Me escuecen los tímpanos de
escuchar villancicos. Ocho horas al día con la misma tortura. Obligado a llevar
este maldito disfraz que apesta a sudor. Odio las navidades…
- Pepe ¿eres tú?
Conozco esa voz. En su día esa voz
tuvo el poder de otorgar felicidad o infligir el castigo más cruel. Es la
voz de Angélica, mi ex pareja. Lo último que quiero es que me vea de esta guisa.
Demasiado tarde para esconderme. La tengo delante y es imposible escabullirme.
-
¿Qué haces disfrazado de Papá Noé?
Hace mucho que no coincidíamos.
Más de dos años. Está guapísima. Por el contrario, yo voy hecho un fantoche.
Siento tanta vergüenza que por un momento no me importa llevar barba y peluca
postiza para ocultar lo abochornado que estoy.
-
Estás muy gracioso vestido así.
Ahora mismo me gustaría que me
tragase la tierra. Intento guardar la compostura y mostrarme seguro de mí
mismo. Claro que es más fácil pensarlo que hacerlo. Angélica me dice que ha
venido a pasar unos días con la familia y que está comprando unos regalos para
ellos. Luego me presenta al tipo que está a su lado.
-
Es mi novio.
No me había fijado en él. Ahora
que lo hago veo que es el típico tío sacado de una revista de moda. De inmediato
siento celos. Para terminar de rematarla me entero que es médico. Angélica hizo
bien plantándome. Estoy tan cortado que no sé qué decir. La situación me supera
y no encuentro las palabras adecuadas. Los pelos de la peluca se me meten en
los ojos y el bigote de la barba deja hebras sintéticas enredadas en mi lengua.
No paro de sudar y me cuesta mantener la mirada mientras hablamos.
-
¿Terminaste aquella novela?
No, joder. Ese tema no lo quiero
tocar, menos aquí y vestido como un payaso.
-
Sigo con ella.
Angélica comenta a su novio que
soy escritor. No sé dónde meterme. Aun así trato de mantenerme firme y mostrar
aplomo.
-
¿Te han publicado algo?
Será hijo puta. La pregunta va
con sorna.
-
No. Todavía no. Pero hay una editorial que está
interesada en unos relatos que les he enviado.
Se nota a la legua que les estoy
metiendo una trola.
-
¿Y de qué van?
-
Bueno… no sé qué decir. Van de… de varios temas.
El tío me mira con recochineo,
haciéndome ver que no se ha tragado ni una palabra de lo que he dicho. Me
gustaría romperle los dientes. Machacarle esa dentadura perfecta.
-
¿Y la novela de qué va?
El cabrón se ríe de mí. Trago
saliva y le planto cara.
-
Va de lo estúpida que es la gente.
-
Me imagino que serás un experto en el tema.
Vuelve a sonreír con prepotencia.
Me encantaría partirle la boca, aunque puestos a ello lo más seguro es que me
la partiese él a mí. El tío está cachas. Apuesto a que levanta pesas en el
gimnasio. Soy un estúpido por darle coba. Para no alargar el encuentro Angélica
se despide de mí alegando que tienen prisa y que deben continuar con las
compras. Los veo alejarse por el pasillo de congelados. Seguramente van
comentando lo patético de la situación. De pronto me vengo abajo. Dejo la sala
y entro en los vestuarios. Me encierro en el servicio y enciendo un cigarro. Está
prohibido fumar, pero me da igual. Estoy harto de ser un puto fracasado. Por
qué acepto empleos de mierda. Por qué me degrado de este modo. Por qué me
empeño en escribir cuando todo indica que no tengo talento. Me pregunto por qué
no puedo ser una persona normal con un trabajo normal y una vida normal. Acabo
el cigarro y salgo del baño. Dejo la peluca y demás en la taquilla, me cambio
de ropa y abandono el centro comercial.
SE RUEGA SILENCIO (Fragmento de la novela)
SE RUEGA SILENCIO (Fragmento de la novela)
No hay comentarios:
Publicar un comentario