lunes, 6 de julio de 2009

EL ATRACADOR

Desde la calle se escuchó un disparo. Al poco, del supermercado, salió corriendo un tipo con pasamontañas. Llevaba un puñado de billetes en una mano y un revolver en la otra. Corrió para alejarse de la zona y siguió corriendo hasta que cruzó la ciudad y llegó a las proximidades de la vía. Atravesó los raíles y se escondió en un oscuro túnel que estaba a las afueras. El esfuerzo de la carrera le hizo a vomitar con el pasamontañas puesto, no le dio tiempo a quitárselo. Había sido un fallo tremendo recorrer todo el camino con él puesto, se lo tendría que haber quitado. También cayó en que había llevado todo el tiempo, los billetes y el revolver a la vista. Terminó de vomitar y se quitó el pasamontañas. Estaba tan pringado que no merecía la pena conservarlo, así que lo dejó caer al suelo. Guardó los billetes y el revolver. Se quitó la camiseta roja que llevaba puesta. Debajo tenía otra de color amarillo, una táctica que siempre le había funcionado para despistar a testigos y policía. Con un mechero, prendió fuego a la camiseta roja y al pasamontañas. Permaneció contemplando las llamas mientras recuperaba algo de aire. Sabía que debía deshacerme del revolver, pero el arma costaba más que lo obtenido en el atraco. Pese a todo, era prudente hacerlo. Tal vez el dueño del supermercado hubiese muerto a consecuencia del disparo. Desprendió el tambor de la culata y lo arrojó por el hueco de una alcantarilla. El resto, lo limpió de toda huella y lo arrojó en un contenedor de basura unas calles más abajo.
Al llegar a casa, le recibió su hija de cinco años. La cogió en brazos y la besó. Su mujer estaba en la cocina preparando la cena. Se saludaron rozándose las mejillas, en un amago de beso. Él le entregó los billetes y ella se los guardó sin preguntar. Más tarde, se sentó con su hijita en las rodillas a ver los dibujos animados. El conejo Bugs Bunny le disparaba con un trabuco en plena cara al Pato Lucas, haciendo que su pico girase trescientos sesenta grados sobre su misma cabeza. La niña soltó una carcajada limpia y sonora. Él no pudo evitarlo y se echó a llorar. No podía quitarse de la cabeza al dueño del supermercado. Las risas de la niña se apagaron con sus sollozos.

- ¿Por qué lloras, papá? – le preguntó a punto de hacerlo ella también.
- No pasa nada… solo se me ha metido un poco de polvo en los ojos. - mintió él, intentando quitarle importancia al asunto.

La niña era muy lista y no se creyó la mentira de su padre, y éste para desviar su atención le hizo cosquillas en la barriga. La niña rió a carcajadas y al poco se olvidó del asunto. Continuaron viendo la tele. En la pantalla, el pato Lucas le arrebataba el trabuco al conejo de la suerte. Le apuntaba y apretaba el gatillo, con tan mala suerte que la detonación salía por la culata impactando de lleno en su cara. Está vez su pico cayó al suelo totalmente chamuscado y él, muy digno, lo recogió y se lo encajó de nuevo en su sitio. La niña volvió a reírse y él, disimuladamente, secó las lágrimas de sus ojos.

4 comentarios:

Javier Belinchón dijo...

Me encanta el recurso del Pato Lucas... Y la historia entera, claro que sí.

Abrazos pepe. Cada día me gusta más y más leerte.

Anónimo dijo...

Muy emotivo, me ha gustado.
Un abrazo

Lena yau dijo...

Pepe, vengo a dejarte un abrazo de apoyo.

Sienta fatal el plagio.

Y no se puede permitir.

Voy a difundir la noticia.


(Lo siento mucho, mucho).

¿Has escrito a REMES?

Un beso!

L.Y.

Ico dijo...

Rápido, intenso, muy bueno la atenuación del drama a través de dibujo animado.