Estamos
desnudos, fumando en silencio. Acabamos de follar y cada uno ocupa su lado de
la cama. En un momento dado ella se acaricia el vello púbico y deja caer una
pregunta.
-
¿Crees
que debería de afeitármelo?
-
Haz
lo que quieras.
-
¿Me
ayudas?
En
el baño cojo todo lo necesario para el rasurado. Cuando regreso al dormitorio
ella está esperando nerviosa y excitada, deseosa de eliminar cuanto antes toda
la pelambrera de su pubis.
-
Vamos a ello.
Aplico
espuma de afeitar y la extiendo por la zona.
-
Esto
me recuerda a la peli que dirigió el tipo ese… el que le gusta mezclar la
gastronomía con el sexo.
-
Bigas
Luna –contesto.
-
Sí,
ése…
Deslizo
la maquinilla por el monte de Venus. Repito el movimiento un par de veces y
luego la enjuago en una palangana.
-
¿Sabes
qué película digo?
-
Las
edades de Lulú.
-
Sí…
Joder, cuando la vi en el cine mojé las bragas de lo cachonda que estaba.
-
¿Te
acuerdas de la exposición colectiva que organizó el Ayuntamiento el año pasado,
esa en la que reunieron a varios artistas para que expusieran su obra en las
calles de la ciudad? No sé si sabrás que uno de los artistas invitados era
Bigas Luna.
-
Ni
idea.
-
Él
se encargó de diseñar una especie de huerto ecológico en medio de La Plaza del
Parlamento. Coincidí con él y le hice una foto.
-
¿Le
hiciste una foto a Bigas Luna?
Sí,
se la hice. Lo recuerdo porque un minuto después ocurrió algo horrible. Una
niña pequeña cayó del balcón de un cuarto piso. La caída fue tremenda y la
criatura murió en el acto. Yo estaba a menos de tres metros. Tenía la cámara a
mano. Sabía que podía hacer unas fotos impactantes, más cuando la madre bajó a
la calle y se arrodilló junto al pequeño cadáver gritando su dolor a los cuatro
vientos. Pobre mujer. Solo con recordarlo se me encoge el estómago. No quise
hacer las fotos. Hubiera sido una falta de respeto al dolor de esa madre. De
repente las manos me empiezan a temblar.
-
Sigue tú, ahora vuelvo.
-
Joder, tío.
Voy
al salón. Rebusco entre los álbumes hasta dar con la foto que le hice a Bigas
Luna. Observo la cara del famoso director, aunque lo que realmente veo es a la
niña y a su madre. Esta foto siempre será la que no me atreví a hacer aquel
día.
-
Cariño ¿puedes venir?
-
¿Qué pasa?
-
Me he cortado.
Devuelvo
el álbum a la estantería y regreso al dormitorio.
pepe pereza
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