lunes, 29 de agosto de 2016

EL MERODEADOR DE VICENTE MUÑOZ ÁLVAREZ

La primera vez que leí “El Merodeador” de Vicente Muñoz Álvarez algo estalló en mi cabeza. En ese libro estaban reflejados mis miedos, mis neuras, mis dudas, mis desengaños, mis incapacidades… Aunque todas esas experiencias eran de Vicente, tuve la impresión de que estaba hablando de mis propios sentimientos. Y es que Vicente consigue transmutarse en el lector que le está leyendo, creando una simbiosis perfecta entre ambos, un baile pactado en el que los bailarines se acoplan con refinamiento y elegancia. Leer este libro fue una experiencia fabulosa que siempre he guardado con especial cariño.
Hace unos meses salió a la venta una nueva edición revisada y con dos capítulos inéditos de “El Merodeador”. Esta vez la editorial no era Baile del Sol, ACVF Editorial se encargaba del asunto. Dicha editorial tuvo la gentileza de hacerme llegar un ejemplar, con el compromiso por mi parte de reseñar el libro. Acepté encantado, pero cuando me iba a poner a releer la historia me acojoné. ¿Y sí ahora no me gustaba? Ya me ha ocurrido otras veces que al repasar obras que recordaba como auténticas genialidades la decepción se hacía evidente en cada página que leía. No quería que pasase eso, más con un libro de alguien que para mí es mentor y amigo. Prefería seguir con la excelente sensación que guardaba de él. Así que fui aplazando la lectura mes tras mes.
Anoche me quité la tontería de encima y me decidí a abrir el libro. Nada más leer la primera página supe que todos mis temores al respecto eran infundados.
Lo devoré en un par de horas y debo decir que esta segunda lectura supera con creces a la inicial. Gana en madurez, en sabiduría, en que todos sus elementos se conjugan para hacerte sentir y emocionarte. ¿Qué más se le puede pedir a la literatura? El disfrute de esta lectura aún está presente mientras escribo estas líneas y sé que seguirá estando ahí durante mucho, mucho tiempo. Enhorabuena bro.


pepe pereza

miércoles, 24 de agosto de 2016

DÍA DE ELECCIONES GENERALES (relato inédito)

Jonás conduce su camión por la N232 con destino Burgos. Es de noche y hay niebla. Por desgracia la carretera va en paralelo al río Ebro. Es un gran inconveniente, porque la niebla nace del río mismo y la visibilidad en las inmediaciones es prácticamente nula. Conducir en ese escenario es un suicidio, pero Jonás se ha comprometido a entregar la carga antes de la medianoche y está obligado a seguir con el viaje. Le quedan doscientos kilómetros por delante, no puede perder ni un minuto.
A la altura de Calahorra, la niebla se vuelve opaca. Tan densa que parece un muro sólido y gris. Jonás reduce a tercera sin quitar la mirada del frente, atento por lo que pueda surgir. Conducir en esas condiciones es un riesgo estúpido e innecesario. Jonás lo sabe. Y aunque no quiere faltar a su palabra y entregar la carga a tiempo, la realidad se impone. Hay un restaurante junto a la carretera. La última vez que paró ahí tenían una tarta de queso que quitaba el sentido. Jonás toma el desvío. El aparcamiento está vacío, así que estaciona en la zona más cercana al local. Descansará un poco y de paso cenará. Con suerte la niebla se habrá despejado cuando vuelva a ponerse en marcha. Jonás se apea del camión. Hace frío y la humedad se mete en los huesos. Se abotona la cazadora y se asegura de que todas las puertas del vehículo quedan bien cerradas.
El restaurante está tan vacío como el aparcamiento. Por no haber, no hay nadie detrás de la barra. El único rastro de vida, si se le puede llamar así, es el televisor encendido que cuelga de una repisa. En la pantalla, un periodista informa sobre cómo van los resultados de las votaciones. Hoy se han llevado a cabo las elecciones generales. Jonás no ha ido a votar. Él cree que los políticos actuales son una panda de ladrones que solo piensan en el beneficio propio, así que para qué molestarse. Se quita la cazadora y se acomoda en uno de los taburetes que están junto a la barra esperando a que aparezca el camarero. Mientras, aprovecha para hacer una llamada con su móvil.
-Soy yo… Mal… He tenido que parar por la niebla… Te aseguro que es como ir con una venda en los ojos… No, no tengo ni idea de cuánto va a durar esto…  A unos ciento cincuenta kilómetros… ¿Y qué quieres que yo le haga?... No… Intentaré llegar a tiempo, pero no te aseguro nada… Ok, nos vemos.
Jonás busca a alguien que le pueda atender.
-¿A quién se la tengo que chupar para que me sirvan una cerveza?-dice levantando la voz.
Se escucha el ruido de una cisterna. Seguidamente se abre la puerta de uno de los baños y sale un hombre delgado con la piel amarillenta. El tipo se cuela detrás de la barra sin mediar palabra. La última vez que Jonás estuvo en el restaurante lo atendía una joven guapa y simpática, nada que ver con el individuo de aspecto enfermizo que ahora está al cargo.
-¿Qué va a tomar?
-Una cerveza sin alcohol y algo caliente para comer.
-Ahí está la carta. Escoja lo que más le guste.
Jonás lee el menú. Realmente no tiene hambre, pero sabe que si no cena ahora es posible que no lo haga en toda la noche.
-Quiero el número ocho, pero en vez de pimientos me pones doble ración de patatas fritas.
-¿Algo más?
-Eso es todo, por ahora.
El camarero entra en la cocina. Jonás se gira hacia el ventanal que da al aparcamiento. Da la impresión de que los cristales estuvieran ahumados, pero no, es la niebla que sigue ahí como un muro de humo que lo encierra todo. Apenas se puede distinguir el contorno del camión. Jonás bebe un trago de cerveza y la escupe de inmediato.
-¡Maldita sea!
La bebida tiene un sabor extraño. Aparta el vaso a un lado y se limpia la lengua con una servilleta de papel.
-¡Jefe!
El camarero asoma la cabeza por la puerta de la cocina.
-¿Sí?
-Te he pedido cerveza, no meaos.
-¿Disculpe?
-Digo que esa mierda está podrida. He bebido un trago y de poco me enveneno.
-Ahora mismo le pongo otra.
El camarero retira la bebida en mal estado y la sustituye por otra. Luego regresa a la cocina. Jonás huele la cerveza antes de probarla, cuando está seguro de que no se va a llevar otra sorpresa, bebe. En el televisor anuncian a bombo y platillo los resultados definitivos de las votaciones. Como era de esperar han ganado los de siempre. Jonás no sabe de política, y por mucho que se quiebra la cabeza no logra entender que unos ciudadanos que son robados vilmente por sus gobernantes sigan dando sus votos a esos mismos gobernantes. Es de locos, sin embargo acaba de ocurrir. Jonás brinda por ello. Si el país entero quiere convertirse en una cueva de ladrones, quién es él para impedirlo.
            Al rato, el camarero sale de la cocina con la comida.
-¿Le sirvo en la barra o prefiere comer en una de las mesas?
-Prefiero esa mesa de ahí.
Jonás le señala la mesa que está junto al ventanal que da al aparcamiento. El camarero deja el plato sobre la mesa elegida. Jonás toma asiento. El filete con patatas tiene buena pinta. Arremete contra la carne y se lleva un buen trozo a la boca. Está tierna y en su punto exacto de sal. Las patatas que lo acompañan también están exquisitas.
-Jefe, esto está de puta madre. Mis felicitaciones al cocinero.
El camarero levanta el pulgar, pero lo hace sin ningún entusiasmo. Jonás devora la comida. Toda la inapetencia que sentía hace unos minutos ha desaparecido, de repente tiene tanta hambre que se comería un caballo entero. Por su parte, el camarero se apoya en una de las cámaras frigoríficas y con el mando a distancia va cambiando de canal. En todas las cadenas están con el tema de las elecciones. Finalmente desiste, deja el mando donde estaba y desaparece detrás de la puerta de la cocina. Jonás apura el vaso de cerveza.
-Jefe.
El camarero sale de la cocina expulsando una bocanada de humo por la boca. Jonás le muestra el vaso vacío. El camarero coge un nuevo botellín de cerveza sin alcohol, lo vierte en un vaso y se lo acerca a Jonás.
-¿Algo más?
-Cuando acabe con esto necesitaré un café muy cargado, pero no hay prisa.
-Entonces, esperaré a que termine.
Jonás señala con el tenedor hacia la niebla que se ve por la ventana.
-¿Esto es normal por aquí?
-En estas fechas, sí.
-¿Tardará mucho en escampar?
-Quién sabe. Ayer estuvo así durante toda la noche.
Jonás tuerce el gesto. No le gusta lo que acaba de escuchar. El camarero regresa a la cocina a terminar el cigarro que ha dejado a medias. Jonás mira con preocupación por la ventana. Sabe que su camión está aparcado a unos pocos metros, aunque debido a la niebla le es imposible distinguirlo. La niebla en lugar de disiparse lo que está haciendo es ganar en solidez. Desde donde está Jonás parece que algo la estuviera comprimiendo contra el cristal de la ventana. La cosa está mal y tiene pinta de ir a peor. No tenía que haber parado, se dice a sí mismo mientras mastica un pedazo de carne.
Jonás acaba de comer y retira el plato a un lado de la mesa. Eructa con satisfacción. A pesar del fastidio de la niebla, reconoce que la cena ha merecido la pena.
-Jefe ¿Qué hay de ese café?
El camarero sale de la cocina y va directamente donde está la cafetera.
-Recuerda que lo quiero con extra de cafeína-dice hurgándose entre los dientes con un palillo.
El camarero empieza a cansarse de las exigencias de Jonás, pero dado que es su único cliente opta por seguir haciendo su trabajo procurando no enfadarse. Una vez que la cafetera ha vertido el líquido negro dentro de la taza, el camarero la acompaña de un plato, una cucharilla y un sobre de azúcar y lleva todo el conjunto a la mesa de Jonás.
-¿Con el doble de cafeína?
El camarero asiente resignado.
-Necesitaré otro sobre de azúcar.
El camarero se dirige a la barra y desde ahí lanza a Jonás el sobre de azúcar. Éste lo atrapa al vuelo. En el televisor el presidente electo saluda a sus fieles desde el balcón de la sede del partido. Es bien sabido que esa sede que ha sido pagada con dinero negro, es de dominio público, sin embargo la multitud que jalea a su líder con un entusiasmo que roza el fanatismo parece que se ha olvidado de ese detalle. Jonás no logra comprenderlo, por mucho que se esfuerza sus neuronas no consiguen encontrarle lógica.
-Jefe, quita esa mierda y busca algo que se pueda ver.
-En todas las cadenas están con lo mismo.
-Pues, no sé, quita la tele y pon música.
-A mí me interesa lo que están diciendo.
Por un momento mantienen un duelo de miradas. Hasta que el camarero vuelve a girarse para seguir viendo la tele. Jonás echa los dos sobres de azúcar en la taza de café y le da vueltas con la cucharilla. Mira por la ventana, pero es como mirar a una pared de hormigón.
-Puta niebla de los cojones.
Al camarero se le escapa una pequeña sonrisa. Saber que su cliente está en apuros por culpa de la niebla le produce una agradable sensación. Jonás se levanta de la silla y entra en los servicios.
Cuando está sentado en la taza del váter suena su móvil.
-        Dime… Sigo aquí, parado… Ahora mismo es imposible conducir… No te preocupes, en cuanto pueda me echo a la carretera… Vale… Ok, nos vemos.
Deja el móvil en el bolsillo de su pantalón y se concentra en vaciar sus tripas.
            Cuando Jonás sale de los servicios se encuentra con el restaurante en pleno ajetreo. Ha parado un autobús en la misma entrada y hay una docena de personas repartidas por todo el local. Si no fuera por la decoración y por la cara enfermiza del camarero, Jonás diría que se encuentra en un garito diferente al que estaba. Desde ahí observa cómo el camarero va de un lado a otro de la barra atendiendo a los viajeros. Al fondo, está el conductor del autobús, reconocible en todo momento por su uniforme de empresa. Jonás se acerca hasta él.
-¿De dónde venís?
-De Valladolid.
-¿Cómo estaba la carretera? ¿Había niebla?
-Desde el Puerto de la Pedraja hasta aquí hemos tenido niebla cerrada durante todo el camino.
-Entonces, no me aconsejas salir ahora.
-Nosotros hemos llegado vivos de milagro. Pensaba que no lo contábamos. Yo no pienso mover el autobús de aquí hasta que se vaya la niebla.
-El camarero me ha dicho que ayer estuvo así durante toda la noche.
-Me da lo mismo, como si se tira toda la semana. No vuelvo a la carretera en estas condiciones ni de coña.
Jonás le agradece la información y vuelve a ocupar su mesa. Su café se ha enfriado. Hace amago de pedir otro, pero el camarero está demasiado ocupado. En el televisor el presidente elegido democráticamente por su pueblo habla de un futuro lleno de luz y esperanza. Jonás mira por la ventana y lo único que ve es niebla.

pepe pereza

viernes, 19 de agosto de 2016

SE RUEGA SILENCIO EN ALEMANIA DE LA MANO DE JOSÉ MALVÍS

Durante varios días he tenido la oportunidad de sentarme en este banco en un pueblecito de Alemania. En él, he recorrido las letras de dos novelas magníficas y un ensayo enriquecedor. Hoy se me han acabado. Sin embargo, quería compartir esta foto para dejar testimonio de mis desayunos de café y cigarrillos acompañado por estos autores. Ellos podrán decir (si es que no ha sucedido ya) que los han leído en Alemania.
Muy recomendables los 3 títulos, por cierto.
(LA ESPAÑA VACÍA, AUTOPSIA Y SE RUEGA SILENCIO).

José Malvís


miércoles, 10 de agosto de 2016

EL MERODEADOR de VICENTE MUÑOZ ÁLVAREZ

miércoles, 3 de agosto de 2016

MI RELATO EN VINALIA TRIPPERS Nº 14

LUZ Y OSCURIDAD
El sótano estaba a oscuras. De esa forma podía concentrarse y reflexionar sin distracciones innecesarias. Privado de luz era capaz de analizar sus pensamientos y los actos más recientes adquirían relevancia y significado. En todo caso sujetaba una linterna que encendía y apagaba caprichosamente. Él estaba sentado en el suelo en posición fetal. Llevaba así desde hacía rato. Debido a ello, empezó a tener calambres en las piernas flexionadas. Cambió de postura y encendió la linterna. En el techo, dentro del círculo iluminado, aparecieron unas manchas de color rojo intenso. Dejó de apuntar al techado y desvió el foco hacia la mano que tenía libre. En la piel: restos del mismo color. Observó las salpicaduras de su mano durante unos segundos antes de volver a dejar el sótano a oscuras. Pasar de la luz a la oscuridad era como viajar de un planeta a otro. Dos mundos completamente diferentes ocupando un mismo espacio. Al igual que el bien y el mal se avienen a compartir un solo ente. Pensó en ello y se dio cuenta de que, tanto en un caso como en el otro, los extremos se complementan y la existencia de cada cual es sustentada por el contrario. Se sintió satisfecho por haber encontrado un paralelismo entre ambos conceptos. Encendió la linterna y apuntó directamente a un cadáver que estaba tirado en el suelo cubierto con un plástico. A pesar del envoltorio se podía apreciar el cuerpo ensangrentado de una niña que aún no había alcanzado la adolescencia. Apagó la linterna. Por si no fuera suficiente con la oscuridad del sótano, cerró los ojos y permaneció con ellos cerrados. Llevaba toda la noche en vela y estuvo a punto de quedarse dormido. Entonces, una voz femenina resonó por toda la habitación, sacándole del sopor. Encendió la linterna y dirigió el foco al altavoz que estaba colgado de la pared, como si quisiera ver las palabras que salían de él.
—John, cariño, ¿sigues ahí?
—¿Qué pasa?
—Es Paul. Está al teléfono. Dice que es importante.
—Pásamelo.
John se apartó del micrófono para alcanzar el teléfono. Apagó la linterna y esperó a que la voz de Paul llegase a sus oídos.
—John, siento molestarte.
—Paul, amigo. ¿Qué te preocupa?
—¿Has leído la prensa de hoy?
—No he tenido tiempo. ¿Qué dice?
—Se trata de ese malnacido de Manson. Ahora va diciendo que se inspiró en Helter Skelter para cometer sus crímenes.
John soltó una carcajada.
—No tiene gracia, John. Por culpa de esos trastornados Helter Skelter será recordada como la banda sonora de sus asesinatos.
—Exageras. Dentro de unas semanas nadie se acordará ni de Manson ni de sus secuaces. Sin embargo, nuestra música seguirá escuchándose.
—Han matado a seis personas. Entre ellas, una actriz famosa que, además, estaba embarazada. John, te equivocas. Esto no se va a olvidar tan rápidamente como tú piensas.
—Sinceramente, creo que sobrevaloras a esa gentuza.
—Quizás deberíamos dar una rueda de prensa para desvincularnos de todo esto.
—Ni se te ocurra. Cuanta más leña eches al fuego, más arderá. Lo mejor es no hacer nada. ¿Has hablado con los demás?
—Aún no.
—Mejor. No les digas nada. No hagas nada. Créeme, es lo más inteligente.
—No sé… tal vez tengas razón.
—Claro que la tengo…
Ambos siguieron hablando durante unos minutos, hasta que John consiguió convencer a su amigo de que dejase las cosas como estaban. Paul siempre se agobiaba por cualquier tontería. Menos mal que estaba él para poner un poco de calma y sensatez. No obstante, Paul tenía razón en una cosa: el asunto no se iba a olvidar fácilmente. Maldijo a Manson. El tipo tenía cara de rata. Eso fue lo que pensó cuando lo vio fotografiado por primera vez en los periódicos. Se sentó en el suelo y apoyó la espalda contra la pared. Permaneció en esa postura a oscuras. Le dolía el cuello. Movió la cabeza de izquierda a derecha y de delante hacia atrás. Para finalizar el estiramiento, la hizo girar trescientos sesenta grados en el sentido contrario a las agujas de un reloj. Encendió la linterna e iluminó el cadáver. Al pasar la luz sobre el plástico, se crearon extraños destellos que fueron proyectados sobre la pared de enfrente. Aunque hacía más de diez horas que había consumido ácido, los brillos potenciaron los últimos resquicios de droga que aún circulaban por sus venas y, por un momento, quedó fascinado por las emisiones lumínicas. Movió la luz de la linterna por encima del plástico para que los reflejos fueran cambiando sobre el tabique. Cuando se aburrió del espectáculo, cerró los ojos y aplicó la lente de la linterna directamente sobre uno de los párpados. La luz atravesó la fina membrana de carne y llegó a la pupila en forma de fogonazo. Apagó la linterna y la apartó de su cara. Aun así, un calidoscopio de fosforescencias sobrevivió dentro del ojo durante un breve periodo de tiempo. De pronto se sintió muy cansado. Iluminó el panel de mandos con la linterna. Presionó uno de los botones y acercó sus labios al micrófono para hablar:
—Yoko… Yoko… ¿estás ahí?
—Sí, dime.
—Ya puedes avisar a esa gente para que vengan a limpiar el sótano y se lleven… bueno, ya sabes.
—Los llamo ahora mismo.
—Gracias, cariño.
Era hora de abandonar el sótano y dormir un poco. John apagó la linterna y buscó a tientas el interruptor de la luz.



pepe pereza para Vinalia Trippers