jueves, 28 de febrero de 2013

LA MANZANA

(Ilustración de AÍDA GARCÍA CORRALES)


Después de cenar, se puso a ojear el periódico. Todo eran malas noticias: atentado en no sé dónde, guerras por allí, masacres por allá… En fin, lo de todos los días. Pasó unas cuantas hojas al azar y leyó: Desarticulada una red de pederastas que operaba desde…

-        A esos pervertidos habría que castrarlos a todos - dijo con desprecio sin terminar de leer el titular.
-        ¿Decías algo? - preguntó su mujer desde la otra habitación.
-        Digo que a esos cabrones había que cortarles la polla a todos.

Dejó el periódico a un lado, no quería que se le indigestara la cena. Eligió una de esas revistas del corazón que compraba su mujer. Se paró a leer una entrevista que le hacían a un ex novio de una cantante que fue famosa en los años setenta y que ahora vivía de pasear sus antiguos éxitos, obesidad y cursilería por todas las televisiones del país. Las preguntas de la entrevista se centraban  principalmente en temas esotéricos:

-        Pregunta: ¿Qué opina usted sobre los espíritus, el poder de la mente y todo lo esotérico en general?

-        Respuesta ex: Yo no creó en esas chorradas, porque no son más que chorradas. Es más, desconfío de todo aquel que crea en esas mariconadas. Esa gente está vacía y no tienen de qué hablar, por eso se inventan esas cosas. ¿Poder de la mente? ¡Me cago en el poder de la mente! Se empieza con eso y un día te sorprendes a ti mismo mirando fijamente a una manzana mientras intentas hacerla levitar. Toda esa chusma son unos  ladrones...

Después de cenar le gustaba comer fruta, por eso tenía una manzana delante. Sabía que era una tontería intentarlo, pero por probar no perdía nada. Miró la manzana fijamente, concentrándose en su imagen, diciéndose a sí mismo que tenía que moverla con su mente. Estuvo así durante un minuto, concentrándose en la manzana. Apretó con fuerza los dientes, cerró los ojos y  dijo para sí:

-        Te voy a hacer bailar.

Se escuchó un ruido seco, como una detonación amortiguada. Abrió los ojos. La manzana había desaparecido. No estaba ni encima ni debajo de la mesa. No sabía qué pensar. De pronto, algo cayó encima de la revista que aún sostenía en sus manos. Era un pegote verdiblanco parecido a la mermelada. Miró al techo y allí estaba. La manzana estaba pegada, mejor dicho, espachurrada junto a la lámpara. De poco le da un ataque. ¿Cómo había llegado la manzana hasta ahí? ¿Había sido él con su poder mental?... Llamó a gritos a su esposa, que planchaba unas camisas dos habitaciones más allá. Cuando acudió, le mostró lo que quedaba de la manzana. Le contó cómo había sucedido, le dio todo tipo de detalles: cómo se había concentrado, cómo se le ocurrió la idea, lo de la entrevista, lo del ex de la cantante… Absolutamente todo. La buena señora no se creyó ni una palabra. Simplemente se limitó a mirarle como si estuviera loco. Luego le recordó que no estaban para gastos inútiles, lo caro que salía contratar a un pintor, que buscara trabajo, que pasaba todo el día en casa tumbado a la bartola, que era un vago... De golpe, una idea brilló en su cabeza. Si lo había conseguido una vez ¿Por qué no intentarlo de nuevo? Sabía que su mujer pesaba mil veces más que la manzana, pero aun así, decidió intentarlo. La miró fijamente, dejando su mente en blanco. Apretó con fuerza los dientes y se dijo:

Te voy a hacer bailar…

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