Acababa
de salir de la clínica donde le habían hecho una ecografía. En ella se podía distinguir
un feto con unos pequeños apéndices que sobresalían de su espalda. El
ginecólogo le había dicho que no se preocupase, que esas anomalías tan solo eran
manchas desenfocadas del negativo provocadas por los movimientos del feto. Pero
ella veía claramente que eran alas. Cuanto más se fijaba más convencida estaba.
Su futuro bebé era un querubín en proceso de transformación. No estaba
preocupada, más bien todo lo contrario. Intuía que su futuro hijo iba a ser
alguien especial, un ser maravilloso que traería cosas buenas a este mundo. Se
llevó las manos a la tripa y sintió un cosquilleo en sus entrañas, algo
parecido al roce de una pluma. Era la confirmación de que en su interior se
estaba gestando un ángel.
pepe pereza
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