EL
MILIKI
Me deslizo en el monopatín por el patio
abandonado que está en las traseras de la antigua fábrica de papel. Me he
empeñado en bajar por una rampa sin perder el equilibrio y hasta que no lo
consiga no voy a parar. Hace poco que practico y aún no domino del todo la
tabla. Como prueba, llevo codos y rodillas en carne viva. Estoy en esas cuando
El Miliki sale por la puerta del barracón. No hay macarra más peligroso y
curtido. La maldad se concentra en él hasta límites insospechados. Este tipo es
peor que El Torete, El Vaquilla y El Jaro juntos. Además, da más miedo por ser
del barrio y tener que vérmelas cara a cara con él.
-
¿Qué
coño haces aquí?
Me acojono y pierdo la concentración. El
monopatín choca con el bordillo y salgo volando por los aires. Aterrizo de
espaldas y me quedo sin respiración. Se acerca a mí. Quiere saber por qué he
entrado en el patio. Intento contestarle pero al faltarme el aire no puedo
hablar. Me ahogo. Por mucho que lo intento no puedo respirar. Tengo espasmos.
El riego sanguíneo no me llega al cerebro y empiezo a perder la visión. Justo
cuando creo que voy a palmarla consigo desbloquear la tráquea y una bocanada de
oxigeno me devuelve a la vida.
-
Joder
chaval, qué pedazo hostia te has comido ¿Has visto cómo tienes el brazo?
La mano izquierda me cuelga por encima
de la muñeca como si fuera de goma. No hace falta ser médico para saber que
tengo el hueso roto. Consciente de la fractura siento un dolor intenso y me
entran ganas de llorar. Me reprimo por estar él delante. Cuando se ofrece a
acompañarme al hospital no puedo creérmelo. De primeras pienso que está de
broma y quiere tomarme el pelo. Pero no, habla en serio. Me ayuda a levantarme
y nos ponemos en marcha. He de reconocer que estoy bastante cohibido. Su sola
presencia me intimida. Sin embargo, según atravesamos la barriada y nos
encontramos con algunos conocidos, me voy creciendo. Que me vean junto a él me
da prestigio. Me imagino que piensan que venimos de una pelea donde ambos hemos
estado luchado codo a codo contra un grupo de chusma peligrosa. A pesar de que
el brazo me duele a rabiar yo finjo indiferencia y me comporto como si fuera un
simple rasguño. Tengo que parecer un tío duro para ganarme su respeto. Al
cruzar la vía muerta saca un porro liado. Le da fuego y después de unas caladas
me lo pasa. Por el olor sé que es maría. Aspiro hondo y me lleno los pulmones
de humo. Por tratar de impresionarle me paso inhalando y termino tosiendo como
un principiante. Entre tos y tos quiero disculparme. Él no me lo toma en cuenta
y me da unas palmadas en la espalda para ayudarme a pasar el mal rato.
Tratándolo en persona no parece tan peligroso como lo pintan, incluso me
atrevería a decir que El Miliki es un tipo simpático. Si consigo hacerme su
colega nadie del barrio se atreverá a toserme. Bajo su protección seré el puto
amo. Ya me veo compartiendo movidas juntos, en plan peliculero. Socios
inseparables. No importa que yo sea unos años menor que él; seré su hombre de
confianza.
Llegamos a urgencias. La sala está
atestada. Me pongo en la cola para dejar mis datos y que puedan atenderme. Él
me saca de ella y me dice que le siga. Nos hacemos hueco entre la gente hasta
llegar a un rincón. No tengo ni idea qué planea, lo único que sé es que no
quita ojo a una de las puertas que tenemos enfrente. Es entonces cuando me
sorprende con una petición.
-
Chaval,
quiero que te tires al suelo y la líes bien gorda.
-
¿Qué?
-
Ya
sabes tronco, igual que has hecho antes, cuando te has caído del monopatín ese.
No termino de entender. Antes de que
pueda negarme me agarra del brazo fracturado y lo retuerce con fuerza. Casi me
desmayo del dolor.
-
Escúchame
pringao, haz lo que te digo o te reviento la puta cabeza.
Veo por su cara que lo dice en serio. No
me queda otra que acatar sus órdenes. Me dejo caer al suelo y, entre
convulsiones y espasmos, finjo tener un ataque. La gente se arremolina a mi
alrededor. Aprovechando el alboroto, él se cuela dentro del cuarto que ha
estado controlando. Ahora lo comprendo todo y me doy cuenta de por qué se
ofreció a acompañarme. Soy un primo.
Muy bueno Pepe, remite a los 70, desde luego, con tu actual dominio del skate, no hubieras tenido esos problemas. Un abrazo.
ResponderEliminarHoy El Miliki se hubiera quedado con la boca abierta viéndome manejar la tabla. jajaja
ResponderEliminargracias, Fifin
Muy Guapo!
ResponderEliminarPues sí, ahora entiendo la finalidad de tanto entrenamiento. Estos días, tus tablas están desarrollando otra técnica, la de la silla encima. Bueno, está bien quedarse sin tele de vez en cuando, para así leer un poco. Un beso, Pepe. Las esquinas del Bretón te echan de menos, y las de la Laurel ni te cuento. Mañana último almuerzo, invito yo. Aún estás a tiempo, si el tiempo no lo impide.
ResponderEliminarGracias Junanki.
ResponderEliminarTere, gracias a ti también. Un abrazo para los dos.