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jueves, 10 de abril de 2014

AL NORTE DEL DOLOR - relato con el que participo en la antología "EL DESCRÉDITO" EDICIONES LUPERCALIA


Me enfrento a la primera noche sin ti…
Siento miedo. Y dolor. Tanto que no sé cómo describirlo. Creo que no hay palabras para hacerlo. Por mucho que junte la D con la O, le sume una L, otra O y le añada una R jamás conseguiré expresar el cúmulo de padecimientos que soporto. No hay metáforas para el dolor. Tampoco hay centímetro en mis entrañas que no esté sometido a todo un catálogo de ellos ¿Cómo describirlos? Se supone que la palabra “dolor” abarca todos ellos. Lo que puedo hacer es escribirlo con mayúsculas, empaparlo en negrita y que el tamaño de la fuente sea excesivo para que dicha palabra se acerque un poco, muy poco, a la sombra de lo que siento: DOLOR
Deambulo del salón a la cocina, luego salgo al pasillo, lo recorro cien veces…
Por fin, me atrevo a entrar en el dormitorio. No he cambiado las sábanas porque huelen a ti. Ahora mismo es lo único que conservo: tu olor. Olor y dolor. Un poeta resabiado sabría qué hacer con estas dos palabras. No estoy para poemas. Ahora toca sufrir y olvidar. Aún es pronto para olvidar. Es triste y descorazonador llegar al punto donde dos personas fundidas en un solo ente tienen que separarse. Romper esa simbiosis. La soldadura que les une en un doloroso desgarramiento de carne y sentimientos. No soporto ver la cama y saber que nunca más te acostarás en ella. Me duele verla así, vacía. Si no fuera tan cobarde me echaría a llorar. Escapo del dormitorio y regreso al salón. Siento deseos de abrirme el pecho y dejar salir el avispero. Quisiera sacarme los ojos para situar el dolor en un punto concreto. La cabeza me va a estallar. Me llevo las manos a las sienes y trato de masajear la zona con la esperanza de que la angustia disminuya. Cierro los ojos y me los froto ejerciendo una leve presión. Eso hace que mil chispas de color surjan de la oscuridad que encierra mis párpados y converjan en un mismo punto. Un punto de luz. Quizás todo radique en eso: encontrar un punto de luz al que dirigirse. No importa lo que tengas que avanzar, ni la oscuridad que te rodea. Lo trascendente es que tienes una meta a la que llegar. Necesito hacer algo. Si no para calmar el dolor, que al menos sirva para acompañarlo. Decido raparme la cabeza. Lo hago en el baño.
Al final mi rostro queda desnudo en la imagen que me devuelve el espejo. Me doy asco por no haber sabido conservarte. Escupo al reflejo. En un arrebato cojo un puñado del pelo cortado. Me lo meto en la boca y lo mastico. Es repugnante pero sigo masticando. Hago por tragar. Por mucho que lo intento no soy capaz de engullir la masa de queratina. Me ayudo con el dedo. Empujo hacía dentro y trago. Termino vomitando en el retrete…
Maldita sea, no hagas más tonterías. Siéntate a ver la tele o ponte a leer. O si no come algo que no sea pelo. Lo que sí hago es fumar. Llevo casi tres paquetes. Me escuecen los pulmones. Aun así sigo encendiéndome un cigarro tras otro. Por enésima vez vuelvo al salón. Enciendo la tele. En todos los canales emiten películas de amor. El destino se ríe de mí. La apago. ¿Por qué todo me recuerda a ti? Supongo que es como cuando tienes una herida en el codo y todos los golpes que te das son precisamente ahí. Me agobio y salgo al pasillo. Vueltas y más vueltas. Las paredes se me echan encima y siento claustrofobia. Tengo que escapar de aquí. Cojo las llaves del coche y me dispongo a salir. Sé que fuera hace frío. Pero no tengo cojones para entrar de nuevo en el dormitorio, que es donde guardo toda la ropa de abrigo. Prefiero helarme que entrar ahí y ver la cama vacía. Salgo a la calle con un fino jersey y unos vaqueros como única protección. Hace muchísimo frío. Donde más lo noto es en el cráneo recién pelado. Llego al coche y entro. Estoy aterido. Casi no puedo meter la llave en el contacto. Arranco y le doy a la calefacción. El calor tarda en llegar. Mientras tanto me fumo un cigarro, otro más. La ciudad está vacía de tráfico y gente. Tomo la primera calle para luego girar a la derecha y continuar por la siguiente. Me dan ganas de acelerar y estrellarme contra el muro que tengo en frente. Al aproximarme giro a la izquierda y sigo por la avenida principal. Conducir no mejora mi estado de ánimo pero al menos tengo la mente ocupada en algo. Por el retrovisor veo que un coche de la policía se sitúa detrás. Parece que se hubiera materializado ahí mismo. Hago un repaso mental para cerciorarme de que llevo todo en regla. Una alarma se enciende en mi cabeza. Guardo una piedra de hachís en el bolsillo del vaquero. Joder, ya era el peor día de mi vida sin necesidad de terminar en un calabozo para confirmarlo. Afortunadamente el coche me adelanta y coge la rotonda que lo desvía hacia el casco viejo. Yo sigo recto. Al rato llego a las cercanías de basurero municipal. Toda la mierda termina aquí. Sin duda este es mi sitio. Me desvío del camino principal por una vereda sin asfaltar y aparco en una elevación situada frente al vertedero. Apago las luces y dejo el motor al ralentí para que la calefacción siga funcionando. Desde aquí puedo ver a los camiones descargar la inmundicia. Y sobre ellos un cielo negro que no tiene fin. Me lío un porro y me lo fumo observando las estrellas. Sobre todo a las que les da por ser fugaces… El dolor es el mismo aquí que en el salón de casa. Perjudica de igual manera. Comienza a nevar y veo tu cara en cada copo que cae. Cada uno de ellos contiene un gesto tuyo, una instantánea... De pronto el motor se apaga. Me he quedado sin gasolina. Estaba tan ensimismado en mi propia desgracia que no me he fijado que el piloto de aviso estaba en rojo. Otra gota que añadir al vaso. Salgo al frío mortal. Abro el maletero para coger una garrafa de plástico y dirigirme a una gasolinera. Además de la garrafa, tengo la suerte de encontrar un viejo chubasquero que guardo aquí desde hace tiempo. Está roto por algunos sitios y es una mínima protección contra el frío. No obstante me alegro de poder hacer uso de él. Me lo pongo y me siento un poco mejor. Para terminar, debajo del jersey meto las páginas de un periódico que me ayudarán a conservar el calor. Cierro las puertas del coche y me pongo en camino. Calculo que estoy a unos cinco kilómetros de la gasolinera más cercana. Ahora mismo mi punto de luz está en esa gasolinera. Cada vez nieva más. Acelero el paso. Me castañean los dientes y tengo congelada la mano con la que sujeto la garrafa. Cambia el viento y me llega toda la fetidez del estercolero. Los copos de nieve se me quedan adheridos y me duele la cabeza de tanto frío.
Después de hora y media caminando bajo la ventisca llego a la gasolinera. Casi no puedo andar por la hipotermia. Antes de llenar la garrafa en el surtidor, decido entrar en el bar y tomar algo caliente que me devuelva la vida. El local está casi vacío, a excepción del camarero y unos pocos noctámbulos. Me acerco a la barra y pido un café con leche doble, muy caliente. Pongo especial énfasis en el “muy” para que el camarero comprenda que lo quiero hirviendo.

-        Mala noche ¿eh?
-        La peor.

Ocupo una de las mesas. Aún estoy helado y tirito. El café está demasiado caliente para beberlo. Mientras espero que se enfríe sigo aferrado al vaso con ambas manos para absorber el calor a través de ellas. Dos tipos que están sentados al fondo suben el tono de sus voces y empiezan a discutir. Me quedo con sus movimientos de mandíbula e intuyo que han tomado algún tipo de anfetamina. El más alto pierde la paciencia y poniéndose en pie grita:

-        Céline no era antisemita, entérate.

Aparta la silla de una patada y se dispone a salir. Al pasar a mi lado, algo cae del bolsillo del abrigo que se está poniendo. El tipo sale del local sin percatarse de lo que ha perdido. Es un libro de la Editorial Lumen: “Norte” de Louis-Ferdinand Céline. Un ejemplar que lleva años agotado y que es difícil de conseguir. Además es el único que me falta para completar su trilogía. No lo dudo, lo recojo del suelo y me lo escondo debajo del impermeable. Echo una sutil mirada para ver si alguien me ha visto. Todos están a lo suyo. Solo por este regalo merece la pena la caminata que me he dado hasta aquí, el frío que he pasado y el que me queda por pasar en el viaje de vuelta.
Unos minutos después, el tipo alto regresa al local. Se acerca a su colega y le pregunta por el libro.

-        ¿Dónde está mi libro?
-        Y a mí qué coño me cuentas.
-        ¿No lo tienes tú?
-        No.

Se pone a buscarlo debajo de la mesa y por los alrededores. Evidentemente no lo encuentra porque lo tengo yo.

-        Hace un momento lo tenía y cuando he salido ya no estaba.
-        Pues yo no lo tengo.
-        ¡ME CAGO EN DIOS!

Sigue mirando debajo de las mesas, apartando las sillas sin miramientos. El camarero se ve obligado a poner orden. Discuten y trata de sacarlo del local. El alto no quiere irse sin recuperar lo que es suyo. Pierde los nervios. Hay un conato de pelea entre ambos. Entonces el tipo agarra una botella por el cuello. La revienta contra la barra y con los restos amenaza al camarero. Éste retrocede, coge la bandeja de servir las bebidas y se protege con ella a modo de escudo. El alto insiste.

-        Devolvedme el puto libro, joder.

No me cabe la menor duda de que va puesto de Cristal. Nadie en su sano juicio se comporta así por un libro, aunque sea de culto y esté agotado. Yo permanezco callado, parapetado detrás del vaso de café, observando la escena y preguntándome cómo acabará todo. De pronto el tipo se dirige a mí.

-        ¿Lo tienes tú?

Me hago el tonto.

-        ¿El qué?
-        El libro, joder.
-        ¿Qué libro?
-        El mío. Uno de Céline.
-        No.
-        Mierda… ¿Y dónde está?

No me molesto en contestar porque la última pregunta la hace extensible al resto de concurrencia. Al no obtener respuesta, se planta delante de la puerta del local y lanza un ultimátum.

-        Pues hasta que aparezca, os juro por mis muertos que nadie va a salir de aquí.

El camarero amenaza con llamar a la policía. El alto no se acobarda y sigue en sus trece. De pronto, la puerta del local se abre a sus espaldas. El tipo se asusta e instintivamente ataca a la joven que acaba de entrar. Le clava los cristales justo por debajo de la clavícula. La chica cae sobre su pareja. Ocurre tan deprisa que a todos nos cuesta un momento asimilar lo que está pasando. Aprovechando el desconcierto el agresor huye del local. La mujer herida sangra abundantemente. Su acompañante intenta taponarle la herida con las manos. El camarero se acerca con un paño limpio. Tampoco con eso logran detener la hemorragia. El joven nos grita que llamemos a una ambulancia, que por favor venga un médico. Céline era médico… El camarero corre al teléfono y hace la llamada. Al ver tanta sangre, el estómago se me revuelve y vomito una papilla de pelo y bilis que aun guardaba en las entrañas. No puedo seguir presenciando esto. Suficiente desgracia arrastro ya. Me pongo en pie y rodeando a la pareja salgo de la cafetería. Al abrir la puerta me pringo la mano con una de las salpicaduras de sangre. Pobre chica, me siento culpable. Fuera ha dejado de nevar y no hace tanto frío. Me acerco a los aseos para lavarme, pero antes saco el libro. Abro la cubierta y en la página en blanco que sigue estampo la mano ensangrentada. Un recuerdo indeleble de este viaje mío al fin de la noche. La primera sin ti. La más dolorosa y difícil de superar. Pese a ello, no pienso rendirme. Intentaré encontrar el punto de luz. Hasta que lo haga caminaré a ciegas, como lo he hecho esta primera noche que ya se acaba.

Cuando estoy llenando la garrafa en el surtidor llega la ambulancia. Menos mal. Mientras pago les veo cargar con la chica en la camilla. Parece que han llegado a tiempo. Me alegra. La ambulancia arranca y se incorpora a la carretera. Espero que se recupere. Me giro y en el horizonte veo despuntar el sol. ¿Será ese el punto de luz que estoy buscando? No lo sé. Pero ya que me cae de camino, oriento mis pasos hacía él.

martes, 28 de enero de 2014

EL DESCRÉDITO EN LA TORMENTA EN UN VASO

Ediciones Lupercalia, Alicante, 2013. 208 pp. 15,90 € 

Pedro Pujante 
Si existe un autor que hoy día sigue suscitando polémica, admiración, rechazo, inspiración y sumando lectores y lectores, ese es Céline. Falleció hace más de medio siglo, fue médico, vivió la Gran Guerra, estuvo encarcelado sufrió el ‘descrédito’ y el destierro. Sus panfletos antisemitas le valieron la ignominia y que su Francia natal le relegase a un margen de la literatura canónica.
No obstante, y dando ejemplo de una gran intuición y gusto literarios, Lupercalia, una editorial joven y audaz, se ha encargado de reunir un gran surtido de plumas de escritores españoles contemporáneos para rendir el tributo que se merece este padre díscolo de las letras universales. Si bien sus más conocidas novelas, y quizá lo más excelso de su obra, sonViaje al fin de la noche y Muerte a crédito, es cierto que tiene más libros. Por ejemplo, Vila-Matas nos recuerda esa obra menor titulada Fantasía para otra ocasión, que leyó hace tiempo pero que le tuvo que impactar de algún insólito modo pues ahora, "masoquistamente", se molesta en rememorarla y relegarla del olvido, como quien siente un aullido del pasado llamar a la puerta del horror. Otros escritores de esta antología se siguen interrogando por el dilema de diseccionar el binomio hombre-obra. Por ejemplo, Joaquín Piqueras, uno de los más grandes poetas de este país, ha recreado una irónica conversación de chat literario en la que varios usuarios discuten sobre la necesidad de separar al ideólogo del artista, al escritor del hombre. La misma tesitura se plantean otros como José Ángel Barrueco o Gsús Bonilla.
Bruno Marcos elabora un preciso ejercicio comparativo entre Céline y Chaplin, en el que el humor y el horror comulgan en una simbiosis contemporánea que invita a la reflexión. Mario Crespo nos recuerda las relaciones de Céline con la beat generation. Pero el catálogo de plumas y temas no se agota ahí: Miguel Sánchez-Ostiz nos regala una evocación conmovedora; Óscar Esquivas narra una aventura celiniana en primera persona; Pepe Pereza inventa un relato, en su habitual tono directo y violento, en el que un libro robado de Céline desencadena la acción. Y muchos grandes narradores más que no caben en este breve reseña…
Muchos han elegido el ensayo, otros el relato, la crónica o la falsa biografía. Gran número de elementos de la vida del autor se hallarán en este volumen, y muchas desviaciones por vericuetos ficticios que ahondan en el itinerario novelístico de este padre de los malditos. Sobre todo apoyándose en esa novela semi autobiográfica que es Viaje al fin de la noche. De la que se puede aprender más de Céline que de ninguna biografía: su viaje a EE.UU., su amor sucio y mal correspondido, su asco por la vida o sus vicisitudes como médico.
Quien se aproxime a la vida de este genial escritor no se arrepentirá. A través de sus libros, a través de los libros de otros. En ese sentido, El descrédito es una puerta-espejo que conduce a Louis-Ferdinand Céline, ejemplo de que la literatura engendra más literatura, en un juego de correspondencias equívoco y proteico que convierte la experiencia de leer en un ‘viaje al fin de la propia irrealidad’.
Permítaseme sumar esta reseña al merecido homenaje que Céline merece.


Publicado por Banda aparte en http://latormentaenunvaso.blogspot.com.es/

jueves, 21 de noviembre de 2013

EL DESCRÉDITO en PUNTO DE LIBRO

El descrédito: Viajes narrativos en torno a Louis-Ferdinand Céline

VV. AA. Selección de Vicente Muñoz Álvarez y Julio César Álvarez

Ediciones Lupercalia


Vicente Muñoz Álvarez y Julio César Álvarez son los antólogos de esta obra que intenta poner en su lugar a unos de los mejores escritores de la primera mitad del siglo XX, Louis-Ferdinand Céline. Un lugar de artista destacado que a menudo se le niega por el declarado antisemitismo del que el autor hizo gala antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial.

Vicente Muñoz Álvarez es poeta, ensayista y narrador que se maneja con soltura tanto en el relato corto como en la novela. Nuestros lectores han podido leer recientemente nuestras reseñas de sus poemarios Canciones de la gran deriva (Ed. Origami, 2012) y Animales perdidos (Ed. Baile del Sol, 2012) y del libro de relatos Marginales (Excodra Editorial, 2013).

Julio César Álvarez, además de psicólogo, es autor de las novelas El tiempo nos va desnudando (Ed. Magnéticas, 2009), Madrugada (Ed. Eutelequia, 2012) y Luz fría (Ed. Origami, 2013). En colaboración con Hugo Alonso elaboró Mientras el mundo cae (Ed. Magnéticas, 2010), donde se radiografía el estado de la cultura joven en León a través de sus 50 nombres más representativos. 

Relación de autores: Miguel Sánchez Ortiz, Mario Crespo, Celia Novis, José Ángel Barrueco, Óscar Esquivias, Bruno Marcos, Pepe Pereza, Isabel García Mellado, Álex Portero, Vanity Dust, Juanjo Ramírez Mascaró, Patxi Irurzun, Juan Carlos Vicente, Velpister, Esteban Gutiérrez Gómez, Pablo Cerezal, Javier Esteban, José M. Alejandro, «Choche», Miguel Baquero, Carlos Salcedo Odklas, Joaquín Piqueras, Adriana Bañares Camacho, Gsús Bonilla, Alfonso Xen Rabanal, Daniel Ruiz García, Enrique Vila-Matas.


Louis Ferdinand Destouches, conocido como Louis-Ferdinand Céline o, simplemente, Céline, asombró y escandalizó con su primera novela, Viaje al fin de la noche, por su falta de sujeción a cualquier norma. En esa novela de tintes autobiográficos su prosa rauda y violenta, su lenguaje absolutamente libre y brutal, grosero e irreverente, conviven con un fondo radicalmente antibelicista. Confirmó su categoría de escritor innovador y de calidad con Muerte a crédito, una obra que reinventa la novela, que crea una nueva estructura, un nuevo ritmo narrativo, y que con su aparente desorden muestra la visión que Céline tenía de la existencia, de la vida y de la muerte. Después vinieron otras obras que no han sido tan celebradas, hasta llegar a las tres que le acabarían hundiendo y que, décadas más tarde, siguen siendo una losa que pesa sobre su memoria: los tres panfletos antisemitas -usamos los términos con los que comúnmente se hace referencia a Bagatelles pour un massacre, L’école des cadavres y Les beaux draps-. Ya en la primera de esas obras Céline firmaba su odio hacia los judíos y su admiración por Hitler. Y poco importa que en el conjunto de esos tres textos también dejase evidencia de su odio contra los rusos, los chinos, los comunistas, los masones y, ya puestos, contra la Humanidad entera. Que en vísperas de la Segunda Guerra Mundial se mostrase antisemita y que ya en pleno conflicto aceptase abiertamente las tesis del nazismo y la ocupación de Francia, ha tenido un efecto irremediable. Su obra ha quedado eclipsada, oculta bajo su figura odiosa y odiada.

El descrédito es una obra magna y compleja, casi un trabajo de excavación arqueológica. A lo largo de los textos recopilados para este volumen, casi una treintena de voces hacen su aportación y dan su particular y subjetiva visión de este literato que, pese a todo, está considerado como uno de los más grandes de la Francia del siglo XX. Los textos recogidos aquí no pueden ser más variados. Nos permitimos empezar por el final, por el texto que firma Vila-Matas y que cierra el volumen. Los calificativos que dedica a Céline van desde “cerdo repugnante” a ideólogo del Holocausto. Ello no le impide elogiar, en una rapidísima pero completa revisión de su obra, las dos primeras novelas, las únicas que en su opinión tienen gran valor literario. Aunque no deja de admitir los sentimientos encontrados que le produce Fantasía para otra ocasión, se pregunta si, como dijeron en su día otros literatos, Céline fue un hombre de un solo libro -o dos, para ser exactos-. En la misma línea de revisar algunas de sus obras van otros textos de esta antología, como Indigestión al fin de la noche, o La derrota de Bardamu que es quizá el texto que más se más se acerca a los panfletos, precisando las ideas y frases por las que Céline es más odiado.

Algunos de los textos intentan contextualizar la obra de Céline, buscar las razones de su odio universal contra la Humanidad. No para excusarle, ni siquiera para condescender con él, sino únicamente para entender de dónde surgen actitudes y palabras que hoy nos siguen pareciendo tan terribles. Así, varios de los textos hablan de su participación en la Primera Guerra Mundial, donde sufrió importantes daños físicos y donde se incubó su antibelicismo y su desprecio y desconfianza en el hombre. Así ocurre en Y la noche se derramó sobre Céline, que se construye sobre la participación de Céline en una guerra en la que no creía, y en su posterior viaje-huida en hacia África.

Pero la variedad es el elemento clave en El descrédito. Así encontramos verdaderos aunque breves ensayos, como No hay tregua para los malditos donde se hacen patentes las contradicciones de Céline, o textos que parten de una anécdota, como La entrega del testigo, centrada en una visita que los escritores William Burroughs y Allen Ginsberg hacen a Céline, y que sirve de excusa para hablar de intertextualidad y de las curiosas y, a veces, extrañas conexiones entre diferentes autores. Incluso nos encontramos con un texto que recrea las últimas horas de vida de Céline, Tres rosas podridas, que aprovecha ese momento final de la existencia del autor para rescatar pequeños retazos, frases clave de su obra, en una selección mínima pero impresionante por lo representativa que consigue ser.

Y también encontramos textos que, en su forma, son verdaderos relatos que podrían aparecer en antologías muy diferentes a la obra que nos ocupa, pero que tienen siempre una importante conexión con el autor maldito. Algunos consiguen maravillar al lector, como Charles Chaplin Céline, donde a través de una comparativa con el personaje de Charlot se dan pistas sobre la visión de Céline del mundo, un mundo en el que la masa -la Humanidad- atropella al individuo. O como El mejor de los mundos, un cuento magnífico donde la grandeza con que está creado el personaje protagonista, un médico cooperante en África, hace que se queden pequeñas las poco más de diez páginas que ocupa el relato. El espacio al que tenemos que ceñirnos hace imposible mencionarlos todos, pero cuentos como Al norte del dolor, un relato desnudo, árido y doloroso, en el que Céline se mezcla por casualidad o por destino con la trama, o De regreso a la noche, donde se da al autor la oportunidad de vivir una segunda vida, son solo dos ejemplos de una magnífica literatura.

El descrédito no huye de la polémica en torno a la figura de Céline. Más bien todo lo contrario. Ahí está el texto de Alfonso Xen Rabanal -quizá el más celiniano de todos los autores que han colaborado en esta compilación- escupiéndonos en plena cara todo lo que le provoca asco de esta Humanidad a la que, después de leer el texto, uno casi entiende que Céline llegase a odiar. O el de Joaquín Piqueras, en el que a través de una conversación con formato de chat escuchamos a varios personajes discutir sobre las posibles causas del antisemitismo de Céline. O el de Álex Portero, que da las claves más claras para entender las razones de que Céline esté en el ostracismo y de que, a pesar de ello, su obra siga fascinando a no pocos lectores.

El denominador común de todos estos textos es que en ningún caso se intenta crear una dualidad entre escritor y persona. No hay un Céline autor y un Destouches hombre; no hay un literato magnífico y una persona despreciable. No valen frases que intenten convencernos de que una cosa es la persona y otra su obra. La obra es la consecuencia del autor, forma parte de él. Será cuestión de cada lector decidir si Céline fue un ingenuo, un hombre terriblemente equivocado, un provocador, o un monstruo. Pero en cualquier caso deberá admitir que incluso un monstruo puede crear obras literarias de la máxima relevancia. Eso es lo que El descrédito ayuda a entender y a valorar. 

El lector mínimamente curioso que no conozca la obra de Céline querrá, tras la lectura de El descrédito, lanzarse a conseguir y leer sus obras. Algunas de ellas pueden encontrarse con relativa facilidad. Existen ediciones de bolsillo de Viaje al fin de la noche, Muerte a crédito o Fantasía para otra ocasión que se pueden obtener en librerías sin demasiados problemas. Algunas de ellas, incluso, están disponibles en formato electrónico. Otra cosa es encontrar los panfletos antisemitas. Sus traducciones al castellano son virtualmente inexistentes, y sus reediciones escasísimas desde la Segunda Guerra Mundial. Para el lector curioso -y versado en la lengua francesa-, la opción es conseguir alguno de los raros y caros ejemplares de segunda mano editados en francés. Por fortuna, leer El descrédito, es una magnífica manera de hacer un primer acercamiento a esas obras y también a la vida de este autor maldito.

Publicado en el nº 32 de la revista Punto de libro



domingo, 29 de septiembre de 2013

EL DESCRÉDITO - PORTADA

EL DESCRÉDITO, Viajes narrativos en torno a Louis-Ferdinand Céline Mikel García

PRÓXIMAMENTE, A LA VENTA

  • 14.0x21.0cm.
  • Nº de páginas: 208 págs.
  • Editorial: LUPERCALIA EDITORIAL
  • Lengua: ESPAÑOL
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • ISBN: 9788494163913
  • Año edición: 2013
  • Plaza de edición: LA ROMANA


Enrique Vila-Matas, Miguel Sánchez-Ostiz, Mario Crespo, Celia Novis, Barrueco, Óscar Esquivias, Bruno Marcos, Pepe Pereza, Isabel García Mellado, Álex Portero, Vanity Dust, Juanjo Ramírez, Patxi Irurzun, Juan Carlos Vicente, Velpister, Esteban Gutiérrez Gómez, Pablo Cerezal, Javier Esteban, Choche, Miguel Baquero, Carlos Salcedo Odklas, Joaquín Piqueras, Adriana Bañares, Gsús Bonilla, Alfonso Xen Rabanal, Daniel Ruiz García, Julio César Álvarez y Vicente Muñoz Álvarez, son los autores que conforman este libro-homenaje a Louis-Ferdinand Céline, uno de los autores clave del siglo XX, desprestigiado y denigrado por sus ideas antisemitas y su colaboración con el régimen de Vichy.

viernes, 6 de septiembre de 2013

EL DESCRÉDITO: Nómina de autores.

Miguel Sánchez Ostiz, Mario Crespo, Celia Novis, José Ángel Barrueco, Óscar Esquivias, Bruno Marcos, Pepe Pereza, Isabel García Mellado, Alex Portero, Vanity Dust, Juanjo Ramírez, Patxi Irurzun, Juan Carlos Vicente, Velpister, Esteban Gutiérrez Gómez, Pablo Cerezal, Javier Esteban, Choche, Miguel Baquero, Carlos Salcedo Odklas, Joaquín Piqueras, Adriana Bañares, Gsús Bonilla, Alfonso Xen Rabanal, Daniel Ruíz García, Enrique Vila Matas.

Una antología coordinada por 
Vicente Muñoz Álvarez & Julio César Álvarez 
para Ediciones Lupercalia.

En Octubre en las librerías