'Si viviera, mi padre estaría escribiendo hoy mis libros'
• 'Chump Change' (Sajalín) está protagonizada por su álter ego, Bruno DanteLaura Fernández
Tiene una foto de su padre en la cocina de su casa de Los Ángeles. En la foto, John Fante es un niño y aún no sabe que nunca va a convertirse en un escritor de éxito. La foto está allí porque su mujer dice que su suegro se lo ha pedido desde el Más Allá. Dan Fante (Los Ángeles, 1944) fue taxista antes que escritor y ha entrado cientos de veces en una librería preguntando por un libro de su padre (John Fante). "Hubo un tipo que quiso venderme un libro de Hemingway asegurando que era mejor que mi padre. Lo mandé a la mierda", dice Dan.
A sus 67 años, Dan tiene una vida "maravillosa": un hijo de seis años, "una esposa estupenda" adicta al patinaje en línea, y un padre al que honrar desde las páginas de sus propios libros. Acaba de publicar 'Chump Change' (Sajalín Editores), la primera de las novelas protagonizadas por su álter ego, Bruno Dante, un alcóholico amante de los poemas de Cummings (que ensaya su firma en todas partes, como Fante padre ensayó la de Knut Hamsun).
"Si mi padre hubiera tenido éxito, nunca habría dejado de escribir novelas", sentencia. Lleva un sombrero vaquero y quevedos. Nunca antes había estado en España. Dice que con toda seguridad el fantasma de su padre le ha acompañado en el viaje. "Cuando escribo, siempre está ahí, diciéndome lo que tengo o no tengo que hacer, no puedo dejar de oírle", asegura. Dan huyó de Los Ángeles siendo muy joven (apenas un veintañero), se cruzó el país y se instaló en Nueva York, donde vivió su propio infierno. Realizó trabajos de todo tipo (y todos francamente horribles) hasta que se instaló tras el volante. Fue taxista. Y hasta conductor de limusina.
Y durante todo ese tiempo, leyó sin parar. "Buscaba algo que me produjese el mismo efecto que Hamsun produjo en mi padre. Mi padre hablaba de Hamsun como los creyentes hablan de la Virgen María", dice. ¿Y lo encontró? "Oh, sí, por supuesto. Hubert Selby Jr. Leerlo casi me vuela la cabeza. Me dije: 'Si este tío escribe, yo también puedo hacerlo'. Y me puse a escribir", asegura. En parte, lo hizo para vengar a su padre.
John Fante nunca fue famoso. "Lo pasó muy mal. Estaba francamente decepcionado con el mundo editorial. Se dedicó a los guiones porque tenía que alimentar a su familia. A los editores no les gustaba lo que hacía. Ahora todo el mundo cree que es un genio, pero entonces no era nadie", explica el escritor, que relata en 'Chump Change' los últimos días de vida del gran John Fante, "hecho pedazos (literalmente, pues la diabetes obligó a amputarle partes del cuerpo), en la cama del hospital", desde el punto de vista de su hijo mayor, Bruno (el propio Dan), que se debate entre dar el último adiós a su frío y déspota padre, o huir para siempre de todo lo que tenga que ver con la palabra 'familia'. Curiosamente, una vez muerto el padre, el protagonista, aprendiz de escritor en horas muy bajas (y en este punto, el tatuaje que recuerda en el brazo de Dan la fecha en la que dejó el alcohol puede ser una pista), decide dejarlo todo (su mala vida) para convertirse en escritor.
"Es una especie de venganza. En cierto sentido, trato de vengar a mi padre. Durante muchos años acumulé rabia, rabia contra el mundo, contra la gente, contra todo. Y al fin encontré la manera de canalizarla. Y esa manera es escribiendo. Por eso todo lo que escribo parece tan rabioso", confiesa. "Creo sinceramente que todos los escritores vivimos con un monstruo, nuestras historias sirven para dormirlo, y eso nos hace mejores personas", dice. Todos los escritores, "los buenos escritores", aquellos que se dejan llevar "por la pasión", escriben "para cambiar el mundo", o al menos, "para cambiar la vida de sus lectores". Su padre lo hizo. Y él también. "Al menos, lo intento", dice. En 'Chump Change' el mensaje es: "Puedes sobrevivir a todo y convertirte en una persona que merezca ser llamada así, en alguien de quien no te avergüences, en ti mismo".
Dan se compara con Frankenstein. "Mi mujer me compara con él. 'Frankenstein' es su libro favorito. Cuando leyó 'Chump Change' me dijo: 'Ahí lo tienes, eres Frankenstein'. De ahí lo de que crea que todos los escritores vivimos con un monstruo dentro", asegura. Habla de su padre con cariño, aunque reconoce que los separaba "una distancia inconmensurable". "Recuerdo cuando salía a jugar a los bolos con William Saroyan, que por aquella época era como el Elvis de los cuentistas. O cuando me decía que cualquiera de sus páginas era mejor que cualquiera que hubiese escrito Hemingway. Todo lo que hizo, lo hizo con pasión. Era un buen hombre, un buen escritor, pero tuvo mala suerte", asegura.
Aunque le costó publicar ("en América mis libros les parecían demasiado violentos a los editores, por eso acabé publicando antes en Francia, los franceses aceptan mejor las perversiones", confiesa) ahora ya es una pequeña celebridad en el mundo de las letras. Escribe dos horas diarias y pasea junto al mar escuchando audio libros mientras su mujer patina. Cree que, si su padre hubiera nacido en 1944, como él, "ahora mismo estaría escribiendo lo que yo escribo", aunque quizá se topara, como él, con el muro conservador de la literatura estadounidense. "Les gusta demasiado la televisión. Por eso les gusta lo que hace Stephen King, porque es como ver una película en televisión. Todo lo que les resulte mínimamente incómodo, lo apartan", dice. O, por lo menos, lo apartaban en 1996, el año en que los franceses le publicaron 'Chump Change'. Por suerte, ahora, "las cosas han cambiado", dice.
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