jueves, 6 de febrero de 2014

GALERÍA DEL CAOS - 26 - PEPE PEREZA

pepe pereza por Ángel González González
MAMÁ, DAME DINERO
J llevaba una de veinticinco; yo, tres duros. Entre los dos sumábamos un total de cuarenta pesetas. Era evidente que con eso no íbamos a poder pillar costo. Solo había una opción: pedirle dinero a mi madre. Claro que primero debíamos encontrar una excusa para justificar el préstamo. De camino pensamos en algunas. Era difícil dar con una que no hubiésemos utilizado ya. Además estaba el hecho de que ese mes mi madre ya me había prestado dinero en un par de ocasiones.
Mi madre estaba sola en casa, mi padre estaba trabajando y mis hermanas estudiando. Era el momento adecuado. Nada más recibirnos se olió el motivo de nuestra visita. De primera me advirtió que dinero no me iba a dar.

-        Pero mamá, lo necesito para…
-        No me interesa saber para qué lo necesitas. Búscate un trabajo y así podrás hacer frente a todos tus gastos.

¿Buscarme un trabajo? ¡Ni de coña! Desde que terminé la EGB no había hecho otra cosa que trabajar. Primero pasé cuatro años en un almacén de droguería aguantando a un jefe que era un hijo de puta. Un verdadero sádico con un único pensamiento en su cabeza: joderme la vida. Luego trabajé dos años más en Simago, hasta que fui reclamado por el ejército. Otro año de mi vida entregado por la cara a esos necios. En cuanto me licenciaron me dije que a partir de entonces sólo haría lo que yo quisiera, es decir, divertirme y vaguear. Llevaba más de un año sin dar un palo al agua, viviendo en una casa de alquiler compartida con dos amigos. Me las arreglaba con lo que ganaba actuando en un grupo de teatro alternativo, que todo hay que decirlo, no era mucho, y sobre todo, con lo que conseguía sacarle a mi madre.

-        Escúchame…
-        No quiero escucharte. Digas lo que digas no te voy a dar ni una peseta.
-        Pero mamá…
-        Ni peros ni nada. La semana pasada ya te di para no sé qué, la otra te di para no sé cuántos. Me paso la vida dándote.
-        Te prometo que este mes no te pido más.
-        Eso me dijiste la última vez.
-        Lo digo en serio. Me tienen que pagar unas actuaciones y no necesitaré más préstamos. Lo que pasa es que cobraré dentro de diez o doce días.
-        Si te buscases un trabajo como es debido.
-        Ya tengo un trabajo. Actúo en un grupo.
-        ¿A eso le llamas trabajo? Debería caérsete la cara de vergüenza.

Vergüenza la que me estaba haciendo pasar delante de mi colega. J se había quedado en el umbral de la puerta del salón y en todo momento trataba de mantenerse alejado de la conversación. Pensé en rendirme pero la expectativa de pasarme la tarde sin fumarme un porro me dio arrojo para insistir.

-        Por favor, mamá, necesito dinero. Con mil duros me vale.
-        ¿Cinco mil pesetas? Tú te crees que a nosotros nos regalan el dinero. Tu padre se pasa el día en la carnicería y yo no paro de hacer pantalones para la tienda de la esquina. Me estoy quedando ciega de tanto coser por las noches. Ya no puedo ni enhebrar la aguja…
-        Que te lo devuelvo en cuanto me paguen las actuaciones.
-        Te he dicho que no y es que no.
-        Lo necesito.
-        Si tanto lo necesitas encuentra un trabajo.
-        ¡Joder con el puto trabajo!
-        Claro, para qué vas a trabajar si es más fácil venir a pedirle dinero a tu madre.
-        No es eso. Tú te crees que me gusta venir a pedirte dinero cada dos por tres.
-        No sé si te gusta o no, el caso es que no paras de hacerlo.
-        Joder, cuando te pones en ese plan no hay forma de hablar contigo.
-        ¿En qué plan quieres que me ponga? Ya no eres un niño, es hora de que vayas sentando la cabeza y seas autosuficiente.
-        Por favor te lo pido. Déjame mil duros y…
-        No.
-        Por favor.
-        No.

Cogí el vaso que estaba sobre la mesa y lo estampé contra la pared. El agua que contenía salpicó las paredes y el sofá. Y un raudal de fragmentos de vidrio se esparció por toda la habitación. Mi madre palideció. Vi el miedo en sus ojos. Miedo de mí. De su hijo. Me sentí ruin y despreciable. Salimos de allí con los bolsillos vacíos. En la calle nos esperaba sol y aburrimiento.

Cogido del Blog de David González: http://ellenguajedelospunos.blogspot.com.es/

GRACIAS A DAVID Y A ÁNGEL.

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