Eduardo se parecía a Robert De Niro. De hecho, si los hubiesen presentado como hermanos gemelos, nadie hubiera dudado, porque su parecido era asombroso. Pero Eduardo no encajaba en esos ambientes porque él era un vagabundo resentido con el lujo y el buen vivir. Su vida se reducía a vaciar cuantas más botellas mejor, dormir la mona y luego seguir bebiendo. Siempre estaba metido en peleas de borrachos, ya fuera por defender su territorio en un banco del parque o su parcela de barra en un garito. Había pasado tantas veces por urgencias que allí todo el mundo le llamaba por su nombre, mejor dicho, por su apodo: De Niro. Eduardo se había aprendido algunas frases de las películas de Robert De Niro y las interpretaba imitando sus gestos y voz, mejor dicho, la voz del doblador, porque Eduardo no sabía inglés. Cuando veía algún bebedor con la cartera llena, se le acercaba y le hacía una de sus imitaciones. Con un poco de suerte, le sacaba unos euros que inmediatamente invertía en alcohol. Otras veces eran los propios clientes los que le incitaban:
- ¡Eh! Deniro, por qué no te arrancas con una de las tuyas.
Y Eduardo iba, les hacía una de sus imitaciones y los clientes agradecidos, le invitaban a uno o dos tragos. El tiempo fue pasando, y por el rostro de Eduardo parecía que hubiese pasado dos veces. El alcohol, la mala vida y las peleas le fueron degradando física y mentalmente. Debido a una infección de encías, fue perdiendo dientes. Luego, se rompió la nariz al caerse por unas escaleras y a los pocos meses, le vaciaron un ojo de un botellazo. Ya no se parecía en nada a Robert De Niro, la gran cantidad de cicatrices y golpes recibidos le habían deformado tanto el rostro que cuando hacía sus imitaciones ya nadie reconocía al actor en él y no le veían la gracia. Le siguieron llamando DeNiro, más que nada, por la fuerza de la costumbre aunque muy pocos se acordaban de que hubo un tiempo en el que se pareció asombrosamente al gran actor. Un día apareció tirado en un callejón con cinco puñaladas. Parecía la escena final de uno de esos films sobre mafia italiana en los que De Niro siempre era el protagonista
- ¡Eh! Deniro, por qué no te arrancas con una de las tuyas.
Y Eduardo iba, les hacía una de sus imitaciones y los clientes agradecidos, le invitaban a uno o dos tragos. El tiempo fue pasando, y por el rostro de Eduardo parecía que hubiese pasado dos veces. El alcohol, la mala vida y las peleas le fueron degradando física y mentalmente. Debido a una infección de encías, fue perdiendo dientes. Luego, se rompió la nariz al caerse por unas escaleras y a los pocos meses, le vaciaron un ojo de un botellazo. Ya no se parecía en nada a Robert De Niro, la gran cantidad de cicatrices y golpes recibidos le habían deformado tanto el rostro que cuando hacía sus imitaciones ya nadie reconocía al actor en él y no le veían la gracia. Le siguieron llamando DeNiro, más que nada, por la fuerza de la costumbre aunque muy pocos se acordaban de que hubo un tiempo en el que se pareció asombrosamente al gran actor. Un día apareció tirado en un callejón con cinco puñaladas. Parecía la escena final de uno de esos films sobre mafia italiana en los que De Niro siempre era el protagonista
Este creo que lo colgaste hace un tiempo ¿verdad?
ResponderEliminarMe gusta, sobre todo el final cortante.
Un abrazo.
Javi, amigo, se nota que tienes buena memoria. Efectivamente lo colgué hace algunos meses. Lo que estoy escribiendo últimamente son relatos de varios folios y no van bien para el blog por su extensión, así que tiro de relatos más breves, aunque ya hayan sido publicados.
ResponderEliminarGracias por tus palabras.
Abrazo.
Gran texto, ese Eduardo murió sin pena ni gloria; por cierto gran final, muy bueno. Suerte.
ResponderEliminarMis respetos a Eduardo, por muchos motivos, pero especialmente por su desprecio al lujo y al buen vivir, eligió su vida y actuó en consecuencia. A toda esa gente que decide consumir sus días pidiéndo para paliar su dolor, mis más sinceros respetos, las prefiero a los encorbatados que creen indigno pedir y nos roban para saciar su avaricia. En paz descanse, De Niro y todos los que fueron tan honracos como él.
ResponderEliminarMuy buen relato.
Nos vemos.
Chapeau! Este es uno de mis favoritos, Pepe. Te lo dije la primera vez que lo colgaste y ahora reitero mi admiración. Me ENCANTA.
ResponderEliminarbeso narcótico.
C.
Me encanta recuperar, tirar de la memoria, me ha sabido muy bien este reencuentro.
ResponderEliminarArrumaco pasado por agua.
excepcional tío, yo también lo leí hace meses, pero no te dije lo que te digo ahora, de niro es uno de los mejores actores y más camaleónicos que ha existido en la historia del cine, y este buen relato le hace más grande.
ResponderEliminarMagnífica historia. Eduardo "Deniro" es de esos personjes que se te quedan clavados por la gran ternura que despiertan. Y no es que haya mucha en el tipo de vida que lleva, ni en lo que cuentas, Pepe. La hay en lo que omites. En lo el lector puede llegar a pensar. Las preguntas que se hace al respecto de qué circunstancias le habrán llevado a esa vida.
ResponderEliminarEl final es redondo.
Un beso.
Lo leí en Groenlandia y me encantó, es genial. Enhorabuena, estás en un momento dulce. Escribe, escribe, escribe...
ResponderEliminarPEPE, ESTE FINAL FUE EL MEJOR ACTUADO POR EDUARDO, NO TUVO DOBLAJE.
ResponderEliminarME GUSTA.
TE ABRAZO AMIGO
Basurero Usurero, te doy la bienvenida a tu casa. Y muchas gracias por unas palabras tan amables. Espero que sigamos viéndonos por aquí.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mercedes, a mi también me atraen los perdedores, mucho más que los ganadores que siempre terminan aburriéndome.
Besazo
Carla, mi niña, siempre que apareces me llenas de alegría. Ojalá estuvieses más cerquita.
Besazo y cuídate.
Bego, corazón, nuestros reencuentros siempre son valorados por mí.
Besazo.
Ángel, amigo, no sé si Deniro estaría de acuerdo, me refiero a eso de que el relato le hace más grande. Aun así te lo agradezco. Eres todo un amigo.
Abrazo
Luisa, lo oculto siempre es más fascinante que lo que está a la vista. Muchísimas gracias por el comentario.
Besazo.
Thornton, últimamente no escribo mucho. Las navidades me han dejado totalmente vacío. Espero que sea temporal.
Abrazo.
No lo tuvo, abuela, sólo hablaron las navajas y la sangre.
Como me gustan tus visitas.
Besazo