El
autobús había quedado reducido a un montón de hierros retorcidos. La escena era
dantesca: Sangre, miembros amputados y cadáveres por doquier. Además del olor a
carne quemada de los cuerpos carbonizados había gente que gritaba, otros
agonizaban en medio del caos. Un hombre caminaba sin rumbo entre los restos del
accidente. Llevaba el brazo izquierdo casi desmembrado, solamente se sujetaba
al cuerpo por una fina hebra de carne ensangrentada. Un cerdo pasó cojeando a
su lado. Unos metros por delante había varios cerdos muertos en medio de la
carretera. Los que aún quedaban con vida se achicharraban dentro de las celdas
del camión en llamas. Para colmo, la radio seguía funcionando y por los
altavoces sonaban los acordes distorsionados de “Paquito el chocolatero”.
pepe pereza
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