Días
muertos,
de muerte lenta,
de ruido metálico.
Días de
frío, de espera,
de
aguantar bobos.
Días de
jefes y encargados.
Días
tardos de relojes
parsimoniosos y crueles.
Días de
fabrica, días de sudor,
días
grises, interminables.
Días
por obligación, días sin suerte,
días en
el infierno.
Días de
trabajo mal pagado.
Días de
fabrica,
días
sucios, de monos sucios,
de
manos sucias, días mugrientos.
Días
cansados,
días de
hablar de fútbol.
Días de
puta fabrica,
días
que solo muerden,
días
tristes, días sin vivir,
días de
ocho horas,
días de
madrugones y cambios de turno.
Días de
fabrica,
días de
muermo, de rabia.
Días de
callarse la boca, días prostituidos ,
días de
diario, laborables.
Días de
lunes por la mañana,
días de
contar días,
de tachar números en el calendario.
Días de
fichar, días de bocadillo,
de
veinte minutos de almuerzo.
Días
malos, días sin sol,
días
negros, de miedo,
días de
despido, días de cinco días...
Días de
fabrica
Días de
fabrica
Días de
fabrica
Días de fabrica
Días de
puta fabrica.
Los
niños gritan en la calle,
las
mujeres abrigadas ocultan sus formas,
el
invierno escupe con rabia en sus caras.
Los
albañiles meten su eterno alboroto
en mi
casa prestada; aquí prisionero de mí mismo,
aletargado,
confuso, drogado.
Los
coches escapan hacia algún lugar,
los pájaros
se posan en la ventana de otro,
los
niños que lloran no son de mi sangre.
El
ladrido del perro despierta al gato
y yo
cautivo constante
cansado
de lo mismo, harto.
La
vecina picotea el techo
con sus
tacones afilados,
las
cañerías carraspean oxidadas,
el
polvo se expande por encima de todo
y yo
secuestrado voluntario
agarrado
a lo establecido, impotente.
La
grasa resbala por los azulejos de la cocina,
la cama
esta fría,
la ropa
colgada en el patio sin luz,
la
nevera hueca,
una
araña trepa por la pared
y yo
encadenado a las miserias de siempre.
Un avión sobrevuela los tejados
escapando
de esta ciudad dormida
y yo
recluso con pijama de rayas.
Los
obreros cargados de vino
salen
de la taberna con los rostros duros,
los
pakistaníes discuten en el locutorio,
una
mujer carga con sus lagrimas en una maleta
camina
arrastrando los pies hacia la estación de autobuses.
Todo el
mundo huye a otro lugar, escapando
y yo
atado a mí mismo
como el
hormigón que retiene el cadáver
en el fondo del río,
como
una losa en el cementerio,
como un
café que se enfría.
estremecedor arco del pernoctar fuego a medio llegar al olvido y sigue la mecha, siento como va mordiendo la sombra, proyectando esa fragua que debajo de los pies...
ResponderEliminarinspirador leerte, acompaña a los putos días.. como coñac