Llego del trabajo agotado mental y físicamente. Estar de plantón
durante ocho horas delante de una cinta transportadora es más duro de lo que
parece a primera vista. Hay que luchar con el sueño, combatirlo sin descanso. Y
hacer frente al aburrimiento mortal. Duelen las piernas por estar tanto tiempo
de pie. Sin olvidarnos del ruido constante y ensordecedor, capaz de volverte
loco. Te destroza los tímpanos. Se te mete en la cabeza y hace puré el cerebro.
De nada sirven los tapones que nos ponemos en los oídos. Luego están esos
momentos de desesperación en los que los minutos pasan a ser horas. Quieres rendirte
y mandarlo todo a la mierda. Bregar con todo eso es complicado, y cada día que
pasa se me hace más cuesta arriba. Aquí en casa, el ruido de las obras pasa a
ser una prolongación de los ruidos de la fábrica. En el piso superior están
picando el suelo. Con el estruendo da la impresión que en cualquier momento el
techo se va a venir abajo. No tengo ánimo para salir a la calle. Me tapono los
oídos y me tumbo sobre la cama. A pesar de los tapones sigo escuchando los
golpes. Aunque suenan amortiguados son igualmente molestos. Cuando consigo
acostumbrarme a la cadencia de un ruido, ya sea un taladro o una lijadora, de
pronto cambia su tonalidad y desbarajusta mi concentración. A veces, consigo
llegar a esa tierra de nadie que se haya entre el sueño y la vigilia, pero
siempre surge un nuevo ruido que me desvela. Es una lucha constante. Yo contra
el ruido. Llevo semanas batallando contra él. Desde que empezaron las reformas
no he escrito una sola palabra. Cómo voy a escribir si esa gente no para de
meter RUIDO. Me estoy volviendo loco. Ruido por aquí, ruido por allá. No puedo
escapar de él. Ruido, ruido, ruido y más ruido. Ruido en casa, ruido en el
trabajo. Joder, no aguanto más. De pronto, noto que un hilo de agua que me cae
encima. En el techo hay varias goteras. Salto de la cama. El suelo está
encharcado. Salgo al pasillo. Las filtraciones continúan hasta la cocina. Cae
tanta agua que parece que esté lloviendo dentro de la casa. Del panel eléctrico
empiezan a saltar chispas. Estoy descalzo y temo electrocutarme. Me calzo y
salgo al rellano de la escalera. Consigo llamar la atención de uno de los
peones. Le explico lo que pasa. El tipo avisa al capataz y éste se presenta
para ver los daños. Las cataratas del Niágara y las de Iguazú juntas, cayendo
por techos y paredes. Chispas y descargas eléctricas, pedazos de escayola que
se han desprendido, otros que están a punto de hacerlo. El capataz ordena que
corten las llaves de paso y al poco deja de manar agua. El destrozo es evidente
y le pido responsabilidades. Trata de tranquilizarme y me asegura que su gente
se encargará de dejar todo en perfectas condiciones. Lo primero que hace es
pedirle a uno de sus electricistas que repare la instalación eléctrica.
A la media hora ya tengo luz. Más adelante, cuando la humedad se haya
secado, pintarán las paredes y lucirán el techo con escayola. Por un lado, me
siento conforme porque van a tener que adecentar toda la vivienda, cosa que
urgía incluso sin la filtración. Pero por otro, me doy cuenta de que las obras,
con sus ruidos incluidos, han entrado dentro de mi propia casa. Sin quererlo,
le he abierto las puertas al enemigo.
……………..
Ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido...
Ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido ruido...
…………………….
Estoy sentado frente a un bote de amoniaco. Hay un deseo, una fuerza oculta
que me incita a beber su contenido. Soy consciente de la seriedad de la
decisión. Si lo hago no habrá vuelta atrás. Miro a mi alrededor con la
esperanza de encontrar algo por lo que merezca la pena seguir luchando. Todo lo
que veo es sucio, deprimente, sombrío, decepcionante… No hay nada a que
agarrarme. La única salida me la ofrece este recipiente de plástico. Sé que si
no le pongo remedio terminaré haciendo una locura. Me haré daño. Un último
resquicio de cordura me obliga a salir de casa y aporrear la puerta de los
vecinos. Son los únicos a los que puedo pedir ayuda. Es medianoche. A esta hora
él estará trabajando. Hace turno de noche. Pero, Matilde, su mujer seguro que
está. Insisto y sigo llamando al timbre. No tengo ni idea de qué le voy a decir
cuando me abra. Somos unos completos desconocidos. El único vinculo que tengo
con ellos es el de vivir en el mismo edificio. Conozco sus nombres porque los
he leído en su buzón. Joder, me cuesta respirar. Tengo que sentarme en las
escaleras. No puedo más y me derrumbo. Lloro como un chiquillo. Matilde entorna
la puerta. Al verme en estas condiciones sale al rellano. Extiende su mano y la
posa en mi hombro. Entiendo que es una caricia. Las raras ocasiones que hemos
coincidido en el portal tan solo hemos cruzado un breve saludo. Se puede decir
que este es nuestro encuentro más cercano. Me pongo en pie y la abrazo. Noto
cómo su cuerpo se tensiona y se pone rígido. Le aprieto los pechos y bajo hasta
su entrepierna. En un primer momento parece que me va a rechazar. Después me
ofrece sus labios. Los acojo en los míos.
-Espera…
Me coge la mano y me invita a entrar en la casa.
Me coge la mano y me invita a entrar en la casa.
Sobre la cama le como el coño. Tiene exceso de vello púbico y el
interior huele a salitre. Sus jugos gotean por mi barbilla y me dejan un sabor
a piélago. Sigo perforando con la lengua y me sumerjo en la sopa de saliva y
fluidos. Quiero ser absorbido por ella. Adentrarme en su útero e instalarme
dentro como un pequeño embrión. Un nacimiento al revés. La involución de un
parto. Matilde me coge la cabeza y la aparta suavemente. Del cajón de la
mesilla coge un preservativo, lo saca de la funda y me lo coloca.
-Penétrame.
Llevo dos años sin estar dentro de una mujer. La sensación es
maravillosa. Enseguida noto que me voy a correr. Quiero aguantar más tiempo y
busco imágenes que me ayuden a retrasar el orgasmo: los ruidos de las obras, la
polvareda, el inagotable desfile de las latas. Pienso en el amoniaco, en su
olor… Eyaculo. Disimulo la sacudida y sigo haciendo uso de pelvis y caderas.
Poco a poco, voy perdiendo la erección. Con el deshinchamiento es difícil
seguir con la cópula. Cada embestida resulta ineficaz. El miembro se dobla y
deja de ser útil. No quiero que Matilde quede insatisfecha. Le introduzco un
par de dedos y la masturbo. Al rato noto cómo se estremece. Después
permanecemos tumbados el uno al lado del otro. Ninguno dice nada. El mutismo de
ambos se prolonga y se vuelve molesto. Pasan los minutos. Me siento cohibido y
quiero irme. Busco unas palabras que me sirvan de despedida. Al final es ella
la que habla.
- ¿Por qué llorabas?
No sé muy bien qué contestar. Me esfuerzo en buscar una respuesta para
ella y, de paso, me aclare a mí lo que ha pasado. ¿Realmente estaba dispuesto a
beber el amoniaco? Ahora no lo tengo claro. Sin embargo, algo me impulsó a huir
de casa y refugiarme en los brazos de Matilde. Veo que ella sigue esperando una contestación.
Se la doy.
- Tenía miedo.
- ¿De qué?
- Del resto de mi vida.
Extracto de la novela Se Ruega Silencio de Pepe Pereza.
Para comprar la novela por correo o informarte de los puntos de venta
físicos sigue este enlace:
Para leer el prólogo de Carlos Salcedo Odklas sigue este
enlace:
ENTREVISTA A PEPE PEREZA
Háblanos sobre cómo encaraste la creación de esta
novela en comparación con tus anteriores libros de relatos y las principales
diferencias que has visto en las técnicas narrativas a emplear para ambos
géneros.
Cuando
estudiaba interpretación me enseñaron a sacar la verdad del personaje a través
de mis propias experiencias, también aprendí algo que es fundamental para mí:
Menos es más. Básicamente estos son los ingredientes que tengo en cuenta a la
hora de escribir. En cuanto a novela o relato, a parte de la cantidad de
palabras que se utilizan en un caso o en el otro no veo ninguna diferencia. Una
novela está formada de capítulos y estos no dejan de ser relatos cortos.
¿Es una novela autobiográfica?
Digamos
que lo es en un setenta y uno por ciento. Todos los trabajos que hago mención
me ha tocado sufrirlos. La casa, el ruido y las obras también fueron reales.
Claro que muchas otras son ficción. Por ejemplo: En la novela mi padre está
fallecido, sin embargo en la vida real estaba vivo. Desgraciadamente murió
cuando el libro estaba en proceso de publicación, por eso está dedicado a él.
¿De dónde vino el empuje y la inspiración para
escribirla?
La época
que refleja la novela fue de gran importancia para mí. Por aquél entonces había
abandonado mi carrera de actor. No tenía trabajo ni dinero. No sabía qué hacer.
Sentía que había fracasado y que era demasiado tarde para empezar con otra
cosa. No tenía experiencia en nada que no estuviese relacionado con el teatro,
no tenía estudios, excepto los de arte dramático, que eran inservibles para
conseguir un trabajo. Además, tuve la absurda idea de hacerme escritor, mejor
dicho guionista. Me puse a escribir guiones de cine como un loco. Terminé nueve
o diez, es decir, el equivalente a nueve o diez novelas. Alguno de ellos los
envié a distintas productoras. Aunque fueron rechazados, esos guiones me
sirvieron para pulirme como escritor y me dieron confianza para abordar mis
primeros relatos. Años más tarde cuando me propuse escribir una novela
enseguida tuve claro que en todo aquello había suficiente material para ir
escarbando y seleccionando anécdotas.
¿Algún momento duro durante el proceso de creación?
Muchos.
Sobre todo a la hora de corregir. En ese proceso siempre termino desquiciado y
muchas veces pierdo el norte. Me obceco en revisar todo una y otra vez.
Quitando, poniendo, volviendo a quitar… Llega un momento que no sé lo que hago
y tengo que pedir ayuda a mi amigo Gsús Bonilla. Dado su enorme talento y generosidad,
él siempre ha sido una especie de productor literario para mí. Junto con
Vicente Muñoz Álvarez y Ricardo Moreno Mira es uno de los que más me ha ayudado
en mi carrera literaria.
Las tecnologías han cambiado el mundo, la gente se ha
acostumbrado a entretenimientos más directos y breves y hay un exceso de oferta
de muy fácil acceso, teniendo eso en cuenta, ¿Cómo ves el estado de la
literatura actualmente? ¿Crees que resistirá el empuje o se irá volviendo cada
vez más marginal?
Desde mi
punto de vista la literatura es la más marginal de todas las artes, al menos
actualmente. Casi nadie lee y los que lo hacen, la gran mayoría, solo leen
basura. Por otro lado, la buena literatura siempre ha estado en los márgenes.
Cuanto más marginal sea mejor calidad. Solo hay que leer a los citados en la
anterior respuesta para comprobarlo. A esos o a David González, Gabi Oca
Fidalgo, Carlos Salcedo Odklas, Iván Rojo, Dadá Ruíz, Esteban Gutiérrez
Gómez, Batania, Jorge M Molinero, Patxi Irurzun, Felipe Zapico, José G.
Codonié, Enrique Cabezón, Alfonso Rabanal, Pablo Cerezal, LM Rabanal, Mario
Crespo, José Ángel Barrueco, Velpister, Adriana Bañares, Ana Pérez Cañamares,
Inés Matute, Ana Patricia Moya, Olaia Pazos, MJ Romero, Maica Miranda, Isabel
García Mellado, Carmen Beltrán, Sonia San Román, Carla Badillo Coronado… solo
por citar a un@s poc@s. Leed a esta gente y comparadla con esos autores que
están arrasando en el mercado. Hacedlo y seguro que sacáis vuestras propias
conclusiones.
¿Cuáles son las cualidades que te gusta ver en los
libros de otros escritores?
Lo que le
pido a un escritor es lo mismo que le pediría a cualquier artista que se precie
de serlo, es decir: estilo propio y que vaya al grano.
Danos algunas recomendaciones dentro de tus lecturas
recientes.
Lo último
que he leído y que he disfrutado como un cerdo en un lodazal es el nuevo libro
de Gabi Oca Fidalgo. “Una novela quinqui”. En los próximos meses la publicará
Lupercalia Ediciones. Gabi tiene un estilo único que lo diferencia del resto.
¿Futuros proyectos?
Un libro
de relatos que se titulará “El frío siempre llega del norte”. La climatología
es la protagonista, marca la pauta y el estado de ánimo de los personajes,
además de ser el hilo conductor de todas las historias. En mis anteriores libros
de relatos la violencia y las drogas eran parte fundamental de la trama. En
este libro lo que pretendo es dejar todo eso de lado y centrarme en lo
cotidiano. Sacar partido de cosas tan simples como ir a comprar pan o pasar la
tarde con tu chica viendo la televisión. Ese es el reto que me he propuesto
para este nuevo proyecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario