jueves, 24 de junio de 2010

CERO de ADRIANA BAÑARES

CERO DE ADRIANA BAÑARES
Sus besos sabían a excursión. Sabían a aquella excursión que hicimos a ARCO en primero de bachillerato. Sabían a esa noche en que me enamoré de tres modernos a los que les flip¬aban Muse. Sabían a los pantalones blancos anchos que me ponía siempre con un tanga azul que siempre se transparentaba. Sabían a todas las veces que me dijeron “tienes que venirte a Madrid”. Sabían a excursión. A escapismo. Sabían a merienda de cumpleaños. Sabían a autobús, a walkmans, a discmans, a minidiscs, a mirar por la ventana. Sabían a aburrimiento, a premeditación, a virginidad, a estupidez, a inmadurez, a condones desde hace meses pegados en la cartera.
Sabían a no tener ni idea.
Aburrimiento. Sinsubstancia. Sabían a náusea, sabían a tristeza, sabían a no hay nada mejor, sabían a simple saliva, repugnante, asquerosa. Sabían a soledad, al último pedazo del día, a desesperación en calma. Sabían a impotencia, a resignación, a desencanto. Sabían a tan poco que quise buscar un sucedáneo, sabían tan tristes que quise desecharlos, abrazarme a la almohada y encontrármela empapada en rímel la siguiente mañana.
Sabían a no ser quien quisiera que fueras. Sabían a saber que no me importaría tanto que no me quisieras.

1 comentario:

Dylan Forrester dijo...

Los besos pueden saber a tanto y tantas cosas, degustables o no, pero apetecibles siempre.

Saludos...