jueves, 30 de abril de 2015

EN CASA


Gracias a Ricardo Moreno Mira por el detalle

PRESENTACIÓN


FRÍO


Salgo a la calle. Enfilo el camino que bordea el río. Con suerte el aire fresco de la noche me aclarará las ideas. La luna parece una pandereta. Observo su reflejo en las negras aguas. Avanzo entre los árboles que se mecen a mi paso. Mi aliento me precede, se adelanta a mi zancada indicándome la dirección a seguir. Dos meses atrás, cuando caminé por esta misma vereda, el croar de las ranas se fundía con los cantos de los grillos y las cigarras. Hoy la noche es silenciosa. Cada vez hace más frío. Tanto, que las gotas de rocío se condensan en las carcasas de las farolas. Oigo un batir de alas. Levanto la cabeza y veo la silueta de un búho buceando bajo las estrellas. Toda esa belleza esconde una mortal estrategia. El depredador exhibiendo su maestría, a la espera de que la presa quede subyugada por su embrujo. Me enciendo un cigarro. El humo y la nicotina se mezclan con el vapor de mis pulmones. Paso por debajo del puente de hierro. De inmediato me embiste el recuerdo de cuando era un niño y cruzaba este mismo puente para ir a bañarme a las piscinas municipales. Amparado por la nostalgia del momento lanzo la colilla al suelo, con rabia. Y la pisoteo como si fuera un gusano inmundo. Las piernas me pesan. Llego hasta un banco próximo y dejo caer todo el peso de mi cuerpo sobre él. A lo lejos suena la sirena de una ambulancia, siento una sacudida en el estómago. Hace demasiado frío para quedarse sentado. Al acercarme de nuevo al río, veo que la niebla oculta la corriente creando otra por encima, más etérea y extraña. Dan ganas de sumergirse en ella. Sigo caminando hacía unas estructuras artificiales. Son torres construidas con la intención de que las cigüeñas hagan sus nidos ahí. Distingo a varias de ellas arriba. Dormitan y se acurrucan buscando calor. Tomo una de las sendas que se adentran en el parque. Arrastro los pies haciendo crepitar la grava. Todo es confuso ahora. Ni siquiera el frío glacial consigue espabilarme. Echo de menos el sol de verano. De aquellos veranos, cuando era niño y cruzaba el puente para ir las piscinas municipales. Entonces la vida tenía sentido, merecía la pena vivir. Al llegar a lo alto de la colina el viento me golpea en la cara. Aprieto los dientes con fuerza, haciéndolos rechinar. Podría volver a casa. Pero allí solo hay un televisor con poco, o nada, que ofrecer y un colchón que garantiza insomnios. Mejor seguir caminando.

pepe pereza

miércoles, 29 de abril de 2015

PRÓXIMAMENTE EN CABARET VALTAIRE

El loco de las rosas
«Escribo sobre las moscas de la sociedad. Donde hay moscas, hay algo podrido…» Mohamed Chukri resume así su objetivo: devolver la palabra robada a las mujeres y a los hombres que viven amordazados por una sociedad que los margina. Con la colección de cuentos El loco de las rosas, escritos entre 1966 y 1978, Chukri irrumpió en el mundo de las letras, y gracias a sus ricas y abundantes experiencias y a su estilo espontáneo, libre de pedantería y preciosismo, pronto este autor singular se convertiría en referente obligado de la literatura marroquí del siglo XX.


PRESENTACIONES





martes, 28 de abril de 2015

UNA TARDE DE VERANO (Relato inédito)

Hay una nube con forma de piano de cola que, poco a poco, se va transformando en algo parecido a una oveja. Cierro los ojos y dejo que el sol preñe mi piel. Al fondo, el chapoteo y los gritos de los niños que nadan en la piscina. Olor a cloro y a bronceador. El resto, murmullo de voces, zumbidos de mosca y canciones de verano. De entre la mezcolanza de rostros hay uno que me resulta familiar. Es una mujer delgada, más o menos, de mi edad. Tiene la piel demasiado blanca y para no quemarse ha tomado la precaución de colocar su toalla a la sombra de un árbol. Lleva un bañador de color verde oliva y se entretiene leyendo un libro. No sé de qué la conozco, pero hay algo en ella que me inquieta. Como en un puzle, intento encajar a esa mujer en los recuerdos que guardo de mi vida. Finalmente consigo que las piezas encajen. Ella y yo estudiamos juntos en quinto y sexto curso de la EGB. Se llama Natividad, no recuerdo sus apellidos. Lo que sí recuerdo es que era una niña muy tímida que se sentaba detrás de mi pupitre. Este remordimiento que siento al reconocerla es porque no paraba de tomarle el pelo y meterme con ella. Un día tuve la ocurrencia de darle la vuelta a su nombre. En vez de Natividad, decidí llamarla Muerte. El mote pronto corrió de boca en boca y al final todos los alumnos terminaron refiriéndose a ella de ese modo. Fue algo que nunca me perdonó. Me acerco con la excusa de pedirle fuego.
-        -Tú y yo estudiamos juntos en el mismo colegio. Te llamas Natividad ¿verdad?
-        -Sí.
-        -¿Te acuerdas de mí?
-        -Perfectamente.
Lo dice con tal contundencia que, sin querer, me veo en la obligación de pedir disculpas por las travesuras de antaño.
-        -Ha pasado mucho tiempo, pero quiero que sepas que siento mucho todas las trastadas que te hice.
-        -¿Trastadas?
-        -Ya sabes… lo de llamarte Muerte y esas cosas.
-        -Lo que tú llamas trastadas, para mí fueron crueles humillaciones.
-        -Bueno, éramos unos críos y…
-       -Un día, una niña se acercó donde yo estaba y, delante de todo el mundo, me escupió en la cara diciendo que su abuela había muerto. Lo malo es que lo dijo como si yo fuera la culpable, como si yo hubiera tomado la decisión.
-        -Vaya, lo siento.
-        -Tengo una hija de cuatro años. El próximo año empezará a ir al colegio. Mi gran temor es que la sienten detrás de un canalla como tú.
Dicho esto, recoge sus cosas y se aleja. Vuelvo a mi sitio. Me tumbo en la toalla y me enciendo el cigarro que durante todo este tiempo ha estado colgando de mis labios.

pepe pereza

domingo, 26 de abril de 2015

A LA VENTA


MI MARIDO ES UN MUEBLE, de Esteban Gutiérrez Gómez

En todos nuestros puntos de venta:
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miércoles, 22 de abril de 2015

EL VIAJE (Relato inédito)

De pronto lo oigo. Es una especie de chirrido.
-        -¿Oyes eso?
-        -¿El qué?
-       - Ese ruido.
-       - ¿Cuál?
-        -Chiiii… chiiii… ¿No lo oyes?
-       - No.
-        -Escucha con atención…
-        -Cuidado con el que tienes delante que le vamos a dar.
Piso ligeramente el freno y dejo que el coche que nos precede se aleje unos metros.
-       - Ahí está otra vez. Chiiii… chiiii…
-       - No oigo nada.
Me molesta que nunca esté de acuerdo contigo en nada.
-        -Aunque tú no lo oigas, hay una especie de chirrido.
-        -Déjate de tonterías y concéntrate en la carretera, anda.
Otra de las cosas que me jode es que me trate como un crío.
-       - Voy a parar.
Arruga el morro y se rasca la nariz, señal de que se ha enfadado. Me la suda. No quiero quedarme tirado por culpa de una avería. Unos kilómetros más adelante hay una zona despejada. Justo lo que estaba buscando.
Abro el capo y echo un vistazo al motor.
-        -No sé qué coño estás mirando ahí. No tienes ni puñetera idea de mecánica.
A primera vista parece que todo está bien. Aunque ella tiene razón, no tengo ni idea de mecánica, por lo tanto no me queda claro si la maquinaria está en su sitio, o no.
-       - ¿Qué? ¿Ves algo?
Cierro el capo y me concentro en las ruedas. Según rodeo el coche voy golpeando los neumáticos con el pie.
-        -¿Se puede saber qué coño haces?
-        -Compruebo la presión.
Se baja del coche y cierra de un portazo, luego se aleja unos metros para encenderse un cigarro. Me dan ganas de dejarla aquí plantada. Lástima que me falten cojones. Desde el principio supe que este viaje iba a ser un infierno, aun así me dejé convencer. Nos queda mucho por delante, es mejor que intente llevarlo de la mejor manera posible. Tomo aliento y me acerco a ella.
-       - ¿Me das un cigarro?
Me lo da sin mirarme.
-        -Y fuego.
Me pasa el mechero que tiene en la mano. Después de prender el cigarro quiero devolverle el encendedor, pero está mirando a las nubes que tenemos enfrente y no me presta atención. De repente vuelve al coche y se pone a rebuscar en la bolsa del equipaje.
-        -¿Sabes dónde está la cámara de fotos?
-        -¿No está ahí?
-       - No la encuentro.
-        -Busca bien.
-        -¿Estás seguro de que la guardaste en esta bolsa?
-        -Yo no he guardado la cámara en ningún sitio.
-        -Te dije que lo hicieras.
Tiene razón, me lo dijo, pero jamás lo admitiré.
-       - No lo recuerdo.
-        -Pues yo lo recuerdo perfectamente. Te dije: Asegúrate de guardar la cámara de fotos.
-        -No te oí.
-        -Ya, tú solo oyes lo que te interesa.
-        -Si quieres hacer una foto, utiliza la cámara del móvil.
En cuanto menciono el móvil sé que he metido la pata.
-       - Lo tengo sin batería porque anoche, al señorito, se le olvido ponerlos a cargar.
Odio que utilice ese tono conmigo.
-        -Ya me he disculpado, así que no insistas con eso.
-        -Has sido tú quien ha sacado el tema.
Sigue rebuscando en la bolsa. Se nota que a cada segundo se va frustrando más y más.
-        -No está.
-        -Bueno, no pasa nada.
-        -Claro, para ti nunca pasa nada.
Prefiero no contestar.
-        -Estoy segura de que te lo dije.
-        -Si tanto interés tienes en la cámara, podías haberte preocupado de guardarla tú misma.
Me clava los ojos. Por un momento, creo que se va a abalanzar contra mí.

Llevamos un buen rato sin hablarnos, cosa que agradezco porque necesitaba un respiro para poder continuar con esta pesadilla. Lo bueno del asunto es que desde que hemos retomado el viaje no he vuelto a escuchar el chirrido. Ahora que estoy medianamente relajado puedo disfrutar del paisaje. Y es que, a ambos lados de la carretera, hay inmensas praderas sembradas con trigo que se alargan hasta el horizonte. Cuando el viento sopla sobre las espigas, se produce una serie de oleadas y da la impresión que estamos cruzando un océano teñido de amarillo.
-        -Tengo hambre.
Lo dice como si yo tuviese la culpa.

Es el típico restaurante de carretera. A esta hora está repleto de gente. Los camareros corren de un lado para otro sirviendo menús o tomando nota de las comandas. Después de esperar más de media hora, nos acomodan en una mesa que acaba de quedar libre, de hecho, las sobras de los anteriores clientes aún están sobre el mantel.
-        -No me gusta este sitio. Huele raro.
-        -Es el olor a comida.
-        -No, huele a meados. Seguro que alguien se ha dejado la puerta de los baños abierta.
Hago oídos sordos. Después de lo que hemos tenido que esperar no estoy dispuesto a levantarme para ir a otro lugar. Cojo la carta y leo. La oferta no es muy variada, no obstante, a mí me vale con lo que ofrecen. A ella no.
-        -No me apetece nada de lo que tienen aquí.
En la mesa de al lado, un hombre come paella.
-        -La paella tiene buena pinta.-le digo señalando el plato de arroz.
Ni siquiera se molesta en mirar, así que me dejo de sugerencias. Por fin se acerca una de las camareras. Su ojo experto enseguida detecta la tensión acumulada por la espera. Para tranquilizarnos nos pide disculpas por la tardanza y señala que en cuanto termine de recoger la mesa nos tomará nota.
Comemos, en silencio. Un silencio sólido, pesado, frío, como una cadena de acero. La comida, aunque abundante, dista mucho de estar deliciosa. Me fijo en una pareja joven que ocupa una mesa junto a la puerta de la cocina. Hablan cariñosamente ajenos al trasiego de los camareros, que entran y salen sin parar. De habernos asignado esa mesa, nosotros, sin duda, hubiésemos protestado. Sin embargo, ellos están contentos y no les importa estar ahí. Supongo que no es cuestión de dónde te pongan, sino de feeling. La mujer que tengo delante, es decir, mi mujer, escarba con el tenedor en el lomo de un lenguado. Se nota que ha perdido el apetito. Me gustaría decir algo, iniciar una conversación.
-       - ¿Tomarás postre?
-       - Quiero volver a casa.

Frente a nosotros, el cielo invita a tormenta.
-        ¿Estás segura?
Asiente con la cabeza. Así que entro en la autovía con dirección a casa. Al final hemos decidido concluir este absurdo viaje. Realmente, la decisión ha sido suya, no obstante, estoy de acuerdo con ella y me siento feliz de regresar.
-        -Ahí está otra vez… ¿Lo oyes?
El maldito ruido.
-       - Chiii, chiii… Juraría que viene del motor.
-        -Estoy embarazada.
Recibo la noticia como un mazazo en el estómago. De hecho, el impacto de sus palabras me deja sin respiración. Tengo que detener el coche en el arcén. Me apeo y echo a andar campo a través. Trato de respirar. Aparentemente un acto sencillo que, en mi caso, entraña gran dificultad. Ella grita algo, pero un trueno me impide escuchar lo que dice. 

pepe pereza

miércoles, 15 de abril de 2015

MI MARIDO ES UN MUEBLE - ESTEBAN GUTIÉRREZ GÓMEZ - EDICIONES LUPERCALIA

MI MARIDO ES UN MUEBLE - Esteban Gutiérrez Gómez

YA EN PRE-VENTA!! (por tu compra te llevas gratis un ejemplar de Esquinas, de Pepe Pereza)

Parejas que subsisten a pesar de que nunca ha existido un vínculo sustancial entre las personas que forman la unión o, como contrapunto, parejas que defienden su relación a pesar de todos los males que les rodean. Todo tipo de relaciones tienen cabida en Mi marido es un mueble. Y es que el mundo de la pareja es único, excepcional en cada caso. Mi marido es un mueble es el primer libro de cuentos publicado de la trilogía «Asuntos domésticos», en la que Esteban Gutiérrez Gómez aborda las relaciones de pareja desde perspectivas tan cotidianas como inusuales. (Imagen de portada cortesía de Javier Jimeno Maté - Diablo)



EDITORIAL SEXTO PISO - NOVEDADES

viernes, 10 de abril de 2015

IVÁN ROJO

Demasiado joven como para estar tan hecho polvo, y sin embargo lo está. Mi amigo, digo. Un ictus, le soltó el médico. La mitad izquierda paralizada para siempre. Demasiado hecho polvo como para ser tan joven. Todo el derecho a pasarse la vida maldiciendo su puta suerte. Y sin embargo su mensaje me llega puntual cada viernes por la tarde. Que si esta noche salimos o qué. Y paso a por él y le veo salir de su portal cojeando como un viejo y sonriendo como un niño. No sé cómo lo hace, no sé cómo lo consigue. Pero así es. Se sube al coche, pasa la muleta al asiento trasero y con su lengua de trapo, dice: Venga, tira. Y yo arranco. Ni él ni yo sabemos nunca dónde vamos, pero al final llegamos. Supongo que a veces lo único que importa es no quedarse demasiado quieto.


sábado, 4 de abril de 2015

PROCRASTINACIÓN BLUES – ALFONSO XEN RABANAL

...
me gusta escribir en la noche con tu aroma en mi piel, da consistencia a mi vacío, me separa de la herrumbre de los cerrojos que me pongo, perdido, como ese mosquito que me intenta succionar una pupila y muere ahogado entre legañas, decapitado por el parpadeo de la incertidumbre... esa espera de mí mismo que me agota.

Me gusta coincidir contigo pues sólo en ti descubro los sonidos necesarios, la luz de mis silencios en los que siempre me pudro, buscando un paso a dar, una nota que rompa la atonía tonal en el derrumbe de mí mismo.

El viento corre y levanta las sombras. Me vapulea con ellas como a un espantapájaros anclado en un cruce de caminos. Soy harapos y, a menudo, última gota de esperma destilado en un alambique que mira a tierra cuando tú no estás. Con ella sello mi legado: los trozos de mí que cedo al viento. Mis ojos se pierden en la noche oscura. Sé que estoy a medio camino en ningún camino:

http://elbluesdeluzazul.blogspot.com.es/

DAVID GONZÁLEZ EN LEÓN