A una madre se le supone amor incondicional por sus hijos, pero Cristina no era una madre convencional. Siempre se encontraba mal y por eso nunca se levantaba antes del mediodía, si es que llegaba a hacerlo. Ella sólo sentía amor propio, era el egoísmo personificado. Eso pensaba de ella su hija Claudia. Claudia, desde muy pequeña, supo que su madre no la quería. Sentía que era un estorbo para ella. Se había acostumbrado a crecer sin su amor. Tan solo tenía once años y sin embargo, sus muchas obligaciones, la forzaban a comportarse como si fuera ya adulta. Su madre con sus dolencias hacían vida en el dormitorio mientras que ella tenía que ocuparse de todas las tareas del hogar, además de atender sus estudios con éxito. De regreso del colegio, Claudia acudía todos los días a un parque infantil y hacía una breve parada, pero ella nunca se montaba en los columpios ni en los toboganes. Al fin y al cabo, los niños se montaban en esos aparatos para presumir de su destreza ante sus padres y sin su presencia, no merecía la pena el esfuerzo. Claudia se limitaba a sentarse en un banco próximo y observar a las madres de los otros niños. Mentalmente, elegía a la más atenta y cariñosa, a la que más amor demostraba y se la imaginaba como su propia madre. Cada día elegía a una madre distinta. Todas eran mejores que su verdadera madre. Veía como esas mujeres se comportaban con sus hijos y sentía envidia y tristeza a partes iguales. A menudo, maldecía su suerte. Se preguntaba por qué le había tocado la peor madre del mundo. Y después, regresaba a casa. Hacía los deberes, cuando terminaba, preparaba la cena. Y nunca, nunca, se olvidaba de añadir un poquito de raticida al plato de su madre.
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Hace 59 segundos
10 comentarios:
Muy bueno, Pepe. A esa niña me temo que la han jodido de por vida. Inesperado, a pesar de todo, el final.
Un abrazo.
Una historia breve que dice muchas cosas, me gusta, como siempre tus letras son especiales.
Cruel final, pero emotivo.
Abrazo
qué fuerte, qué bueno.
abrazo
Un poco truculento pero no por eso menos bueno (me recuerda el almohadon de plumas de quiroga). me gusto el relato!
Final sorpresivo .. como siempre.. muy bueno, triste relato breve de una realidad.
El final me ha dejado flipada, me hubiera gustado saber más, pero quizá ese corte le da el sentido completo, redondea al cuento, muy bueno.
Achuchones a tutiplén.
Me parece una mezcla entre Lolita y Gorki. No me ha gustado el final y creo que este cuente merece estar mejor trabajado, la idea es buena pero tal vez con una sátira que comience desde el principio, el tuyo, lamentablemente me pareció una novela mexicana que termina con un guiño interesante que sin embargo no es verosímil.
Seguiré pasando por tus progresos, que seguro serán ostencibles puesto que hay madera.
saludos.
Doloroso...
(especialmente aquello de las destrezas en los columpios y los padres ausentes...me hirió los ojos....)
Me maravilla tu capacidad de sintesis...dices mucho en poco espacio...a mí me resulta imposible.
Besazos y veleros también, Pepe.
Te escribí.
(allí sí fui breve...jajaja)
Tarántula, no voy a defender mis escritos porque pienso que un relato tiene que defenderse por si solo.
Lo que sí diré es que el final, creo yo, va unido al principio ya que es una serpiente que se muerde la cola, es decir, la hija piensa que su madre no la quiere porque está enferma en la cama, y la madre está enferma en la cama porque su hija la está envenenando. De todas formas, gracias por tu interés y por la visita. Que sepas que estás en tu casa.
A todos los demás os digo lo mismo y os deseo lo mejor.
Lena, que preciosidad los paisajes que muestran tus fotos.
a mí me ha gustado mucho. Lo leí cuando lo colgaste. No te comento porque siempre te pongo lo mismo y me siento un poco pelota y cantamañanas. Pero es que no hay m´as. Me estoy dando cuenta de que te estoy comentando.
Voy a tener que volver a Puce por los ex´amenes y no te voy a ver, Pepe, no puede ser.
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