jueves, 28 de febrero de 2013

LA MANZANA

(Ilustración de AÍDA GARCÍA CORRALES)


Después de cenar, se puso a ojear el periódico. Todo eran malas noticias: atentado en no sé dónde, guerras por allí, masacres por allá… En fin, lo de todos los días. Pasó unas cuantas hojas al azar y leyó: Desarticulada una red de pederastas que operaba desde…

-        A esos pervertidos habría que castrarlos a todos - dijo con desprecio sin terminar de leer el titular.
-        ¿Decías algo? - preguntó su mujer desde la otra habitación.
-        Digo que a esos cabrones había que cortarles la polla a todos.

Dejó el periódico a un lado, no quería que se le indigestara la cena. Eligió una de esas revistas del corazón que compraba su mujer. Se paró a leer una entrevista que le hacían a un ex novio de una cantante que fue famosa en los años setenta y que ahora vivía de pasear sus antiguos éxitos, obesidad y cursilería por todas las televisiones del país. Las preguntas de la entrevista se centraban  principalmente en temas esotéricos:

-        Pregunta: ¿Qué opina usted sobre los espíritus, el poder de la mente y todo lo esotérico en general?

-        Respuesta ex: Yo no creó en esas chorradas, porque no son más que chorradas. Es más, desconfío de todo aquel que crea en esas mariconadas. Esa gente está vacía y no tienen de qué hablar, por eso se inventan esas cosas. ¿Poder de la mente? ¡Me cago en el poder de la mente! Se empieza con eso y un día te sorprendes a ti mismo mirando fijamente a una manzana mientras intentas hacerla levitar. Toda esa chusma son unos  ladrones...

Después de cenar le gustaba comer fruta, por eso tenía una manzana delante. Sabía que era una tontería intentarlo, pero por probar no perdía nada. Miró la manzana fijamente, concentrándose en su imagen, diciéndose a sí mismo que tenía que moverla con su mente. Estuvo así durante un minuto, concentrándose en la manzana. Apretó con fuerza los dientes, cerró los ojos y  dijo para sí:

-        Te voy a hacer bailar.

Se escuchó un ruido seco, como una detonación amortiguada. Abrió los ojos. La manzana había desaparecido. No estaba ni encima ni debajo de la mesa. No sabía qué pensar. De pronto, algo cayó encima de la revista que aún sostenía en sus manos. Era un pegote verdiblanco parecido a la mermelada. Miró al techo y allí estaba. La manzana estaba pegada, mejor dicho, espachurrada junto a la lámpara. De poco le da un ataque. ¿Cómo había llegado la manzana hasta ahí? ¿Había sido él con su poder mental?... Llamó a gritos a su esposa, que planchaba unas camisas dos habitaciones más allá. Cuando acudió, le mostró lo que quedaba de la manzana. Le contó cómo había sucedido, le dio todo tipo de detalles: cómo se había concentrado, cómo se le ocurrió la idea, lo de la entrevista, lo del ex de la cantante… Absolutamente todo. La buena señora no se creyó ni una palabra. Simplemente se limitó a mirarle como si estuviera loco. Luego le recordó que no estaban para gastos inútiles, lo caro que salía contratar a un pintor, que buscara trabajo, que pasaba todo el día en casa tumbado a la bartola, que era un vago... De golpe, una idea brilló en su cabeza. Si lo había conseguido una vez ¿Por qué no intentarlo de nuevo? Sabía que su mujer pesaba mil veces más que la manzana, pero aun así, decidió intentarlo. La miró fijamente, dejando su mente en blanco. Apretó con fuerza los dientes y se dijo:

Te voy a hacer bailar…

miércoles, 27 de febrero de 2013

CORTOS EN LOS QUE ACTUÉ HACE AÑOS


LIBRE INDIRECTO – JUANJO GIMÉNEZ

MAXIMA PENA – JUANJO GIMÉNEZ
 
DIARIO DE UN VAMPIRO – PEPE PEREZA
 

martes, 26 de febrero de 2013

EL RECOGEPELOTAS

Manuel García Armas se dedicaba a la política, pero su verdadera vocación era el fútbol. De no ser por una grave lesión que tuvo en la rodilla cuando era joven, se hubiera consagrado de pleno a su deporte favorito. Fue un hábil delantero que sabía regatear en el área sin perder los nervios ni el control del balón. Además tenía puntería con el gol. Durante tres temporadas seguidas fue el pichichi de la segunda división. Todos los entrenadores que tuvo le auguraron un futuro brillante, pero la grave lesión le apartó de los terrenos de juego para siempre. Más tarde se metió en política. Eso sí, siempre que le era posible acudía al palco del Bernabéu para animar a su equipo. Ese día jugaba contra el F. C. Barcelona. En ese partido se iba a decidir la liga. Todos estaban ansiosos por saber el resultado final. Ganaba el Barça por cero a tres y tan solo se llevaban jugados treinta minutos de la primera parte. Mal lo tenían los de la capital. Todos los aficionados que llenaban el estadio no perdían ojo de cada jugada, todos excepto Manuel García Armas. Manuel ignoraba lo que ocurría en el terreno de juego. Toda su atención estaba puesta de uno de los recogepelotas. Su curiosidad se debía a que había advertido una extraña cualidad en él. Parecía como sí el chaval supiese de antemano por donde iba a salir la pelota porque cuando eso sucedía, ahí estaba él esperándola para devolverla al césped. Luego en lugar de regresar a su zona y sentarse a esperar, el chaval  acudía directamente a un lugar específico del campo y allí se quedaba parado. Al poco tiempo la pelota salía por donde él se había situado. Así una y otra vez. Aunque Manuel era un gran entusiasta de los encuentros entre el Madrid y el Barça no podía apartar la vista del chaval. La cabeza de Manuel no paraba de analizar hipótesis que explicasen su habilidad premonitoria. La única posibilidad era que el chaval tuviese acceso directo a un futuro inmediato. Fuese lo que fuese aquello no era normal. Entonces pasó algo que sólo Manuel pudo apreciar: el recogepelotas hizo un gesto contenido de celebración. Manuel no supo a qué se debía hasta que pasaron unos segundos y el R. Madrid metió un gol. Manuel ni siquiera lo celebró, estaba tan estupefacto que no pudo. ¿Cómo era posible anticiparse a los hechos?  Eso dentro de los límites de la ciencia no tenía ninguna lógica. Así fueron pasando los minutos hasta que el árbitro pitó el final del primer tiempo. En los descansos Manuel tenía por costumbre acercarse al bar a tomarse una copita de Torres 5, pero en esta ocasión prefirió quedarse donde estaba, vigilando al recogepelotas. Aprovechando que tenían el campo para ellos solos, los recogepelotas saltaron al césped y se pusieron a intercambiar pases con un balón. El chaval no parecía distinto a sus compañeros, sin embargo, Manuel intuía que sí lo era, que había algo en él que lo hacía especial y único. Sintió ganas de abandonar el palco y bajar al césped para hacerle infinidad de preguntas: ¿cuál era el secreto de su don, cómo lo había adquirido, le venía dado de nacimiento o, por el contrario, era algo que había potenciado una y otra vez hasta dominarlo de una forma natural?... Pero justo en ese momento, árbitros y jugadores salieron de nuevo al campo, dando por inaugurado el segundo tiempo. Al igual que en el primero, el chaval seguía anticipándose a todas las salidas del balón. A aquellas alturas del partido Manuel tenía claro que el recogepelotas adivinaba el futuro, por eso cuando le vio apretar los puños y dar un par de pequeños saltos de satisfacción supo que enseguida llegaría el segundo gol del Madrid. Y así fue. Esta vez Manuel sí  lo celebró, aunque sin demasiado entusiasmo porque ya lo había hecho de forma contenida unos instantes antes, con el recogepelotas. Se sintió privilegiado, podía anticiparse al futuro por medio del chaval y eso le gustó. Si pudiese utilizarlo en la política estaba seguro de que su carrera despegaría de manera fulgurante. Si el chaval podía adivinar por dónde iba a salir una pelota, ¿por qué no iba a ser capaz de adivinar los resultados de una votación? Ese pensamiento le abría las puertas de sus ansiadas metas, del éxito y de lo que era más importante, del poder. Con ese chaval a su lado la presidencia del país estaba al alcance de su mano. Justo cuando le estaba dando vueltas a esta idea, sucedió algo que le puso los pelos como escarpias. El recogepelotas estaba a lo suyo y de repente se giró y miró directamente al palco donde estaba Manuel. Durante unos segundos que parecieron eternos, ambos se miraron fijamente. Manuel estaba aterrado, no podía moverse. De haber podido, hubiera abandonado el palco de inmediato. Sintió cómo la mirada del chaval penetraba en su mente cómo un escáner de rayos X, apropiándose de sus más íntimos pensamientos. Manuel se considero violado. A partir de ese momento el chico dejó de anticiparse a los hechos y se comportó como lo haría cualquier recogepelotas. Manuel salió del Bernabéu un cuarto de hora antes de que finalizase el partido. Ya no le importaba si el Madrid ganaba o no la liga, lo único que deseaba era llegar a casa, meterse en la cama, taparse la cabeza con la almohada y sacarse el miedo del cuerpo.

lunes, 25 de febrero de 2013

LA LLAMADA


Sonó el teléfono. Contesté.

-        Dígame.
-        ¿Tendrías un hijo conmigo?
      -        ¿Quééé?

A ella le hizo mucha gracia mi reacción. Escuché sus carcajadas a través del auricular.
Llevaba sin tener noticias suyas desde que se fue a vivir al extranjero. Hacía tiempo que fuimos pareja. Fue una relación con momentos buenos y otros malos, como la mayoría de las relaciones. Yo supe desde el principio que el compromiso no duraría, más que nada por la diferencia de edad, por aquel entonces ella acababa de cumplir los dieciocho y tenía todo un mundo por descubrir, yo pasaba de los treinta y dos y estaba de vuelta de todo. No me equivoqué, al año y medio nos decíamos adiós. Ahora ella me llamaba para pedirme un hijo. La vida es un mal chiste, pensé.

-        Sí, un hijo.
-        ¿Hablas en serio?
-        Totalmente.
-        Joder, tía. Estás como una cabra…
-        No tendrías que responsabilizarte de él. Lo único que tendrías que hacer es poner tu semillita.
-        Mi semillita.
-        Sí, tu semillita.
-        ¿Y de qué manera la pondría?
-        La habitual en estos casos.
-        O sea, que echándonos un polvo.
-        ¡Qué poco romántico eres!
-        ¡Ah! Encima tiene que ser un polvo romántico.
-        Hombre, es para engendrar un bebé, qué menos que un poco de romanticismo.
-        Ya sabes que a mí me gustan más esos de aquí te pillo aquí te mato.
-        Está claro que contigo no se puede hablar en serio.
-        Entonces, ¿Lo dices de verdad? ¿No bromeas?
-        No, no bromeo. Te lo estoy diciendo muy en serio.

La idea de volver a acostarme con ella me atraía, y mucho, pero eso de dejar mi semilla dentro no terminaba de convencerme. Me encendí un cigarro para templar los nervios.

-        ¿Y por qué me eliges a mí? Estoy seguro de que conoces a machos más capacitados.
-        ¿Te refieres a tipos con la polla más grande?
-        No, joder. Me refiero a que no soy ni demasiado inteligente, ni demasiado atractivo. Mis genes son de lo más normalillos.
-        Creo que te he elegido porque eres buena persona.
-        ¿Quieres tener un hijo conmigo sólo porque soy buena persona?
-        Supongo que sí.
-        También soy un vago y no paro de fumar porros.
-        Lo he tenido en cuenta.
-        Y aun así me has elegido.
-        Ya ves que sí.
-        No sé si sentirme halagado.
-        Tan sólo te pido un poco de esperma.
-        ¿Y si no te quedas embarazada a la primera?
-        Pues habrá que intentarlo de nuevo.
-        No te niego que la idea me atrae.

Me atraía y mucho. De hecho, estaba deseando volver a estar dentro de ella. Aspiré del cigarro con ansía.

-        Ja, ja, ja… Eres un cretino que sólo piensa en follar.

Al escucharla  decir la palabra “follar” tuve una erección instantánea. Como siempre, mi polla se anticipaba a mi cerebro. Apagué el cigarro, me bajé la cremallera del pantalón y comencé a toquetearme.

-        Añade a la lista que soy un egoísta que sólo piensa en su propio bienestar.
-        También eso lo he tenido en cuenta a la hora de valorar.
-        ¿Y aun con esas me sigues eligiendo? Empiezo a pensar que no tienes mucho donde elegir.
-        Que te crees tú eso. Sabes que estoy buenísima y podría hacérmelo con cualquiera que yo quisiera.

Efectivamente, ella era muy hermosa. De hecho, años atrás participó en un concurso de Miss España.

-        Entonces… Lo tienes claro, lo ser madre.
-        Tengo la edad adecuada y además me apetece. He sentido la llamada de la maternidad. Toda mujer termina sintiéndola tarde o temprano.
-        Cambiará tu vida completamente.
-        Mi vida necesita un cambio urgentemente.
-        ¿Y tendría que desplazarme hasta allí o vendrías tú?
-        Podríamos quedar a mitad de camino. No sé… por ejemplo en París. ¿No crees que sería súper romántico?
-        ¿París?
-        Sí… Qué pasa ¿no te gusta?
-        Me va a salir caro tu hijo.
-        ¡Qué dices! Si ese tipo de vuelos están tirados de precio.

Hice un cálculo mental de lo que me costaría el viaje, incluyendo el hotel, los gastos de la comida y esas cosas. A todas luces, si lo que quería era follar me salía más a cuenta irme de putas.

-        Es que… últimamente no ando bien de dinero y no sé si voy a poder.
-        ¿Y si yo viajo hasta ahí?
-        De esa forma no habría ningún problema.
-        Y de paso podría visitar a mis padres. No es mala idea.
-        ¿Y cuándo vendrías?
-        Tendría que organizarme un poco, pero pronto.

Era muy excitante masturbarse mientras escuchaba su voz a través del auricular.

-        ¿Cuándo es pronto?
-        Pronto es pronto… No sé. De aquí a una semana, más o menos.
-        ¿Tanto?
-        ¿Qué quieres, qué esté ahí mañana mismo?
-        No me importaría.
-        ¡Qué cerdo! Tú sólo piensas en metérmela.

Me excitó sobremanera oírla decir “metérmela”. Me apreté con fuerza la polla y meneé la mano arriba y abajo.

-        Y tú en mi esperma.
-        Mírale, ahora se pone chulito con su esperma.

También me excitó cómo dijo “esperma”. Sabía que lo que estaba haciendo no era digno, pero incluso eso me excitaba.

-        En cierto modo, esto es un intercambio. Tú me das placer y a cambio yo te doy espermatozoidessssssssssssssssssssss.

No pude evitar un escalofrío de placer. Ella notó algo raro.

-        ¿Te pasa algo?
-        Nooo… ¿por qué?
-        Porque respiras como un búfalo.
-        Es que… estoy un poco resfriado.
-        Pues cuídate, te quiero sano y en forma.

Fui alargando la conversación hasta que noté que el orgasmo se acercaba. Un espasmo me recorrió la espina dorsal hasta desembocar en mi miembro obligándome a eyacular.

-        ¡AAAAHHHHHHHH!...
-        ¿Qué pasa?

Aun con la mente nublada por la enajenación del placer pude encontrar una excusa para el gemido que se me había escapado.

-        ¡Joder! Me he vertido encima un café.
-        ¿Estás bien?

Observé el semen en la palma de mi mano, el mismo que ella me estaba reclamando. La pasión había desaparecido y ya no me apeteció seguir con la conversación.

-        ¿Estás ahí?... ¿Te encuentras bien?
-        Sí, sí… Oye mañana seguimos con la charla. Ahora tengo que cambiarme de ropa.

Colgué. Lo mío no tenía perdón. Entré en el baño y abrí el grifo. Y mientras observaba el agua desapareciendo por el desagüe supe que ése era el único esperma que ella iba a recibir de mí.

http://www.editorialorigami.com/tienda/index.php?route=product/product&product_id=58

domingo, 24 de febrero de 2013


GROENLANDIA PRESENTA SU NUEVO LIBRO DE NARRATIVA:
Me miro al espejo…y me gusta lo que veo
Una novela de Ramón Zarragoitia

Portada y contraportada: José Naveiras
Fotografías de interior: Ángel Muñoz

Prólogo de Patxi Irurzun
“Zarragoitia es un experimentado y multipremiado cuentista y no puede desprenderse de esa condición para conformar esto que antes hemos llamado novela sólo porque nos venía bien para encajar la teoría del espejo de Stendhal; en realidad esta obra es una colección de relatos a los que el autor aplica diferentes técnicas que por su oficio narrativo conoce bien (la epístola, el monólogo interior…) hasta hilar una nouvelle, una novela corta, con las no peripecias de su personaje principal y las apariciones estelares de los secundarios (el desquiciante hijo del vecino, Belloterín; el cuñado patoso; la suegra muy suegra) que son los que ponen la salsa y por lo que, al menos yo, llego a sentir cierta complicidad, porque se convierten en los únicos capaces de hacerle hervir un poco la sangre a nuestro sinsorgo agente inmobiliario”.

Disponible en todas las plataformas de lectura:
ISSUU
http://issuu.com/revistagroenlandia/docs/me_miro_al_espejo
CALAMÉO
http://es.calameo.com/read/001891265cbd93f89e7a2
SCRIBD http://es.scribd.com/doc/127003775/ME-MIRO-AL-ESPEJO-DE-RAMON-ZARRAGOITIA

Y pronto, en nuestra Web.
Saludos, Ana Patricia Moya \ Editorial Groenlandia

YA A LA VENTA

¡Editorial Origami lanza sus novedades de Febrero!

El ladrón de peras de Felipe Zapico:
[...] en El ladrón de peras nos encontraremos seis cuadernos de poesía en uno, cada cual con su propia polifonía y nervio; aunque si tengo que destacar un matiz concreto en estos seis cuadernos subrayo la propia perspectiva de un único libro como conjunto, que nos abrirá también, un extenso abanico de posibilidades dentro del lenguaje y el propio discurso poético; abrazados todos y cada uno de estos cuadernos, a un grito demoledor, como denominador común: la voz de un poeta que reclama a la vida sus migajas de libertad; a una vida ladrona y de robo manifiesto; la que nos otorgaron nada más nacer, en la que seguimos inmersos, sin remedio; entonces, como recurso para el propio auxilio, está el reivindicar esas menudeces comunes y reconocibles; las que sean, muchas o pocas, grandes o pequeñas, pero las únicas que te quedan como hombre, Ser y humano... Y qué coño, que son tuyas. (Gsús Bonilla)


Sangrantes de Edición de Luna Miguel:
Lo que el lector encontrará en Sangrantes es un catálogo de reflexiones desde la poesía a propósito de un tema tan vulgar como es la sangre (menstrual, imaginada, o el vientre, o la maternidad, o la enfermedad misma). No una antología de mujeres y para mujeres sino un repaso a este tema literario tantas veces tratado y en tantas ocasiones malinterpretado o despreciado, a través de las voces -de mujeres, ahora sí- más representativas de la literatura contemporánea, así como las más prometedoras de entre las jóvenes creadoras en lengua castellana. En esta antología encontrarás poemas de: Cristina Peri Rossi, Jeannette L. Clariond, Chantal Maillard, Ada Salas, Angélica Liddell, Teresa Domingo, Maite Dono, Marta Agudo, Julieta Valero, Estíbaliz Espinosa, Miriam Reyes, Olga Novo, Begoña Callejón, Leire Bilbao, Ana Gorría, Laia López Manrique, María Ramos, C. L. Andrada, Elena Medel, Natalia Litvinova, Layla Martínez, Berta García Faet, Laura Rosal, Eba Reiro, Clara Bueno, Sara Torres, Agostina Ciccone, Sandra Martínez.


Un saludo.

Antonio Huerta

Editorial Origami

lunes, 18 de febrero de 2013

EL SUPERHÉROE

Aquel día, Carlos acechaba a una anciana que sacaba dinero de un cajero automático. Sacó el revólver y cruzó la calle. Se colocó al lado de la vieja y apretando el cañón contra ella le pidió que sacase el máximo permitido por la tarjeta de crédito. La aterrorizada anciana no opuso resistencia. Le entregó el dinero y abandonó el sitio sin dar la voz de alarma. Carlos la había advertido de antemano y ella, aunque muy asustada, se sintió afortunada por haber salido viva de la experiencia. Carlos corrió con el botín en sus bolsillos. Se refugió en un oscuro callejón para contar la suma de las ganancias. Tenía pasta suficiente para hacerse con unos cuantos gramos de la mejor farlopa. Se disponía a hacerle una llamada a su camello cuando apareció aquel tipo. Iba vestido de superhéroe: Con leotardos naranjas, botas rojas de goma, capa bermellón y una ajustadísima camiseta con un relámpago estampado en el pecho. Además de una máscara que ocultaba su rostro. El tipo era bajito y rechoncho, con prominente barriga que apenas cubría la camiseta.

-        Detente, malvado ratero – dijo con marcado acento gallego.

Sin duda era un trastornado fugado de algún psiquiátrico, pensó Carlos.

-        Muy gracioso… ¿Te has escapado de una fiesta de disfraces o qué?
-        He visto lo que le has hecho a esa pobre señora - añadió sin dejar el acento gallego.
-        Eso no es asunto tuyo, pelele.
-        ¡Soy Relámpagoman! Y estoy aquí para combatir la injusticia.
-        Pedoman, como me sigas tocando los cojones voy a enfadarme contigo.
-        Prepárate para luchar.

Carlos sacó el revólver y lo puso a la vista.

       Mira fantoche, me haces gracia y no quiero hacerte daño, pero si me obligas no dudaré en vaciar el cargador ¿Me has entendido?...

El superhéroe puso los brazos en jarras y se echó a reír con una risa que sonaba de lo más peliculero.

       No le temo a las balas, soy inmune a ellas. Así que será mejor que te rindas y aceptes tu castigo.

Carlos no sabía si tomárselo en broma o empezar a disparar.

       Porque me haces gracia, que si no...
       Está bien. Tú lo has querido.

El tipo extendió el brazo con la palma de la mano abierta y apuntó directamente a su adversario. De la mano surgió un zigzagueante rayo luminoso que alcanzó de lleno a Carlos.
Horas después, lo encontraron atado de pies y manos a la entrada de la comisaría. Sus ropas estaban chamuscadas. Junto a él había una carta que iba dirigida a todos los criminales y delincuentes locales. Una advertencia para todos ellos. La firmaba: Relámpagoman.

domingo, 17 de febrero de 2013

NUEVO LIBRO DE GROENLANDIA


Groenlandia presenta su nuevo libro:

Luna en mi lectura, de Amancio de Lier

Portada y contraportada de Felipe Solano
Prólogo de Adriana Bañares Camacho

Joven poeta mexicano, miembro del grupo Cultura Alternativa de su ciudad natal, dirigida por el Profesor Martín Cruz Alonso. Ha participado en distintas actividades literarias, ha obtenido menciones por sus textos poéticos e incluido en antologías literarias; también ha colaborado en multitud de publicaciones y es autor de los libros “Danzas en lo oscuro” (2010) y “AutoUmbría” (2012).

Ya disponible en todas las plataformas:

ISSUU

SCRIBD

CALAMÉO

sábado, 16 de febrero de 2013

LA ACTUACIÓN

La actuación estaba programada para las doce del mediodía, por eso nos habíamos citado tan temprano. Yo no había dormido y llegaba de empalmada. Me había pasado la noche esnifando speed y bebiendo cervezas con unos amigos. De ahí me fui directamente al lugar donde había quedado con Fernando, mi socio, y Jacinto, el técnico de sonido. Ambos se retrasaban ya diez minutos de la hora convenida. Me extrañó ya que normalmente era yo el que llegaba tarde. A pesar de no haber dormido no me sentía cansado, el speed ocultaba el exceso de cervezas y la falta de sueño. Me encendí un cigarro y seguí atento a la carretera por si llegaba la furgoneta. Me hubiera gustado darme una ducha pero apuré todo el tiempo en el bar de un colega que, a puerta cerrada, servía cerveza gratis al pequeño grupo que allí nos habíamos reunido, y entre cerveza y raya de speed el tiempo voló tan deprisa que cuando quise darme cuenta ya había amanecido.
Fernando y Jacinto llegaron con veinte minutos de retraso. Se disculparon alegando que tuvieron que parar a echar gasolina. Una vez reunidos, Jacinto condujo hasta las afueras de la ciudad, después tomamos la circunvalación para dirigirnos al polígono industrial donde estaba la fábrica en la que tendría lugar la actuación. Según explicó Fernando, la empresa celebraba el centenario de su inauguración, por ese motivo nos habían contratado. Teníamos que entretener a los hijos de los obreros con una actuación de payasos. Nosotros no nos dedicábamos a esa rama de la interpretación, más bien todo lo contrario, solíamos actuar en pubs nocturnos para un público adulto, pero dado que no teníamos contratos pendientes decidimos montar unos sketchs infantiles y aceptar la oferta de los de la fábrica.
Llegamos al polígono industrial. Ninguno sabíamos dónde estaba ubicada la empresa. Al ser domingo todo estaba cerrado y no había a quién preguntar. Las avenidas se parecían mucho las unas a las otras y eso dificultaba aun más la búsqueda.  Después de unos minutos circulando nos dimos cuenta de que nos habíamos perdido. Afortunadamente al girar por una de las calles vimos un recinto donde estaban aparcados varios coches.

-        Seguro que es ahí.

Efectivamente. Un operario de la fábrica salió a recibirnos. Luego nos abrió una puerta metálica para que metiésemos la furgoneta y pudiésemos acceder al lugar que habían destinado para la representación. El patio era bastante amplio y sin atisbo de sombra. En el fondo habían montado un escenario con tarimas de madera que se elevaba un metro del suelo y delante tenían dispuestas varias hileras con sillas de madera. Pasaban de las diez y media. Sólo teníamos hora y media para montarlo todo, así que nos pusimos manos a la obra. Lo primero que hicimos fue descargar la furgoneta. Luego, mientras Fernando y yo montábamos la escenografía, Jacinto se ocupó del equipo de sonido. El speed aún corría por mis venas y trabajé duro, sin importarme el esfuerzo y el exceso de sol. Cuando terminamos todos estábamos empapados en sudor.
Las once y media. Fernando y yo apenas teníamos media hora para vestirnos y maquillarnos. Nos dirigimos al vestuario siguiendo las indicaciones dadas por el operario que anteriormente nos había recibido. Tuvimos que atravesar una siniestra lonja, iluminada por el sol que entraba por las claraboyas del techo. El lugar me pareció deprimente, no pude imaginarme lo que debía ser trabajar allí. Nos internamos entre los pasillos que formaban la maquinaria, hasta que al fondo vimos un cartel indicando dónde estaban los vestuarios. Eran amplios para acoger a toda la plantilla de operarios, tan sólo iluminados por unos parpadeantes fluorescentes. Las paredes estaban circundadas por taquillas viejas y oxidadas. Una puerta conducía a los servicios, en el centro había una fila de lavabos tan usados y deteriorados como las taquillas del vestuario, frente a los lavabos se levantaban una serie de espejos, la mayoría estaban resquebrajados y mohosos. A la derecha estaban los retretes, unos cubículos deplorables sin pestillo en las puertas que les diesen un poco de intimidad. El aspecto general era lúgubre y desesperanzador. Antes de desnudarme me encendí un cigarro, le di un par de caladas y lo dejé sobre uno de los lavabos. Me lavé los sobacos y la cara. Después me preparé para maquillarme, dudé si pintarme una sonrisa o, por el contrario, alargar la comisura de mis labios hacia abajo dándole a mi cara un aspecto tristón. Me sentía animado y opté por la sonrisa. Fernando hacía de Cara Blanca yo de Clown, para ello tenía que calzarme unos zapatos extremadamente grandes y meterme en un traje bastante extravagante, a eso tenía que añadir una peluca de rizos naranjas, un destartalado sombrero y una nariz de goma roja.
Al poco estábamos listos para la función. Antes de abandonar los servicios me hubiera gustado meterme una raya de speed, pero me reprimí por estar Fernando presente.
Cuando salimos el patio estaba vacío, a excepción de Jacinto que aguardaba detrás de la mesa de sonido. Nos extrañamos de no ver las sillas ocupadas por los niños.

-        ¿Y los críos?
-        Y yo qué coño sé.
-        Pues habrá que ir a preguntar.

Jacinto dejó la mesa de sonido y de mala gana se dirigió hacia donde suponía que estaba el operario que hasta ahora nos había atendido.

-        Si al menos tuviéramos unas cervezas – dijo a modo de protesta.

Sin duda yo me hubiera bebido una bien fría. Sentí calor debajo de la peluca y noté el sudor en la cabeza. Acabé de ajustarme la nariz y ensayé un tono de voz acorde a mi personaje. Fernando hizo estiramientos sobre el escenario.
Al rato llegó Jacinto con su característico ceño fruncido. Nada más verle supimos que algo iba mal.

-        ¿Qué pasa?
-        Me han dicho que la actuación no es hasta las tres.
-        ¿Quién te ha dicho eso?
-        El gerente de la empresa. Por lo visto cambiaron la hora. Dice que nos avisaron por teléfono.
-        A mí no me ha avisado nadie – se excusó Fernando.
-        A mí tampoco – añadí.
-        Ahora viene él y nos lo explica.

Aguardamos en silencio digiriendo la mala sangre. Al poco llegó el gerente. Era bajito, caminaba de puntillas y con el cuello muy estirado. Le preguntamos por el cambio de horario. Discutimos. Al final sentenció que la función se hacía a las tres o no se hacía. No quedó otro remedio que ceder. El tipo, victorioso, salió del patio más estirado aún que cuando entró. Yo estaba tan furioso que me hubiera gustado largarme de allí. Volví a ajustarme la nariz e hice una mueca exagerada tratando de mostrar mi enfado. Jacinto optó por montar en la furgoneta para ir a comprar cervezas y algo para comer. A nosotros dos no nos quedó más remedio que aguardar dentro del patio. Fernando fue a sentarse en una esquina del escenario, yo elegí una de las sillas de madera. El sol pegaba de lleno. Aguardamos en silencio soportando el calor con dejadez. Reflexioné sobre mi carrera de actor, si es que a lo mío se le podía llamar carrera. Las cosas no marchaban bien, saltaba a la vista. El sol me estaba matando y empecé a notar el cansancio y la falta de sueño, además me picaba la cara, quise secarme el sudor de la frente pero me reprimí por temor a estropearme el maquillaje. De pronto estaba tremendamente cansado y los ojos empezaron a cerrárseme. Necesitaba una raya de speed.

-        Voy a echar una meada.

Entré en la lonja y caminé en dirección a los vestuarios. El cambio de temperatura me resultó agradable. Atravesé el pabellón hacia los vestuarios. El sitio era macabro. Esa era una de las razones por las que me hice actor, para no terminar trabajando en una fábrica como aquella. No quise ni imaginar lo que sería desperdiciar la vida en un lugar tan desolador. Ya me podían venir con el cuento del sueldo fijo y la seguridad social, que ni por esas. Nosotros no siempre teníamos contratos y  rara era la vez que no las pasábamos putas para llegar a fin de mes, pero prefería con mucho mi vida bohemia e insegura que un porvenir en un sitio tan muerto. Los tubos fluorescentes parpadearon levemente cuando crucé los vestuarios. Me acerqué hasta donde había dejado mi ropa, cogí la cartera y entré en los servicios. Eché un poco de speed sobre el cuero de la cartera y lo fui cortando y aplastando con ayuda de una tarjeta de plástico, finalmente alineé el polvo en una fina raya. Cuando estaba a punto para esnifar, me di cuenta de que me había olvidado quitarme la nariz de payaso. Me contemplé en el espejo. El sudor había corrido el maquillaje dándome un aspecto de lo más macabro, parecía una especie de Joker asesino con los ojos inyectados en sangre. Cualquier niño que me hubiese visto de esa guisa se habría echado a llorar. Me quité la nariz, el sombrero y la peluca. Realmente tenía una cara lamentable, y más, enmarcada en aquel revenido espejo. Esnifé la droga. Estaba tan agotado que apenas sentí los efectos vigorizantes del speed. Abrí el grifo y puse la cabeza debajo. De todas formas iba a tener que maquillarme de nuevo. Y esta vez lo haría pintándome una cara triste, muy triste.

viernes, 15 de febrero de 2013

CABECERAS