EL
MERODEADOR según JULIO CÉSAR ÁLVAREZ
El
Merodeador, un clásico underground
Regresa
El Merodeador a por lo que le pertenece. Este pequeño librito re-editado por la editorial ACVF (la edición original de Baile del
Sol es prácticamente inencontrable) encierra algunos de los relatos más
inteligentes, sensitivos y maduros que ha dado la literatura independiente
nacional de la mano de Vicente Muñoz. Acercarse a El Merodeador es hacerlo a
toda una tradición de la literatura que él conoce tan bien, la de la angustia,
el miedo atávico y el dolor de existir. Así su desnudo parece el de todos, sus
heridas abiertas parecen las nuestras y la cosa acaba por ser una comunión profunda
entre los hombres que, en el fondo, es para lo que sirve la literatura (si es
que sirve para algo, que no importa).
Reivindico
como receptor y apasionado lector esta colección introspectiva de relatos
fantasmales que es El Merodeador. Aquí aparecen fragmentos de Pavese, de su
adorado Bernhard, Pessoa o el mismísimo Cervantes, confirmando esa impresión
que tuve de adolescente de que la verdadera literatura se parece mucho a la
vida, por no decir que es la propia vida. Eso lo sabe a la perfección el bueno
de Vicente Muñoz, que ha hecho de la literatura su residencia habitual, su
lugar de esparcimiento y sufrimiento (siempre dice que esto de escribir es una
carrera de fondo que desgasta mucho las zapatillas), ese espacio extraño donde
ver reflejados nuestros propios espectros y la mejor/peor cara de nosotros
mismos (que es la que interesa de verdad a las palabras, pues ya se sabe que
son ellas las que nos utilizan a nosotros y no al contrario).
El
padre del underground leonés se convierte aquí en un autor centroeuropeo que
crea un sustrato divergente, una educación sentimental con el futuro y lo
eternamente joven y arriesgado, un diálogo igualitario con nuestros temores más
escondidos y que solemos esconder bajo capas de autoengaño. Evidenciando (una vez
más) que la literatura es un eterno contrato de sangre con el diablo, una
enfermedad de difícil cura. Aunque ya se sabe, la eternidad sólo sonríe cómoda
ante los valientes. Normal pues que siempre firme con V, V de victoria, claro
está.
Julio
César Álvarez, del blog Respirar descontento.
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