miércoles, 10 de abril de 2019

CABINAS TELEFÓNICAS


Por aquel entonces, Óscar, Ojeda y Joaquín, usaban los excrementos de perro que encontraban por la calle, pero éstos no terminaban de ajustarse a sus propósitos. Para ello requerían zurullos con una textura más adaptable. Después de discutirlo decidieron que lo mejor era usar la propia mierda. Quedaban al salir del colegio y lo primero que hacían era pasarse por la zapatería del barrio para pedirle al dependiente una caja de zapatos vacía. Luego lo echaban a suertes y el que perdía entraba en los baños de algún bar para llenar la caja con el contenido de sus tripas. Llegados a ese punto, buscaban una cabina telefónica. Con ayuda de un palo untaban tanto el micrófono del teléfono como el altavoz. Hecho esto, solo tenían que alejarse a una distancia prudencial y discretamente sentarse a esperar. La diversión estaba asegurada.

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