jueves, 22 de septiembre de 2011

PÉGAME

Estabas desbocada, montada sobre mí, echándote hacia atrás, gimiendo y gritando. Yo me dejaba hacer, disfrutando de tu ímpetu. Con la pasión que ponías aquello no iba a durar mucho más. Ambos estábamos preparados para el tramo final. Entonces dijiste algo que me desconcertó.

- Hazme daño, por favor… Insúltame.

Era la primera vez que me pedías una cosa así. ¿Hacerte daño? ¿Cómo? ¿Por qué? Decenas de preguntas se atascaron en mi cabeza. Me sentí como un niño que no sabe el camino de vuelta a casa.

- Hazme daño.
- ¿Cómo?
- Pégame.
- ¿Dónde?
- En el culo.

Extendí la mano y con la palma abierta golpeé tus nalgas.

- Más fuerte.

Te di más fuerte. Aquello empezaba a no gustarme.

- Más fuerte.
- No me pidas eso.
- ¡PÉGAME, PÉGAME!

Parecía que te hubieses vuelto loca, movías la pelvis como un tren de alta velocidad. Echaste la cabeza hacia atrás de manera que fueras a vomitar un demonio y me clavaste las uñas en el pecho.

- Joder, tía. Eso duele.
- Fóllame como a una puta.
- Nunca he follado con ninguna.
- No hables, sólo pégame.

Abofeteé tus nalgas hasta que, por fin, llegaste al orgasmo y te desplomaste sobre mí. Sudabas, tu pelo estaba mojado y lo tenías pegado a la cara.

- Ha sido genial. De los mejores.

No supe qué contestar. Por un lado me alegraba de que aquello hubiese acabado y por otro estaba insatisfecho por no haber podido correrme. Me sentí confundido, muy confundido. Tuve ganas de preguntarte cosas, pero en mi cabeza todo era un lío. Te echaste a un lado, te encendiste un cigarro y cuando le diste unas caladas me lo pasaste. Entonces, viste los arañazos que me habías hecho en el pecho.

- Cariño, si estás sangrando.
- Culpa tuya.
- Lo siento, pero es que cuando me follas así me vuelvo loca.

Te devolví el cigarro y salté de la cama.

- Ahora vuelvo.

Salí del dormitorio y me encerré en el baño. Aun tenía la polla tiesa. Miré la erección reflejada en el espejo. Recordé todo lo sucedido momentos antes en la cama y comencé a masturbarme. Me vi follando contigo. Me pedías que te pegara. Yo obedecía y golpeaba tus nalgas. Me rogabas que te pegase más fuerte y así lo hice. Te insulté y te golpeé mientras te follaba como a una cerda… Eyaculé en el lavabo. Me lavé y esperé a que la polla se desinflara.
Regresé al dormitorio. Me tumbé en la cama junto a ti y te di un cachete en el culo.

- ¡Ay!

Me miraste con el ceño fruncido, reprochándome la acción.
¿¿¿Quién entiende a las mujeres???

® pepe pereza (Del libro “Amores breves”)

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