Esquinas:
«Una muestra de escritura sobria y efectiva»
Alfredo Martín Gorriz 7 mayo, 2014
Todavía hoy, a las
alturas en las que estamos y todos con estos pelos, no se reconoce el género
literario de los anuncios por palabras dedicados a la prostitución; ni tan
siquiera como un género menor entre el haiku y el microrrelato. Nada. Pocas
posibilidades hay sin embargo de encontrar textos con tanta economía del
lenguaje, tan expresivos y tan propicios a la creación de términos, a
profundizar en la polisemia, en los dobles sentidos, en la sutil o menos sutil
ironía. Desde el clásico «complaciente» a los cada vez más habituales «lechera»
o «fiestera» (rima consonante) aplicados al mercado al alza de transexuales, la
riqueza de estos escritos mínimos se basa en la necesidad de fundir en poco
espacio una exposición suficientemente amplia a la par que descriptiva y
atrayente. Lástima que al estar relacionados con una profesión tan antigua como
despreciada participen en cierto modo de ese mismo desprecio. En ocasiones se
pueden encontrar ahí pequeñas joyas escondidas entre tantos avisos
costumbristas o sencillamente repetitivos. A pocas cosas se le suele echar
tanta imaginación como a los asuntos de alcoba. Y más si son de pago.
Las Esquinas de Pepe Pereza (Ediciones
Lupercalia) hacen referencia a los viejos
lugares de trabajo donde antaño tenían su oficina las personas a las que con
eufemismos pasados de moda no hace mucho se las llamaba «mujeres que fuman».
Este término podría recuperarse al adquirir el tabaco de nuevo —a causa de la
prohibición y la persecución sanitaria— connotaciones de rebeldía que parecían pérdidas.
La colección de cuentos empieza precisamente con un catálogo de los mencionados
anuncios por palabras. Esta enumeración bien puede servir de reflejo de lo que
vamos a encontrar, un nutrido «inventario» de modos muy diversos de acercarse a
la prostitución.
Resulta quizá
complicado adentrarse en este mundillo tan manoseado por libros y películas. El
mérito del autor es dirigirse a él de forma directa, sin adornos ni intentos de
crear nuevos caminos no transitados. Al presentar estas historias de forma
sencilla, sin alharacas ni falsos rodeos, consigue un efecto de cierta
autenticidad que se nota desde el principio. Hay camioneros y chulos. Hay putas
en los polígonos. Hay hombres deformes en busca de la primera experiencia. Hay
familias que se enfrentan a la prostitución de la madre. O padres que se
enfrentan a la prostitución de la hija. Hay maltratos, palizas, navajas. Hay
borrachos en bares. Hay productores de cine con pocos escrúpulos. Incluso hay
mujeres que acuden a los periódicos para poner un anuncio por palabras.
De entre estos cuentos
de planteamiento voluntariamente tópico, se extrae no obstante eso que el poeta Tomas Tranströmer resumía como un principio: «el arte de
ser atropellado conservando el amor propio». Los personajes aguantan los
embates de la vida fortaleciéndose gracias a ello, o bien se topan con golpes
brutales de los que extraen enseñanzas útiles sobre los demás o acerca de sí
mismos. Y ese aprendizaje no tiene por qué acarrear necesariamente
informaciones agradables ni sobre otros ni sobre ellos. El ambiente marginal,
la pobreza, apenas deja más resquicios para respirar que la lucha interior,
estando la «exterior» perdida de antemano. Desde los descubrimientos infantiles
hasta el último deseo de algunos ancianos, Esquinas hace repaso a algunos combates
cotidianos ambientados en el mundo de la prostitución.
Si, como decíamos, la obra aborda
muchos lugares comunes con plena intención, es mérito del escritor no caer en
ningún momento en lo manido. Lejos de eso, Pepe Pereza se muestra como un
cuentista muy hábil para captar la extensión justa de los relatos. Nada sobra
en ellos y concluyen en el momento adecuado para dejar al lector cavilando.
Esta virtud, que en teoría deberían tener todos aquellos que aborden este
género, no resulta sin embargo tan habitual ni, como en este caso, tan precisa.
Aunque el principal mérito del autor está en el ritmo de su escritura y en su
naturalidad. Consigue una constante fluidez en la narración sin que falte ni
sobre nada. La voluntad de estilo de Pepe Pereza es una aparente falta de
estilo que aplicada a cualquier trabajo se alabaría por su profesionalidad. La
sobriedad, la claridad, la exactitud, casan perfectamente con la aspereza e
incluso crueldad de los temas tratados, también con el tipo de esperanza que
arrojan. Los cuentos de Esquinas sin
duda son un buen resumen de la condición humana y una muestra de escritura
sobria y efectiva.
Cada capítulo, por cierto, va
ilustrado por uno de los más de veinte dibujantes (1) cuyas
señas se incluyen en un índice al final del libro. Estas ilustraciones apoyan
al texto y contribuyen sin duda a profundizar en el ambiente que consigue
generar el conjunto de todos los relatos de manera eficaz.
Notas a pie:
(1) Henry González, Julia D.
Velázquez, Pedro Espinosa, José María Lema, Pablo Gallo, Marina Hernáez, Luis
F. Sanz, Toño Benavides, Enrique Cabezón, Valle Camacho, Gsús Bonilla, Andrés
Casciani, Óscar M.Salomón, Raúl Barbolla, Velpister, Mónica Carretero, Bruno G
Valencia, Mariana Chiesa, Omar Figueroa Turcios, Anotnio Lorente,
elniñodelaspinturas y Mik Baro.
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