domingo, 8 de enero de 2012

NOCHE DE REYES - ANA PÉREZ CAÑAMARES

Sí señor, yo fui el niño al que, en aquella aciaga noche del 5 de enero, una entusiasta reportera de la tele se acercó durante la cabalgata para preguntar lo que siempre se pregunta en estos casos, a lo que yo, como un mensajero de la verdad que encuentra el momento de desterrar por siempre la ignorancia, contesté serio y circunspecto, consciente de la gravedad de mi misión: “Los Reyes son los padres y el rey Baltasar va pintao”, con lo cual la señorita, un tanto pálida, se dispuso a devolver la conexión a los estudios centrales, mientras mis padres me sacaban en volandas del escenario del crimen, ya que las primeras miradas de odio habían empezado a concentrarse a mi alrededor por parte de padres que mejor hubieran hecho en distraer a sus hijos de la visión del rey Baltasar envuelto en oropeles, que, digo yo, si tanto les interesaba mantener el engaño, por otro nombre ilusión, por qué no habían puesto a un negro auténtico y no al señor aquel embetunado hasta la papada y con un cigarro –éste sí, negro- entre los dedos, y que luego, cuando a mi padre le intentaron cerrar la juguetería –sí, señor, ironías del destino, mi padre era dueño de una juguetería- por no sé qué líos de permisos que intentaban simular la venganza por la osadía de su hijo, luego, como le digo, nos enteramos de que el tal rey Baltasar era el concejal de nuestro distrito, en el que por cierto los agentes del orden son especialmente duros con todo negro que se cruzan por la calle, y el señor concejal es ahora ministro de Asuntos Exteriores y se da la mano con negros y blancos con tal de que gobiernen o presidan algo, mientras que yo no he dejado de ser el niño hijoputa que destrozó los sueños de una generación y al que todos, niños, padres, presentadores de la tele y concejales han seguido odiando durante años, todos, menos el dueño de la sex-shop que ocupa ahora el local de nuestra antigua juguetería, que al verme entrar siempre me palmea la espalda mientras dice: “de niño cabrón a viejo verde, Manolo”, y es que yo no me he atrevido nunca a decirle que no me llamo Manolo, porque si hay algo que la vida me ha enseñado es que la gente no perdona que la saquen de su errores.

® ANA PÉREZ CAÑAMARES

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