(Ilustración de AÍDA GARCÍA CORRALES)
Después de cenar, se puso a ojear el periódico. Todo
eran malas noticias: atentado en no sé dónde, guerras por allí, masacres por
allá… En fin, lo de todos los días. Pasó unas cuantas hojas al azar y leyó: Desarticulada
una red de pederastas que operaba desde…
-
A
esos pervertidos habría que castrarlos a todos - dijo con desprecio sin
terminar de leer el titular.
-
¿Decías
algo? - preguntó su mujer desde la otra habitación.
-
Digo
que a esos cabrones había que cortarles la polla a todos.
Dejó el periódico a un lado, no quería que se le
indigestara la cena. Eligió una de esas revistas del corazón que compraba su
mujer. Se paró a leer una entrevista que le hacían a un ex novio de una
cantante que fue famosa en los años setenta y que ahora vivía de pasear sus
antiguos éxitos, obesidad y cursilería por todas las televisiones del país. Las
preguntas de la entrevista se centraban
principalmente en temas esotéricos:
-
Pregunta: ¿Qué opina usted sobre los espíritus, el
poder de la mente y todo lo esotérico en general?
-
Respuesta ex: Yo no creó en esas chorradas, porque
no son más que chorradas. Es más, desconfío de todo aquel que crea en esas
mariconadas. Esa gente está vacía y no tienen de qué hablar, por eso se
inventan esas cosas. ¿Poder de la mente? ¡Me cago en el poder de la mente! Se
empieza con eso y un día te sorprendes a ti mismo mirando fijamente a una
manzana mientras intentas hacerla levitar. Toda esa chusma son unos ladrones...
Después de cenar le gustaba comer fruta, por eso tenía
una manzana delante. Sabía que era una tontería intentarlo, pero por probar no
perdía nada. Miró la manzana fijamente, concentrándose en su imagen, diciéndose
a sí mismo que tenía que moverla con su mente. Estuvo así durante un minuto,
concentrándose en la manzana. Apretó con fuerza los dientes, cerró los ojos
y dijo para sí:
-
Te voy a hacer bailar.
Se escuchó un ruido seco, como una detonación
amortiguada. Abrió los ojos. La manzana había desaparecido. No estaba ni encima
ni debajo de la mesa. No sabía qué pensar. De pronto, algo cayó encima de la
revista que aún sostenía en sus manos. Era un pegote verdiblanco parecido a la
mermelada. Miró al techo y allí estaba. La manzana estaba pegada, mejor dicho,
espachurrada junto a la lámpara. De poco le da un ataque. ¿Cómo había llegado
la manzana hasta ahí? ¿Había sido él con su poder mental?... Llamó a gritos a
su esposa, que planchaba unas camisas dos habitaciones más allá. Cuando acudió,
le mostró lo que quedaba de la manzana. Le contó cómo había sucedido, le dio
todo tipo de detalles: cómo se había concentrado, cómo se le ocurrió la idea,
lo de la entrevista, lo del ex de la cantante… Absolutamente todo. La buena
señora no se creyó ni una palabra. Simplemente se limitó a mirarle como si
estuviera loco. Luego le recordó que no
estaban para gastos inútiles, lo caro que salía contratar a un pintor, que
buscara trabajo, que pasaba todo el día en casa tumbado a la bartola, que era
un vago... De golpe, una idea brilló en su cabeza. Si lo había conseguido una
vez ¿Por qué no intentarlo de nuevo? Sabía que su mujer pesaba mil veces más
que la manzana, pero aun así, decidió intentarlo. La miró fijamente, dejando su
mente en blanco. Apretó con fuerza los dientes y se
dijo:
Te voy
a hacer bailar…
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