebido demasiado. Además se había tomado un puñado de tranquilizantes y la mezcla no le estaba sentando muy bien. Pisó un poco más el acelerador. La aguja del cuentakilómetros subió a ciento sesenta. Laura no hizo caso del cuentakilómetros, ni siquiera se fijó en él. Ella sólo miraba al frente, a esa oscuridad perpetua levemente mancillada por los faros de su coche, a ese negro absoluto que era un fiel reflejo de su estado emocional. La música y las lágrimas seguían fluyendo al igual que el dolor y la desesperación. La letra de la canción decía: “Ojalá estuvieras aquí”. Laura lloraba más y más. Cada nota de la canción era una puñalada que le recordaba que Miguel estaba muerto, que nunca más tendría sus besos, sus abrazos… que ya nada merecía la pena. Se cruzó con otro coche que también le puso las largas e hizo sonar insistentemente su claxon. Laura conducía en sentido contrario. Dos coches más la esquivaron e hicieron todo lo posible para advertirla de su error, pero ella seguía inquebrantable por el carril que había hecho suyo, como un proyectil homicida impulsado hacía un futuro incierto. Avanzando en la dirección equivocada, decidida a terminar cómo en un guión de cine, saltando por los aires en una gran bola de fuego que apagase con su luz la noche entera.
® pepe pereza
Laura había bebido demasiado. Además se había tomado un puñado de tranquilizantes y la mezcla no le estaba sentando muy bien. Pisó un poco más el acelerador. La aguja del cuentakilómetros subió a ciento sesenta. Laura no hizo caso del cuentakilómetros, ni siquiera se fijó en él. Ella sólo miraba al frente, a esa oscuridad perpetua levemente mancillada por los faros de su coche, a ese negro absoluto que era un fiel reflejo de su estado emocional. La música y las lágrimas seguían fluyendo al igual que el dolor y la desesperación. La letra de la canción decía: “Ojalá estuvieras aquí”. Laura lloraba más y más. Cada nota de la canción era una puñalada que le recordaba que Miguel estaba muerto, que nunca más tendría sus besos, sus abrazos… que ya nada merecía la pena. Se cruzó con otro coche que también le puso las largas e hizo sonar insistentemente su claxon. Laura conducía en sentido contrario. Dos coches más la esquivaron e hicieron todo lo posible para advertirla de su error, pero ella seguía inquebrantable por el carril que había hecho suyo, como un proyectil homicida impulsado hacía un futuro incierto. Avanzando en la dirección equivocada, decidida a terminar cómo en un guión de cine, saltando por los aires en una gran bola de fuego que apagase con su luz la noche entera.
® pepe pereza
Vengo sólo a saludarte, no tengo mucho tiempo y quiero visitar a todos los amigos. Acabo de incorporarme a este mundo después de una larga ausencia y no quería pasar de largo por tu casa. Nos veremos pronto.
ResponderEliminarMe alegra encontrarte de nuevo.
Un abrazo.
Qué pasa colega
ResponderEliminarahí estás tú
http://velpistermusica.blogspot.com/2010/09/la-suicida-un-relato-de-pepe-pereza.html