miércoles, 24 de noviembre de 2010

RELATO

LA SUICIDA
Los faros encendidos del vehículo iban devorando las líneas discontinuas del asfalto, abriéndose un hueco en la espesa oscuridad de la noche. Por los altavoces del coche sonaba la versión que Radiohead hizo del mítico tema de los Pink Floyd: “Wish You Were Here”. Laura subió el volumen y siguió conduciendo por la autopista. Un par de lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Al escuchar el tema no pudo evitar echarse a llorar, quizás porque esa canción le traía un aluvión de recuerdos y no todos eran gratos. Pisó el acelerador un poco más. Las lágrimas siguieron brotando y al mezclarse con el rímel de sus pestañas dejaron un rastro negruzco en su cara, parecido a dos minúsculas carreteras. Se cruzó con un coche que le dio las largas e hizo sonar repetidas veces su claxon. Laura continuó conduciendo como si nada, absorta en sus pensamientos, llorando con cada acorde. Recordó el día que Miguel le regaló el CD que estaba escuchando. Fue dos semanas antes de que se matase en un accidente.
Laura había bebido demasiado. Además se había tomado un puñado de tranquilizantes y la mezcla no le estaba sentando muy bien. Pisó un poco más el acelerador. La aguja del cuentakilómetros subió a ciento sesenta. Laura no hizo caso del cuentakilómetros, ni siquiera se fijó en él. Ella sólo miraba al frente, a esa oscuridad perpetua levemente mancillada por los faros de su coche, a ese negro absoluto que era un fiel reflejo de su estado emocional. La música y las lágrimas seguían fluyendo al igual que el dolor y la desesperación. La letra de la canción decía: “Ojalá estuvieras aquí”. Laura lloraba más y más. Cada nota de la canción era una puñalada que le recordaba que Miguel estaba muerto, que nunca más tendría sus besos, sus abrazos… que ya nada merecía la pena. Se cruzó con otro coche que también le puso las largas e hizo sonar insistentemente su claxon. Laura conducía en sentido contrario. Dos coches más la esquivaron e hicieron todo lo posible para advertirla de su error, pero ella seguía inquebrantable por el carril que había hecho suyo, como un proyectil homicida impulsado hacía un futuro incierto. Avanzando en la dirección equivocada, decidida a terminar cómo en un guión de cine, saltando por los aires en una gran bola de fuego que apagase con su luz la noche entera.

® pepe pereza

3 comentarios:

  1. Si por sus altavoces hubiera sonado la versión verdadera, la de Pink Floid, a esta muchacha no le hubiera sucedido más que un buen trayecto en coche disfrutando del pilotaje y de la noche.
    No siempre las segundas partes fueron.
    Perdona, Pepe, pero es un tema que me trae tanto... , en Trevi, por la luna, viéndose la noche,... que no soy capaz de imaginarlo versionado.
    Aun así demos gracias que el loro del coche no tuviera imágines y sólo escuchara el audio, porque si a la vez que conducíera fuera viendo a esa pobre viejecita incapaaz de mover su carrito por la ciudad, las lágrimas de Laura hubieran sido del tamaño de una Autovía.
    Un gran abrazo, y enhorabuena por el barkito, aunque a mí el otro me gustaba mucho, también.

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  2. No es buena mezcla el alcohol, las pastillas, la velocidad, y las lágrimas, sobre todo las lágrimas para conducir.
    La tristeza no deja ver nada más que la tristeza.

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  3. JE, JE, JE. FIFO ERES UN PUTO CRETINO.
    NOS VEMOS

    BLETISA, LA TRISTEZA ES MÚ MALA.
    BESAZO ENORME

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