sábado, 7 de julio de 2012

EL PUTO AMO

Paulino había sido un subordinado toda su vida. Sus escasos estudios le impedían optar a algo mejor. Con el tiempo había asumido que seguiría así hasta que la jubilación lo apartase de su oficio. Hasta que llegase ese momento seguiría limpiando oficinas. Como era el último mono, cualquier pichicato podía ordenarle fregar lo que otro había ensuciado. Y él se veía obligado a obedecer sin dejar de sonreír. Tantas horas de sumisión alteran el carácter y la personalidad de cualquiera. Lo vuelven débil y cobarde. Llega un momento en el que agachar la cabeza ya no importa demasiado. Te convences a ti mismo de que lo que realmente importa es la nómina. Al final, en lugar de protestar por tus derechos más legítimos, hundes la mirada en el suelo y dejas que cualquiera pase por encima de tu orgullo. Pero Paulino tenía un método, una válvula de escape: Sadomaso. Acudía a aquellos locales una vez por semana. En cuanto se calzaba la máscara de cuero se transformaba en un tipo dominante que dando órdenes sin titubear sometía a su sierva. Si no era obedecido de inmediato sacaba la fusta y azotaba las nalgas de la mujer hasta hacerlas sangrar. Entre aquellas cuatro paredes él era el puto amo. Con la máscara de cuero él ostentaba poder. Un poder de alquiler y pagado de antemano, pero néctar vigorizante para su dignidad. La puta lamía literalmente sus botas mientras él, henchido de satisfacción, le gritaba:

- ¿Quién es tu puto amo?
- Tú y solo tú.

Paulino era consciente de que todo era un juego, no obstante las palabras de la puta le sabían a gloria bendita. Allí, él era un h-o-m-b-r-e.

- ¿Quién es tu puto amo?
- Tú y solo tú.
- ¡Dilo más alto!
- ¡¡TÚ!!
- ¡Más alto, qué te oiga todo el mundo!
- ¡¡¡TÚ, TÚ Y SOLO TÚ!!!

Entonces eyaculaba en la cara de la fulana.
En cuanto se quitaba la máscara Paulino dejaba de ser altivo y volvía a su personalidad habitual, es decir, un tipo mediocre y apocado.
Al día siguiente, mientras pasaba la fregona, pensaba en su sierva recibiendo el esperma en la boca. Entonces su pene se levantaba como un puño en alto. Un inhiesto estandarte con el que protestar por tanta servidumbre. Y ya que él se tenía que doblegar a diario, en compensación y por justicia que su polla hiciera lo contrario.

Texto: pepe pereza
Ilustración: Pedro Espinosa

3 comentarios:

  1. Pepe, me lo llevo al blog, hoy mismo.

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  2. tu has visto muchas películas de serie z

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  3. Como sátira está genial, pero sólo como eso. Cuán alejado de la realidad de ese mundillo. Saludos. :)

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