lunes, 27 de septiembre de 2010

RELATO EN EL SUPLEMENTO Nº9 DE LA REVISTA GROENLANDIA

EL PSIQUIATRA
En la consulta un hombre de mediana edad estaba tumbado en el diván. A un par de metros el psiquiatra permanecía sentado en un butacón de cuero negro. En sus manos un bloc y un bolígrafo. El hombre del sofá guardaba silencio analizando sus pensamientos en busca de respuestas. El psiquiatra empezaba a impacientarse y para distraerse dibujó una guillotina en su bloc...
Por fin, el paciente se decidió a hablar:

- Supongo que miento porque no tengo verdades que contar.
- Explíquese – se interesó el psiquiatra.
- Usted sabe que me paso el día solo, sin salir, ni hablar con nadie. Por suerte o por desgracia trabajo desde casa y eso hace que mi vida social sea casi nula – aclaró el hombre.
- ¿Y cómo se siente por eso?
- Como un envase vacío.
- ¿Un envase vacío?
- Bueno…, creo que está muy claro. No hay nada en mi vida que sea de interés. Nada. Por eso, cuando establezco algún tipo de relación personal, miento sobre cómo soy o cómo vivo. Supongo que prefiero ser un recipiente lleno de mentiras que un envase vacío. ¿Comprende?

El psiquiatra miró aburrido el reloj y dijo:

- Vamos a dejarlo aquí. La próxima semana seguimos con este tema.

Al hombre no le gustó nada que el psiquiatra diese por terminada la sesión justo cuando él había encontrado las palabras para expresarse.

- Antes de irme me gustaría hacerle una pregunta – dijo chasqueando la lengua.
- Usted dirá.- dijo el psiquiatra volviendo a mirar de soslayo el reloj.

El hombre se tomó unos segundos antes de formular la pregunta.

- ¿Es normal que piense continuamente en rebanarle el pescuezo?

La contundencia de la macabra interrogante le cogió por sorpresa y el psiquiatra estuvo a punto de perder su característica templanza. Aún así, logró mantener la calma.

- ¿Cómo dice? – replicó el profesional con un hilillo de voz.
- Digo ¿qué si le parece normal que yo tenga unos deseos incontenibles de rebanarle el pescuezo?

Al psiquiatra se le hizo un nudo en la garganta. Finalmente, tragó saliva.

- No… no creo que sea normal – consiguió decir con poco empaque.
- ¿Y qué me aconseja?
- Lo pri… mero… lo primero y más importante es que evite esos siniestros pensamientos y lo segundo… le voy a pedir que por favor deje de acudir a mi consulta... Ahora… si me disculpa tengo… que atender a otros pacientes.

El psiquiatra intentó aparentar normalidad aunque estaba aterrorizado. Creyó que en cuanto el tipo oliese su miedo se le echaría encima. Pero no. El hombre le miró fijamente, chasqueó de nuevo la lengua y dijo:

- Intentaré hacer lo que me dice.

El hombre tendió la mano para despedirse. El psiquiatra dudó pero terminó estrechándola.

- Muchas gracias por su ayuda. - dijo el hombre sin dejar de mirarle fijamente ni soltar su mano.
- De nada – añadió el psiquiatra con frialdad.

Después el hombre salió de la consulta. En cuanto lo hizo, el psiquiatra abandonó su fingida pose y se recostó en la pared para no desfallecer. Al poco, el hombre volvió a entrar en la consulta sorprendiendo al psiquiatra. El hombre formuló una segunda pregunta:

- ¿Cómo se evita un pensamiento siniestro?
- Expulsándolo de la cabeza – acertó a decir el psiquiatra.
- Expulsándolo de la cabeza – repitió el hombre sopesando cada palabra. – Es un buen consejo. Lo seguiré…

Y sin más, el hombre volvió a abandonar la consulta. Esta vez, el psiquiatra se apresuró a echar el seguro a la puerta. Con el seguro puesto respiró aliviado, aunque sus piernas seguían temblando tras la inquietante y absurda conversación.

http://www.scribd.com/doc/37866074/SUPLEMENTO-GROENLANDIA-NUEVE

® pepe pereza

3 comentarios:

Thornton dijo...

Ese día no le cobró, seguro.

Estupendo relato, como siempre.

Un abrazo.

Mercedes Pinto dijo...

Yo creo que al psiquiatra le iba a ser muy difícil expulsar de su cabeza que había un posible asesino tras él.
Un abrazo.

Luisa dijo...

Hola, Pepe.
Lo leí en la revista y me pareció genial.
Reitero lo dicho. Muy bueno.
Los psiquiatras son como los curas en el confesionario, siempre están mirando el reloj. Unos para que se acabe la hora estipulada, y otros para jugar la partida de mus o lo que se tercie (tengo un relato de un asesino y un cura). Está muy bien que de vez en cuando se acojonen.

Un besazo.