No había amanecido cuando comenzaron los ruidos en la pared. Alguien estaba taladrando el tabique contiguo y el estruendo era insoportable. Tú seguiste durmiendo a pesar del alboroto.
- Joder, es para denunciarlos.
Arrugaste la nariz y te diste media vuelta llevándote parte del edredón. Sentí envidia de tu sosiego. El ruido cesó de pronto y la tranquilidad regresó al dormitorio. Tiré suavemente del edredón y una vez que recuperé mi parte, me acurruqué a tu lado. El mundo era caliente y seguro. Justo cuando me estaba quedando dormido, el ruido regresó. Fue como si un cretino me hubiera empujado a una piscina de agua helada.
- ¡Su puta madre!
Perdí los nervios y me lié a golpear la pared con los puños.
- ¡Cómo no pares con ese puto taladro te voy a sacar las tripas!
El ruido se interrumpió. Esperé, intuyendo que pronto volvería... Nada, silencio sepulcral. Tal vez habían terminado el trabajo. Me volví a tapar con el edredón, y de inmediato me dormí. Soñé que caminabas por la orilla del mar. Un mar azul celeste que parecía sacado de un lienzo impresionista. Yo te observaba tumbado en la arena, veía tu figura recortándose en el ocaso, envuelta en una aureola de fotones y reflejos saltarines... El estruendo borró todos los colores. Ahí estaba otra vez la puta broca taladrando mis tímpanos. Me incorporé y salté de la cama. Cegado por la rabia salí del dormitorio. Volví a entrar con un martillo y la emprendí a golpes con la pared. Evidentemente te despertaste.
- ¿Se puede saber qué coño estás haciendo?
- Esos hijos de puta llevan toda la mañana jodiéndome.
- Metes tú más ruido que ellos.
- ¿Cómo puedes decir eso?
- Porque es verdad.
- Nunca te pones de mi parte.
- No me vengas con esas ¡Joder!
De pronto los ruidos ya no me importaban. Me vi reflejado en el espejo que colgaba de la pared. Estaba ridículo, en calzoncillos empuñando un martillo. Inconscientemente lo dejé resbalar de entre mis dedos y cayó al suelo golpeando las baldosas.
- ¡Quieres dejarme dormir de una puta vez!
- Yo sólo quería...
Yo solo quería seguir soñando contigo, pero no me atreví a continuar la frase.
Me diste la espalda cubriéndote la cabeza con el edredón. Salí de la habitación y me fui al sofá.
En él soñé con aviones y otras cosas. No era lo mismo.
® pepe pereza (del libro “Amores breves”)
No hay comentarios:
Publicar un comentario