domingo, 20 de junio de 2010

FRAGMENTO

No, no y no, esta noche no. No lo quiero hacer y no lo voy a hacer… He dicho que no y es que NO. No creo en Dios, en ningún Dios. Me asquean todas las religiones, por lo tanto es ridículo que lo haga. Convencido de mis palabras apago la luz y me acomodo para dormir… Una especie de sonsonete empieza a taladrarme la conciencia. ¿Y si por negarme a rezar le pasa algo a alguno de mis familiares, por ejemplo a mi madre? Hago uso de la lógica y me digo que eso no va a ocurrir. Trato de dormir… No puedo, la idea de que un accidente malogre a uno de los míos no se me va de la cabeza. Me rindo y refunfuñando suelto la oración:

“Gracias por el día de hoy. Gracias, sobre todo, por el bienestar de mis seres queridos y por el mío propio. Deseo de corazón que todos sigamos disfrutando con salud (sobre todo mi madre), felicidad, amor y un buen sueldo a final de mes. Deseo, también, que alcancemos metas y se cumplan nuestros sueños.”

El conjuro está echado, finalmente el sueño llega.


® pepe pereza

3 comentarios:

Mercedes Pinto dijo...

Pues si concilias con más facilidad el sueño después de rezar, por algo será ¿no?
Un fuerte abrazo.

Ángel Muñoz dijo...

pues yo creo pepe, que solo se trata de nuestral moral, nada más, pero el relato es duro, claro, crítico y directo como una flecha.

Thornton dijo...

Cuando yo era zagal, antes de comenzar a comer, rezábamos. Muy solemne, con voz de sacristán, rezaba así: "Dígnate Dios soberano bendecir esta comida que confesamos venida de tu generosa mano". Ése era nuestro conjuro.
Un abrazo.