LA MADRE
A una madre se le supone amor incondicional por sus hijos, pero Cristina no era una madre convencional. Siempre se encontraba mal y por eso nunca se levantaba antes del mediodía, si es que llegaba a hacerlo. Ella sólo sentía amor propio, era el egoísmo personificado. Eso pensaba de ella su hija Claudia. Claudia, desde muy pequeña, supo que su madre no la quería. Sentía que era un estorbo para ella. Se había acostumbrado a crecer sin su amor. Tan solo tenía once años y sin embargo, sus muchas obligaciones, la forzaban a comportarse como si fuera ya adulta. Su madre con sus dolencias hacían vida en el dormitorio mientras que ella tenía que ocuparse de todas las tareas del hogar, además de atender sus estudios con éxito. De regreso del colegio, Claudia acudía todos los días a un parque infantil y hacía una breve parada, pero ella nunca se montaba en los columpios ni en los toboganes. Al fin y al cabo, los niños se montaban en esos aparatos para presumir de su destreza ante sus padres. Sin su presencia, no merecía la pena el esfuerzo. Claudia se limitaba a sentarse en un banco próximo y observar a las madres de los otros niños. Mentalmente, elegía a la más atenta y cariñosa. A la que más amor demostraba y se la imaginaba como su propia madre. Cada día elegía a una madre distinta. Todas eran mejores que su verdadera madre. Veía cómo esas mujeres se comportaban con sus hijos y sentía envidia y tristeza a partes iguales. A menudo, maldecía su suerte. Se preguntaba por qué le había tocado la peor madre del mundo. Después regresaba a casa. Hacía los deberes, cuando terminaba preparaba la cena. Y nunca, nunca, se olvidaba de añadir un poquito de raticida al plato de su madre.
® pepe pereza
5 comentarios:
ya lo leí y es buenísimo, y por cierto, jodío, no desesperes con los poemas que ya llegarán, que te pille la musa currando.
Buen relato, muy triste, pero bueno. No me extraña que Claudia echara raticida en el plato de su madre. Si no te dan amor, ¿cómo vas a tener conciencia?
Un abrazo.
Ya lo leí, pero soy amiga de las relecturas.
Estas madres tenían que estar prohibidas. Y no creas, hay más de las que parece.
Muy bueno, con un final impactante como debe ser.
Y digo lo que Voltios, no desesperes. No creo que te cueste mucho conseguir una poesía, tienes todos los requisitos. Persevera.
Un besazo.
Eres la bomba, qué mirada tienes para fijarte en esos detalles como el del parque. El final digno de un maestro.
Un abrazo, artista.
Gracias Ángel, amigo. En cuanto a los poemas, ni con cien musas chupándomela.
Mercedes, y si la madre de Claudia no puede darle cariño porque se siente enferma debido al veneno que le da su hija.
Gracias por la visita y el comentario.
Besazo enorme
Luisa, te digo lo mismo que a Mercedes.
También te agradezco la visita y, como no, un besazo, también enorme.
Maestro, aprendo de ti.
abrazo.
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