sábado, 28 de agosto de 2010

ELOGIO DEL PROXENETA de LUIS MIGUEL RABANAL


Para variar, me siento casi bien. Es decir, he dormido buena parte de la noche, sin dolor y sin lástimas, he cantado en sueños con vocablos increíbles y por la mañana he dado un dilatadísimo paseo de unos, aproximadamente, cuarenta largos metros. Aquiles me fio a regañadientes un libro de Borges y con una témpera escarlata estreno la pintura de mi cuarto escribiendo en los cantones la excelencia que sigue:

...soy un hombre de ciudad, de barrio, de calle:
los tranvías lejanos me ayudan la tristeza
con esa queja larga que sueltan en las tardes...

Hay días que dejarlos así es lo más aconsejable, tan a sus anchas en completo silencio, sin añadir nada a ese sortilegio suyo que nos conmueve; dejarlos así porque si no, podríamos de repente equivocarnos y ya está uno harto de los errores ajenos y no digamos de los propios; dejarlos reposar hasta agriarse... Este Borges sabe detrás de lo que anda, el insensato. ¿La concha de su madre? ¿La de la mina Kodama? Por qué no haberle abordado e interrogado en el paraninfo de la Universidad de B. ¿El párpado caído...?

Elogio del proxeneta
Luis Miguel Rabanal
Ediciones Escalera, 2009
http://luismiguelrabanal.spaces.live.com/

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, anda, vale. Ya sois dos... Siento lo de Nico. Un fuerte abrazo.

Luis Miguel

pepe pereza dijo...

Un abrazo para ti, amigo.