lunes, 6 de abril de 2009

EL BOSQUE (corte V)

Desde que se encontró la caña había ido a pescar todos los días. Pero, con la que había caído la noche anterior, lo mejor era permanecer dentro de la tienda, al calor del saco de dormir. Conservaba algo de pescado y no era necesario salir. Afuera todo estaba cubierto de nieve y hacía un frío del demonio. Buscó en su mochila la bombona del camping gas para comprobar si aún le quedaba algo de combustible. Al hacerlo se encontró con la cartera de bolsillo. Llevaba ahí todo ese tiempo, con su documento de identidad, su carné de conducir, algo de dinero y un par de fotos. La cogió y dudó si abrirla y mirar en su interior. Sabía que si la abría los recuerdos volverían a su cabeza y no estaba seguro de si era eso lo que quería. Finalmente la abrió. Allí estaba ella, su mujer, durmiendo en una cama cualquiera. La foto se la hizo él durante unas vacaciones en Barcelona. Ambos habían viajado hasta la Ciudad Condal para superar una pequeña crisis matrimonial. Aquella noche habían hecho el amor. Después, él salió al balcón a fumarse un porro. Cuando, de nuevo, entró en la habitación del hotel, ella se había quedado dormida. La vio tan hermosa que no pudo evitar sacar la foto. No es que fuera una buena foto, no, la luz no era la adecuada y el encuadre no era bueno, aún con esas era su preferida. La sacó de la cartera y la fue rompiendo en pequeños trozos. Luego siguió haciendo lo mismo con los documentos. Mientras hacía añicos el contenido de la cartera, los recuerdos le llevaron a su bar favorito y a la compañía de su mejor amigo. Ambos estaban tomando unas cervezas junto a la barra. Apenas habían hablado en toda la velada, simplemente se limitaban a estar allí, vaciando jarras de cerveza. En un momento dado, él se arrancó con unas palabras.

- Necesito una pistola. – dijo.
- ¿Una pistola? – preguntó su mejor amigo con cara de no haber entendido bien.
- Sí, una pistola.
- ¿Y se puede saber para qué coño necesitas tú una pistola?
- Eso es cosa mía.
- ¡Joder, tío! Últimamente estás muy… raro. ¿Qué problema tienes?
- No, no tengo ningún problema. Solo que necesito un arma. ¿Puedes ayudarme a conseguir

una?

Su mejor amigo se echó a reír, como si le estuviera gastando una broma.

- Hablo en serio. ¿puedes o no ayudarme a conseguir una?- insistió él.
- Pero… ¿Tú quién te has creído que soy?
- Estoy seguro de que cualquiera de esos tipos que te venden la coca te podrían ayudar a

encontrar una.
- ¿Esos niñatos? Tú estás loco, tío. Esos son unos camellos de poca monta.
- Tal vez ellos conozcan a alguien.
- Me parece que tú has visto muchas películas. Para tu información te diré que esto no es

América.
- Te estoy pidiendo un favor. Si yo pudiese agenciarme una, ten por seguro que no te lo

pediría.
- ¡Joder, macho! Es que pides unas cosas…
- ¿Vas a ayudarme o no?
- Está bien. No te enfades… Déjame que pregunte por ahí y tal vez pueda hacer algo. Pero

no te aseguro nada…

Un ruido que provenía de fuera de la tienda lo sacó de sus recuerdos y le hizo ponerse alerta. Parecía como si algo estuviese merodeando por el campamento. Escuchó claramente las pisadas en la nieve. Abrió la cremallera de la tienda y asomó la cabeza fuera. El merodeador era un lobo desnutrido que buscaba algo que llevarse a la boca. El animal al verle salió corriendo con el rabo entre las patas. Cuando el lobo se perdió en la espesura blanca del bosque, él se dio cuenta de que llevaba la navaja en la mano, lista para atacar…

Continuará.

3 comentarios:

  1. Esto esta muy, pero muy interesante... Me tienes en pascuas,je,je, y nunca mejor dicho...

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  2. Sí que se pone interesante sí. Me gusta tu manera de narrar las cosas.

    (Yo no hubiese abierto la cartera: si te deshaces de todo, te deshaces de todo. Volver atrás en esos casos siempre es malo).

    Un saludo!!

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