Un pericardio de amor
Cuando
uno dice: Mi corazón es tuyo, no está diciendo poco, nada menos que
entregando lo más precioso, lo más principal que uno tiene, ese musculoso
órgano que desde el pecho, funcionando como una bomba, impulsa sangre a todo el
cuerpo y sirve tanto para abrazar a la amada como para darle calor en
invierno, vale tanto para roncar a pierna suelta como para fumarse un
cigarrillo tras una jornada de sexo dulce y remolón. Extraña máquina ésta que
se entrega y no por ello deja de servirnos para despertar por las mañanas, para
sonreír, para saber escuchar, tocar y pronunciar un apasionado Te quiero sobre la amiga que duerme aún a
nuestro lado.
El
corazón se entrega y aún así, nos sigue sirviendo para bailar, para ser
pacientes, para recorrer los rincones que conquistamos, las ciudades que
disfrutamos, la boca paciente y deliciosa de la amiga que tiembla a nuestro
lado.
Con
el corazón echamos de menos, echamos de más, echamos los restos sobre la pasión
si hace falta con tal de la que la pasión se cumpla. El corazón nos sostiene,
nos divide, nos descontrola.
El
corazón salva al poeta de las sevicias del mundo, lo enloquece, lo enciende, lo
lleva al paraíso y, sobre todo, lo mantiene vivo, y con él a todo aquello por
lo que el poeta vive, lucha, suspira y ama. Y a pesar de todo esto, el tamaño
del corazón es poco mayor que la mano de la amada.
Así
que cuando el poeta dice: Mi
corazón es tuyo. Está
diciendo, toma, mi amiga, este órgano menor que sin embargo pone a funcionar el
mundo. Toma sus dos bombas que trabajan en paralelo, como nosotros, al unísono,
para llevarnos hasta el nido crujiente y cálido donde vive el amor que nos
profesamos y para el que vivo. Toma este corazón, mi amada, que se pasea por el
mundo solo para volver a ti cada noche, oxigenado, trenzado de vínculos,
contraído hasta volver a verte, relajado cuando ya somos uno, lleno de ritmo,
florecido, destilando olor a tierra mojada, a hierba, a mar, a memoria de
nuestra vida juntos en tantos sitios. Toma, mi corazón es tuyo, este
microcosmos que he inventado para los dos es tuyo, condúcelo hasta las verdes
praderas, haz de él una cascada, óyelo cómo bombea en tu presencia, cómo pone
en alerta sus barorreceptores, cómo se estimula todo el sistema parasimpático,
llévatelo a la cama, ponlo sobre tu seno, invítalo a beber de tus labios la
dulzura primigenia de la pasión, dale forma y con él al mundo que nos vive,
acuéstalo junto a ti, hazle el amor a este corazón que es tuyo, vayamos por esa
espiral dulce de la carne, vayamos hasta el umbral de la taquicardia, hasta
este corazón que también es un músculo enrollado sobre sí mismo que casi todo
el mundo tiene situado en el centro del pecho menos yo, que lo dispuse a tu
sabor, sin límites, para que hagas con él lo que más te gusta en los días de
tormenta.
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