domingo, 28 de junio de 2020

OJIPLÁTICA LECTURA DE "SE RUEGA SILENCIO" EMILIO LOSADA


Silencio, va. Un alto, ja n’hi ha proustop, arrêtez… ¡para! Muchas palabras en tus últimas cagadas. ¿Demasiadas? Puede. La capacidad de síntesis no es lo tuyo. De todas formas, bien hecho, muchacho. Primera mitad del año y ya tienes las dos encomiendas bastante apañadas. Ahora, a dejarlas respirar. La lucha vendrá luego, cuando el 75% aprox. de ambas te parezca una basura. Y no hablemos de lo de colocarlas. Pero todo menos el berrinche, eso sí que no. Del llorar que se encarguen otros. No sabes por qué no los mandas definitivamente al carajo. Quizá es que los ves necesarios. Tú a lo tuyo: construye/destruye/reconstruye, es la vieja premisa, no falla. O, bueno, si falla que falle, pero por ti que no quede. Tienes un mensaje. Se te pregunta si te aburres con esto del arresto domiciliario. ¡Acabáramos! Se pudran las muelas de los que se aburren. Una a una. Y que les salgan un buen par de flemones de propina. Uno por carrillo, a falta de las buenas gallardas a palma abierta que merecen, pa que espabilen nomás. Tú sigue sin entrar al trapo, cierra el pico y a tu merecido receso, campeón. En realidad los quieres. Igual necesitan tiempo. Tú mismo precisaste tiempo… en su tiempo (jajojí). También metiste la gamba a base de bien, pero aprendiste. Dicen que no se cambia, pero se cambia, claro que se cambia. Tú eres la prueba fehaciente de que se puede cambiar. Lo que jode es que sean amigos. Vueltas y vueltas a la misma autocomplaciente chingadera. Unos, que si los editores son unos hijos de puta (¡y van!); otros, desde América, arreglando España (y viceversa); casi todos desquiciados por sus manidas relaciones…, y la retahíla de rigor, copón con la retahíla de rigor: el mundo, la sociedad, los próceres, que no se me comprende, con lo artistazo que soy, se me tiene manía… La cantinela de siempre, ya apenas si te asomas a ese acaparador mentidero digital. No te pierdes nada. En todo caso te ahorras disgustos. En fin, Serafín…
Mientras apañabas lo tuyo has acumulado lecturas. Ni series, ni videoconferencias ni hostias: negro sobre blanco y en riguroso papel, como siempre. Muchas de estas lecturas estaban pendientes. Das con una de ellas. Te llama desde la estantería (suele suceder, y a veces a grito pelado, más en las ajenas que en las propias, podrías enumerar decenas de títulos, de autores, de sitios). Llevabas tiempo avergonzándote de no haberle hincado el ojo todavía a esa novela, máxime cuando el autor tuvo la deferencia de enviártela y dedicártela sin conocerte de nada, ya ves, como si fueras alguien en el mundillo y todo. Ya te vale, al menos ojeas todo lo que te envían. Habías leído su otro libro, el de relatos de putas, que también te envió, y te había gustado; pero algo te decía que eso no te iba a pasar con la novela. En esta ocasión te falló el instinto. Al cabo de nada sucede. Y estas cosas suceden muy poco. A las veinte páginas te empiezas a poner nervioso: ¿estás ante una obra maestra? A las pocas horas ya te lo puedes soltar en voz alta: indiscutible obra maestra de todas todas. Apagas la luz, paladeando ese silencio que el autor tanto reclama en la obra te abandonas a la inconsciencia y cuando te das cuenta ya estás desayunando. En el mundo con el que acabas de soñar los libros de Pepe Pereza se venden por cientos de miles, y no sólo en librerías, sino en quioscos de prensa, en las tiendas de revistas de aeropuertos, estaciones de trenes y autobuses y en las áreas de servicio; visionaste ejemplares desperdigados en las salas de espera de los dentistas y en las peluquerías, junto a números atrasadísimos del Pronto, Revista de HistoriaNational Geographic y aledañas; en ese mundo tan agradable los taxistas situados en la primera línea de las paradas gruñen cuando solicitas su servicio porque tienen que dejar lo último del colega en el salpicadero para llevarte a tu puñetero destino; Nalgatriste, celoso del éxito de «ese macarra del tres al cuarto de Logroño», intenta desacreditarlo en Twitter de todas las formas posibles, hasta se cachondea de su alopecia; pero nuestro héroe no contraataca, tiene demasiada clase para rebajarse a entrar al trapo en las bajunadas del amigo; sí lo hacen sin embargo miles de sus seguidores, que al poco consiguen que aquel pobre hombre, abucharado, elimine el Tweet. Éxito y calidad, alguna vez tenía que suceder. Pereza ha alcanzado un estatus. Es una cara conocida en late nights, pero se niega a asistir a programas de esos tan repulsivos donde te mezclan con tertulianos…, o en aquel otro en el que salen dos hormigas de trapo preguntando gilipolleces. Va a lo suyo y hace bien. A veces añora la vieja tranquilidad. Tanta top modeldesbragada esperándole en la puerta de casa y tanta gaita. La mayoría de las veces pica, pero otras las despacha en plan fino con un «nena, hoy sólo tengo ganas de liarme un canuto, ver un rato la tele y acostarme; pásate mañana, si acaso». Qué cabrón.
Eo, eo, eo… Stop, arrêtez de nuevo. Para el carro, para. Corta la caranalgada. Fue un sueño y ya…, o más bien una de esas chorradas que se te pasan por la cabeza por la mañana con la caraja. Lo que tienes claro es que te reafirmas en lo que concluiste hace unas horas: anoche te zampaste del tirón una obra maestra. Y esto sucede tan poco… Ahora, café americano en mano, pinchas «Bird on the Wire». Ah, la música, la poesía…, prácticamente las únicas manifestaciones artísticas donde se puede alcanzar la perfección. Hay demasiados trazos en la pintura, demasiados planos en el cine, miles de palabras en la novela. La novela, sí, la puta novela. A veces hay perfección absoluta en la novela, ojo, aunque sólo en fragmentos. En las páginas 107 y 108 de Se ruega silencio, por ejemplo. Casi resumen el mundo, la vida. Y el conjunto, lo dicho: obra maestra indiscutible. Punto.
  

lunes, 22 de junio de 2020

RESEÑA "A PESAR DEL FRÍO" POR LUIS ALBERTO CABEZÓN


A pesar del frío no hay nada más acogedor que la lectura de estos relatos de Pepe Pereza. A pesar del frío es el título de su cuarto libro en prosa publicado -sin contar una docena de colaboraciones en diversas antologías- tras su primera y excelente novela Se ruega silencio.

Pepe Pereza es un hombre de múltiples recursos artísticos, los cuales ha desarrollado con éxito a lo largo de su trayectoria en el panorama nacional. Sobre sus otras facetas artísticas ya se ha glosado profusamente.

Libro bien editado por Canalla Ediciones, con excelente ilustración de portada que representa a Estela Plateada/Silver Surfer de Pedro Espinosa, contiene veintiséis relatos breves de entretenida lectura cuyo aglutinador común es la meteorología. El tiempo, el mal tiempo en este caso, ambienta todos los relatos. Y fundamentalmente lluvia, nieve y niebla, identifican las vidas de los personajes.

Un libro de relatos que se lee de un tirón, que se disfruta, donde siempre tiene uno la sensación de conocer a los personajes e incluso los lugares que habitan. Personajes con conflictos interiores, con dudas, muchas dudas, que los hacen cercanos a nosotros. En sus miserias vitales podemos identificarnos fácilmente. Son personajes, en su aparente simplicidad, ricos por sus matices e incertidumbres. Y, de una u otra manera, están pasando momentos duros en sus vidas: una separación, una decisión trascendente, una preocupación…

Por la obra se deslizan diferentes tipos de relatos: ‘costumbristas’ como “La Florida”, otros que desarrollan conflictos interpersonales, fundamentalmente conversaciones entre parejas; por cierto, ambos tipos de relatos muy visuales y cinematográficos. Y aquellos otros donde encontramos a un personaje, preferentemente masculino, inmerso en sus conflictos internos. Como sabemos, este tipo de conflicto interno es muy literario, pero Pepe Pereza introduce hábilmente en cada narración una situación externa, aparentemente alejada de la realidad del protagonista, que arrebata visualmente al lector. Y esa misma situación supone un detonante para el protagonista, porque  a partir de ella toma decisiones, se replantea las cosas. El efecto conseguido no es otro que sacar al personaje de su soledad, de su ensimismamiento vital, mostrarle lo que hay alrededor –y en algunos casos que se mire, que se observe, a través de otros personajes-, y que reaccione, que le sirva de estímulo o impulso para actuar.

Hay una importancia, también, de las figuras maternas y paternas en los relatos. Diríamos que generan una preocupación, por su salud principalmente. Además, son ellos siempre quienes dan consejos sabios, razonables, que nuestros protagonistas parecen no ver, ofuscados como están en su sobrevivir diario. Y para más INRI, la muerte gravita en el pensamiento de los personajes.

Uno de mis relatos favoritos es “Viaje al Norte”, la historia de un engaño  y un descubrimiento final donde confluyen las relaciones de pareja y su ausencia, donde está presente la muerte, y donde en esta tragicomedia que es este pasaje vital, detecto otra de las características -en estos relatos aparentemente solapadas- de Pepe Pereza: el humor. Lo siento, pero sigo riéndome en la resolución de esta historia: un momento surrealista y lo oportuno de la resolución son todo un acierto del narrador. Me río porque la sucesión de fatalidades para el protagonista hacen que me pueda distanciar lo suficiente y decir ‘esto no puedo ser verdad, es increíble’.

Todo ello narrado con un lenguaje sencillo, sobrio, sin adornos que nos da una prosa realista, algo sucia si se quiere, pero enormemente sugerente y cercana. Nada pretencioso, A pesar del frío narra historias cotidianas, de personajes que sufren y viven unos infiernos cotidianos en los que podemos reconocernos.

Obviamente, es una literatura ya formada. Pepe Pereza es un hombre que escribe desde siempre, aunque haya publicado su obra literaria en esta última década. Y, en estos relatos, esa madurez literaria, ese reconocimiento de una voz propia, lo observamos en una cierta templanza y contención a la hora de describir sus personajes, en una libertad de prejuicios, de miradas, en un estilo narrativo muy personal. Se empieza a notar el peso del oficio. Con estos elementos, y distanciándome de sus personajes, yo no tengo duda de que Pepe Pereza llegará donde le apetezca como escritor.

Luis A. Cabezón