jueves, 15 de mayo de 2014

EN PRE-VENTA "MALOS TIEMPOS" de CARLOS SALCEDO ODKLAS – LUPERCALIA EDICIONES


MALOS TIEMPOS – CARLOS SALCEDO ODKLAS – LUPERCALIA EDICIONES

EN PRE-VENTA (por la compra de este título, y mientras dure esta pre-venta, te llevas de regalo el libro Apocalipsis pulp)
       
Al pasar por delante de esas modestas pensiones que hay en todas las ciudades, ¿no te has parado a pensar en los inquilinos que las habitan?(...) Pues bien, aquí está Carlos Salcedo Odklas para aclarar todas las dudas. Nadie como él para hablar de estos lugares, porque él vive en una de esas pensiones (...) Quién sabe, tal vez la miseria sea un estímulo para el talento. Quizá sea el secreto de la buena literatura. De lo que no tengo dudas es que Carlos escribe relatos de una calidad indiscutible (Pepe Pereza)
     
  No te puedo hacer un resumen de lo dicho porque es mucho. Si sabes leer habrás intuido que sólo se puede escribir como lo hace el Odklas desde la primera línea, allí donde se dan y reciben las hostias (...) en cada habitación un nuevo frente con su prosa directa, que te engancha (Alfonso Xen Rabanal)


SEZ NER & DETRÁS DE LA ESTACIÓN - ARNO CAMENISCH - XORDICA EDITORIAL

jueves, 8 de mayo de 2014

ESQUINAS EN TANYIBLE EBOOKS

Esquinas: «Una muestra de escritura sobria y efectiva»
Alfredo Martín Gorriz 7 mayo, 2014

Todavía hoy, a las alturas en las que estamos y todos con estos pelos, no se reconoce el género literario de los anuncios por palabras dedicados a la prostitución; ni tan siquiera como un género menor entre el haiku y el microrrelato. Nada. Pocas posibilidades hay sin embargo de encontrar textos con tanta economía del lenguaje, tan expresivos y tan propicios a la creación de términos, a profundizar en la polisemia, en los dobles sentidos, en la sutil o menos sutil ironía. Desde el clásico «complaciente» a los cada vez más habituales «lechera» o «fiestera» (rima consonante) aplicados al mercado al alza de transexuales, la riqueza de estos escritos mínimos se basa en la necesidad de fundir en poco espacio una exposición suficientemente amplia a la par que descriptiva y atrayente. Lástima que al estar relacionados con una profesión tan antigua como despreciada participen en cierto modo de ese mismo desprecio. En ocasiones se pueden encontrar ahí pequeñas joyas escondidas entre tantos avisos costumbristas o sencillamente repetitivos. A pocas cosas se le suele echar tanta imaginación como a los asuntos de alcoba. Y más si son de pago.
Las Esquinas de Pepe Pereza (Ediciones Lupercalia) hacen referencia a los viejos lugares de trabajo donde antaño tenían su oficina las personas a las que con eufemismos pasados de moda no hace mucho se las llamaba «mujeres que fuman». Este término podría recuperarse al adquirir el tabaco de nuevo —a causa de la prohibición y la persecución sanitaria— connotaciones de rebeldía que parecían pérdidas. La colección de cuentos empieza precisamente con un catálogo de los mencionados anuncios por palabras. Esta enumeración bien puede servir de reflejo de lo que vamos a encontrar, un nutrido «inventario» de modos muy diversos de acercarse a la prostitución.
Resulta quizá complicado adentrarse en este mundillo tan manoseado por libros y películas. El mérito del autor es dirigirse a él de forma directa, sin adornos ni intentos de crear nuevos caminos no transitados. Al presentar estas historias de forma sencilla, sin alharacas ni falsos rodeos, consigue un efecto de cierta autenticidad que se nota desde el principio. Hay camioneros y chulos. Hay putas en los polígonos. Hay hombres deformes en busca de la primera experiencia. Hay familias que se enfrentan a la prostitución de la madre. O padres que se enfrentan a la prostitución de la hija. Hay maltratos, palizas, navajas. Hay borrachos en bares. Hay productores de cine con pocos escrúpulos. Incluso hay mujeres que acuden a los periódicos para poner un anuncio por palabras.
De entre estos cuentos de planteamiento voluntariamente tópico, se extrae no obstante eso que el poeta Tomas Tranströmer resumía como un principio: «el arte de ser atropellado conservando el amor propio». Los personajes aguantan los embates de la vida fortaleciéndose gracias a ello, o bien se topan con golpes brutales de los que extraen enseñanzas útiles sobre los demás o acerca de sí mismos. Y ese aprendizaje no tiene por qué acarrear necesariamente informaciones agradables ni sobre otros ni sobre ellos. El ambiente marginal, la pobreza, apenas deja más resquicios para respirar que la lucha interior, estando la «exterior» perdida de antemano. Desde los descubrimientos infantiles hasta el último deseo de algunos ancianos, Esquinas hace repaso a algunos combates cotidianos ambientados en el mundo de la prostitución.
Si, como decíamos, la obra aborda muchos lugares comunes con plena intención, es mérito del escritor no caer en ningún momento en lo manido. Lejos de eso, Pepe Pereza se muestra como un cuentista muy hábil para captar la extensión justa de los relatos. Nada sobra en ellos y concluyen en el momento adecuado para dejar al lector cavilando. Esta virtud, que en teoría deberían tener todos aquellos que aborden este género, no resulta sin embargo tan habitual ni, como en este caso, tan precisa. Aunque el principal mérito del autor está en el ritmo de su escritura y en su naturalidad. Consigue una constante fluidez en la narración sin que falte ni sobre nada. La voluntad de estilo de Pepe Pereza es una aparente falta de estilo que aplicada a cualquier trabajo se alabaría por su profesionalidad. La sobriedad, la claridad, la exactitud, casan perfectamente con la aspereza e incluso crueldad de los temas tratados, también con el tipo de esperanza que arrojan. Los cuentos de Esquinas sin duda son un buen resumen de la condición humana y una muestra de escritura sobria y efectiva.
Cada capítulo, por cierto, va ilustrado por uno de los más de veinte dibujantes (1) cuyas señas se incluyen en un índice al final del libro. Estas ilustraciones apoyan al texto y contribuyen sin duda a profundizar en el ambiente que consigue generar el conjunto de todos los relatos de manera eficaz.

Notas a pie:
(1) Henry González, Julia D. Velázquez, Pedro Espinosa, José María Lema, Pablo Gallo, Marina Hernáez, Luis F. Sanz, Toño Benavides, Enrique Cabezón, Valle Camacho, Gsús Bonilla, Andrés Casciani, Óscar M.Salomón, Raúl Barbolla, Velpister, Mónica Carretero, Bruno G Valencia, Mariana Chiesa, Omar Figueroa Turcios, Anotnio Lorente, elniñodelaspinturas y Mik Baro.


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miércoles, 7 de mayo de 2014

SE RUEGA SILENCIO (Fragmento)


            Me escuecen los tímpanos de escuchar villancicos. Ocho horas al día con la misma tortura. Obligado a llevar este maldito disfraz que apesta a sudor. Odio las navidades. Ya desde niño me asquean. Quizás porque cuando llegaba el ansiado Día de Reyes, éstos tenían la mala costumbre de agasajarme con el regalo más cutre del barrio, es decir, una pistola de plástico. Todos los años lo mismo. A los demás niños les traían trenes eléctricos, coches teledirigidos, camiones de bomberos, bicicletas… Yo debía conformarme con la dichosa pistolita y, de paso, soportar la envidia que me causaba ver a mis amigos disfrutando con sus fantásticos juguetes. ¿Por qué los Reyes Magos se portaban así conmigo? ¿Acaso me tenían manía? Estaba claro que sí. Eso me hacía sentir como una mierda. Llegué a creerme una persona despreciable. Era el peor niño del barrio. Ese era el motivo por el que los Reyes Magos me castigaban con su indiferencia y desprecio. Más tarde descubrí que el motivo era otro. Mis padres no podían permitirse gastos extras y por eso echaban mano del juguete más barato. En aquellos tiempos la navidad era tan mala para ellos como lo era para mí…
-        Pepe ¿eres tú?
Alguien pronuncia mi nombre y me trae de vuelta al centro comercial. Conozco la voz. En su día esa voz tuvo el poder de otorgar la felicidad o infligir el castigo más cruel. Es la voz de Angélica, mi ex amante. Lo último que quiero es que me vea de esta guisa. Demasiado tarde para hacer algo. La tengo delante y es imposible intentar escabullirme.
-        ¿Qué haces disfrazado de Papá Noé?
Hace mucho que no coincidíamos. Más de dos años. Está guapísima. Por el contrario, yo voy hecho un fantoche. Siento tanta vergüenza que por un momento no me importa llevar barba y peluca postiza para ocultar lo abochornado que estoy.
-        Estás muy gracioso vestido así.
Ahora mismo me gustaría que me tragase la tierra. Intento guardar la compostura y mostrarme seguro de mí mismo. Claro que es más fácil pensarlo que hacerlo. Angélica me dice que ha venido a pasar unos días con la familia y que está comprando unos regalos para ellos. Luego me presenta a un tal Bruno.
-        Es mi novio.
No me había fijado en su acompañante. Ahora que lo hago veo que es el típico tío sacado de una revista de moda. De inmediato siento celos de él. Para terminar de rematarla me entero que es médico. Angélica hizo bien plantándome. Estoy tan cortado que no sé qué decir. La situación me supera y no encuentro las palabras adecuadas. Los pelos de la peluca se me meten en los ojos y el bigote de la barba deja hebras sintéticas enredadas en mi lengua. No paro de sudar y me cuesta mantener la mirada mientras hablamos.
-        ¿Terminaste aquella novela?
No, joder. Ese tema no lo quiero tocar, menos aquí y vestido de Papá Noé.
-        Sigo con ella.
Angélica comenta a su novio que soy escritor. No sé dónde meterme. Aun así trato de mantenerme firme y mostrar aplomo.
-        ¿Te han publicado algo?
Será hijo puta. La pregunta va con trampa.
-        No. Todavía no. Pero hay una editorial que está interesada en unos relatos que les he enviado.
Se nota a la legua que les estoy metiendo una trola.
-        ¿Y de qué van?
-        Bueno… no sé qué decir. Van de… de varios temas.
El tío me mira sorna, haciéndome ver que no se ha tragado ni una palabra de lo que he dicho. Me gustaría romperle los dientes. Machacarle esa dentadura perfecta.
-        ¿Y la novela de qué va?
El cabrón se ríe de mí. Trago saliva y le planto cara.
-        Va de lo cutre que es la vida.
Vuelve a sonreír con prepotencia. Definitivamente me encantaría partirle la boca, aunque puestos a ello, lo más seguro es que me la partiese él a mí. El tío está cachas y apuesto a que levanta pesas en el gimnasio. Soy un estúpido por darle coba. Finalmente se despiden para seguir con sus compras. Los veo alejarse por el pasillo de congelados mientras yo continúo repartiendo propaganda con las ofertas del día. Seguramente van comentando lo patético de la situación. De pronto me vengo abajo. Dejo la sala y entro en los vestuarios. Me encierro en el servicio y enciendo un cigarro. Está prohibido fumar, pero me da igual. Estoy harto de ser un puto fracasado. Por qué acepto empleos de mierda. Por qué me degrado de este modo. Por qué me empeño en escribir cuando todo indica que no tengo talento. Me pregunto por qué no puedo ser una persona normal con un trabajo normal y una vida normal. Acabo el cigarro y salgo del baño. Dejo la peluca y demás en la taquilla, me cambio de ropa y abandono el centro comercial.
 

lunes, 5 de mayo de 2014

ARDIMIENTO - BACO

LA CORBATA

Vamos, anímate.

Era larga y roja,
como la serpiente
más venenosa
del mundo.

La corbata,
te la tienes que poner.

Sé lo que estás pensando,
que no va contigo
y, quizás, tengas razón.
Pero no se trata de eso,
se trata de la Empresa,
de la Compañía. 
Tú eres su imagen,

piensa que cuando te miren a ti
en realidad
ven a la Organización.

Era larga y roja
como la lengua
de la sonrisa cachonda
de los Rolling Stones.

Se trata de aparentar,
bien lo sabes, nuestro traje es
como la camisa naranja del butanero,
como el mono azulado de los mecánicos,
como la capa verde de la guardia civil.

Se trata de aparentar,
ya sé, sé muy bien lo que piensas,
pero cuando logres cambiar el mundo
podrás dejar de llevarla.

Eso me decía aquel encargado,
pero queriéndome decir
que él,            también,
tuvo que pasar por ello.

La corbata,
te la tienes que poner.

Piensa que en realidad
es como si fueses disfrazado
porque el tú auténtico
siempre estará debajo,
desnudo.

Un disfraz
para engañar al mundo.

Además,
te voy a decir algo
que una vez me dijeron a mí
y que fue definitivo:
«aquel que se permita       juzgarte
por tu aspecto
no merece la pena».

Era larga y roja,
como la que llevaba
en el concierto de las Ventas
el bueno de Angus Young.

Pero no,
yo sabía que no era eso,
que no se trataba de aparentar
porque yo no necesitaba ser otro
en las horas laborales de mi vida,
las horas que se convierten en monedas
para poder vivir
el resto del tiempo.

Bacø,
con o sin corbata,
es auténtico
y, efectivamente,
le importa un huevo lo que digan
aquellos que creen en las apariencias,
así que           guárdate
   esa sonrisa falsa,
   ese hilarante silbido de hiena,
   esa mirada de superioridad,
   esos gestos de desprecio,
cuando le veas aparecer
con su traje y su corbata
en estas reuniones de poetas.

Te aseguro que conozco a muchos seres
enfundados en cueros despellejados,
y a muchos bardos de pacotilla,
de largos fulares y palabras pausadas,
que no llevan corbata
pero que han comido muchas pollas
y se han dejado dar por el culo
incluso que han vendido a sus mejores amigos
sólo para conseguir una reseña de mierda

en un periódico

de tirada


nacional.


De Ardimiento (Zoográfico Rodrigo, 2014)