martes, 11 de septiembre de 2018

PEQUEÑOS CANALLAS

Al principio, Óscar, Ojeda y yo, usábamos los zurullos de perro que encontrábamos por la calle, pero enseguida nos dimos cuenta de que necesitábamos excrementos con más consistencia. Nada mejor que nuestra propia mierda. Lo que hacíamos era pasarnos por la zapatería del barrio para pedirle a Manolo, el dependiente, una caja de zapatos vacía. Lo echábamos a suertes y el que perdía se metía en los baños de algún bar para vaciar sus tripas dentro de la caja. Luego buscábamos una cabina telefónica y, con ayuda de un palo, untábamos tanto el micrófono del teléfono como el altavoz. Hecho esto, solo teníamos que alejarnos unos metros de la cabina y, discretamente, sentarnos a esperar.

pepe pereza