Y llegaron los días que dejaste de
quererme.
No lo niegues, habías dejado de
quererme. Lo notaba en tu respiración, en la forma de lavarte el pelo, en cómo
te sentabas en el suelo con las piernas cruzadas. Me lo decían tus pestañas,
tus uñas, los lóbulos de tus orejas, incluso los ácaros que dejabas en la cama
me lo decían: “Ya no te quiere, ya no te quiere” El viento cuando soplaba, tus
braguitas colgadas del tendedero, ellas también me lo decían. Fui consciente de
ello al verte caminar. Cuando te apartabas el flequillo yo sabía que no me
querías. Si bebías agua lo sabía, al fregar los platos, al cerrar los ojos y al
abrirlos. Sabía que ya no me querías, lo sabía. Si fumabas era porque no me
querías y si no fumabas, tampoco me querías. Ya no me querías. Habías dejado de
quererme y me lo demostrabas al darle cuerda al despertador o al hacer uso del
retrete. No, no me querías, ya entonces no me querías. Lo sabía el gato, la
lámpara y el felpudo de la entrada. Me lo decía el guiso que se cocía en la
olla, las cortinas del salón. Me lo decían las canciones que escuchábamos y los
libros que leíamos. Me lo chivaban el cepillo de dientes y la maquinilla de
afeitar. No me querías. Yo era consciente de ello. También el florero y el
polvo que flotaba en el aire. Y los destellos en la pared y la funda del sofá…
Todos lo sabían. Y sufría porque no me querías. Se lo confesaba a las baldosas
del pasillo. Con lágrimas en los ojos se lo decía. Hablaba con ellas y les
decía que no me querías. Me sinceraba explicándoles que no me querías. Si
dudaba solo tenía que mirarte para saber que no, que no me querías. Aunque lo
niegues lo cierto es que no me querías. Y sufría, porque cuando más te quería
yo, tú ya no me querías.
® pepe pereza (Amor canalla)
APORTACIÓN DE MIGUEL BERGASA (FIFO)
Por fin llegó el
tiempo de nuestro amor.
Me di cuenta de que te quería de verdad. Siempre te he querido, pero
ahora notaba que ardía por ti. No sabía que me ocurría pero algo se removía en
mis entrañas que no podía controlar. Nunca había estado tan enamorada. Debía
decírtelo, contártelo, para que vieras lo feliz que era a tu lado. Bueno,
seguro que ya te habrías dado cuenta, porque se me debía de notar a la legua.
Mi cara había cambiado, mi cuerpo, mi pelo, estaba realmente loca por ti. Cuando
miraba al gato pensaba que él también se había dado cuenta de mi cambio. Jamás
había estado tan llena de amor. Al escuchar nuestra música me parecía oír a los
ángeles del cielo cantando para nosotros. Las cosas más sencillas, nuestro
sofá, nuestra cama y hasta aquél florero que tanto odiábamos se habían dado
cuenta de lo colada que estaba por ti. No podía esconderlo, parecía una mujer
anuncio: Señoras, señores: Vean mi amor por mi chico. Observen como lo amo. Debía
contarte todo esto pero sé que te has dado cuenta, veo que me miras de otra
forma, lo noto en tus ojos, tu también
lo notas, pájaro…
¿A qué sí?
Encantadora forma de mostrarnos la diferencia entre la prosa poética y el diálogo humorístico, la terrible ironía de cómo alguien sufre apegado a su trágica almohada mientras al otro lado de la cama todo sigue igual. Enhora buena a los dos.
ResponderEliminarLo que ya comenté en su día, y lo que cualquiera hubiera pensado: nada es lo que parece. Aquí sí que te ha cambiado todo el relato, el pájaro de Fifo. Besos.
ResponderEliminarP.D. por cierto ¿quien es ese de la cabecera? ¿Fifo pelirrojo? Parece El Brujo.
Formas diferentes de amor y desamor, en uno de mis últimas publicaciones "Loctite" trate idéntica temática de manera bastante "indie".
ResponderEliminarMe gustó mucho, sobretodo la primera parte.
Saludos, Ann@