Subíamos las escaleras cargando con las bolsas de la compra. Tú ibas por detrás, yo, cargando con lo más pesado tomaba la delantera subiendo los escalones de dos en dos. Entonces me lo soltaste de golpe. Lo hiciste sin quitarle importancia y sin tratar de justificarlo.
- Te he sido infiel.
- ¿Qué?
- Te he engañado con otro.
- ¿Con quién?
- Con Jorge, mi jefe.
Pensé que era legítimo darte una bofetada, como lo había visto hacer en infinidad de películas, pero aquello no tenía nada de ficción, era la realidad más terrible, la más palpable y por lo tanto la más dolorosa. Nunca antes unas pocas palabras me habían causado tanto daño, de hecho, me sentí enfermo y abatido, sin embargo mantuve la compostura y muy digno añadí:
- Subamos a casa para que puedas recoger tus cosas.
- ¿Sólo vas a decirme eso?
- ¿Y qué quieres que te diga?... Lo que has hecho…
Estuve a punto de ponerme a gritar y dejar salir toda la rabia, pero cogí aire y en tono pausado te dije:
- …Mejor que subamos, no quiero discutir esto en medio de la escalera.
De pronto las piernas me pesaban como si fueran sacos de piedras y la posibilidad de subir los peldaños de dos en dos me parecía una hazaña imposible. Quise gritar y llorar, quise morirme allí mismo, deseé no haber nacido. Con cada escalón que subía era consciente del sufrimiento que me aguardaba. La infidelidad abría una gran fisura, una grieta que seguramente haría naufragar el barco que mantenía a flote nuestra vida en común. Era como si el agua me llegase al cuello, pero antes de ahogarme decidí subir un escalón más, dar un paso hacía el destino más cruel. Como alternativa se presentaba el perdón o la rotura incondicional de la relación. Ninguna de las dos perspectivas eludía el dolor. Y yo sabía que cuando los escalones se terminasen estaría obligado a tomar una decisión trascendental.
® pepe pereza (del libro “Amores breves”)
Siempre escribiendo con talento.
ResponderEliminarUn abrazo.
eso intento, amigo mío.
ResponderEliminarabrazo inmenso