martes, 31 de octubre de 2017

SE RUEGA SILENCIO - CAPÍTULO 6

Nada más abrir la puerta, quedo envuelto en una compacta niebla de partículas de escayola. En el piso de enfrente, los obreros están lijando el yeso que cubre las paredes. La maquinaria eléctrica que utilizan es de una estridencia insufrible. La polvareda que levantan es comparable a una tormenta de arena. Corro escaleras abajo aguantando la respiración hasta que salgo a la calle.
Desde que empezaron las reformas en el piso de al lado, es decir, hace tres días, me paso las horas deambulando por las calles. En casa no se puede estar. El ruido que hacen es insoportable. Estoy obligado a vagar de aquí para allá como un sin techo que no tiene dónde ir. Haciendo tiempo para que los obreros terminen su jornada.
Después de mucho andar encuentro una plazoleta rodeada de jardines. Parece un buen sitio. Me siento en uno de los bancos. Aquí el silencio es casi absoluto. Algunas hojas secas son desplazadas por la brisa. Al arrastrarse por el suelo emiten un suave carraspeo. Los pájaros cantan en los árboles. Se distingue el rumor de una fuente y el zumbido ocasional de alguna mosca. Todos estos sonidos armonizan perfectamente con el silencio del entorno. Es más, lo acentúan y complementan. Dos mariposas vuelan en un duelo de espirales. Las sigo con la mirada hasta que desaparecen por encima de los tejados. Al fondo, un grupo de gorriones se enzarzan en una acalorada disputa por un trozo de pan que termina llevándose una paloma. La ley del más fuerte. Justo en ese momento una ráfaga de viento impulsa una lata vacía, haciéndola rodar por todo el recinto. Finalmente se detiene junto al bordillo de uno de los jardines. Es un privilegio poder gozar de este sosiego. Después de estar soportando el escándalo de las obras, esta quietud me parece un regalo. Siento el sol sobre mi cabeza, adormeciéndome. Me recuesto en el banco y dejo que, poco a poco, se vayan cerrando los ojos…
Me despierto sobresaltado. Por lo visto, alguien ha explotado un petardo a mis pies. Huelo la pólvora quemada y distingo la quemadura que ha dejado la detonación en la madera del banco. Los culpables: tres chavales que, entre risas, corren calle abajo. Noto el corazón golpeándome el pecho y un pitido agudo en los tímpanos. Aún quedan varias horas hasta que pueda volver a casa. Desde esta mañana no he comido nada. Me dirijo a mi súper favorito. Al entrar hago lo que todos los días, es decir, cojo una cesta y recorro los pasillos. Mi intención es hacerme con ciertos alimentos que pueda devorar en los ángulos muertos, donde estoy libre de las miradas de las cámaras de seguridad. Pero hoy, el encargado de la tienda me sigue allá donde voy. Por mucho que lo intento no consigo quitármelo de encima. Vaya donde vaya ahí está él. Me rindo. Dejo la cesta y salgo de la tienda con un lamento en las tripas. Así no puedo seguir. Tengo encontrar un trabajo.

domingo, 29 de octubre de 2017

SE RUEGA SILENCIO - CAPÍTULO 5

Portada de PEDRO ESPINOSA

Detrás de los párpados sueños que no acertaría a explicar. De golpe: una radial. Al punto: un taladro. Abro los ojos. Son las nueve y diez de la mañana. El ruido retumba por la habitación haciendo vibrar las paredes.
A través de la mirilla veo que en el piso de al lado han empezado a hacer obras. Del interior sale una nube de polvo acompañada del ruido demencial de las máquinas. Por las escaleras suben dos obreros cargando sacos de arena y cemento. Lo meten dentro de la vivienda y bajan a por más. Da la impresión de que las obras van para largo. Hasta ahora los únicos pisos habitados eran el mío y el de abajo. Según parece, alguien se va a mudar al de enfrente. Regreso al dormitorio para vestirme. El segundero del despertador sigue sincronizado con el de mi reloj de muñeca. Me gusta que sea así. Tengo hambre. Nico maúlla al otro lado de la puerta. Él también tiene hambre. La situación no puede ser peor. Debería hacer caso a mi madre y encontrar un trabajo. Algo temporal que me haga salir de esta ruina. Aquí no se puede estar por culpa del ruido. Me preparo para salir. Antes rebusco por la casa hasta que consigo juntar unas pocas monedas, las justas para un café.
En la cafetería pido un cortado. La camarera se gira hacia la cafetera y aprovecho para darle un repaso con la mirada. Tiene un culo perfecto. Además, sus vaqueros de cintura baja dejan a la vista la goma roja del tanga. El abuelo que está a mi lado se ha quedado con la jugada.
-Si yo tuviera tus años, ten por seguro que al final del día esa preciosidad estaría entre mis brazos.
Le creo. A pesar de su edad, conserva un brillo juvenil en la mirada. La camarera me trae el café. El anciano se dirige a ella y adoptando una pose de galán de la vieja escuela le pregunta:
-Guapa ¿qué tengo que hacer para que te cases conmigo?
Ella se ruboriza. Antes de que pueda contestar, el vejete se anticipa y le dice:
-No respondas, ya pensaré en algo.
Dicho esto, deja un billete sobre la barra señalando su bebida y la mía. Sin esperar el cambio me guiña un ojo y se dirige a la salida. Antes de desaparecer me lanza tres palabras.
-A por ella.
La camarera, aún ruborizada, se aparta para meter el dinero en la caja registradora. Quiero seguir el consejo del abuelo, pero hay algo en el ambiente que me dice que no me moleste. Quizás sea el polvo que se acumula encima de las botellas o la luz grasienta del sol, puede que la voz del ciego que grita desde la esquina: últimos números para hoy.

viernes, 27 de octubre de 2017

SE RUEGA SILENCIO - CAPÍTULO 4

Llaman al timbre.
-Hijo, abre, que soy yo.
Mi madre es la última persona a la que quiero ver. Le abro la puerta. Carga con cuatro bolsas llenas de comida que trae para mí.
-Ya estás fumando esa basura.
-Mamá, no empecemos que no estoy de humor.
Le cojo las bolsas y las dejo en la cocina.
-          Te llamé para felicitarte por tu cumpleaños, pero tenías el móvil apagado.
En realidad lo tengo sin saldo.
-Traigo la boca seca ¿Dónde tienes los vasos?
Le señalo una de las puertas del armario. La abre y coge uno de los vasos. Antes de llenarlo se da cuenta de que tiene una mancha.
-Está sucio.
-Pues coge otro.
-¿Dónde guardas el detergente?
-Mamá, no lo friegues. Coge otro.
-No me importa, de verdad. Dime dónde está el detergente.
-Te digo que cojas otro vaso, joder.
Al final, bebe agua con el que tiene en la mano. Pasamos al salón. Mi madre obliga a Nico a bajarse del sofá. Luego saca un pañuelo, lo extiende en el cojín y se sienta sobre él.
-Con ese humo no puedo respirar. Haz el favor de abrir las ventanas.
Las abro.
-Seguro que eso que fumas lo has pagado con el dinero que yo te presto y que nunca me devuelves.
Me jode que haga mención a los préstamos.
-No sé cómo puedes vivir así.
-Mamá, no estoy de humor.
-Te pareces a tu padre. Él tampoco sabía ser feliz.
Me mantengo callado y fumo echando el humo por la ventana. En la calle, un coche que está aparcado en doble fila impide el paso a un camión de reparto. El camionero toca el claxon. Nadie acude. Los coches se van amontonando a lo largo de la calzada. Una sinfonía de bocinas se une a la del camión. Es una locura. Me fijo en los conductores. Se reconcomen en sus asientos agarrando con fuerza el volante. Al cabo de unos minutos, aparece el dueño del coche que está aparcado en doble fila. Se puede ver en la cara de los conductores el odio que le guardan. Al fin, el tráfico se restablece y vuelve la tranquilidad. La voz de mi madre me trae de vuelta a la habitación.
-Deberías buscarte un trabajo.
-No lo necesito.
-¿Y de qué piensas vivir? ¿De mis préstamos?
Voy a la cocina, cojo las bolsas de comida que ha traído, las llevo al salón y las arrojo por la ventana. Mi madre se queda muda. No puede creerse lo que acabo de hacer. Se levanta, guarda cuidadosamente el pañuelo en el bolso y abandona la vivienda sin decir palabra. Desde mi posición la veo salir del portal. Se detiene a recoger la comida que he tirado. Varios paquetes han reventado y su contenido está esparcido por la acera. Algunos viandantes la miran al pasar. Ella no les presta atención. Se limita a seleccionar lo salvable y el resto lo echa en un contenedor de basura. Después cruza la carretera y desaparece al doblar la esquina. Sobre la acera queda una mixtura de leche, yemas de huevo y yogur. Un cuadro abstracto que cada uno interpreta a su manera.

DEL FONDO - VICENTE MIÑOZ ÁLVAREZ & ANDRÉS CASCIANI

El túnel del horror que describe “Del fondo” no es el túnel de la bruja de un parque de atracciones con sus trampantojos ingenuos, charadas sangrientas y sustos de salón. Es un pasadizo involutivo y mutante que conduce interminable, como una pegajosa cinta de Moebius secretada por el putrefacto ano del universo, a los misterios más oscuros de la creación, a lo que se esconde tras la fachada temblorosa y llena de grietas de eso que llamamos ingenuamente realidad. Con Vicente y su doliente pueblo elegido, viajan también monstruosidades orgánicas vivas o no-muertas, criaturas de pesadilla surgidas de la coyunda bestial entre El Bosco y Lovecraft, Brueghel y Giger, Goya y Charles Burns, gloriosamente retratadas por las no menos visionarias y alucinadas ilustraciones de Andrés Casciani.
Jesús Palacios

DEL FONDO
Vicente Muñoz Álvarez & Andrés Casciani 
Prólogo por Jesús Palacios
Epílogo por Pablo Malmierca
Producciones Vinalia Trippers


jueves, 26 de octubre de 2017

SE RUEGA SILENCIO - CAPÍTULO 3

A última hora de la tarde he comprado un despertador de doble campana. Voy a normalizar mi horario. Madrugar. A ver si de esta forma consigo escribir con cierta regularidad. Al llegar a casa, me he dado cuenta de que, tanto las agujas como el segundero del despertador, coinciden exactamente con el de mi reloj de muñeca. Es una buena señal. Si quiero madrugar es mejor que me acueste pronto. Pongo el despertador a las ocho en punto. Mientras llega el sueño, trato de hacerme una idea global de la narración. De golpe, la imaginación se dispara. De la nada surgen multitud de imágenes, situaciones, diálogos y dramas. Me emociono con el flujo de ideas mientras los capítulos se amontonan en la cabeza. Cuando quiero darme cuenta, son las tres de la madrugada.
A las ocho suena el despertador. Apenas he pegado ojo. Salir de la cama me cuesta un tremendo esfuerzo. Estoy atontado y me duele la cabeza.
Después de desayunar, tomo asiento frente al ordenador. Me pregunto a dónde han ido a parar todas esas ideas que anoche se amontonaban en mi cabeza. Ahora mismo, ninguna de ellas se presta a ser escrita. Se me cierran los parpados. Joder, tengo el cerebro embotado y me muero de sueño. Me fijo en la pared que tengo enfrente. Sobre todo en las manchas de nicotina y humedad. Según repaso los contornos, estos se adaptan a mis pupilas y termino reconociendo en ellos siluetas de animales. Empiezo a teclear:
Esta casa se degrada día a día. Es un piso viejo, destartalado, que un amigo me prestó para que viviese en él hasta que encontrase algo mejor. De eso hace dos años…
Me atasco. Ha sido un breve arrebato que no compensa el madrugón. Me acerco a la ventana. En la calle, el ajetreo de la mañana. Es una escena que siempre me deprime. Hay algo en las primeras horas de un día laborable que las hace inherentes al desánimo. Vuelvo a tomar asiento frente al ordenador. Quiero seguir con lo escrito pero soy incapaz de añadir una palabra. Miro la hora: las nueve y trece. Me pregunto si los segunderos siguen coincidiendo. Para comprobarlo entro en el dormitorio. Coinciden. Me dejo caer en la cama y me arropo con la colcha. Es una buena señal, me digo.

GEORGE SAUNDERS - LIBROS DE RELATOS



CRUCES
George Saunders (Estados Unidos, 1958)

Todos los años, después de la cena de Acción de Gracias, mi padre sacaba el disfraz de Santa Claus y lo arrastraba hasta una suerte de cruz metálica que había levantado en el jardín. Nosotros formábamos una piña detrás de él y le seguíamos hasta que colocaba allí el disfraz. Durante la semana previa a la Super Bowl, la cruz lucía un jersey y el casco de Rod, y si este quería coger el casco, primero tenía que pedirle permiso a mi padre. El cuatro de julio, la cruz se convertía en el Tío Sam; el Día de los Veteranos, era un soldado; y en Halloween, un fantasma. Aquella cruz era la única concesión de mi padre a las fiestas. Por lo demás, no nos permitía sacar de la caja más de un lápiz de cera a la vez; una Nochebuena le gritó a Kimmie por desperdiciar un trozo de manzana; cada vez que nos poníamos kétchup, lo teníamos a él encima diciendo «Vale, vale, ya basta»; y en las fiestas de cumpleaños había magdalenas en lugar de helado. La primera vez que llevé allí a una cita, la chica me preguntó: ¿Qué es lo que pasa con tu padre y ese poste?, y lo único que pude hacer fue quedarme sentado pestañeando tontamente.
Con el tiempo, Kimmie, Rod y yo nos marchamos, nos casamos, tuvimos hijos y vimos florecer también en nosotros una semilla de mezquindad. Mientras tanto, mi padre empezó a vestir la cruz de forma cada vez más compleja y siguiendo una lógica apenas perceptible. El Día de la Marmota le puso una especie de abrigo de piel y colocó un foco para asegurar la sombra. Después de un terremoto que sacudió Chile, la tumbó y pintó una grieta en el suelo con un aerosol. Cuando mi madre murió, disfrazó a la cruz de Muerte y colgó del travesaño fotos de ella cuando era un bebé. Siempre que pasábamos por allí, encontrábamos amuletos extraños de su juventud dispuestos en torno a la base del poste: medallas del ejército, entradas de teatro, sudaderas viejas o tubos de maquillaje de mi madre.
Un otoño pintó la cruz de amarillo, la cubrió de algodón para proporcionarle abrigo ese invierno y le aseguró descendencia cruzando seis palos de madera y clavándolos a martillazos en diversos puntos del jardín. Tendió cuerdas entre la cruz grande y las tres pequeñas y pegó en ellas, utilizando cinta adhesiva, fichas de archivo en las que pedía disculpas, admitía errores y rogaba comprensión, todo con una caligrafía frenética. Colgó de la cruz metálica un rótulo en el que había escrito AMOR, hizo otro en el que escribió ¿ME PERDONAS?, y murió en el vestíbulo con la radio encendida. Poco después le vendimos la casa a una pareja joven que arrancó todo aquello y lo dejó en la calle el día de recogida de basura.

miércoles, 25 de octubre de 2017

SE RUEGA SILENCIO - CAPÍTULO 2

Esta casa se degrada día a día. Es un piso viejo, destartalado, que un amigo me prestó para que viviese en él hasta que encontrase algo mejor. De eso hace dos años. La vivienda está ubicada en el segundo piso del edificio nº1 de la calle Oviedo, cerca de la estación de autobuses. Un inmueble de tres plantas que comparto con un matrimonio que vive en el primero. El resto de los pisos están vacíos. El que habito no tiene agua caliente ni calefacción. Carece de ducha y de cualquiera de las comodidades que posee una casa normal. No me quejo, no pago alquiler. Tampoco gasto en electricidad, ya que al ser una casa antigua, el contador está dentro de la vivienda y lo tengo trucado.
Me vine aquí con el propósito de escribir una novela. Iluso de mí. Aparte de unos vanos intentos, lo único que he hecho en todo este tiempo es vaguear y colocarme. Miro a mi alrededor y me deprimo. Con el sol dando de lleno en las paredes quedan en evidencia las grietas, los desconchones, las manchas de nicotina y las huellas secas de humedad. La podredumbre se clava en las pupilas. Me asomo a la ventana. La tarde luce bonita. De nada sirve encerrarme si las palabras no acuden. Por otro lado, sé que lo que busco solo lo voy a encontrar dentro de mí, muy dentro, en las profundidades de mi ser. Llegar tan hondo, tan abajo, requiere esfuerzo. Para ello necesito arañar, escarbar, hurgar. Meter la mano y arrancar los sentimientos como si fueran las vísceras de un pescado. Ahora mismo estoy harto de mirarme las tripas y ver solamente el color de la hiel. Es triste pasar las horas, los días, los meses, incluso años, delante de un papel en blanco. Desperdiciando una vida entera en ello.


domingo, 22 de octubre de 2017

SE RUEGA SILENCIO - CAPÍTULO 1

Logroño. 17 de julio de 1999. Hoy cumplo treinta y cinco años. No hay felicitaciones. No las necesito. Yo tampoco acostumbro a felicitar a nadie.
Estoy sentado frente a la lavadora. Observo cómo el tambor da vueltas a toda velocidad en el programa de centrifugado. No tengo otra cosa mejor que hacer que contemplar la carcasa de poliuretano transparente. Un cíclope de pupila veloz con el que mantengo una lucha de miradas. La fuerza centrífuga ha hecho de las prendas una masa compacta y multicolor que gira y gira precipitadamente dejando un vórtice en el centro. Pasan los minutos y sigo hipnotizado por el movimiento constante de los círculos concéntricos. Permanezco atento sin nada que me distraiga. Giros y más giros. Ziung-ziung-ziung-ziung… Ahora, el ojo de buey es un agujero negro, mejor aún, un gran remolino en medio del océano. Ziung-ziung-ziung-ziung-ziung… Un ciclón. Un huracán. Ziung-ziung-ziung-ziung… El movimiento va decelerando. Zi-ung… zi-ung… zi-ung… z-i-u-n-g… El programa de lavado ha acabado. Poco a poco el tambor deja de rotar hasta que se detiene. Llaman al timbre. Es el Culebras. Dice que tiene prisa, que no puede quedarse porque debe atender a otros clientes. Le pago con mis últimos ahorros y se va. Me quedo a solas con las moscas.
El humo denso, pegajoso y dulzón entra en mis pulmones. Mientras, el sol dibuja rectángulos en las paredes. El salón se va llenando de humo y jazz. Louis Armstrong, hace sonar su trompeta, Ella Fitzgerald, pone la voz. Hachís y jazz. La mezcla me lleva a dobles dimensiones y universos alterados. Paz, sosiego y espirales de humo… Tendría que escribir. Llevo semanas sin hacerlo. Debería ponerme a ello. Agarrar lo que llevo dentro y sacarlo fuera, plasmarlo. Decir que estoy harto, que no puedo más, que me hundo y no sé hacia dónde tirar. Cortázar decía: Siempre hay que mirar hacia adelante. Yo prefiero mirar hacia dentro. En lo más profundo de mí es donde están las palabras. Las mías. Me pongo frente al teclado y escribo:
Logroño. 17 de julio del 1999. Hoy cumplo treinta y cinco años. No hay felicitaciones. No las necesito. Yo tampoco acostumbro a felicitar a nadie. Estoy sentado frente a la lavadora. Observo cómo el tambor da vueltas a toda velocidad en el programa de centrifugado. No tengo otra cosa mejor que hacer que contemplar la carcasa de poliuretano transparente. Un cíclope de pupila veloz con el que mantengo una lucha de miradas…
Hace demasiado calor. El bochorno se pega al cuerpo como una segunda piel, asfixiándome. Es mejor fumar y dejarse llevar por el razonamiento de la pereza. Louis toca la trompeta, Fitzgerald canta y yo fumo. Cada uno a su tarea. Cada cual con su instrumento. Siento ese letargo especial. El tiempo se detiene dentro de la habitación mientras el mundo exterior sigue con su frenético avance. Entra Nico. Va directamente a tumbarse en el centro del sofá. El gato se estira y deja la cabeza colgando. Tal vez, debería escribir sobre él. Incluso Burroughs escribió un libro sobre gatos. Pero no, prefiero seguir fumando. 

DEL FONDO - VICENTE MUÑOZ ÁLVAREZ & ANDRÉS CASCIANI - VINALIA TRIPPERS PRODUCIONES

La nueva joya de nuestra corona, de la mano de Producciones Vinalia Trippers, pronto en la Tierra:

DEL FONDO

El túnel del horror que describe “Del fondo” no es el túnel de la bruja de un parque de atracciones con sus trampantojos ingenuos, charadas sangrientas y sustos de salón. Es un pasadizo involutivo y mutante que conduce interminable, como una pegajosa cinta de Moebius secretada por el putrefacto ano del universo, a los misterios más oscuros de la creación, a lo que se esconde tras la fachada temblorosa y llena de grietas de eso que llamamos ingenuamente realidad. Con Vicente y su doliente pueblo elegido, viajan también monstruosidades orgánicas vivas o no-muertas, criaturas de pesadilla surgidas de la coyunda bestial entre El Bosco y Lovecraft, Brueghel y Giger, Goya y Charles Burns, gloriosamente retratadas por las no menos visionarias y alucinadas ilustraciones de Andrés Casciani.
Jesús Palacios

DEL FONDO
Vicente Muñoz Álvarez & Andrés Casciani

Prólogo por Jesús Palacios
Epílogo por Pablo Antonio García Malmierca

Producciones Vinalia Trippers

http://mividaenlapenumbra-vinaliatrippers.blogspot.com.es/2017/10/vinalia-trippers-presenta.html

https://vinaliaplan9espacio.blogspot.com.es/2017/10/del-fondo.html?spref=fb

JEAN GENET



Algunas de sus obras:

Autobiografía
Diario del ladrón (1949)

Novelas
Santa María de las Flores (1944)
El milagro de la rosa (1946)
Pompas fúnebres (1947)
Querelle de Brest (1947)

Teatro
Las criadas (1947)
Severa vigilancia (1949)
El balcón (1956)
Los negros (1959)
Los biombos (1961)
"Elle (1989)
"Splendid's (1993)
"Le bagne" (1994)

Poesía
El condenado a muerte (1942)
"La Galère" (1944)
"Chants secrets" (Le Condamné à mort, Marche funèbre), L'Arbalète, Décines (Lyon), 1945.
"Un chant d'amour" (1946)
"Le Pêcheur du Suquet" (1946)

viernes, 20 de octubre de 2017

jueves, 19 de octubre de 2017

PRÓXIMAMENTE EN DIRTY WORKS: FURTIVOS de TOM FRANKLIN

DIRTY WORKS se complace en presentarles el primer libro de relatos de TOM FRANKLIN, FURTIVOS, un viaje a los condados boscosos que se extienden entre los ríos Alabama y Tombigbee, la zona baja de Alabama, frondosa, verde y llena de muerte.

«Con esta colección de maridos lamentables, colegas inútiles y matrimonios desgastados, es como si el autor hubiese secuestrado a los personajes de RAYMOND CARVER y los hubiese dejado a su suerte en el Sur Profundo.»
NEW YORK TIMES BOOK REVIEW 

Preventa con regalo exclusivo aquí: 

domingo, 15 de octubre de 2017

BANDERAS

Que yo recuerde nunca he enarbolado una bandera. No me gustan, ninguna de ellas. Pero si tuviera que elegir una sería ésta: la foto que tomó de la Tierra la Sonda Cassini al pasar junto a Saturno. Un diminuto punto de luz que apenas se distingue en medio del negro infinito. Esa sería mi bandera, una que no ensalce la grandeza de nada, todo lo contrario, que nos recuerde constantemente lo pequeños que somos.

pepe pereza

jueves, 5 de octubre de 2017

"CON CUERPO DE TINTA" UN ESPACIO RADIOFÓNICO CAPITANEADO POR JOSÉ ÁNGEL DE DIOS

(Dibujo de David Sánchez)

Aquí tenéis el primer programa de "Con cuerpo de tinta", un espacio radiofónico de La veu d'Ondara dedicado al cómic y a la literatura.
En este primer programa, entrevistamos al autor de cómic David Sánchez, hablamos de "Se ruega silencio" de Pepe Pereza y analizamos "Rebelión en la granja" de George Orwell.