Por
aquel entonces, Óscar, Ojeda y Joaquín, usaban los excrementos de perro que
encontraban por la calle, pero éstos no terminaban de ajustarse a sus propósitos.
Para ello requerían zurullos con una textura más adaptable. Después de discutirlo
decidieron que lo mejor era usar la propia mierda. Quedaban al salir del
colegio y lo primero que hacían era pasarse por la zapatería del barrio para
pedirle al dependiente una caja de zapatos vacía. Luego lo echaban a suertes y
el que perdía entraba en los baños de algún bar para llenar la caja con el
contenido de sus tripas. Llegados a ese punto, buscaban una cabina telefónica.
Con ayuda de un palo untaban tanto el micrófono del teléfono como el altavoz.
Hecho esto, solo tenían que alejarse a una distancia prudencial y discretamente
sentarse a esperar. La diversión estaba asegurada.
El monasterio de Sandoval abre sus puertas a una colectiva sobre Luis Mateo
Díez
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La asociación *Lacianart* y el *Instituto Leonés de Cultura (ILC)* dedican
una exposición al escritor y académico*Luis Mateo Díez* en la que se dan
cita ca...
Hace 4 horas