Francesco
Spinoglio
una pequeña música de ventanas rotas…
Charles Bukowski
Hace unos meses se me ocurrió la idea de reunir a unos cuantos escritores
para homenajear con una antología al maestro John Fante, para mí el mejor
narrador de, al menos, los últimos dos mil años. Estaréis pensando: Estamos
hasta el coño de antologías, ¿por qué otra? Ya lo sé, por eso voy a hacer un
pequeño matiz. Bueno, dos pequeños matices. Primero: hay un montón de
escritores cojonudos que escriben en lengua castellana y que nadie conoce
porque la casta literaria lo ha copado todo con sus vertidos tóxicos. Segundo:
he seleccionado cuidadosamente a los pocos autores que participan dejando a un
lado las amistades, el colegueo y todos esos estúpidos compromisos que se
supone que uno va cosechando en el mundillo literario y que siempre te acabas
encontrando en las antologías (Ejemplo: Fulanito tiene que participar porque en
su momento me reseñó un libro. Fuera esa mierda). He separado a la persona del
escritor, pasándome por el forro de los cojones el caché, los premios
literarios que uno haya podido recibir y el trabajo que desempeña en su vida
diaria. He recibido casi doscientos relatos en poco más de tres meses, y
considero que si un chaval de veintipocos años que no ha publicado un libro en
su puta vida y a quien nadie conoce escribe mejor que un profesor de escritura
creativa o que un director de alguna revista, merece estar en la antología con
toda legitimidad. Ya sé que el orgullo del sabelotodo se resiente, pero es lo
que hay. Conmigo no se amaña nada, así de claro, ya que para eso están los
premios. He utilizado mi humilde criterio, cuestionable o no, pero os aseguro
que hay más rabia y calidad literaria en muchos escritores anónimos que en los
paquetes que nos venden en los medios y que encima van de intelectuales. No
quiero divagar demasiado y creo que lo mejor es dejaros en compañía de estos
dieciocho guerreros de las palabras, quienes harán todo lo posible para llegar
hasta lo más hondo de vuestro corazón. Un agradecimiento especial a mi amigo
Dan Fante, fallecido hace unos meses, por todo su apoyo y por habernos cedido
uno de sus maravillosos poemas. Como me repetía a menudo, lo único que importa
en la escritura es seguir escribiendo día tras día; todo lo demás son
gilipolleces. Te quiero, Dan, estés donde estés.
Me despido con esta carta que me escribió mi padre cuando, al cumplir
veinte años, abandoné mi hogar familiar y me lancé a la aventura por tierras de
España. Gracias a mi viejo descubrí a Arturo Bandini, famoso alter ego de John
Fante, y traté de seguir sus pasos con menor o mayor fortuna.
¡Buena suerte, Arturo Bandini!
Buena suerte, ya que es lo mínimo que te mereces como premio por el coraje
que has demostrado y que sólo pertenece a los que son “diferentes”; un coraje
que te permite por fin vencer al destino rufián y mezquino que siempre ha
intentado pararte los pies con una maldad casi diabólica. Un destino que te ha
proporcionado un gran talento, hasta abrirte las puertas para alcanzar
cualquier sueño en el que ninguna meta te pareciera imposible, para luego
desilusionarte diseminando por tu camino de gloria trampas insignificantes que
conseguían frustrar todos tus esfuerzos y todas tus tentativas de éxito.
Leí en una novela que no hay nada más triste que un genio que tropieza con
la banalidad del destino. Es una verdad suprema, pero ahora suena otra música.
¡Échate para atrás toda la mierda que tienes acumulada y empieza de nuevo!
¡Entra en tu nueva vida con la seguridad del héroe rebelde que alcanzará el
éxito!
Desde hace tiempo supe que un día de estos te irías. Tuve la confirmación
de eso en Verona, cuando te llevé a la plaza a jugar y tú te pusiste a
perseguir a las palomas. De repente, cansado del juego, te fuiste solo hacia
una calle secundaria con el paso firme y seguro del hombre maduro que ha tomado
una decisión y que ya no quiere volver atrás. Entonces sólo tenías tres años,
pero ya se había encendido una chispa en tu mente que con el tiempo se
convertiría en un fuego indomable: el fuego del genio. En aquella ocasión supe
que nos dejarías pronto.
Recuerdo también una frase que leí en el Hospital Infantil de Trieste,
enmarcada y colgada en la sala de espera. Decía: Vuestros hijos no os
pertenecen, aunque viváis juntos. Podéis amarlos, pero no obligarlos a vuestros
pensamientos, porque ellos tendrán su propia forma de pensar. Podéis cuidar de
sus cuerpos, pero no de sus almas. No queráis que se parezcan a vosotros, sino
intentad imitarlos. Vosotros sois los arcos y vuestros hijos las flechas que se
dispararán lejos.
Pues así es. La flecha ha sido lanzada muy lejos, y a este pobre arco sólo
le queda consolarse con su dolor, un dolor que es bueno vivir, como si fuera un
sacrificio en aras de tu felicidad.
Estoy orgulloso de tu decisión y te admiro por algo que yo jamás haría.
Seguramente añoraré las cenas y las conversaciones que mantuve contigo,
pero sobre todo añoraré a un amigo, quizá el único verdadero amigo que he
tenido en mi vida. Espero que des señales de vida y te mantengas en contacto
con tu familia.
¡Buena suerte! En tu porvenir hay sitio para todo, desde ser limpiabotas
hasta aspirar al premio Nobel; de todos modos, intenta saborear la felicidad y
pasa de lo que digan los demás. Cultiva tu diversidad como un bien preciado,
pero acuérdate de que no hay que despreciar la normalidad. En toda película es
menester la aparición de actores secundarios.
¡Buena suerte, Arturo Bandini!
Tu Padre
Buena lectura.
José Angel Barrueco
Mapas, círculos, huellas
Tengo miedo, no soporto
que mi propia obra me desnude
John Fante
Algunos círculos literarios se cierran cuando uno menos lo espera. No puedo
precisar la fecha exacta en que empecé a leer a John Fante (1909 – 1983).
Calculo que sería a mediados de los 90, quizá un poco antes. Recuerdo que supe
de su obra gracias a Charles Bukowski, que lo cita en varios de sus libros, y a
Ray Loriga, que lo mencionó en algunas entrevistas de la época.
No pude conseguir sus novelas Espera a la primavera, Bandini yPregúntale
al polvo (publicadas, entonces, por Paidós Ibérica) en ninguna de las
librerías de mi ciudad. Las encargué en un par de establecimientos y nunca me
las consiguieron. Pero en la Biblioteca Pública constaban en la sección de
préstamo. Yo poseía carnet de usuario y era un lector de raza. Cuando uno no
tiene dinero encima y ni siquiera trabaja aún, la biblioteca de su barrio,
cualquier biblioteca, se convierte en un venerable templo que necesita visitar
a diario.
Me llevé a casa ambas novelas. Hay unos cuantos escritores que te sacuden
la cabeza, que te trastornan, que logran cambiar tu percepción del mundo y de
la literatura. Escritores como Louis-Ferdinand Céline, Thomas
Bernhard, J. G. Ballard, Samuel Beckett, W. G. Sebald o William Burroughs. Escritores como John Fante. Porque John Fante
era la hostia, ya sólo en los comienzos de sus libros: Avanzaba dando
puntapiés a la espesa capa de nieve. Hombre asqueado a la vista. Se llamaba
Svevo Bandini y vivía en aquella misma calle, tres manzanas más abajo. Tenía
frío y agujeros en los zapatos. Estas cuatro frases encierran una novela
entera. Ya lo son todo.
O en Pregúntale al polvo, que arranca con Arturo Bandini en la
cama de una pensión de Bunker Hill, tratando de afrontar su deuda con el dueño.
Y resuelve el dilema apagando la luz y echándose a dormir.
Arturo Bandini. En las diatribas cómicas y furiosas que poblaban sus
páginas hallé la rabia y el entusiasmo, el llanto y la risa, la piedad y la
culpa, la búsqueda de la fe y el tormento del pecado. La prosa de John Fante es
como subirse a un tren que no se detiene, y que te muestra tanto los paisajes
áridos como los parajes líricos. No conseguí aquellas ediciones e intenté robar
los libros de la Biblioteca Pública. Durante días planeé cómo hacerlo. Una de
las estrategias incluía sacarlos por una de las ventanas, que daban justo al
empedrado de la plaza exterior. Los dejaría al pie de las rejas y saldría
corriendo a buscarlos. Luego me acometió la duda: ¿y si me cazan, qué ocurrirá
entonces?
Descarté la idea, pero volví a releer ambas novelas, enamorado de sus
frases, de su música, de sus personajes, del carisma de su escritor. Unos años
después encontré La hermandad de la uva (publicada por
Ultramar, que la tituló La cofradía de la uva), en una feria del
libro viejo. También me fascinó y la incorporé a mi biblioteca.
Tuve que esperar al año 2001, cuando Anagrama empezó a reeditar las viejas
obras y a traducir las que permanecían inéditas: Espera a la primavera,
Bandini, Pregúntale al polvo, Camino de Los Ángeles,Sueños
de Bunker Hill, La hermandad de la uva, Un año pésimo, Al
Oeste de Roma (que agrupa Mi perro Idiota & La
orgía), Llenos de vida y El vino de la juventud.
Desde entonces he leído las que no conocía y releído las antiguas, y he tomado
frases para algunas de mis historias, y he utilizado a Fante en novelas, en
artículos, en reseñas y en relatos.
No puedo precisar la fecha en que empecé a leer a John Fante. Sí puedo
precisar la fecha en que el escritor italiano afincado en España, Francesco
Spinoglio, se puso en contacto conmigo (porque por entonces ya usaba el correo
electrónico y mi cuenta de Hotmail conserva cada una de nuestras
conversaciones): el 27 de marzo de 2008. Me escribió, me revela el mail, porque
yo había citado en un artículo a Dan Fante (escritor, hijo de John, y del que
una editorial anunciaba una traducción que jamás se publicó). Él, añadió, solía
contactar a menudo con Dan.
Nuestra admiración por los Fante fue el primer hilo con el que cosimos
nuestra amistad. Luego escribí un prólogo para su novela Camino de la
gloria. Nos hemos ido viendo desde entonces algunas veces, y nos hemos
escrito muchos correos. Entre nosotros habitan el respeto y la fidelidad.
En 2010, Dani Osca y Julio Casanovas, responsables de Sajalín Editores, nos
anunciaron que iban a publicar Chump Change, de Dan Fante. Para
presentar el libro en España, en concreto en Madrid y en Barcelona, querían
traer al autor. Y nos pidieron a Francesco y a mí que oficiáramos de maestros
de ceremonias.
La novela se publicó en marzo de 2011, tres años justos desde que Francesco
y yo contactáramos. Y la presentación se celebró en Fnac Callao el 9 de marzo
de 2011. Conocer a Dan Fante fue un honor. Su prosa conserva la rebeldía de su
padre, y también la autenticidad, pero su hijo es más punk, más agresivo, menos
tradicional, más postmoderno. Dan apareció con sombrero, anillos, tatuajes y
gafas de miope. Admito que su sola presencia era explosiva. Imponía. Al acto
acudió poco público.
Y ahora llega el cierre del círculo de este mapa que conecta nuestra amistad
con nuestra veneración por los Fante. No sé si fue a propósito o no, y no se lo
he preguntado ni se lo preguntaré, pero Francesco me propuso coordinar con él
este compendio de textos de homenaje a John Fante un 17 de marzo de 2014.
Marzo, otra vez. Parecen huellas de una película fantástica. Pero creo que sólo
son rastros del azar, cuando éste se las arregla para que cada pieza de nuestra
vida acabe encajando donde corresponda.
De la lectura y selección previa de textos se encargó él. Le estoy muy
agradecido por contar conmigo para esta nueva aventura y por liberarme de la
responsabilidad de elegir los relatos finalistas. El lector comprobará, como
suele suceder en esta clase de ofrendas literarias, que cada cual lo ha hecho a
su manera. Algunos citan al escritor. La mayoría no lo hace. Algunos escriben
sobre temas similares. Otros casi esconden su influencia entre líneas. Pero
todos, es evidente, adoraron a John Fante en algún momento. John Fante, cuyas
páginas suelen ser como una explosión de flores amargas.