sábado, 22 de junio de 2013
viernes, 21 de junio de 2013
EL REY DE LOS TEJADOS - ESQUINAS
EL REY DE LOS TEJADOS
Eran mediados de los setenta y él
tenía trece años. Por aquel entonces se acababa de estrenar la serie de
televisión “Los Hombres de Harrelson”. Con
diferencia lo que más le gustaba de cada episodio era cuando el teniente de los
SWAT ordenaba a TJ, que era uno de los integrantes del comando, que se subiera
al tejado.
-
TJ, al tejado.
Le encantaba esa frase y la
repetía una y otra vez: “TJ, al tejado”.
Por supuesto TJ era su personaje favorito. Desde el primer momento se sintió
identificado con él. Quizá porque los tejados que lindaban con la terraza de su
casa eran su lugar habitual de juegos. En su mente juvenil asociaba los tejados
con TJ, que era un francotirador que siempre se situaba en las alturas para
abatir a los malos de turno. El motivo por el cual él siempre estaba por los
tejados se debía a que su padre no le dejaba jugar en las calles del barrio.
Alegaba que por allí solo andaba gentuza de la peor calaña. Y no mentía. Su
padre y él vivían en la calle Herrerías. Justo en el centro del casco antiguo.
Un sitio que antaño, además de estar situado en el centro, era muy bien visto
por el resto de la ciudad. Su padre compró el edificio de tres plantas, donde
vivían, a principios de los años sesenta. En los bajos montó un negocio de juegos
recreativos con billares y futbolines. En la segunda planta se instaló la
familia. En la tercera, que era la que daba a la terraza, la dejaron de
trastero. Al poco nació él. Diez años más tarde la madre murió de cáncer. El
padre tuvo que hacerse cargo del negocio sin dejar de lado a su hijo. Para
empeorar las cosas, a principios de los setenta el barrio empezó a llenarse de
putas y borrachos. En poco tiempo la gente que vivía allí empezó a mudarse y a
vender sus casas y comercios. Ellos se quedaron. El negocio les iba bien y no
era cuestión de abandonar. Al barrio siguió llegando lo peor de la ciudad y en
menos de tres años estaba plagado de antros y prostíbulos.
El chico, acostumbrado a vivir
sin el cariño de su madre y casi sin el de su padre, se había resignado a estar
siempre solo. Quitando el tiempo que estaba en el colegio, el resto lo pasaba
en soledad. Comía solo, hacía los deberes solo, veía la tele solo, jugaba solo…
Con tanta soledad no le quedó otra que aprender a utilizar su imaginación para
ampliar el pequeño mundo en el que se movía. Con su fantasía los tejados podían
ser un océano surcado por barcos piratas, la selva africana, el espacio
exterior o cualquier otro sitio que su mente crease. Aquel día los tejados eran
las azoteas de los edificios del centro de Los Ángeles. Él, con su carabina de
perdigones, aguardaba órdenes escondido entre un bloque de chimeneas. Habló por
una radio imaginaria:
-
Teniente, estoy en mi puesto. Cambio...
-
TJ, mantente a la espera y si ves movimiento avísame. Cambio
y corto.
Vio algo detrás de un grupo de
antenas y decidió echar un ojo. Avanzó con precaución. Manteniéndose siempre
alerta por si tenía que disparar. Llegó al lugar. No había nadie. De pronto un
disparo. La bala pasó muy cerca de su cabeza. Se ocultó a tiempo de esquivar un
nuevo disparo. Cogió la radio y pidió ayuda.
-
Teniente, necesito ayuda. Cambio.
-
TJ ¿Qué ocurre? Cambio.
-
Me está disparando. Cambio.
-
Enseguida te llega ayuda. Cambio y corto.
-
Daos prisa.
Se asomó con cuidado. Esta vez la
bala impactó justo delante de sus narices. Se tiró al suelo y rodó sobre las
tejas hasta el hueco de una cornisa y la pared de un abuhardillado. Tenía que
protegerse o acabarían con él. Cogió una piedra y la arrojó a unos metros de
donde estaba situado. El terrorista salió de su escondrijo apuntando con su
fusil hacia el lugar de donde venía el ruido. Había caído en la trampa. Ajustó
la mira telescópica y apretó el gatillo, pero justo en ese momento el blanco se
movió y erró el disparo. Él se arrastró por el suelo para llegar a una nueva
ubicación. Al pasar cerca de una claraboya algo llamó su atención. Se asomó y
vio a una joven desnuda y a un hombre frente a ella con los pantalones bajados
hasta los tobillos. Era una prostituta y su cliente. La imagen le dejó tan impactado
que se olvidó del juego. Dejó la carabina a un lado y se centró en la visión
que le ofrecía el tragaluz. Nunca hasta entonces había visto una mujer desnuda.
Las había visto fotografiadas pero nunca al natural. La joven era una belleza.
Tenía el pelo largo y rojo como a él le gustaba. Le recordó a Mary Jean: la
novia pelirroja de Spiderman. Ver a esa hermosura en plena acción le excitó
como nunca antes lo había estado. Echó una mirada a su alrededor para
asegurarse de que estaba solo. Cuando estuvo seguro de su intimidad empezó a
masturbarse. En la habitación el hombre se tumbó sobre la joven. El chaval
observó desde el tejado. Una gota de agua cayó en su espalda. Otra más cayó a
su lado y otra le dio en la cabeza. Empezaba a llover. La lluvia se intensificó.
Al minuto ya estaba calado de pies a cabeza. No le importó y siguió pajeándose
hasta que llegó al orgasmo. Después se giró para recibir el aguacero en la
cara.
Llegó a casa con la ropa
empapada. Cayó en la cuenta de que se había olvidado la carabina. La recogería
al día siguiente. Total por los tejados solo andaban él y los gatos.
Cuando se acostó no pudo apartar
la imagen de la pelirroja. Sus pechos, el sexo abierto y ese pelo rojo como el
infierno... Tuvo que hacerse dos pajas para poder dormir.
Por la mañana se despertó
empalmado y no le quedó más remedio que aliviarse.
En el colegio no se pudo
concentrar. Estaba deseando ver a Mary Jean. A falta de otro nombre había
decidido llamarla así. Después de unas horas interminables sonó la sirena que
anunciaba el final de las clases.
Cuando terminó de comer subió a
la terraza. Saltó a los tejados y corrió hasta la claraboya. Asomó la cabeza
esperando ver a la joven. Era demasiado temprano y la habitación estaba vacía.
Se retiró decepcionado. A un par de metros se hallaba la carabina. Estaba en
medio de un charco de agua marrón. Al recogerla vio que la zona de la recámara
se había oxidado. Tendría que limpiarla a fondo y engrasarla bien. La apoyó
contra la pared para que el agua se fuera escurriendo y se sentó en las tejas a
esperar. Desde su posición gozaba de una vista espectacular de la ciudad. A su
izquierda despuntaban los campanarios de la Iglesia de Santiago, en frente
tenía la torre de San Bartolomé y a su espalda las torres gemelas de La Redonda.
Todos esos monumentos surgiendo como icebergs en medio de un mar de tejados.
Sin duda era una bella panorámica. Le gustó estar allí sentado. No había mejor
sitio en toda la ciudad. Aquel lugar era mágico y había sido perfecto cuando le
dio por ser Spiderman. Lo fue cuando el planeta fue invadido por
extraterrestres y lo estaba siendo ahora que su principal diversión era la de
ser un agente de los SWAT. Mientras pensaba en ello observó a un jilguero
posarse en una tapia cercana. El pájaro dio un par de saltitos y picoteó el
musgo. De repente una sombra saltó sobre él, atrapándolo. Era un gato negro.
-
Suéltalo, cabrón.
Se levantó y corrió hacia donde
estaba el gato, que huyó con su presa en la boca. Con la mano reprodujo la
forma de una pistola y disparó imitando con la voz el sonido de las
detonaciones. De pronto estaba en medio de un tiroteo. Las balas llegaban de
todos los lados. Intentó cubrirse, pero recibió un disparo en un costado. Cayó
al suelo con grandes aspavientos. Comprobó la gravedad de su herida. Tenía mala
pinta. Cogió la radio y pidió ayuda:
-
Teniente… Me han herido. Cambio.
-
TJ ¿Qué pasa? Cambio.
-
Me han alcanzado en un costado y… me estoy desangrando…
Cambio.
- TJ, tranquilo. Pediré un helicóptero para trasladarte
al hospital. Aguanta. Enseguida estamos contigo. Cambio.
-
Me encuentro… muy… débil… No sé… si… podré…
Con un exceso de dramatismo
fingió un desvanecimiento. Permaneció tirado en el suelo pensando en cómo sería
estar muerto de verdad. Le vino a la cabeza el recuerdo de su madre. Tan solo
hacía tres años de su muerte, aunque a él le parecieron muchos más. Se levantó
sacudiéndose el polvo de la ropa y regresó cabizbajo hasta la claraboya. Se
asomó discretamente. Para su sorpresa la habitación estaba ocupada. Ahí estaba
Mary Jean. El hombre que la acompañaba era alto y corpulento, con la cabeza
rapada y los brazos llenos de tatuajes. Al verla con el tipo se sintió
tremendamente excitado. La visión la chica desnuda en aptitud provocadora fue
motivo suficiente para masturbarse una vez más. Mientras tanto el hombre cogió
a la joven e hizo que se arrodillase frente a él. Ella se dejó llevar y se
metió el pene en la boca. Entonces el individuo hizo algo que el chaval no
acertó a comprender: se encendió un cigarro y luego acercó el mechero a la roja
melena de Mary Jean. De inmediato el pelo empezó a arder. El espectáculo era
dantesco. Tanto el chaval como el hombre quedaron absortos contemplado la
fogata que coronaba la cabeza de la joven. Pelo bermellón y fuego en una
simbiosis de macabra belleza. En un primer momento la chica no se percató y
siguió chupado como si nada. Continuó así durante un tiempo. Cuando quiso darse
cuenta, las llamas habían crecido considerablemente y no pudo hacer nada para
salvar su cabello. Desesperada trató de apagarlo golpeándose la zona con las
manos. Aun así las llamaradas fueron consumiendo la queratina y convirtiéndola
en cenizas. Finalmente optó por taparse la cabeza con la colcha y así pudo
sofocar la deflagración. Aquello hizo mucha gracia al hombre y se rió a carcajadas.
La mujer se encaró con él y recibió un puñetazo que la mando directamente sobre
la cama. El muchacho estaba atónito y no daba crédito a lo que veía. Observó la cabeza de la chica. La mayor parte
de su pelo había desaparecido, el resto eran mechones sueltos y chamuscados. El
hombre la cogió por los tobillos y la atrajo hacia sí. A falta de lubricante se
escupió en la mano, restregó la saliva sobre la vagina y seguidamente la
penetró. Ella trató de resistirse pero el puñetazo en la cara la había dejado
aturdida y obraba casi sin conocimiento. Gritó, pero él le tapó la boca con la
palma de su mano. Ella se defendió arañándole el cuello. Eso le enfadó y la
emprendió a puñetazos. La mujer trató por todos los medios de cubrirse la cara.
En un momento dado ella miró hacia la claraboya y vio al chaval. Alargó la mano
solicitando su ayuda. El chico estaba petrificado. Ella imploró auxilio con su
mirada pero él siguió sin moverse. Al final recibió un derechazo en la sien y
perdió el sentido. Aun así, el hombre siguió agrediéndola sin piedad. El
adolescente ya no quiso mirar más y se apartó asqueado. Recogió la carabina y
regresó a casa. Entró en el trastero sintiéndose un cobarde por no haber hecho
nada por la chica. Mientras limpiaba la carabina trató de buscar una excusa
para justificar su cobardía. No encontró ninguna. Lo suyo no tenía
justificación. Pensó en llamar a la policía pero lo descartó de inmediato.
Tendría que dar explicaciones y no le apetecía confesar que espiaba a la gente
desde los tejados. Pensó que lo mejor era hablar con su padre.
La planta baja estaba medio
vacía, tan solo media docena de personas desperdigadas frente a las máquinas.
Su padre vigilaba el negocio desde su oficina: un apartado acristalado donde
tenía instalado su despacho. El chaval avanzó entre las mesas de billar. Cuál
fue su sorpresa cuando de camino se topó cara a cara con el hombre que había
agredido a Mary Jean. El tipo estaba tan tranquilo jugando en una pinball. Al verlo se quedó patitieso.
Más cuando el sujeto se giró y durante un instante cruzaron las miradas. Allí
no estaban Spiderman ni TJ para salvarle. Aquello no era un juego. Era la cruda
realidad y estaba solo. Ahora se enfrentaba a un villano de verdad. Uno de
carne y hueso. Un malnacido que para divertirse prendía fuego a la melena de
una pobre chica. Alguien capaz de destrozar una cara a base de puñetazos. Pensó
en Mary Jean, en su pelo rojo, en lo bonita que era antes de que ese animal le
pusiera las manos encima. Ahora tenía la oportunidad de demostrar que no era un
cobarde, de redimirse. Podía ser el héroe que siempre soñó. En ese momento el
hombre se apartó de la máquina y se dirigió al chaval.
-
¿Dónde puedo conseguir cambios?
Tenía la voz grave, de cazallero,
acorde con sus pintas barriobajeras. Sí, había llegado la hora de la verdad.
Hora de decidir: ¿Héroe o cobarde?
-
¿Me has oído?
Se fijó en los arañazos que tenía
en el cuello. Los mismos que le había hecho Mary Jean al tratar de defenderse.
-
Tú, pasmao ¿Oyes lo que te digo?
Entonces ocurrió. Tenía tanto
miedo que se meó patas abajo. Al tipo le hizo mucha gracia ver cómo el
adolescente mojaba los pantalones y soltó una carcajada que retumbó por todo el
local. El infeliz corrió avergonzado. Subió las escaleras y se encerró en su
habitación. Estaba claro que era un gallina. Ese sentimiento lo dejó abatido.
Volvió a recordar la mirada suplicante de Mary Jean, la sangre sobre la cara,
los golpes, los mechones de pelo quemados… y, como el cobarde que era, se echó
a llorar.
VÍDEO
Y MÚSICA por VELPISTER
jueves, 20 de junio de 2013
miércoles, 19 de junio de 2013
martes, 18 de junio de 2013
domingo, 16 de junio de 2013
MI RELATO EN "SPANISH QUINQUI" CON ILUSTRACIÓN DE LUIS F. SANZ
EL
MILIKI
Me deslizo en el monopatín por el patio
abandonado que está en las traseras de la antigua fábrica de papel. Me he
empeñado en bajar por una rampa sin perder el equilibrio y hasta que no lo
consiga no voy a parar. Hace poco que practico y aún no domino del todo la
tabla. Como prueba, llevo codos y rodillas en carne viva. Estoy en esas cuando
El Miliki sale por la puerta del barracón. No hay macarra más peligroso y
curtido. La maldad se concentra en él hasta límites insospechados. Este tipo es
peor que El Torete, El Vaquilla y El Jaro juntos. Además, da más miedo por ser
del barrio y tener que vérmelas cara a cara con él.
-
¿Qué
coño haces aquí?
Me acojono y pierdo la concentración. El
monopatín choca con el bordillo y salgo volando por los aires. Aterrizo de
espaldas y me quedo sin respiración. Se acerca a mí. Quiere saber por qué he
entrado en el patio. Intento contestarle pero al faltarme el aire no puedo
hablar. Me ahogo. Por mucho que lo intento no puedo respirar. Tengo espasmos.
El riego sanguíneo no me llega al cerebro y empiezo a perder la visión. Justo
cuando creo que voy a palmarla consigo desbloquear la tráquea y una bocanada de
oxigeno me devuelve a la vida.
-
Joder
chaval, qué pedazo hostia te has comido ¿Has visto cómo tienes el brazo?
La mano izquierda me cuelga por encima
de la muñeca como si fuera de goma. No hace falta ser médico para saber que
tengo el hueso roto. Consciente de la fractura siento un dolor intenso y me
entran ganas de llorar. Me reprimo por estar él delante. Cuando se ofrece a
acompañarme al hospital no puedo creérmelo. De primeras pienso que está de
broma y quiere tomarme el pelo. Pero no, habla en serio. Me ayuda a levantarme
y nos ponemos en marcha. He de reconocer que estoy bastante cohibido. Su sola
presencia me intimida. Sin embargo, según atravesamos la barriada y nos
encontramos con algunos conocidos, me voy creciendo. Que me vean junto a él me
da prestigio. Me imagino que piensan que venimos de una pelea donde ambos hemos
estado luchado codo a codo contra un grupo de chusma peligrosa. A pesar de que
el brazo me duele a rabiar yo finjo indiferencia y me comporto como si fuera un
simple rasguño. Tengo que parecer un tío duro para ganarme su respeto. Al
cruzar la vía muerta saca un porro liado. Le da fuego y después de unas caladas
me lo pasa. Por el olor sé que es maría. Aspiro hondo y me lleno los pulmones
de humo. Por tratar de impresionarle me paso inhalando y termino tosiendo como
un principiante. Entre tos y tos quiero disculparme. Él no me lo toma en cuenta
y me da unas palmadas en la espalda para ayudarme a pasar el mal rato.
Tratándolo en persona no parece tan peligroso como lo pintan, incluso me
atrevería a decir que El Miliki es un tipo simpático. Si consigo hacerme su
colega nadie del barrio se atreverá a toserme. Bajo su protección seré el puto
amo. Ya me veo compartiendo movidas juntos, en plan peliculero. Socios
inseparables. No importa que yo sea unos años menor que él; seré su hombre de
confianza.
Llegamos a urgencias. La sala está
atestada. Me pongo en la cola para dejar mis datos y que puedan atenderme. Él
me saca de ella y me dice que le siga. Nos hacemos hueco entre la gente hasta
llegar a un rincón. No tengo ni idea qué planea, lo único que sé es que no
quita ojo a una de las puertas que tenemos enfrente. Es entonces cuando me
sorprende con una petición.
-
Chaval,
quiero que te tires al suelo y la líes bien gorda.
-
¿Qué?
-
Ya
sabes tronco, igual que has hecho antes, cuando te has caído del monopatín ese.
No termino de entender. Antes de que
pueda negarme me agarra del brazo fracturado y lo retuerce con fuerza. Casi me
desmayo del dolor.
-
Escúchame
pringao, haz lo que te digo o te reviento la puta cabeza.
Veo por su cara que lo dice en serio. No
me queda otra que acatar sus órdenes. Me dejo caer al suelo y, entre
convulsiones y espasmos, finjo tener un ataque. La gente se arremolina a mi
alrededor. Aprovechando el alboroto, él se cuela dentro del cuarto que ha
estado controlando. Ahora lo comprendo todo y me doy cuenta de por qué se
ofreció a acompañarme. Soy un primo.
sábado, 15 de junio de 2013
viernes, 14 de junio de 2013
FOTOS DE SPANISH QUINQUI
Foto de Vicente Muñoz Álvarez
Foto de Pablo Gallo
Foto de Mario Crespo
Foto de Esteban Gutiérrez Gómez
Fotos de Velpister
ESQUINAS de PEPE PEREZA / PRÓXIMAMENTE EN EDICIONES LUPERCALIA
Título: Equinas
Autor: pepe pereza
Género: Relatos cortos
Editorial: Ediciones Lupercalia
ISBN: 978-84-939395-5-7
Pvp: 12,90 €
Pvp en la web: 9,90 €
Portada: Henry González
Ilustrado por:
Julia D Velázquez, Pedro
Espinosa, José Mª Lema, Pablo Gallo, Marina Hernáez, Luis F Sanz, Toño
Benavides, Enrique Cabezón, Valle Camacho, Gsús Bonilla, Andrés Casciani, Bruno
G Valencia, Óscar M. Salomón, Raúl Barbolla (LeRaúl), Velpister, Mónica Carretero,
Lady Marrana, Antonio Lorente, El niño de las pinturas, Mik Baro, Omar Figueroa
(Turcios).
Esquinas, un libro de relatos sobre mujeres: mujeres duras, mujeres
tiernas, mujeres apaleadas y humilladas, mujeres fuertes, mujeres-puta, también
sobre los hombres que les rodean. La condición humana al desnudo. Nada como el
sexo en carne viva para ver esa faceta en toda su patética extensión.
Ricardo
Moreno Mira
FRAGMENTOS
Su cuerpo acusaba la abstinencia con
calambres y espasmos, afortunadamente para ella su cliente interpretó que los
temblores obedecían a su rotunda virilidad.
Sus emociones eran una amalgama que iba
de la decepción más absoluta a la tristeza más dolorosa, pasando por el
disgusto, la ignominia y el enfado. Que a cada segundo que pasaba era más y más
evidente. Qué padre que se preciase de serlo no estaría cabreado al descubrir
que su hija era una fulana.
Al otro lado de la carretera había una
veintena de prostitutas que aguardaban la llegada de clientes. Su hermana
formaba parte del grupo. Su misión consistía en velar por su seguridad e
impedir que ningún cliente se fuera sin pagar. No es que le gustase hacer de
chulo de su propia hermana pero a falta de otro trabajo tenía que conformarse
con eso.
La Madame le había pedido que se
vistiese de sport y que no se maquillase. Por otro lado, la falta de maquillaje
y de un vestido provocativo donde escudarse la hacían sentirse más expuesta.
Algo así como un súper héroe sin disfraz.
jueves, 13 de junio de 2013
aMoremachine (POEMAS DE CLARADEHUEVO) - GSÚS BONILLA
La poesía de Gsús Bonilla
En estos tiempos alfabetos, en los que un apellido de
rancio abolengo literario es suficiente para encabezar listas, haya menoscabo o
no del arte que se presupone en ese apellido, en estos tiempos escriturales, en
los que conjugar correctamente verbos y predicados parece suficiente para
autodenominarse "escritor", resulta un placer redescubrir la
poesía.
Y no la poesía de los tuiters, no la poesía del
ingenio, no versos sabinosos, sino Poesía. Gsús Bonilla siempre tuvo algo de
esos poetas que se incrustan en la vida de cada cual: Miguel Hernández, Antonio
Machado, César Vallejo. Por ahí pulula Gsús, brillando tras sus poemas.
También lo han dicho ellos:
Gsús Bonilla escribe el español que le da la
gana, que para eso es suyo. Ni una concesión al preciosismo, al virtuosismo, a
la parodia que a menudo los poetas hacen de sí mismos.
Ainhoa Sáenz de
Zaitegui, El Cultural
Gsús Bonilla
toma en su obra una posición ética basada en la fraternidad, en el humanismo y
la ternura de una forma muy coherente, tanto desde el punto de vista ideológico
como estético.
Alberto García-Teresa
Sus versos modelan, a él, a su pasado y su herencia, a su futuro y su
legado, a los nadies que leemos sus poemas y salimos de ellos recompuestos,
juntos, más salvajes y más humanos. Haciendo el odio de tanto amor que nos
desborda.
Ana Pérez Cañamares
EL PIRÓMANO: imagíname
una noche deuda
lata y gasolina
sosteniendo
entre los dedos
–prendida–
una cerilla
consumiéndose
te encuentras mirando a la nada
como quien busca
un verso aceite para lámparas
antes
encendía un cigarrillo,
tienes ganas
de incendiarlo todo.
tu cabeza
se llena de imágenes
que no admiten más metáforas,
de dimes y diretes,
de enormes titulares y
tantas mentiras
que no acabas de ubicar
exactamente
el mundo en el que vives;
luego, hay, un par de verdades:
el precio del diario
y
su fecha de edición.
entre tanto desamparo
un bebé
clama comida
su llanto apremia
a una última calada
a aspirar con fuerza
el humo cáncer –siempre espeso–
del matorral en llamas
de un bosque
extinguiéndose…
no te diste cuenta
y
se ha quemado
la yema
de tu dedo
corazón
y
soplas
y
soplas
y
soplas.
aMoremachine [poemas de claradehuevo]
Gsús Bonilla
Prólogo: Ana Pérez Cañamares
Páginas: 74
ISBN: 978-84-940573-2-8
PVP: 9 €
Distribuye: UDL Libros
miércoles, 12 de junio de 2013
martes, 11 de junio de 2013
sábado, 8 de junio de 2013
viernes, 7 de junio de 2013
AGITADORAS Nº 44
AGITADORAS
Nº 44
CONTENIDOS
MISCELÁNEA
OPINIÓN
DUELOS
Y QUEBRANTOS
EL
CUARTO OSCURO
MÚSICA
LITERATURA
CREACIÓN
AMORAMACHINE (POEMAS DE CLARADEHUEVO) GSÚS BONILLA - EDICIONES ESCALERA
aMoremachine [poemas
de claradehuevo]
Gsús Bonilla
Prólogo: Ana Pérez Cañamares
Páginas: 74
ISBN: 978-84-940573-2-8
Gsús Bonilla
Prólogo: Ana Pérez Cañamares
Páginas: 74
ISBN: 978-84-940573-2-8
PVP: 9
€
Distribuye: UDL Libros
Distribuye: UDL Libros
aMoremachine
[poemas
de claradehuevo]
La
poesía de Gsús Bonilla
En estos tiempos alfabetos, en los que un apellido de
rancio abolengo literario es suficiente para encabezar listas, haya menoscabo o
no del arte que se presupone en ese apellido, en estos tiempos escriturales, en
los que conjugar correctamente verbos y predicados parece suficiente para autodenominarse
"escritor", resulta un placer redescubrir la poesía.
Y no la poesía de los tuiters, no la poesía del ingenio, no versos sabinosos,
sino Poesía. Gsús Bonilla siempre tuvo algo de esos poetas que se incrustan en
la vida de cada cual: Miguel Hernández, Antonio Machado, César Vallejo. Por ahí
pulula Gsús, brillando tras sus poemas.
También lo han dicho ellos:
Gsús Bonilla escribe el español que le da la gana, que para eso es
suyo. Ni una concesión al preciosismo, al virtuosismo, a la parodia que a menudo
los poetas hacen de sí mismos.
Ainhoa Sáenz de
Zaitegui, El Cultural
Gsús Bonilla toma en su obra una posición ética basada en la fraternidad, en
el humanismo y la ternura de una forma muy coherente, tanto desde el punto de
vista ideológico como estético.
Alberto García-Teresa
Sus versos modelan, a él, a su pasado y su
herencia, a su futuro y su legado, a los nadies que leemos sus poemas y salimos
de ellos recompuestos, juntos, más salvajes y más humanos. Haciendo el odio de
tanto amor que nos desborda.
Ana Pérez Cañamares
Gsús Bonilla (Don Benito, Badajoz, 1971). Ha publicado
los poemarios El Forro (Edición de autor, 2007); Ovejas esquiladas,
que temblaban de frío (Bartleby Ed, 2010) ; en 2011 Menú del día… a día
(Baile del Sol, 2011); Mi Padre, el rey (Ed. La Baragaña, 2012).
Sus poemas están recogidos en la antología El
tejedor en: … Madrid (L.U.P.I, 2010); y en libros colectivos, como Bukowski
Club, jam session de poesía 06-08 (Escalera, 2008); Heterogéneos (Escalera,
2011); Puta poesía (Luces de Gálibo, 2011); Viscerales (Ed. del
Viento, 2011) o Poemash (Vinalia Trippers, 2010, 11, 13).
Coordinador del libro colectivo Al otro lado del
espejo [Narrando Contracorriente] VV. AA. (Escalera, 2011). En 2013 se
implica con la editorial Ya lo dijo Casimiro Parker en el proyecto Disociados
[Antilogía].