domingo, 30 de septiembre de 2012

ANA PATRICIA MOYA - INÉDITO

NI CALABAZAS, NI DRAGONES, NI APUESTOS PRÍNCIPES
Las hadas madrinas abandonaron la vieja profesión: se despojaron de sus alas, de sus varitas, ocultaron sus dones fantásticos en un armario - todo protegido bajo siete llaves - y escogieron una existencia rutinaria y anodina: contrajeron matrimonio con el prototipo normalizado de marido y parieron hijos sanos; van a la peluquería una vez a la semana, a comprar pescado fresco en el mercado; se convierten en seguidoras acérrimas de los programas del corazón y se cachondean de las previsibles exclusivas de famosillos; bajan la basura con la cabeza llena de rulos, la bata rosa chillón - regalo del despistado cónyuge por el aniversario - y las pantuflas deshilachadas - gracias al perrito juguetón de los críos -. Muchos domingos soleados, estas antiguas amigas de los cuentos y sus respectivas familias se reúnen para un buen perol; ellas preparan el sofrito, controlan hábilmente las chiquilladas con sonoros coscorrones y cuchichean de asuntos exclusivamente femeninos - la artritis, la menopausia, la diabetes, el reuma, el orgasmo que nunca llega, lo macizo que está el vecino del quinto, la sospecha de una infidelidad por parte de Fulanito o Menganito, lo guarra y puta que es Periquita o Zutanita, el coñazo de cita con el ginecólogo de la seguridad social, las preocupantes charlas por bajo rendimiento escolar con los profesores de sus vástagos - mientras sus esposos, uniformados con chándal y la camiseta - por norma, una talla menor - del equipo de fútbol favorita, corretean por el campo, sudorosos y eufóricos, detrás de un roñoso balón. Al término del gran banquete de arroz, los críos se pierden, entre chillidos, por los arbustos o, rendidos, se tiran en las grandes mantas que invitan a siesta; los hombres se apartan para continuar con sus fascinantes y profundas conversaciones etílicas y ellas, aliviadas, preparan su café, sus pasteles, sus pastas e, inevitablemente, rememoran, nostálgicas, su época dorada. Eran seres superiores que complacían deseos; su especialidad eran las princesitas en apuros, jóvenes doncellas casaderas aspirantes a comer perdices con un caballero de sangre azul, un machote ideal que portando la espada en una mano derrotaba a dragones guardianes de infranqueables castillos y con la otra asesinaba a la madrastra perversa. Por desgracia, con el transcurrir de los siglos, la demanda de solicitudes de ayuda por parte de estas señoritas iba menguando a niveles alarmantes. La crisis comenzó, precisamente, en las actitudes rebeldes e inconformistas de las descendientes de Cenicienta y la Bella Durmiente. Las primeras empezaron a utilizar las calabazas sólo para hacer pasteles; cuando concluían el estudio de asignaturas de derecho o la jornada laboral, se iban en sus propios automóviles de fiesta hasta las tantas de la noche, siempre desconfiando de tíos fetichistas con predilección por los zapatos de tacón. Por su parte, las hijas de la princesa Aurora se aburrieron de convivir con abuelas impertinentes y se independizaron; más prácticas que curiosas, rechazaron el aprender a coser con hilo y se centraron en su intensa labor profesional, manteniéndose despiertas con sobredosis de cafeína para rendir al máximo. De nada sirvieron las ofertas dos por uno en deseos, ni la amenaza de huelga indefinida de las hadas madrinas expertas en auxiliar féminas ni tampoco pasarse al bando contrario (la pionera fue el hada mala de Shrek, pero le salió el tiro por la culata): las princesas descubrieron que no hacían falta poderes mágicos para invocar hechizos, aprendieron a depender de sí mismas y sus manos, las únicas capaces de obrar milagros. El negocio de las hadas madrinas se jodió: las mujeres protagonistas de los cuentos ya no necesitaban sus servicios ni tampoco el apoyo de los príncipes, ahora transformados en simples hombres con títulos nobiliarios falsificados para impresionar, que manifiestan valentía para conseguir un buen polvo o una esclava consagrada a limpiar su palacete y que sólo están comprometidos con una única mujer: su madre. Las hadas madrinas se cagan en Disney, resignadas: se vieron obligadas a trasladarse al mundo real, al mismo mundo al que fueron arrojadas las princesas supervivientes, sin hilos en sus espaldas u hombros, ese mismo mundo que siempre despreciaron por temor a convertirse en simplonas y débiles princesitas con traumas por su sexo menospreciado. Y ahora, hadas madrinas y princesas, todas mujeres normales y corrientes, conviven en este agridulce cuento que llamamos vida.

sábado, 29 de septiembre de 2012

POÉTICA – VICENTE MUÑOZ ÁLVAREZ

asómate
a mi mundo

entra
en mi celda

en ella
habito

ahora está
encendida la luz

pasa
no tengas miedo

obsérvame
mientras escribo

verás reflejado
tu caos interior

toma nota de
lo que te identifique

y no cometas
los mismo errores

cierra
la puerta al salir

la luz
la (a)pago yo

no tengas
miedo

v

MI PADRE, EL REY – GSÚS BONILLA

55
el calor de papá quema,
las caricias de mamá abrasan.

arder a contra luz.

yo quisiera saber si te excitaba ese vaivén de segundos
cuando mi paciencia se desnudaba
ante aquel olor a cera y fósforo
cuando su cuerpo presente ya
era historia mía

un poco antes de ser cenizas

"mi Padre, el rey " de Gsús Bonilla
Ediciones La Baragaña, 2012

EL PESO DEL SILENCIO – PABLO CEREZAL

Inesperadamente, me asesinan la memoria ciertos mediodías del estío, a la sombra mermada del bochorno levantino, cuando aún húmedos de inmersión playera y ducha fría regresábamos al pequeño apartamento alquilado en que mi abuela se afanaba a los fogones, con un collar de sonrisas decorándole el delantal. Anticipaba, con su inequívoco entusiasmo, el festín de besos y carantoñas con que agradeceríamos, los nietos, las delicias que aún andaba cocinando.

Mi abuelo, por el contrario, derrochaba maña y prisa en disponer los cubiertos, platos y bandejas sobre el desvaído hule con que pretendíamos adecentar la desnudez amoratada de una mesa camilla maltratada por el transcurrir macho de años y uso excesivo. Quería terminar pronto con su labor, a tiempo para amordazar su osamenta sexagenaria a los musicales muelles del sofá del salón. Desde que sobre la mesa quedaban dispuestos los elementos no orgánicos que ayudarían a más fácil devorar el festín, hasta que las viandas humeaban entre sus fronteras de aluminio inoxidable, remoloneaba un peluche de minutos muy querido por mi abuelo: la hora de "el parte".

Así llamaba él al noticiero o telediario: "el parte". Y nosotros respetábamos su avaricia de información ocupándonos, silenciosos, en diminutos quehaceres como sacudirnos el salitre en la bañera, o mudarnos la camiseta húmeda para evitar cortes de digestión. En silencio, ya digo, "el parte" era sagrado.

En estos días se ha organizado cierta algarada informativa, o más bien desinformativa, respecto al poco ético comportamiento de la televisión pública española, al relegar a la última fila del noticiero, como si de un alumno díscolo y bromista se tratase, una información que al menos deberíamos considerar de "cierto calado", por tratarse de la pública manifestación de una importante parte de la ciudadanía de su deseo de independencia del Estado Español (y disculpen si equivoco los términos...estado nación país territorio y ese largo listado de términos más propios de un listín telefónico, en ocasiones, me nublan el entendimiento). La importancia del hecho en sí ha quedado casi oculta tras el chaparrón de opiniones encontradas al respecto de la manipulación televisiva. Pero no quiero detenerme en este breve tropiezo que sufre nuestra Historia.

Y no me detengo porque caigo en la cuenta, al intentar desentrañar la realidad, exponer a la luz la hipócrita y premeditada falsedad de unos y otros, de que sea cual sea la noticia, en realidad nadie presta atención a "el parte", y mientras las vísceras de la Historia son expuestas con mayor o menor rigor por los voceros de los mass media, todos hablan, nadie escucha.

No me vanagloriaré públicamente de la sabiduría de mi abuelo, pero sí quiero recordar aquellos momentos de silencio impuesto. Al más mínimo comentario o risotada que nuestras infantiles gargantas osasen proferir, restallaba el verbo grueso y grave de mi abuelo para espetarnos "silencio, dejadme oír el parte". Y es así que callábamos, obedientes y sumisos, y reptaba en nuestro sistema auditivo una serpiente de datos que, sin llegar a comprender, inoculaba tersamente en nuestro entendimiento su reflexivo veneno. Un veneno pesado y macilento que, intuyo, nos imposibilitaba para el comentario irreflexivo.

Es así, guardando silencio y escuchando "el parte", que podemos llegar a comprender los mecanismos con que se fabrica la mentira, la falacia, la partidista opinión que malbarata la Historia. Asimilamos así la gravedad del asunto. Caso de parlotear opiniones recién fecundadas al más mínimo comentario informativo nos convertimos en torpe remedo de torpe contertulio de los muchos que habitan las ondas hoy día. Opinar sin reflexionar, sin escuchar "el parte".

Añoro, ya digo, aquellos minutos que precedían a la comida familiar. Minutos de sosiego recogido en que sólo se escuchaba la voz de corresponsales y presentadores, incluso la de "el hombre del tiempo". Después, ya en la mesa, los adultos conversaban y opinaban sobre lo escuchado en "el parte", intentando desenmarañar el ovillo de medias verdades oculto en las noticias del día.

Descubrí así el valor del silencio. Ése que hace que las farsas y las manipulaciones caigan por su propio peso. O, como la manzana de Newton, quizás, por la gravedad que encierran.

MJ ROMERO

11
Ejecutar el veredicto de los dioses no era cosa de las mujeres.

Armonizar la mente con el cuerpo. Los pies. El pie derecho que se duele. Las mañanas aluvión. Si evitas los verbos no será más descansado el fluir de las palabras. Así desde la infancia donde dicen que nacen los ríos.

Las mujeres lavaban en ellos, en los ríos. Y vivían en los otros, en los de la infancia.

A VER, POETA - VELPISTER

Si tu poema

es muy largo
y no dice nada
porque al escribirlo
no tenías nada qué decir,
qué contar
o compartir,
o nada interesante
o no haya sido
otra cosa que
el deseo
de agradar
y de ser aplaudido
lo único que movió
tu mano,
y llenes cada página
de palabras
sumisas,
biensonantes,
y políticamente correctas;
si atiborras tus contenidos
de contemplaciones
y de concesiones
a las buenas maneras
y demás centros comerciales,
y vas,
poeta,
y lo lees
en público
mal,
demasiado rápido,
atropellando las palabras,
o demasiado lento,
muermamente,
si dura más de dos minutos,
buf,
dos minutos
escuchando
al poeta
pesado
de turno,
entonces
tienes que saber,
poeta,
que a los 30 segundos
nadie,
absolutamente nadie,
ni tu puta madre
seguirá el hilo
y
los aplausos
del final
del recital
interminable
serán tan falsos
como tus
versos.

Velpister

LAGRIMA ROJA – AMALIA MOSCA (LA ABUELA FRECOTONA)

LAGRIMA ROJA

La lágrima roja tiñó la tarde
ensombrecido el cielo asustó los pájaros
quien se atreve a ocultar el sol
quien busca el ocaso para esconder su pena
el silencio ocupa los sonidos
ya no hay ecos ni fulgores
se fue el amor se fue la vida
cargando su cosmos dejando el vacío...

Publicado por La abuela frescotona
http://abuelafrescotona.blogspot.com.es/

viernes, 28 de septiembre de 2012

CURSOS DE CÓMIC Y NARRATIVA GRÁFICA + ILUSTRACIÓN CREATIVA - PEDRO ESPINOSA

Esta es la última semana para poder apuntarse a los cursos UP.

Aquí el link para inscribirse:

Y el teléfono de la UP, donde Ana Belén o Teresa os atenderán: 941 23 29 94

Pedro Espinosa

jueves, 27 de septiembre de 2012

OLOR A CARNE QUEMADA

El paisaje era dantesco. Hierros retorcidos y carbonizados, fuego aquí y allá, equipajes desperdigados y abiertos, dejando un rastro de ropa tirada, zapatos y neceseres. Y sangre y miembros amputados de cuajo y cadáveres por donde quiera que mirases. Había gente que gritaba de dolor, otros agonizaban en medio del caos. Y prevaleciendo por encima de todo el olor a carne quemada de los cuerpos carbonizados. Mariano caminaba sin rumbo entre los restos del accidente. Llevaba el brazo izquierdo casi desmembrado, solamente se sujetaba al cuerpo por una fina hebra de carne ensangrentada. Se podían ver los huesos astillados que atravesaban la piel, los tendones y músculos arrancados, y la sangre fluyendo sin parar. De pronto se sintió mareado y tuvo que vomitar junto al cuerpo de un bebé aplastado. La radio del siniestrado autobús seguía funcionando y por los altavoces sonaban los acordes distorsionados de “Paquito el chocolatero”. El contraste de la música con lo que allí estaba sucediendo era como una broma pesada y de mal gusto. Mariano siguió andando de un lado a otro. Cambiando de dirección sin un motivo aparente, confundido. Un cerdo pasó corriendo a su lado cojeando de una de las patas traseras. Unos metros por delante había varios gorrinos muertos en medio de la carretera, mezclados con los cadáveres del autobús. Varios de los cerdos que quedaban con vida chillaban prisioneros dentro de las celdas del camión volcado mientras se achicharraban en medio de las llamas. El resto habían escapado campo a través. El cerebro de Mariano no podía asimilar tanta desgracia. Deambulaba atontado, sin ser consciente del infierno que le rodeaba. Lo que iban a ser unas placidas vacaciones se habían convertido en la peor de las pesadillas. En la distancia llegaron los sonidos desbocados de las sirenas de las ambulancias, añadiendo a la bestial banda sonora un acorde de esperanza.

® pepe pereza (Momentos extraños)

lunes, 24 de septiembre de 2012

miércoles, 19 de septiembre de 2012

LA MARRANA

Los escuché hablando al otro lado del corral. Eran voces desconocidas y llamaron mi atención. Me asomé por encima del muro. Ahí estaban ellos, sentados sobre la tapia de enfrente. Eran dos chavales más o menos de mi edad. Al verme asomar la cabeza dejaron de hablar y me miraron con curiosidad.

- Hola.
- Hola – respondieron al unísono.
- ¿Cómo os llamáis?
- Yo me llamo Juan.
- Yo Pedro.

Salté el muro y me acerqué a ellos.

- Me llamo Pepe ¿Qué hacéis?
- Estábamos hablando – respondió Juan.
- Ya… Vosotros no sois de por aquí ¿verdad?
- No, hemos venido a visitar a unos parientes – volvió a contestar Juan, que sin duda era el menos tímido de los dos.

En ese momento escuchamos los gruñidos de una cerda que estaba en una cuadra a pocos metros. Yo ya estaba acostumbrado a la presencia de la marrana y a sus gruñidos, pero a ellos aquello les pareció de lo más interesante. Estaba claro que eran chicos de ciudad. Dado su entusiasmo, nos pusimos en pie sobre la tapia y caminamos guardando el equilibrio hasta llegar donde estaba encerrada la cerda. El animal alzó la cabeza y se nos quedo mirando mientras movía el hocico.

- ¡Qué grande es! – dijo Pedro, amedrentado por su tamaño.
- Está preñada y pronto parirá.

La cuadra a penas medía metro y medio de ancha por dos de larga, con lo que la marrana parecía más grande. El animal siguió mirándonos con el morro levantado. La tapia sobre la que estábamos era una construcción hecha con piedras planas, apiladas la una encima de la otra. Elegí una pequeña y la arrojé contra el gorrino. Le di en los cuartos traseros. Soltó un bufido que hizo mucha gracia a mis nuevos amigos. Cogí otra piedra y la lancé con fuerza. Hice blanco en su cabeza y le abrí un pequeño corte. El pobre animal trató de huir corriendo en círculos. Los chicos de ciudad al ver la sangre se entusiasmaron. Noté su respeto y admiración. Eso me gustó. Me sentí importante y poderoso. Esta vez me aseguré de coger una piedra más grande. Juan y Pedro me miraron expectantes. No podía defraudarles. Lancé y acerté en el cuello del animal. La cerda chilló y chilló. Trató de escapar, pero no había sitio donde hacerlo. Juan se unió a la fiesta y lanzó otra piedra. Después de eso, cogimos piedras a discreción y lapidamos a la cochina con saña. Vimos en pánico en su mirada y eso nos excitó. Nuestros instintos más primitivos empezaban a fluir. Seguimos apedreándola. Las piedras eran cada vez más grandes. Algunas le causaron heridas sangrantes lo cual nos llenó de júbilo. La marrana chillaba tan alto que por un momento creí que todo el pueblo la estaba escuchando y que alguien acudiría en su ayuda. No llegó nadie. Nosotros, sedientos de sangre, seguimos torturando al animal. Después de un tiempo, la marrana se rindió y se desplomó en el suelo resoplando sangre por la boca. Nos quedamos observándola en silencio. Comprendimos que estaba agonizando. En un arrebato de compasión quise acabar con su sufrimiento. Agarré una losa grande. Casi no pude levantarla de tanto como pesaba. Quería dejarla caer sobre su cabeza y terminar de una vez. Justo en ese momento, la puerta de la cuadra se abrió y apareció Genaro, el dueño de la marrana. Corrimos a escondernos. Salté la tapia de nuestro corral y fui a esconderme entre los sacos de pienso. No sé a dónde fueron los otros, no me importaba. Yo sabía que Genaro me había reconocido. Al poco tiempo escuché a mi madre llamándome a gritos. Por el tono de su voz supe que ya se había enterado de todo.
Aquella noche la marrana abortó. Mis padres tuvieron que hacerse cargo de todos los gastos e indemnizar a Genaro por la pérdida de los garrapos. Esa misma noche vi algo en sus miradas. Entonces no supe lo que era. Más adelante sufrí esa misma mirada en infinidad de ocasiones, sabiendo que lo que veía en los ojos de mis padres no era otra cosa que decepción.

® pepe pereza

domingo, 16 de septiembre de 2012

BAJARSE AL MORO – PABLO CEREZAL

Bajarse al moro

Por: EL PAÍS
14 de septiembre de 2012

Autor invitado: Pablo Cerezal (*)

Malika afirma haber cumplido los 56 recientemente. Pocos de entre nosotros, por muy viajados y enterados que nos consideremos, podríamos adivinarlo. Más probablemente situaríamos a esta mujer en la decadencia de los 70 años, o incluso en la adolescencia de los 80, balanceándose en una discreta frontera temporal que amenaza desaparecer de inmediato.
Conocí a Malika en casa de la abuela Fátima. A pesar de haber frecuentado su hogar durante años, en ninguna ocasión, durante ese tiempo, había tenido la fortuna de que Malika estuviera presente. Resulta que la mujer sólo se acerca de tanto en tanto a la vieja vivienda del barrio de Sbata, en Meknés, donde Fátima cohabita con dos de sus hijos, sus respectivas mujeres, y los correspondientes racimos de alborotados retoños, para ofrecer su ayuda en las distintas labores domésticas, yendo éstas de la esmerada preparación de la comida al concienzudo fregado de suelos y cacharros.
Malika no puede ofertar su colaboración a diario porque se lo imposibilita una grave afección. “Algo de la vesícula” dice ella, sin saber confirmar el diagnóstico proporcionado por un médico al que sólo acude cuando los beneficios económicos de sus trabajos domésticos se lo permiten. El sistema sanitario marroquí está más cerca del que puede llegar a ser el español (de seguir los derroteros impuestos por la “crisis económica”) que del que fue hace apenas un año, y la esperanza de vida de los ciudadanos del país vecino se sustenta más en su capacidad económica que en la del reinado alauí para evitar que la enfermedad continúe mordisqueando la salud de sus nacionales. En caso de disponer del suficiente número de dirhams podrán acudir a un médico privado. Éste, quizás, tras imponer la obligatoriedad de numerosas, onerosas pruebas diagnósticas al paciente, podrá ofrecerle definitiva solución a sus males.
Los ingresos de Malika se limitan a las escuetas propinas que obtiene, de diferentes vecinos, a cambio de sus esporádicas labores hogareñas. También, muy de tanto en tanto, recibe algo de dinero que su hijo, militar de profesión, ha conseguido ahorrar durante meses de vida monacal. Ella siempre quiso que su hijo estudiase, que fuese hombre de provecho, pero su difunto marido le empujó, siendo aún adolescente, a las filas del ejército marroquí, como solución urgente a su costosa estancia en el hogar paterno. Cuando antes marchase de casa antes debería dejar de alimentarlo. Eso ocurrió hace ya más de 15 años.
Fue autorizar la Marina Real Marroquí la incorporación a filas del joven y, acto seguido, fallecer el marido de Malika sin posibilidad de pensión compensatoria alguna para la viuda, por no haber ejercido aquél trabajo asalariado suscrito a las normas de ningún contrato legal.
En la actualidad, pues, Malika depende de sus esporádicos trabajos y de la beneficencia de vecinos y amigos. Afortunadamente, asegura ella, apenas puede comer, se lo impide “el problema” de su vesícula, y puede invertir por tanto sus escasos ingresos en necesidades menos perentorias para el común de los marroquíes. El poco dinero que la mujer gana o recibe acaba, normalmente, en manos de comerciantes, más o menos fiables, de alcohol, tabaco y hachís.
Asegura ella que son tales adicciones las únicas que calman sus persistentes dolores, especialmente el hachís.
El vino apenas puede ya disfrutarlo. Demasiado caro. Además asegura que nunca le gustó en demasía. Sólo comenzó a consumirlo para retener a su marido en casa. “Antes de que fuese por ahí, a beber vino con cualquier mujerzuela, se emborrachase y acabase siéndome infiel, compraba yo el vino y abría la botella antes de que él pusiese los pies en la calle. Nos bebíamos la botella entera y luego no le quedaban ganas de salir a buscarse a otra”.
La cerveza le gusta porque asegura estar cansada de beber siempre refrescos dulces de los que consumen a espuertas sus compatriotas. Con algo más de sarcasmo, afirma que la vida no es dulce sino amarga, como la cerveza, y que es de bien nacidos ser agradecidos. Así que da gracias a la vida embriagándose de su amargor, y del de la cerveza Flag Spècial, quizás la más barata de entre todas las que se producen en Marruecos.
Respecto al hachís, el tema se complica. Malika no acierta a dar con la razón exacta de lo que considera adicción a mucha honra. “A algo hay que engancharse. Antes me enganché a mi marido, después a mi hijo, ahora que no tengo a ninguno...a algo tenía que engancharme”.
Podríamos pensar en la importancia que, en tal adicción, tiene el hecho de ser Malika natural de Ketama, esa lóbrega ciudad oculta en lo más abrupto de la cordillera del Rif y famosa por que el empleo más habitual de sus ciudadanos pasa por ser la siembra y recolección de cannabis, hecho que no pocos gobiernos encuentran susceptible de peligropara aquellos de sus nacionales que decidan emprender ruta por sus alrededores. Por supuesto, la labor de los oriundos de Ketama a la que, de reojo y con cautela, miran los estados occidentales, es la conversión del cannabis en hachís que pasará a ser vendido en voluminosas cantidades y proporcionar no exiguos ingresos a los esforzados agricultores.
Pero, asegura Malika, su familia era de las pocas de Ketama que no se dedicaban al negocio del hachís. Su padre regentaba una tintorería, y ése no es buen negocio, dice, en un pueblo donde la ropa casi forma parte externa de la piel de sus habitantes. Eso sí, independientemente del trabajo de su progenitor, Malika comenzó a fumar desde muy joven...como todos allí.
El hachís es lo que le mantiene con vida. Así lo asegura ella, mientras propicia una calada al irregular porro que, momentos antes, con seductora parsimonia, ha manufacturado con sus esqueléticos dedos. Es lo que la mantiene con la mente despierta, nadie va a cambiar su opinión. De no ser por los porros habría olvidado incluso el perfecto francés que habla desde la más tierna infancia. “También me habría olvidado de vivir, seguramente”. Y es en esta frase donde quieren hallar todos los miembros adultos de la familia de Fátima la razón de su desmedido consumo de hachís, por más que ella insista en que sólo es por seguir siendo adicta a algo, porque todos tenemos nuestras adicciones y cuando dejamos de tenerlas, sencillamente, morimos. La familia clama al unísono que es el hachís lo que acabara matando a la buena mujer.
Malika es de hablar pausado y escaso. Sus ojos destellan un azul hiperreal desde la oscura gruta de sendas ojerosas cuencas oculares. Su dentadura, bombardeada de caries y piorreas, parece ir a desprenderse de una mandíbula a la que se adhiere una fina capa de cuero que parecería el expuesto en las curtidurías de Fez, cuando el sol se encarga de rebañar sus últimos residuos. Viste siempre una camiseta prestada por alguno de los nietos pequeños de Fátima cuya suciedad impide que prestemos atención a lo holgado de su hechura, a lo estrecho de la osamenta que apenas alcanza a esconder. Camina como aquel personaje bíblico que decidió mirar atrás, en el justo momento en que fue convertido en estatua de sal. Tiene una voz grave y cavernosa que se agrieta no pocas veces en una seca tos o una muda carcajada que sólo adivinamos por el concéntrico solapamiento de las arrugas que esculpen las comisuras de sus finos labios.
La familia parlotea mientras ella fuma y me taladra con su mirada de siglos, sin pestañear, como queriendo inundar mi presencia de azul cobalto o, quizás, fulminarme junto al porro, cuando le propicia la postrera calada.
Llegada la hora del té, ella continúa consumiendo, con lentitud de reloj estropeado, su yogur líquido, el único alimento de que puede aún disfrutar sin despertar al malévolo djin que habita su vesícula.
El tema de conversación gira alrededor del coche nuevo de Abdesamad, el hijo menor de Fátima. Unos despotrican contra la obscena ostentación que hace de sus riquezas, otros alaban la contribución económica que está haciendo para la construcción de una nueva mezquita en el barrio de Al Mansour.
Todos parlotean, y Malika no deja de observarme. Enciende un nuevo porro, le da una calada y me susurra: “hablar, hablar, pero no decir nada”. Me explica en bajo tono que Abdesamad ha acumulado su fortuna a base de enviar nutridos cargamentos de hachís a Europa, y que los pingues beneficios de tan lucrativo negocio son los que le permiten comprar un coche nuevo o construir una nueva mezquita.
“Antes eran los europeos quienes bajaban a Marruecos para fumar, incluso comprar hachís y llevarlo escondido para venderlo allí. Bajarse al moro, lo llamabais los españoles. Ahora son los moros los que se suben a Europa. ¿Has pensado que ocurriría si algún día se acaba el negocio? Al menos mientras Malika siga fumando, Abdesamad podrá seguir vendiendo hachís, y tendrá dinero para comprarse un burro nuevo, si ya no un coche, y todos estos podrán seguir cotilleando y pasando el rato. ¿De qué hablarían si no? Malika es adicta al hachís para que ellos no descubran su adicción al cotilleo y puedan seguir consumiendo.¿Quieres un porro?”


(*) Pablo Cerezal, escritor, viajero, colaborador en distintas ONG y profundo conocedor de Marruecos. Ha publicado su primera novela, Los Cuadernos del Hafa, cuya fascinante historia transcurre en el país vecino, y desarrolla los blogs Postales desde el Hafa y Vislumbres de El Dorado, además de realizar colaboraciones literarias y de crítica cinematográfica en diversos medios online.

ILUSIÓN – VICENTE MUÑOZ ÁLVAREZ

menos mal que frente al desasosiego y la ansiedad y la náusea me queda la ilusión, el entusiasmo y la fe, la luz interior y la capacidad de asombro, menos mal, porque si no la vida no tendría sentido, pensaba hoy al pasear con mi perra temprano, ese renacer radiante de mis cenizas otras mañanas, las que rozo el suelo amable de mi habitación con el pie derecho, beso a mi chica, bella durmiente aún, desayuno leyendo las enseñanzas de los maestros antiguos y observo a continuación la evolución sutil de la plantas del huerto, su paciencia pausada y sabia, y salgo a caminar integrado plenamente en mi entorno y observo a mi alrededor la vida y el mundo, los dibujos fantásticos de las palomas surcando el cielo, las ardillas saltando de rama en rama y el bosque tranquilo, y al llegar a casa vuelvo a besar a mi chica, bella despierta ya, y me entrego a la lectura y la escritura, la mía y la de otros también, compañeros del gremio, y les envío mails de apoyo (como otras veces me los mandan ellos a mí) o me vuelco en alguna antología o revista pendiente, intento poner en ella (y en sus autores) mis mejores latidos, y dejo atrás los fantasmas, los temores y traumas y miedos, o los expulso escribiendo de ellos (porque de eso va, como habrás observado, este libro: Arte de la ensoñación, que día a día, en vivo y en directo, voy construyendo) y me sosiego y fluyo en el tiempo y me dejo llevar, creo de nuevo en milagros, siento latir por dentro la magia, el hecho asombroso de estar vivo, y me acepto transitoriamente tal como soy, oscilante y extremo, nunca aséptico ni imparcial, nunca en el medio, y me digo: no pierdas jamás la esencia, vic, nunca la pierdas, el cielo y el infierno, ya deberías saberlo, están dentro de ti...

v

PUBLICADO POR VICENTE MUÑOZ ÁLVAREZ EN HTTP://MIVIDAENLAPENUMBRA-VINALIATRIPPERS.BLOGSPOT.COM.ES/

sábado, 15 de septiembre de 2012

RESEÑAS LITERARIAS (III) : PEPE PEREZA por CARLOS SALCEDO ODKLAS

RELATOS DEL HUMO (Y HACHÍS)
Autor: Pepe Pereza
Editorial Origami.
161 páginas.
Libro físico 12 Euros.
Libro electrónico 3.99 Euros
Blog del autor: http://pepepereza.blogspot.com.es/

PILLANDO DIEZ PAVOS.
Por Carlos Salcedo Odklas.

-¿Sí?
-¡Capullo! Abre, soy Carlos.
-Hey, ¿qué pasa tío? Entra, ¿qué tal tronco?
-Bueno, hasta la polla.
-Entonces como siempre.
-Básicamente, ¿qué tal tu?
-Pues nada tío, aquí estaba tirao.
-Ya veo ya.
-Nada, estaba aquí viendo unos documentales y fumándome un porrín.
-Sí, huele a diversión por aquí.
-Toma, prueba esto.
-¿De dónde la has sacado?
-Nada, me la trajo un colega del pueblo.
-Huele de puta madre.
-Sí, no está mal, además viene bien después de todo el día fumando hash, le sacas más sabor, también me ha traído galletas de maría, hechas por él.
-¿Galletas? Joder.
-Sí, acaba de cosechar, tiene maría para aburrir el cabrón, pero no pasa, es solo para él y los colegas.
-Mmmm... Joder, está buena.
-Sí, la verdad es que está de puta madre, y te pega un zumbido que no veas. ¿Has cenado?
-No.
-Hay pastel de carne en la cocina si quieres, yo me he pegado una panzada que no veas hace un rato, me he quedado que no me puedo ni mover, además entre la fumada y los documentales me estaba quedando abducido en el sofá.
-Nah, yo ahora mismo paso de comer nada.
-Pues me ha quedado el pastel de puta madre.
-¿Si que le has cogido gusto al puto pastel de carne no? Qué pasa, ¿es de lo único que te alimentas ahora?
-Jajaja, la verdad es que sí, es barato, fácil de hacer y llena un montón. Bua, no veas el otro día.
-¿Qué pasó?
-Estuvo aquí el Nikolai, hicimos un pastel cojonudo, le eché casi un kilo de carne picada, y no veas, al cabrón este le encantó. ¡Cómo come el hijo puta! Se zampó media bandeja el solo, luego estaba con unos calores que te cagas, sudando como un cerdo, a punto de vomitar, jajaja, le sentó como el culo, y encima no lo quería reconocer, decía que era por los porros.
-Así está el cabrón que parece un tonel. Oye, ¿tienes para pasar no?
-Sí, ¿cuánto vas a querer?
-No sé, diez supongo.
-Vale, ahora te lo hago, he pillado el otro día una placa nueva que están debuti, mira, son estos.
-Tienen buena pinta.
-Me ha costado un pelín más cara, pero creo que vale la pena. Toma, hazte uno.
-¿Le echo todo esto?
-Sí, que sepa.
-Joder, no me extraña que estés todo el día tirado fumándote estos porrazos.
-Ya, es que tengo mucha tolerancia, si no no me saben a nada.
-Bueno, ahora me lo lío, cuando me acabe el de hierba.
-Vale.
-Bueno, y ¿qué tal con la piva esa?
-Bien bien, estuvo aquí, se tiró un par de días.
-Esa tía te va a dar problemas.
-Ya, pero supongo que me da un poco de pena.
-No sé, piensa en ti tronco.
-Ya, pero bueno, ya te digo que estuvo aquí un par de días y estuvimos de puta madre, aquí tiraos, fumando, viendo pelis, follando... Joder, es que es muy buena en la cama, además ya estaba mejor de lo suyo, ya sabes, la movida esa, esta vez casi no le dolía, el último día un poco las piernas, pero ya te digo, lo va llevando mejor, ya casi no se mete nada, la pobre lo ha pasado muy mal en la vida, la verdad es que me cuenta cada historia que es para flipar.
-No sé, tú sabrás, pero creo que te va a traer problemas. ¿Chusta?
-No disgusta.
-¿Te pillo un cigarro para liar el de hachís o me lo hago con tabaco de liar?
-No, toma, te doy un cigarro.
-Vale.
-¿Y tú qué tal con la tuya?
-Bueno, ahí andamos, la quiero mucho, pero soy un capullo, sobre todo cuando me mamo, el otro día se la volví a liar.
-Joder, ya te vale.
-Ya te digo, soy un capullo, no sé, a veces me sienta mal el pedo, me vuelvo cruel.
-Si es que se nos va de las manos.
-Ya te digo, ¿por qué no podemos pillarnos el puntillo y parar? Siempre tenemos que acabar medio en coma y liándola en todas partes.
-No se tío, supongo que estamos perdidos ya, yo cada vez que me despierto un domingo me acojono pensando en las que habré liado, luego, a medida que avanza la semana me voy enterando y digo “ya no más” pero claro, cualquiera aguanta, llega el jueves y ya estoy con los temblores.
-Joder, pero podríamos tener un poco más de control, el otro día me lo pase genial, no bebí tanto, estaba pedete pero controlaba, me enteraba de lo que estaba pasando, podía reaccionar, sin paranoias, no hace falta que siempre que salimos a beber tengamos que acabar en coma, al final ya no es divertido, encima ya ves lo que pasa, movidas, problemas, diciendo tonterías y tratando mal a la gente.
-Ya, pero ¿qué quieres? Es todo una mierda.
-Joder, qué triste.
-Así es tronco, pero es lo que hay. ¿Te han pagado lo del curro?
-Qué va, está el tío dándome largas.
-¿Te pagará?
-Yo qué sé, puede hacer lo que le salga de los cojones, yo no firmé nada, pero espero que me pague, solo fueron cuatro días de mierda joder pero me lleva dando largas tres semanas y de momento ni un puto duro, y lo necesito para pagar el gasoil. ¡Estoy hasta la polla! Todo el día penando, contando céntimos...
-Qué cabrón, si no te paga vamos a por él. No, mejor a por su familia, entonces ya verás como suelta la guita.
-Ya, pero ya es meterse en telares, joder, yo solo quiero que me paguen mi trabajo, tampoco pretendo que me regalen nada.
-Ya te digo, todo una mierda.
-Así como no voy a acabar borracho perdido y metiéndome en líos, es toda esta situación, este estado de tensión constante, el vacío absoluto, la puta desesperación, y cada día va a peor y peor y peor.
-Qué, ¿qué tal está el hash?
-Está de puta madre.
-¿Mejor que el otro verdad?
-Sí, de momento sabe mejor, ya veremos el pedo.
-¿Y ese libro que traes ahí?
-Nada, me lo estaba leyendo en el río antes de venir para aquí, estaba tirado ahí, a gusto, fumándome uno tranquilamente. El libro se lee solo, me lo he acabado ya, me ha durado dos días, si quieres te lo paso.
-Ya sabes que yo para leer... ¿Está bien?
-Está de puta madre tronco.
-¿Pero de qué es? ¿Relatos sobre porros?
-No, no, son relatos simplemente.
-Pero pone relatos del humo y hachís.
-Ya, no sé, supongo que el tío es un fumeta y le salió ese título, los porros aparecen en los relatos, pero son como un cameo aquí y allá, ya sabes, no significa que los relatos traten de porros o de fumadas.
-¿Y de qué tratan?
-Bueno, de varias cosas, no sé, trae. Mira, ¿ves? El libro está dividido en tres partes, relatos de no-ficción, híbridos y de ficción.
-¿No-ficción?
-Sí, autobiográficos vamos.
-Ah.
-A mi esa es la parte que más me mola, tengo predilección por las cosas reales, por lo que le pasa a la gente y cómo se siente al respecto, hay uno de la infancia, de una vez que va a robar un libro y le pillan, otro de un viaje con un colega, y este, este es la polla, el de LSD, este relato es cojonudo, está el tío con los colegas y se comen un ajo y les entra toda la paranoia, es bastante violento, está escrito de puta madre, sin concesiones, directo y brutal, es uno de los que más me gustan. Luego resulta que el tío este es actor y tiene un par de relatos de cuando estaba actuando, uno en el que hace de payaso todo puesto, otro de un viaje a Barcelona, todo muy sórdido, muy triste, no sé, supongo que si hubiese que trazar una idea fundamental del libro sería el hastío.
-¿El hastío?
-Sí, el estar hasta la polla de todo, la amargura, el reverso oscuro de las cosas, la falta de expectativas, la derrota, el estar perdido... Por ejemplo en el de los payasos, está ahí el tío y tiene que actuar de payaso para unos niños, pero el jefe les cambia la hora de actuación y el tío está ahí jodido, está de empalmada, con un zumbido que te cagas, en una fábrica de mierda que hace un calor del copón y le están dando largas, en fin, hasta la polla de todo, y encima se tiene que maquillar de payaso para entretener a unos críos.
-Qué jodido.
-Ya te digo. Muy sórdido, desesperante, en otro está de rodaje en Barcelona y solo quiere pasear un rato y ver la ciudad porque tiene la tarde libre, pero no se encuentra más que con locos y gente perdida por las calles que no lo dejan en paz y lo que iba a ser un agradable paseo se transforma en una pesadilla. Ya te digo, los autobiográficos están muy bien, cojonudos todos, los híbridos y los de ficción también están que te cagas, aunque hay alguno que no me gusta tanto, en los de ficción hay alguno con un toque un poco efectista, exagerado, pero todos son entretenidos y están cojonudamente escritos, la verdad es que este cabrón escribe que te cagas.
-Pepe Pereza. No sé, no me suena de nada.
-Ya, me lo imagino.
-¿Es uno del grupo ese?
-¿Qué grupo?
-Si hombre, el grupo ese de mojabragas.
-¿De qué coño hablas?
-El grupo de música, pereza.
-¡No, no jodas, no tiene nada que ver coño!
-Yo que sé, lo mismo era uno de ellos, no es un apellido muy normal.
-No tío, estás fumao joder.
-Bueno y qué, ¿hay sexo?
-Pues la verdad es que no, el tío no suele escribir cosas porno, ya te digo, todo gira en torno a la soledad, un poco rollo existencialista, a cuando te das cuenta de cómo funciona todo y ves las orejas al lobo y te das cuenta de que todo es una mierda, que la sociedad es una mierda y que a nadie le importa nada y estás constantemente vagando sin rumbo, solo y perdido, esperando cosas que nunca llegan, dándote una hostia tras otra, la decepción, el inconformismo, la perdida de las ilusiones...
-Si vamos, suena divertidísimo.
-No tiene por qué ser divertido, pero vamos, es que así es la vida, ¿o no? Hace poco lo estábamos comentando, lo mierda que resulta todo. Es lo que hemos cosechado con toda esta mierda de sociedad falsa que nos hace querer sombras y poner esperanzas en quimeras que no van a ninguna parte, y el puto juego de las apariencias que no hace más que alejarnos a unos de otros. Es curioso cómo se ha autoengañado el ser humano respecto a tantas cosas cuando la sinceridad habría sido el camino más sencillo y noble, y no tiene por qué ser doloroso joder, es ver que vives en una mentira lo que lo hace doloroso, afrontándolo seríamos todos más felices, estaríamos hermanados en la mierda, pero la gente prefiere tener el velo puesto. Este libro pone el dedo en la llaga, pero te lo pasas bien leyéndolo, no se hace pesado ni de coña, incluso te ríes en algunas partes, puede resultar triste y pesimista, pero también resulta entrañable a veces, hay un relato por aquí... Este, la llamada, es uno de los pocos que tratan sobre tías, y la verdad es que es la hostia, te lo tienes que leer, está cojonudo, y ya ves, son seis páginas de mierda, lo puedes leer mientras estás en el baño cagando.
-Bueno, eso está bien, porque ya sabes que yo para leer... No me he leído nada en la vida, no me mola leer, creo que lo único que me he leído son unos cuantos relatos tuyos y poco más.
-Pues hay que leer tronco.
-Bah, no sé, me aburre.
-¿Como sabes que te aburre si no lees? Mira, este libro por ejemplo está genial para eso, son todo relatos bastante cortos, excepto un par ninguno pasa de cuatro o cinco páginas, puedes leerlo en los ratos libres, en el retrete, en el bus, encima habla de cosas que entiendes y con las que te puedes identificar, y todo muy directo, sin florituras innecesarias, es una de las cosas que me ponen de este tío, es preciso como un cirujano, no se anda por las ramas ni se tira cinco hojas divagando como yo, te suelta su historia como si fuese un puñetazo, sin avisar, sin dejarte tiempo a reaccionar, te pega la hostia y luego te deja el dolor ahí. Un poco como Carver, un tío que también escribe relatos cojonudos, que no tienen por qué ser una montaña rusa con sorpresas y desenlaces inesperados, son cuadros, situaciones cotidianas, pero de repente aparece una frase, una palabra, que hace que te rayes, que le da todo el trasfondo y lo reviste de algo que va más allá de la mera descripción, eso es muy valioso tío, saber encontrar ese punto que hace que sobre cualquier explicación, simplemente te crea ese sentimiento respecto a lo que te estás leyendo, una especie de conexión más allá de las palabras, el relato se transforma en algo vivo... ¡Cabrón! ¿me estás escuchando? Esto es importante.

-Qué sí, qué sí pesao, vamos que el tío este es la polla escribiendo ¿no?
-Sí joder, este tipo de libros son la mierda que deberían habernos mandado en el puto cole, ¿cómo quieren que la gente le coja gusto a la lectura con los tostones que les mandan? Este tipo de lecturas sinceras, sin artificio, directas, que te enseñan cómo son las cosas, son las que deberían estar ahí y no toda la mierda que nos meten, aunque bueno, supongo que a la gente les gusta más soñar con chorradas o no pensar en que todo es una mierda, lo que te decía, el afán masoquista de revolcarse en la mentira, bendito ser humano...
-Sí, la verdad es que me lo estás vendiendo bien, pero parece como muy desesperante todo ¿no? ¿No hay salida entonces? ¿Alguna redención?
-Bueno, supongo que para Pepe escribir, menciona aquí y allá el rollo de la angustia de la página en blanco, la necesidad de expresar tu visión, de plasmarla en un papel, no para llegar a nada, sino como una inevitabilidad, como una confesión, una necesidad imperiosa de hacer algo en medio de tanta desesperación supongo, aunque solo sea escribirlo, ese sentimiento es algo común entre los buenos escritores, por eso se sabe que lo que dicen es sincero, porque es su única tabla de salvación ¿Redención para tipejos como nosotros? Yo qué sé, fumar supongo.
-Por cierto, te lo estás hincando.
-¡Hostia! Toma tío, lo siento, no me he dado cuenta.
-Ya, aquí soltándome tu mierda literaria y fumándote mi porro como quien no quiere la cosa ¿eh? Mira que vergüenza de chusta me has pasado. ¡Qué cabrón!
-Joder, te digo que no me he dado cuenta, si será por porros, hazme los 10 y me hago uno.
-Bah, da igual ¿te vas a quedar un rato no? Háztelo de aquí que ahora no me apetece levantarme a por la tanita.
-Puto tirao.



PUBLICADO POR CARLOS SALCEDO ODKLAS EN http://odklas.blogspot.com.es/

viernes, 14 de septiembre de 2012

MI PADRE, EL REY – GSÚS BONILLA

En "mi Padre, el rey" (La Baragaña, 2012), nos encontramos otra rosca de tornillo en lo que conforma a día de hoy su obra, sin abandonar su ideario, que le viene acompañando en su poesía, Gsús Bonilla ofrece al lector el resultado de una excavación. Escarba en lo más profundo de lo propio como un nuevo terreno para recuperar un tiempo perdido; encontrando, más allá de la piel, el tesoro negro de la memoria, otros sentimientos y la muerte con su desajuste emocional, en definitiva más injusticia pero con otros ropajes: La palabra como homenaje y tributo, un solo poema como manifestación del dolor. "mi Padre, el rey" es, empezando por la izquierda, su cuarto cuaderno de poemas publicado; además de ser, la habitación que ha destinado para el aseo interior.

Publicado por Hijos de Satanás en http://hankover.blogspot.com.es/

CURSO DE CÓMIC Y NARRATIVA GRÁFICA 2012/13 – PEDRO ESPINOSA

Tebeo, historieta, cómic, manga o más recientemente, narrativa gráfica, son diferentes maneras de llamar a una misma forma de expresión: contar historias por medio de
palabras e imágenes.

Partiremos de autores que estimularán tus propias ideas. Las llevaremos a la práctica jugando con viñetas, planos, bocadillos, personajes, onomatopeyas.

Si tienes algo que contar, o quieres contar historias de otros. Si te gusta escribir, pintar, dibujar vas a aprender los métodos conceptuales ( narrativos ) y materiales ( herramientas y técnicas) que permiten contar buenas historias

PRIMER TRIMESTRE
Descripción y uso de técnicas y herramientas.
Estudio de las unidades secuenciales básicas: viñeta, tira, página.
Principales tipologías de personajes.
Nociones de anatomía y representación de figura.
Gestualidad y movimiento.
Formatos, Encuadre y planificación.
Nociones de perspectiva.
Ambientación y atmósfera.
Iluminación.

SEGUNDO TRIMESTRE
Explicación de técnicas creativas de improvisación.
Nociones de tipografía y rotulación.
Onomatopeyas y metáforas visuales.
Narrativas de la Novela Gráfica.
Guión técnico.
Abocetado y story-telling.
Breve teoría de color.
Técnicas de acabado a color. ( Acuarela, acrílico, collage )

TERCER TRIMESTRE
Realización de una mini novela gráfica. ( 4-6 páginas )
Nociones de diseño y composición de portada.
Realización de una portada.
Nociones de acabado por ordenador. (Photshop)

Duración: De Octubre del 2012 a Mayo del 2013
Horario: Juevesde 19 a 21 horas.

Información e inscripciones: Universidad Popular de Logroño. Calle Mayor 46
Telf. 941 23 29 94

NO HAY TIEMPO PARA LIBROS de DAVID GONZÁLEZ según ANA VEGA

TESTIGO y TESTIMONIO.
La poesía y el desgarro personal de David González.

Pocas o ninguna son las veces en las que me tiembla el pulso al escribir, o describir aquello que he encontrado en un libro. Esta es, sin duda alguna, una de ellas. Confieso, sin pudor, en este caso, que el libro del que ahora hablo es un libro esperado y deseado como lectora, y una lectura que no me ha defraudado en absoluto, un libro a la altura de mis expectativas (superadas éstas en una cantidad considerable de poemas). Se manifiesta un cierto dilema moral al plantear el esquema de reseña de un libro, autor, cuya obra conoces bien y cuyo gusto personal no debe empañar un criterio justo pero no aséptico, nuestra voz se define por un gusto personal que hemos de poder argumentar con total lógica y lucidez, también pasión.

Ainhoa Sáenz de Zaitegui elabora un prólogo a modo de tratado, pero de un modo eficaz, firme y contundente. Establece ciertas premisas básicas que el lector ha de tener en cuenta, David González cuenta cosas ("su naturaleza narrativa los desplaza genológicamente desde la lírica hacia la épica situándolos en un punto intermedio. El mecanismo es limpio y eficaz: primero se exponen los hechos, después se implica su significado."), dice lo que pasa, llama a las cosas por su nombre, no es original puesto que muchos otros le preceden y así lo afirma él mismo pero no puede evitar una forma de narrar única y resistente al paso del tiempo, un poeta que abre la puerta ("Semióticamente, los dos puntos de David González manifiestan una postura del autor ante su obra, del hombre ante el mundo: lo que debería compartimentar, vincula. Al encontrarse con los dos puntos, los ojos se van instintivamente a la palabra siguiente, al próximo verso. La lectura se convierte en compulsiva, casi obsesiva") y cambia, es permeable a todo cuanto sucede en sí mismo y alrededor ("Autoconsciente. Ésa es la descripción: David es un poeta autoconsciente"). No hay ficción en estas páginas sólo verdad, con todo lo que eso implica.

El libro comienza con una cita de Hubert Selby que bien define el pálpito inicial de esta obra y de esta poética, también vida, pues ambas se unen en un todo compacto y fuerte que resiste el golpe y de éste mismo toma la fuerza suficiente para devolverlo con más ímpetu pero sin sangre, sólo el verso narra, la mano se convierte en puño cerrado al viento: "Tendrán que matarme para cerrarme la boca". Pese a todo lo que eso implica, también. Poética que se define así: "Escribo a mano:/igual que si cavase/mi propia tumba". He aquí la consciencia pura y ese duelo cotidiano frente a ella.

No hay perdedores o ganadores tras estos versos, tan sólo vida, esa caída en el tiempo de la que nos habló Cioran, esa caída libre de la que Margaret Atwoodnos advierte: "la caída libre/es caer, pero al menos es libre". Precipitarse al vacío del presente pero también de la conciencia. Reconocer la impotencia que supone levantarse cada día y aprender a encajar golpes aún sin ver de dónde vienen: "No/arrojes/nunca/la toalla:/no la arrojes nunca:/luego/tendrás/que agacharte/a recogerla." Y sin embargo, saber atrapar esa belleza que incluso el horror esconde, bajo el cielo de Hiroshima "sobre la piel/de los cuerpos/de algunas mujeres: las formas/de las flores/estampadas en sus quimonos:". Verdades que todos conocemos pero que tan sólo utilizamos para la construcción de tópicos inútiles mientras nuestra sonrisa disimula la posible certeza: "si los ricos también lloran:/los pobres/lloramos más:". Algo aún evidente y sin embargo pensamiento subterráneo, no reconocido: "la fe no mueve montañas:/el oro sí:".

Este es el testimonio de un hombre, testigo también, con el peso que ambas palabras soportan: testimonio y testigo. Peso que quizá tan sólo puedas comprender una vez concluida esta lectura, lectura que posee algo de voz de chamán, esa canción hipnótica o imagen de la que surge el rechazo de nuestros sentidos y que hiere y nos empuja a cierta introspección, y a apartar la vista mientras ésta permanece fija; esos momentos en los que el mismo horror te impide reaccionar, la verdad o cierta conciencia te exige seguir mirando mientras la náusea te invade por dentro. La voz de un hombre que reconoce que aún puede mirarse a la cara, los ojos, el espejo "sin que éste/se empañe".

Ana Vega, en La Nueva España.