viernes, 6 de mayo de 2011

YA EN LAS LIBRERÍAS

SALSA ROJA

¡ Como des un pas más
me suelto de la barandilla,
te lo juro!

¡Tranquilo hombre,
seguro que esto tiene otra solución!

Policía, perito, psicólogo barato.
Qué más da.

Nunca estás preparado,
ni aplacando tus vísceras,
para torear a capotazo limpio,
como espontáneo que salta al ruedo,
situaciones donde vida o ficción
se pasean por el mismo filo.

Un fulano agarrado a la baranda
de la terraza y todo
el cuerpo fuera,
amagaba con suicidarse.

Abajo, la gente sosteniendo cubos
de palomitas
expectantes ante una
buena película de suspense.

Ración extra de cotilleo
para darle bien,
a posteriori,
a la húmeda.

A todo esto,
Casius organizando el cotarro,
por si el pavo se tira,
pese a advertirme del posible teatro
del mismo:

Si éste la quiere pichar no monta este tinglao, fijo.

Y yo, en la terraza, a tres metros de él
intentando que se diese otra oportunidad.

No supo suicidarse.
No hay un modelo a seguir.
Pero se debe estar convencido.

Cuando hizo ademán de tirarse
se le fue una de las manos,
por el sudor digo yo.
Salté para trincarle con poca fortuna.
En el último instante sus ojos,
y la mano en el aire
intentando agarrarse a la mía,
delataron su farol.

Se esparció como un melón
mientras la mujer lloraba
y nos acusaba de llegar tarde.

Casius apartaba a la gente
con la coña de que
en el telediario de las tres
lo verían de nuevo,
por si habían perdido detalle las cotorras.

Un técnico sanitario se esforzaba,
partiéndole el esternón,
en reanimarle.

Pisé sangre
dejando huellas
hasta la puerta del patrulla.

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