Sobre la inmensa maraña de árboles resuena el famoso grito del Rey de los monos, Tarzan. Los distintos animales giran sus cabezas hacia el lugar de donde proviene el grito. Éste se interrumpe de golpe dando paso a una serie de graves tosidos.
Tarzan está de espaldas junto a un viejo árbol situado al lado de tres pequeños montículos de tierra. Sobre los montículos están clavados unos palos a modo de lápida, en cada uno de ellos hay un nombre toscamente grabado a chuchillo. En el primero y más grande está escrito: JANE (con la n al revés) y en los otros dos: CHITA y BOI. Tarzan lanza de nuevo su grito pero la voz se le quiebra y termina en otro ataque de tos.
Tarzan está de espaldas junto a un viejo árbol situado al lado de tres pequeños montículos de tierra. Sobre los montículos están clavados unos palos a modo de lápida, en cada uno de ellos hay un nombre toscamente grabado a chuchillo. En el primero y más grande está escrito: JANE (con la n al revés) y en los otros dos: CHITA y BOI. Tarzan lanza de nuevo su grito pero la voz se le quiebra y termina en otro ataque de tos.
Se le nota bastante castigado por los años (setenta y pico). Aunque no está calvo ha perdido gran parte de su pelambrera y la poca que le queda es de color gris claro. Luce una espléndida barriga que sobresale por encima de su típico taparrabos de piel de leopardo. Cuando consigue dominar el ataque de tos se gira y escupe una flema considerable, con la mala fortuna que el esputo le cae en el pecho, quedando un hilo de saliva entre el labio y el pectoral. Abatido arranca las hojas del suelo y se limpia el escupitajo con ellas. Cuando ha terminado nota un escozor y se percata que las hojas que ha cogido son ortigas. Refunfuñando las arroja lejos. Eso no evita que le salga un sarpullido en el pecho. Una última mirada hacia las tumbas y decide ponerse en camino. Unos metros por encima de su cabeza cuelga una liana. Salta para cogerla pero no llega. Lo vuelve a intentar tomando más impulso. Tampoco está vez lo logra. Molesto consigo mismo retrocede unos metros para tomar carrerilla. Se lanza a la carrera y cuando está a punto de llegar a la liana ejecuta el salto. Tampoco lo consigue. Decepcionado emite unos cuantos gruñidos. Se va hacía el árbol e intenta escalarlo. El tronco es demasiado grueso para sus brazos, aun así consigue trepar un par de metros. De pronto se queda sin fuerzas. La rama más cercana a la que podría agarrarse queda a metro y medio de su alcance. Hace un último esfuerzo y consigue llegar hasta ella. La agarra, pero la rama es demasiado fina para soportar su peso. Tarzan cae con la rama aferrada a su mano. Aterriza en el suelo dándose un espectacular costalazo. A consecuencia del golpe se queda sin aire que intenta recuperar a base de espasmos. La caja torácica está atorada y no consigue respirar. Poco a poco su cara se va volviendo de un rojo intenso. Por fin logra que una bocanada le entre en los pulmones. Muy lentamente y con crujidos por todo su cuerpo consigue arrastrarse hasta el pie del árbol. Se recuesta contra el tronco y llevándose las manos a la cara se echa a llorar ¡Patético! Cuando se calma desenfunda su cuchillo y muy dignamente se abre las muñecas con él. La sangre fluye. Tarzan clava el cuchillo en el suelo y mientras se deja morir contempla por última vez la selva en la que un día fue el rey.
pepe pereza
Bueno, al menos nos sigue quedando Cheeta, pedazo de pintor abstracto del que dije alguna vez, puede que exageradamente, que era mejor que Jackson Pollock.
ResponderEliminarJL
ostras pobrecillo !!! no tengo corazón me reí
ResponderEliminarLuisa Navarrete, menos mal porque es para eso, para reirse.
ResponderEliminarUn besazo
José Luis no conozco al pintor. Lo he buscado en la red y no me sale nada. Si puedes déjame algún enlace para que le pueda echar un ojo.
ResponderEliminarabrazo